La ONU (2003) ha señalado que, “hacia el 2030, estimaciones pesimistas indicarían que 7.000 millones de personas sufrirán escasez de agua potable y en el mejor de los casos y siendo muy optimistas, esto afectará a 2.000 millones”. Otro punto a tener en cuenta, es que los países más ricos del planeta, que conocemos con el nombre de G8 tienen sus recursos hídricos en vías de agotamiento por la sobreexplotación y altamente contaminados por desarrollos industriales y agrícolas que no han tenido en cuenta el cuidado del medio ambiente. Otro antecedente muy preocupante deriva del informe del Pentágono elevado al Congreso y gobierno norteamericano a fines de Febrero del 2004 que se filtró al The New York Times y The Guardian que advierte que, a consecuencia del cambio climático, para los años 2020, 25, 30 los recursos hídricos de agua potable se van a ver afectados y para eso, señalan, las Fuerzas Armadas Norteamericanas tienen que desplegarse por todo el planeta para tomar el control del recurso donde se encuentre, porque de ello dependerá la supervivencia de Estados Unidos como potencia rectora del mundo”.
Y como si estos antecedentes no fuesen suficientemente deprimentes para nuestras expectativas de futuro, a mediados de Marzo de 2007 aterriza en Chile un selecto grupo de la NRDC (National Resources Defense Council) una de las ONG medioambientalistas más poderosas de Estados Unidos, que cuenta con un presupuesto anual de más de 60 millones de dólares. En la planta de la institución trabajan 300 personas; 500 mil personas y organizaciones aportan dinero anualmente para su funcionamiento –entre ellas, las fundaciones Rockefeller, William & Flora Hewlett Foundation, la cual creó el fundador de la compañía tecnológica Hewlett Packard; Rockefeller Fund, de la emblemática familia ligada a los bancos y al petróleo; Ford Foundation, vinculada a los herederos del magnate automotriz Henry Ford; Heinz Foundation, encabezada por Teresa Heinz –la empresaria dueña de los ketchup y casada con el ex presidenciable John Kerry– y Walton Family Foundation, ligada al clan propietario de la famosa cadena de supermercados Wal-Mart– y otras 700 mil personas son activistas de la causa en el mundo. Además, debemos incluir la “desinteresada” participación de Robert Kennedy Jr. –con inserciones millonarias en la prensa americana en pro de la causa de HidroAysén– o las histriónicas intervenciones en el senado norteamericano de John Wilson, consejero de la Comisión de Energía de California, que nos da recetas de cómo enfrentar nuestra crisis energética. Tampoco olvidar la contratación de los servicios del abogado Aaron Sanger encargado de la campaña internacional contra Hidroaysén –con residencia en Washington– que representa los intereses de la organización no gubernamental estadounidense International Rivers Network (Red Internacional de Ríos) para liderar una campaña contra los productos chilenos de exportación que, a su juicio, están directamente asociados a la oferta energética de Hidroaysén, como “el cobre, la madera, la fruta, entre otros”. La organización es parte del Consejo de Defensa de la Patagonia Chilena, un colectivo de 35 entidades ecologistas, ciudadanas, empresariales y religiosas, nacionales y extranjeras, que también congrega a artistas, intelectuales y políticos, que lidera y financias Douglas Tompinks… ¡la chichita con que nos estamos curando!..
Y la pregunta más que obvia es ¿No son los mismos del “Iron Mountain Plan” que financió en la década del ´60 David Rockefeller? ¿No son los mismos financistas de dos de las organizaciones ecologistas más poderosas del mundo: International Forum on Globalization” y Funders Network on Trade and Globalization? ¿Es espontáneo este conmovedor amor y súbito interés por la biodiversidad Patagonia? ¡Claro que no!… Quien controle el recurso agua, jugará un papel decisivo en los destinos del mundo… Cualquier esfuerzo que se haga en este sentido, contribuye a solventar su déficit, mantener su posición hegemónica y su estilo de vida y, de paso, ha convertido a Chile en un laboratorio del neoliberalismo, que pagaremos caro.
La adquisición de la hacienda San Ignacio de Huinay –Chile– originalmente de propiedad de la Universidad Católica de Valparaíso fue vendida a ENDESA –Empresa Nacional de Energía, hoy con capitales españoles– a pesar del esfuerzo realizado por los “Tompkins boys” por adquirirla para consolidar su territorio (ver mapa). Pensar que esta compra sea el origen de su actual rivalidad con ENDESA, es una ingenuidad. Tompkins se ha opuesto en forma sistemática a la construcción de cuatro centrales hidroeléctricas en Aysén por dos razones fundamentales: Primero, por el uso y el control sobre el agua –como bien estratégico- y segundo, por la generación energética y lo que ella implica…desarrollo..
El argumento esgrimido por Tompkins –siempre ajustado a un libreto ecológico, que es su fachada, tiene un bajo perfil y una alta convocatoria de incautos– es que ENDESA inundaría ecosistemas nativos… Efectivamente, así será, pero esta es una decisión cuyo impacto medioambiental debe asumir el Estado soberano de Chile en función de sus necesidades energéticas y su proyecto de país y no puede estar condicionada a los intereses de un particular, que representa intereses extranacionales y que, además, no tributa en Chile. ¡Y por favor dejémonos de ser ingenuos! Es evidente que de materializarse la construcción de estos proyectos hidroeléctricos, Tompkins pierde control sobre uno de los recursos geoestratégico de mayor plusvalía en el futuro: el agua y la energía.
Por otra parte, la confirmación a mediados de julio de 2004 de la compra por parte de Kristine Mc Divitt, esposa de Tompkins, de la Hacienda Valle Chacabuco de 70.000 hectáreas a la familia Smet –un predio sin bosques y de vegetación esteparia que daban sustento a la actividad ganadera de Cochrane– junto con confirmar su avidez por controlar el agua –la hacienda se ubica en las proximidades del río Baker, el más caudaloso de Chile y el Pascua– demuestra que su interés nunca ha sido “salvar” al bosque nativo ni la biodiversidad de Patagonia –tampoco lo fue cuando derribó bosque nativo para construir sus pistas de aterrizaje en Bahía Tic Toc– sino controlar el uso de los recursos naturales y el agua. Sin embargo, esta nueva variante, que perece desvinculada de sus estrategias, no tiene otro fin que inhibir la creación de cualquier polo de desarrollo regional y que ENDESA o cualquier otra empresa, construya las centrales hidroeléctricas.
¿Por qué? Primero, porque si permite que se construyan las centrales, pierde el control sobre el agua, un bien apetecido. Segundo, HidroAysén inevitablemente –para bien o para mal y podemos discutirlo- generará un polo de desarrollo y esto posibilita el establecimiento de actividades productivas, genera fuentes de trabajo, comercio y favorece el asentamiento de población; factores que son potencialmente peligrosos para sus intereses de mantener “cautivos” e inexplotados recursos naturales para cuando escaseen, pero también, forman parte de su filosofía de “ecología profunda” (tipo de ecología que no contempla la existencia del hombre y aspira a conservar el medio ambiente sin la vida humana) Tercero, si se promueve la escasez artificial del recurso energético, junto con inhibirse el desarrollo regional, se promueve la venta de tecnología de generación. ¿Quiénes venden esta tecnología? y ¿cuánto cuestan los proyectos? ¿Quién asume el costo innecesario que supone el uso de otras fuentes de generación? ¿Por qué, si disponemos de tanto potencial de generación hidroeléctrico, tenemos que endeudarnos usando otra tecnología? ¿Parece sensato?… ¿No es una forma de generar dependencias y darle movilidad al capital?
Paul K. Driessen, una vez más señala que: “La necesidad creciente de recursos energéticos para un estado moderno, por esta vía, los hipoteca…Vida que para esa pobre gente sería infinitamente mejor con electricidad abundante, confiable y barata para iluminación, calefacción, refrigeración, comunicación, entretenimiento; para hospitales, escuelas, tiendas y fábricas; para purificar el agua y tratar las aguas negras y para tantas otras necesidades que damos por sentado, que mejorarían su calidad de vida”.
Una sola planta generadora de electricidad a gas –señala Driessen– de 555 megavatios, produce más electricidad al año que las 13 mil turbinas de viento de California. La planta eléctrica ocupa 15 acres de terreno, mientras que los molinos de viento ocupan más de cien mil acres, matan a miles de aves y producen energía intermitente e insuficiente”. ¿Cuantas hectáreas de campos productivos o bosque nativo tendríamos que sacrificar en Patagonia para instalar estos proyectos de energía renovable? ¿Acaso esto no genera impacto medioambiental? ¿Esto no compromete su biodiversidad? ¿No contamina el paisaje? ¿Cuánto nos cuestan y quién paga? ¿A quién le conviene que NO le demos un valor agregado al agua?… ¿Que no la usemos para generar electricidad…?
Un ejemplo ilustrativo sobre la aplicación de este tipo de estrategias –que no es nuevo y que forman parte de sus objetivos globales y son aplicables en cualquier parte del mundo– es el proyecto de Planta Hidroeléctrica de Gujarat, en India. Driessen señala: “estaba Proyectado para generar electricidad para cerca de 5.000 villas, sin embargo, el proyecto fue destruido por varios ecoactivistas internacionales que presionaron a las agencias crediticias para que retiraran el apoyo financiero, con la excusa de que se “desarraigaría” a los habitantes ribereños del Gujarat, que el curso del río sería alterado, se dañaría la fauna que vive en su ribera, que se inundarían ecosistemas nativos”… Un discurso más que conocido y repetido hasta la saciedad. El proyecto incluía, además, el uso de las aguas para la agricultura y el tratamiento para consumo de una población de 35 millones de personas.
Esta estrategia y el discurso que le da soporte se asemeja mucho al “sabotaje verde” que se implementó en la Central Ralco del alto Bío Bío, en el cual una vez más, se ¿instrumentaliza? –o son los tontos útiles de turno– a organizaciones ecologistas y a una modesta población –Mapuche– para implementar la “resistencia de Ralco”. Por ello, no es de extrañar que las organizaciones que se agrupan en torno a Douglas Tompkins combatan con ferocidad los proyectos hidroeléctricos que Endesa o cualquiera otra empresa proyecte sobre terrenos Patagónicos, porque constituyen un polo de desarrollo que compromete el uso de recursos naturales, particularmente el recurso agua, que es necesario que este disponibles para tiempos de escasez.
Claro, algunos sostienen que no se pueden llevar el agua… Pero, no seamos ingenuos, se van a venir a instalar aquí. ¿Acaso técnicamente el país no está dividido en dos, listo para escindir una parte importante de nuestro territorio, cuando ellos lo decidan?…
Si esta idea no ha quedado suficientemente clara, basta señalar que en la Cumbre de Johannesburgo (2002) se declara que América Latina tiene grandes recursos hidroeléctricos sin explotar. El mismo informe dice también que, si bien es esencial la participación del sector privado, debe tenerse presente que “él control de los activos y de los recursos debe permanecer en manos de los gobiernos”… ¿Cuál o cuáles? ¡No hay que ser muy imaginativo!
GENTIL APORTE DE NUESTRO SOCIO DON: Adolfo Paúl