UN ORIGEN VIOLENTO por Loreto Cox ( El Mercurio, Columnistas, 01/10/2021) —– CRISIS MIGRATORIA (Editorial El Mercurio)
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión.
¿Qué piensa la gente de la violencia como forma de buscar cambios? La reciente encuesta del CEP nos da algunas luces. Para una mayoría contundente no se justifica nunca o casi nunca participar de barricadas o destrozos como forma de protesta (88%), tampoco de saqueos (93%) ni menos provocar incendios en edificios y locales comerciales (94%).
Serán ya dos años de nuestro octubre rojo. Las razones que nos llevaron a la crisis serán siempre, en algún grado, debatidas y su interpretación irá cambiando con el tiempo, más aún a medida que vayamos conociendo el desenlace de la historia. Aun así, parece claro que la violencia actuó ahí como un gatillo.
La misma semana del estallido, tan solo el 12% de la población consideraba que la evasión en el metro era la noticia más importante de la semana, en el cuarto lugar (Cadem). La brutalidad del viernes 18 desencadenó, luego, una serie de hechos que cambiaron el curso de nuestra historia.
¿Qué rol jugó la violencia, como forma de buscar cambios, en este proceso? ¿En qué estaríamos si nadie hubiese prendido fuego en varias estaciones del metro al mismo tiempo? Aun cuando podamos estar convencidos de que lo que develó ese viernes era profundo y venía de antes, la violencia como gatillo es como el elefante en la habitación. No es solo que todavía no tengamos claridad sobre quiénes fueron responsables del fuego (y que apenas hablemos de aquello).
“El apoyo juvenil a la violencia apenas ha bajado desde 2019”. |
Incluso si los culpables estuviesen condenados y, supongamos, el desenlace histórico terminase por ser positivo, la violencia en el origen seguirá siendo una verdad incómoda.
No se trata de ser ingenuos, la violencia siempre ha jugado un rol en los asuntos humanos. Pero vivimos en democracia y ello implica una apuesta por la resolución pacífica de los conflictos, cuya violación es peligrosa. Más allá de que, como diría Jorge Millas, la violencia es una forma de “explotación del hombre por el hombre”, ella es siempre impredecible, e incluso con un fin indiscutiblemente noble, bien podría haber muchos muertos sin conseguirse nada. Por otra parte, cuando ella resulta efectiva para hacer cambios, se vuelve tentadora para causas nobles y ruines por igual (pensemos en lo que pasó en Iquique). Lo peor es que cuando todos los medios están permitidos, solo la fuerza vence a la fuerza.
¿Qué piensa la gente de la violencia como forma de buscar cambios? La reciente encuesta del CEP nos da algunas luces. Para una mayoría contundente no se justifica nunca o casi nunca participar de barricadas o destrozos como forma de protesta (88%), tampoco de saqueos (93%) ni menos provocar incendios en edificios y locales comerciales (94%). Este rechazo a la violencia es más rotundo que el observado en diciembre de 2019, en medio del estallido (80, 90 y 92%, respectivamente), quizás porque la violencia ha mostrado su insaciabilidad, quizás porque la vía institucional ha resultado efectiva, quizás, simplemente, porque el tiempo nos ha dejado pensando sobre lo que antes nos tomó por sorpresa.
Sin embargo, basta un puñado de personas dispuestas a recurrir a la violencia para desestabilizar un sistema político. Por ello, es preocupante que uno de cada seis jóvenes de entre 18 y 24 años crea que siempre o casi siempre se justifican las barricadas o destrozos y que otro sexto las justifique a veces. El apoyo juvenil a la violencia apenas ha bajado desde 2019. ¿Será un rasgo propio de la edad, tal vez por biología o por una abrupta autonomía? ¿Tendrá que ver con ideas más permanentes de las nuevas generaciones?
El rol que le demos a la violencia en la interpretación de nuestro pasado reciente es un problema de primer orden. Posiblemente, de ello dependerá el rol que ella juegue en el futuro.
Loreto Cox. El Mercurio, Columnistas, 01/10/2021
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas C.
CRISIS MIGRATORIA
El Mercurio, Editorial, 01/10/2021
Estupor y general condena suscitó la barbarie que culminó en violencia masiva por la ocupación de una plaza y lugares públicos, derivada de la presencia de migrantes que han ingresado clandestinamente en la frontera norte.
Positivo es el rechazo de los actos deshumanizados, contrarios a derechos fundamentales y a la imagen de Chile en el exterior. Luego, surge preocupación por nuevas protestas de la misma repudiable categoría, por el descontrol de la frontera; por los riesgos para los migrantes de exposición a la trata de personas, al narcotráfico y a largas travesías terrestres; por las dificultades de integración de los ingresos clandestinos irregulares, carentes de documentación que permita verificar sus antecedentes y legítima reunificación familiar; por sus consecuencias en los servicios públicos, seguridad, sanidad, vivienda, fuentes laborales, y espacios públicos ocupados indebidamente; por su impacto en los recursos disponibles para los habitantes de zonas cercanas a las de su ingreso; y por las repercusiones de la falta de distinción respecto de migrantes que han ingresado cumpliendo con la legalidad, que al mes de agosto recién pasado sumaban más de 1,46 millones.
Los países comprometidos con el Estado de Derecho promueven el principio de una migración ordenada, regular y segura, con el derecho irrenunciable de controlar sus fronteras. |
Eludiendo la complejidad de las crisis migratorias, candidaturas presidenciales omiten destacar que la principal causa de la ola migratoria es el éxodo debido a la ausencia de democracia y al gravísimo deterioro institucional y económico en Venezuela, provocado por el gobierno de Nicolás Maduro, al que ciertos personeros se niegan a condenar. Más aun, algunos optan por políticas públicas de fronteras abiertas, propias de Estados fallidos e incapaces de velar por su soberanía y la seguridad de su población. Otros alientan y agravan los ingresos irregulares con promesas electorales y facilidades, que desconocen las complejidades y gestión de las crisis migratorias; hasta se promete el acceso a la vivienda a los extranjeros que han ingresado irregularmente al territorio nacional.
La realidad es que los ingresos irregulares o por pasos no habilitados dependen de la tolerancia y señales de acogida que emitan las autoridades de los países de destino. Habría que mencionar las indicaciones equivocadas que surgieron luego de que varios parlamentarios impugnaran ante el Tribunal Constitucional, aunque sin éxito, la disposición que permite la reconducción de extranjeros con prohibición de ingreso y que intentan entrar a territorio nacional por pasos no habilitados o valiéndose de documentos falsificados.
Inconvenientes adicionales surgen de fallos de los tribunales de justicia y de la resistencia de la Corte Suprema a fijar criterios para las expulsiones administrativas. A ello se agrega la falta de colaboración y el desinterés de países vecinos por controlar sus fronteras.
Frente a la crisis migratoria, y en reconocimiento del valioso y necesario aporte al desarrollo de Chile que realizan los extranjeros que ingresan regularmente, corresponden variadas iniciativas, como aumentar y expedir con rapidez las visas consulares, los permisos de residencia y aquellos originados en la reunificación familiar. Cabe considerar centros fronterizos para migrantes irregulares mientras se analiza su situación. Importante es reforzar a la policía civil, a las Fuerzas Armadas y Carabineros desplegados en la frontera y mejorar la coordinación con el Servicio Nacional de Migraciones y los municipios. Para estos cometidos también es indispensable el buen funcionamiento del Registro Civil, los tribunales y los consulados y la pronta aprobación del Reglamento para la vigencia del Estatuto Migratorio.
Los países comprometidos con el Estado de Derecho promueven el principio, de amplia aplicación en el mundo, de una migración ordenada, regular y segura, con el derecho irrenunciable de controlar sus fronteras
Un aporte del Director de la revista Unofar. Antonio Varas C.