Columna de Opinión

Las Encuestas.

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Personalmente pienso que cualquiera medición que se haga tiene que ver con la calidad de la muestra que se tome y, desde ya, pido disculpas, pues con este planteamiento no estoy cuestionando la capacidad de los encuestados para responder a las preguntas que se les hagan, sino que al grado de interés y por lo tanto de conocimiento o reflexión que sobre lo que se les consulta puedan tener.

 

Las encuestas se han transformado en un ingrediente sabroso que los políticos esperan con inquieta serenidad y los analistas con indisimulada ansiedad, para poder sacar las más sabrosas conclusiones que, a decir verdad, interesan al cerrado círculo de quienes están encargados de conducir los destinos de la cosa pública sobre la base del voto popular.
El Presidente bajó, el gobierno bajó, las coaliciones políticas bajaron, conclusión, hay un rechazo generalizado a la clase política y, con esta sentencia, damos vuelta la página y esperamos la próxima encuesta pero, ¿no será posible el profundizar un poco más sobre la base de nuestras propias vivencias?.
Personalmente pienso que cualquiera medición que se haga tiene que ver con la calidad de la muestra que se tome y, desde ya, pido disculpas, pues con este planteamiento no estoy cuestionando la capacidad de los encuestados para responder a las preguntas que se les hagan, sino que al grado de interés y por lo tanto de conocimiento o reflexión que sobre lo que se les consulta puedan tener.
Si ustedes analizan el foco de atención de los integrantes de la propia familia sobre los distintos medios de comunicación, escritos, orales o visuales, verán la amplia variedad de intereses sobre los temas que capitalizan la atención, temas que tampoco son permanentes en el tiempo, como lo demuestra por ejemplo, el resultado de la PSU que por estos días a tenido a la familia chilena de cabezas, a la espera de las posibilidades que se le presentan a algún miembro del clan.
Del mismo modo, podemos rescatar la persistencia de otros temas que sí concitan una más marcada preferencia y se sostienen en el tiempo, entre ellos, el deporte y muy en particular el futbol, los hechos de sangre como los accidentes, asesinatos, incendios y otros, el debate político sobre algún tema de particular interés – no todo el debate – , la situación económica en la medida que se perciba como que impacta a cada uno y, para cerrar la muestra, la farándula con su desinhibidas ofertas.
El punto es que a estas personas que tienen estas legítimas preferencias, de pronto las toca la rueda de la fortuna y un preparado encuestador les pregunta que opinan sobre el Presidente, como lo está haciendo el gobierno, el rol que están jugando las coaliciones políticas, le proyección política que le ven a una lista de personas etc.
Es tan brutal el sistema, que cuando se produjo el rescate de los mineros el Presidente subió un montón y más lo hizo el gobierno, como si la Ministra de Vienes Nacionales o el Ministro de Justicia hubieran tenido algo que ver con tan afortunado resultado y, luego, cuando la noticia pasa, tanto en Presidente como su gobierno bajan y bajan bruscamente, como si hubieran hecho algo inadecuado o cuestionable.
Peor aún es el resultado de las encuestas en la hermana república Argentina, en donde su Presidenta, la señora “K” había llegado a un nivel de aprobación del 25% y luego del fallecimiento de su marido está llegando a algo como el 60%. ¿Es que algo cambió drásticamente en Argentina? ¿Es que la señora “K” modificó los ejes de su muy modesta conducción política?
Es por todo esto, que a las encuestas debiéramos asignarles el verdadero sentido, significado e impacto que verdaderamente les corresponde y rogar a Dios para que las autoridades no caigan en la atracción fatal de la popularidad, apartándose de los objetivos y programas para los que fueron elegidos.
Jorge P. Arancibia Reyes