|
Tensión en la Cámara |
El Mercurio, Editorial, 30/03/2023
El descrédito de la política es una tendencia que se ha venido acrecentando en el mundo durante las últimas dos décadas, y son varios los fenómenos que han contribuido.
La escasa comprensión que los políticos han tenido de los cambios sociales ha llevado a que los ciudadanos los vean lejanos y desconectados de sus necesidades. Pero esos cambios, muy ligados a las nuevas tecnologías que han modificado la forma de relacionarse con las autoridades, han hecho que los problemas sean cada vez más complejos, frente a lo cual muchos políticos se han refugiado en respuestas simples y populistas.
Este escenario ha servido como caldo de cultivo para la polarización, potenciada por las redes sociales, que han minado los canales formales de información y permitido la segmentación de los mensajes, fomentando, de paso, la divulgación de noticias falsas.
El camino para salir de esta encrucijada no es evidente, y la responsabilidad se extiende a muchos actores sociales. Con todo, es indudable que los políticos, y muy especialmente los partidos que los agrupan, tienen una responsabilidad especial.
Romper con el círculo vicioso de la polarización y el populismo, que impide el desarrollo de los países, exige una mirada de largo plazo, poner los intereses del país por delante y dialogar para alcanzar grandes acuerdos. La política es precisamente el espacio para hacer que ello ocurra, y el desafío de los políticos es lograrlo, desde sus legítimas diferencias.
Después de varios años en los que esos elementos parecían estar cada vez más ausentes, han ido apareciendo algunas luces de esperanza, como el Acuerdo por Chile, en que el Senado tuvo un rol importante en acercar posiciones, papel que también ha jugado en otras materias y que además se expresa en los acuerdos administrativos para su funcionamiento.
Aunque la Cámara también fue importante en el Acuerdo por Chile, el clima allí ha sido en general muy distinto, marcado por la fragmentación, la defensa de las trincheras, los conflictos y las agendas personalistas.
Recientes votaciones han puesto en evidencia una dispersión de votos dentro de los partidos y coaliciones que torna azaroso el resultado de cualquier debate, a menudo determinado por cálculos y cuentas personales antes que por convicciones acendradas.
Romper con el círculo vicioso de la polarización y el populismo exige una mirada de largo plazo.
En efecto, si cada diputado opta por votar según sus propios intereses, la mirada de país se desvanece y los acuerdos se vuelven imposibles: ¿Qué posibilidad existe de aprobar una reforma de pensiones o de salud si ese es el actuar que prima?
Es cierto que las votaciones de esta semana sobre seguridad pública han generado consensos más amplios (aun con la disidencia de una parte del oficialismo), pero es difícil establecer hasta qué punto ello obedece a reales convicciones o solo a un nuevo intento por sintonizar con lo que hoy parece popular.
Más allá de los fenómenos globales que incentivan la polarización y el populismo, es importante también atender a la atomización de partidos que ha favorecido el sistema electoral proporcional en funcionamiento desde 2017.
En la Cámara, esto ha producido una fragmentación profunda, con más de 20 partidos representados. Se trata de un número excesivo según cualquier parámetro en la experiencia comparada y genera un importante costo para la gobernabilidad.
Ofrecer un camino de solución en este punto ha de ser una prioridad del nuevo proceso constitucional en desarrollo.
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
Las opiniones consideradas en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.