Obviamente una columna publicada el día antes de un nuevo aniversario del 11 de septiembre de 1973 no puede obviar una fecha tan importante a pesar de que estamos hablando de hechos ocurridos hace ya 52 años. Este es un tema importante para Chile, uno que le cuesta abordar a varios políticos del mundo de la derecha, más en épocas que buscan el centro para salir electos, como asumiendo que todos los chilenos más viejos fuéramos idiotas, y que se nos haya olvidado cómo estaba Chile el 10 de septiembre del 73, y las razones por las cuales las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile se tomaron el poder. La historia de un país no se puede borrar por secretaría o porque se busque no hablar de lo ocurría entonces. No vaya a ser que se nos olvidan las lecciones que la historia sabiamente nos provee para evitar repeticiones y tropiezos.
Está más que claro que hubo excesos en materias de derechos humanos, excesos que en nada son justificables y aceptables. Los hubo en el mismo día, en los días posteriores, y en los meses y años que siguieron. Algunas muertes se pueden entender en el contexto de lo que sucedía en un Chile que iba derechito a una guerra civil, la que fue evitada por la oportuna y rápida acción de militares y carabineros.
Las Fuerzas Armadas decidieron tomarse el poder porque la situación no daba para más y claramente eran las únicas que estaban en condiciones de terminar con la fallida experiencia del gobierno de la Unidad Popular (UP).Es obvio que los golpes o pronunciamientos militares debieran evitarse a toda costa, pero en el Chile de entonces la acción de las instituciones de la Defensa Nacional era solicitada por casi todos los que no fueran el tercio que votó por Allende. El Congreso, los tribunales y la Contraloría, todos estaban de acuerdo en que el gobierno de la UP estaba actuando fuera de la Constitución, y que no estaba controlando a las fuerzas subversivas y terroristas propias que actuaban fuera de la ley, en abierta contraposición de las garantías constitucionales solicitadas por la DC, y que la izquierda había firmado con el objeto de que Allende fuera ratificado por el Congreso hace ya 55 años.
¿Cómo llegamos a ese desmadre hace 52 años? Llegamos porque había algunos para los cuales la democracia era sólo un medio para la implementación, primero de una república socialista, para luego migrar a una dictadura marxista leninista. Como dijo una actual candidata a la presidencia, íbamos derechitos a ser una Cuba.
Llegamos porque los había quienes en el Congreso de Chillán de 1967 del Partido Socialista habían indicado:
«El Partido Socialista, como organización marxista leninista, plantea la toma del poder como objetivo estratégico a cumplir por esta generación, para instaurar un Estado Revolucionario que libere a Chile de la dependencia y del retraso económico y cultural e inicie la construcción del Socialismo.
La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Resulta necesariamente del carácter represivo y armado del estado de clase. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y a su ulterior defensa y fortalecimiento. Sólo destruyendo el aparato burocrático y militar del estado burgués, puede consolidarse la revolución socialista.
Las formas pacíficas o legales de lucha (reivindicativas, ideológicas, electorales, etc.) no conducen por sí mismas al poder. El Partido Socialista las considera como instrumentos limitados de acción, incorporados al proceso político que nos lleva a la lucha armada. Consecuentemente, las alianzas que el partido establezca sólo se justifican en la medida en que contribuyen a la realización de los objetivos estratégicos ya precisados».
Llegamos porque nuestra Constitución del 25 no tenía una segunda vuelta electoral, algo que nos parece muy normal hoy en día, permitiendo que el Congreso pleno, y no el pueblo ratificara en caso de no haber una mayoría absoluta, quien debía ser el Presidente de la República de las dos más altas mayorías relativas, en una elección en que los tres primeros lugares sacaron respectivamente 36,63%, 35,29% y 28,08%. Elegimos un Presidente que apenas sacó un poco más de un millón de votos y menos de 40 mil de quien lo seguía. Permitimos que una minoría y sus intereses nos gobernaran.
Llegamos porque ese Presidente que elegimos, con tal de ser designado candidato de su coalición, firmó previamente con los suyos un acuerdo en que, de ser elegido, la administración de Chile sería compartida con los partidos de la UP, con lo cual aceptó de entrada que su ya peligrosa vía chilena democrática al socialismo podía ser más violenta y turbulenta, que pacífica y tranquila.
Llegamos porque al poco andar comenzó a gobernar por decreto y usando los famosos resquicios legales para avanzar en su hoja de ruta al socialismo y la estatización de los medios de producción.
Llegamos porque hubo un sistema político débil dominado por la DC que se dejó engañar con la firma de las garantías constitucionales y por su incapacidad posterior para cobrarlas. En agosto de 1973, los mismos que le dieron luz verde en 1970, declaran el gobierno de Allende como inconstitucional, pero no hacen nada al respecto, tácitamente esperando que fueran las Fuerzas Armadas las que se hicieran cargo del problema. Para la UP, según ellos mismos lo reconocen en la voz de Regis Debray, la firma del estatuto era una necesidad táctica para tomarse el poder, con garantías que nunca pretendieron respetar, al punto que no alteraron su programa de gobierno.
Es el sistema político tiene que dar explicaciones por lo ocurrido el 11 de septiembre del 73. Por de pronto, los únicos que aún pagan lo ocurrido en esa fecha son los viejos soldados que están presos en Punta Peuco, Colina 1 y otros penales, los llamados chivos expiatorios de Chile, los que en ese entonces sólo eran capitanes, tenientes, subtenientes, clases y soldados conscriptos. Los que cumplieron órdenes superiores o que están presos sólo por el hecho de haber estado en las Fuerzas Armadas o Carabineros de la época.
Es de esperar que el sistema político nunca olvide las razones que nos llevaron a una acción de las Fuerzas Armadas hace 52 años y eviten que lleguemos a estar en una situación similar. Olvídense de que las Fuerzas Armadas se volverán a prestar para un salvataje de Chile en que ellas se llevan todos los costos y ninguno de los beneficios. Si se quieren dejar engañar, allá ustedes y asuman el costo de sus errores y equivocaciones. No es tarea de las Fuerzas Armadas salvar a Chile de los propios chilenos.