Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Desde ese día, la gente de la isla, sus autoridades comunales, nuestras Fuerzas Armadas, los representantes del Estado, las empresas privadas y la sociedad civil se han volcado todas juntas a levantar de nuevo el espíritu del lugar y de su gente.
Parece ser que en nuestro querido país se ha instalado una suerte de crisis de confianza que cruza transversalmente a la sociedad. Ya nadie le cree a nadie: la clase política no cumple lo que promete, los empresarios engañan, los curas abusan de menores, etc., etc. ¡Es ya casi un deporte nacional predecir cuánto bajará la aprobación de cada institución en la próxima encuesta!
Qué duda cabe, hay un ánimo enrarecido en el ambiente. Las causas son múltiples y quizás corresponden a un cambio de era que no es fácil de entender mediante los cánones tradicionales. No es mi pretensión proponer soluciones a este estado de ánimo, ya que la tarea me supera con creces. Sólo lanzaré un par de ideas.
La primera de ellas es que no es bueno generalizar. Estamos llenos de buenos políticos, de buenos empresarios, de buenos curas, pero quizás nos cuesta verlos. Lo más probable es que esa gente buena no salga mucho en las noticias, pero están ahí y, como mucha gente noble de este país, son nuestra reserva moral.
La segunda idea tiene que ver con un caso concreto y de cómo es posible avanzar en construir una mejor sociedad cuando todos nos damos la mano y enfrentamos unidos las crisis. Paradójicamente, este caso se da en una isla, alejada a unas 360 millas náuticas del continente, o sea como a 30 horas de navegación. Es como si su condición insular y con bastantes problemas de conectividad nos mostrara a los chilenos continentales que la solución va por otro lado. La isla de Juan Fernández fue golpeada por el tsunami del 27/F con una brutalidad difícil de comprender. Desde ese día, la gente de la isla, sus autoridades comunales, nuestras Fuerzas Armadas, los representantes del Estado, las empresas privadas y la sociedad civil se han volcado todas juntas a levantar de nuevo el espíritu del lugar y de su gente.
Cuando muchos quieren ver que todo está malo, que nada se hace, que nada funciona, les digo a todos esos escépticos que en Juan Fernández lo estamos logrando. La semana pasada inauguramos los comercios que fueron arrasados por la gran ola; lo hicimos entre los organismos del Estado (Sercotec), Minera Collahuasi, nuestras Fuerzas Armadas, la Municipalidad, la Intendencia, Desafío Levantemos Chile y, sobre todo, la gente de la isla, que autoconstruyeron sus propias soluciones.
El jueves en la noche, mientras llovía y soplaba un fuerte viento en bahía Cumberland, y la gente disfrutaba de un concierto de Keko Yunge y Alvaro Scaramelli, los marinos chilenos descargaban cientos de toneladas de materiales de construcción. Sin descanso, en silencio, de noche… y con mucho, mucho frío. Esa noche sentí un orgullo profundo de ser chileno.
Muy Queridos Amigos,
Pienso que es muy importante hacer circular entre todos nuestros amigos soldados – lo que les ruego transmitir a través de las direcciones de e.mail que ustedes tienen en sus registros – lo siguiente:
Esta madrugada (chilena) hemos conocido finalmente la sentencia emitida por la Corte Italiana que declara a don Alfonso Podlech Michaud – ex Fiscal Militar de Temuco – como absolutamente inocente de los cargos que se le imputaban por homicidio, secuestro y estrago del ex sacerdote Venturelli, nacido en Chile pero naturalizado italiano con varios años de posterioridad a su desaparición en el año 1973.
Culmina de este modo feliz un proceso que se extendió durante tres años, en los cuales se encontró el señor Podlech sometido a injusta prisión, en una cárcel romana, en condiciones límites para su capacidad humana conforme a su condición y edad.
Durante estos tres últimos años de prisión, su familia – en Chile – sufrió un verdadero drama humano. Una cantidad extraordinaria de recursos, muy superiores a los que puede soportar un profesional chileno, debieron ser invertidos para sostener una defensa al borde de lo imposible. Durante todo este tiempo sus familiares directos tuvieron las oportunidad legal de visitarlo únicamente dos veces cada mes, por espacio de dos horas. En general, la prensa y los medios de comunicación, nacionales e internacionales, escribieron los más grandes horrores, mentiras e injurias acerca de la persona del señor Podlech y del papel que le correspondió desempeñar dentro de nuestro Ejército.
Muchos fueron los antiguos amigos que, de pronto, dejaron de serlo y miraron hacia el lado; y solo unos pocos – muy pocos – se mantuvieron fielmente creyendo en su inocencia. Nunca, nunca, en todos estos tres años, el Estado de Chile, bajo el actual Gobierno y el anterior, hicieron nada por socorrer, ayudar o contribuir en algo siquiera para lograr el término de este auténtico martirio.
Pero el señor Podlech – un antiguo cadete de nuestra Escuela Militar, y un abogado especialmente correcto e inteligente – siempre mantuvo su frente en alto; jamás se le vió abatido ni destruido moralmente; siempre fuerte, siempre sereno, siempre optimista y jamás renunciando a nuestras creencias ni “enrollando” nuestras viejas banderas de chilenidad. El soldado chileno clásico. Entendió – como con orgullo lo declara su defensa – que se trataba de un auténtico prisionero de guerra – la guerra más sucia que el comunismo internacional haya desatado en el mundo entero en los últimos años – y que absurdamente la han llamado la batalla de los derechos humanos.
El señor Podlech se defendió a través del único medio que pudo disponer ante tan flagrante injusticia : con las armas del derecho y de la ley. Y ha vencido en un medio tan difícil y adverso que, a una mayoría quizás, desde un comienzo les pareció imposible.
En los momentos en que escribo las líneas de esta noticia, el señor Podlech está abandonando la cárcel de Rebibbia, en Roma, y recuperando su libertad absoluta. De acuerdo a la ley italiana, queda ahora en la más completa libertad, y por lo mismo sin eludir ningún compromiso, podrá volver dentro de muy poco al seno de su familia y de su querida Patria: Chile.
Asumo como un agradable deber compartir esta noticia con todos mis amigos soldados de Chile, con el deseo íntimo de que ella pueda servir como el ejemplo y testimonio que ilumine nuestros caminos del presente, extrayendo cada cual las numerosas lecciones que emanan con claridad de este episodio tan dramático en su origen y curso pero que alcanza un desenlace que debe hacernos ponernos de pie.
Con sincera amistad