U al dia

Monumento a Arturo Prat

Una irrupción como la ocurrida en el monumento a los Héroes de Iquique no había sucedido nunca desde que fue inaugurado en 1886. Constituye un hito de irreverencia gravísimo, que hiere profundamente los sentimientos de respeto, admiración y reconocimiento de todos los chilenos decentes, que por más de un siglo han venerado a esos hombres como modelos de valentía, generosidad y entrega a la causa de la Patria.
 ¡Lo que faltaba! El monumento a nuestros Héroes de Iquique y tumba de Arturo Prat y de quienes dieron máximo testimonio de gloria y victoria a Chile, ha sido profanado con la ocupación y despliegue de pancartas de protesta estudiantil, por un tropel de babosos (personas que no tienen facultad ni edad para lo que pretenden hacer) que denotan hasta donde está enferma el alma de nuestra sociedad, inoculada sistemática e intencionadamente para pervertir el respeto por nuestras instituciones republicanas, crear odiosidad entre los chilenos, desconocer a las autoridades naturales, morales y legalmente constituidas y despreciar nuestras tradiciones y símbolos patrios por los que nuestros antepasados sacrificaron sus vidas.
Esto que ocurrió y todo lo que vemos a diario no es casualidad; es el producto de 20 años de aplicación de los planes elaborados por el PS en su primer y segundo encuentro de Chantilly en Francia.
En primer lugar ellos hicieron una autocrítica de la causa de su fracaso que desembocó en el movimiento militar de septiembre de 1973. Este proceso de reflexión y autocrítica duró hasta comienzos de 1980. Ahí se determinó un cambio de método para obtener el poder, empleando la tesis del marxismo gramsciano para conquistar a la sociedad civil, manteniendo sus instituciones y organizaciones en su apariencia formal, pero distorsionando los valores propios de la cultura cristiana occidental e infiltrando sigilosa y soterradamente a las instituciones y organizaciones sociales hasta alcanzar la masa crítica que permitiese implantar el relativismo valórico y moral que campea en todos los niveles y sectores de nuestra sociedad, bajo la indiferencia de muchos, el beneplácito de otros y la falta de consistencia y de convicciones republicanas de nuestra clase política.    
Se deformó y distorsionó la historia de Chile.   Apenas se citan en los libros de historia los hechos más trascendentes y gloriosos de nuestra existencia como nación, ignorando o simplemente falseando la actuación fundamental que le cupo a las Fuerzas Armadas en la consolidación institucional de nuestra Patria  
Se propició con leyes disolventes la falta de unidad y disciplina en las familias, donde los padres optaron por transformarse en amigos de sus hijos y renunciaron a ejercer la autoridad natural que les corresponde.   Otro tanto ocurrió con los profesores y con ciertas autoridades morales.   
La permisividad y la impunidad, especialmente si provienen de las autoridades nacionales, constituyen señales que, agravadas por la confusión que provoca la incertidumbre del relativismo ético y moral, ha arrastrado a las generaciones más jóvenes, a límites de conducta que ponen en severo riesgo la convivencia social.  
Una irrupción como la ocurrida en el monumento a los Héroes de Iquique no había sucedido nunca desde que fue inaugurado en 1886.    Constituye un hito de irreverencia gravísimo, que hiere profundamente los sentimientos de respeto, admiración y reconocimiento de todos los chilenos decentes, que por más de un siglo han venerado a esos hombres como modelos de valentía, generosidad y entrega a la causa de la Patria.    
Los chilenos tenemos el derecho y el deber de requerir de la autoridad política una actitud consecuente con la grave alteración del orden público que ha convulsionado al país este último medio año. Esta no ha actuado ni ha permitido actuar a las fuerzas de seguridad interior, con la oportunidad, decisión y severidad que la situación ha ameritado. Ello, no obstante razones que advierten la existencia una conspiración de la izquierda radicalizada que, encubierta por las protestas estudiantiles, tiene por propósito desestabilizar al gobierno constitucional y, eventualmente, crear las condiciones para derrocarlo o debilitarlo a tal punto que un gobierno de centro derecha no tenga opción de permanencia futura.
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La estigmatización sistemática de las FFAA y de su legado en beneficio de Chile ha sido una constante para lograr su desmoralización, junto a una persistente campaña ideológica de larga data, desviada del orden natural y orientada a la polarización irreconciliable de la sociedad.     Los “maestros” socialistas marxistas capturaron a los jóvenes – y lo siguen haciendo desde sus primeros años – ideologizándolos con ideas disolventes, relativismo moral y pérdida de los valores nacionales, en aras del llamado “progresismo de izquierda”.   Sin oposición alguna, han arrasado con lo mejor de nuestra patria y, al parecer, las “reservas morales” para rescatarla parecen estar adormecidas o simplemente no existen.
Todo esto y mucho más se propuso la izquierda en los años 80 y tuvieron 20 años sin resistencia para ejecutar en forma paulatina el cambio cultural de la sociedad. Los jóvenes, en su mayoría instrumentos, han perdido el discernimiento y la conciencia sobre los límites de lo permisible y para ellos resulta lo mismo tomarse un monumento, asaltar la propiedad privada o pública o violar con rayados e insultos una catedral.
Todo lo anterior, apoyado masivamente por los medios de comunicación sin excepción, sometidos a periodistas de izquierda.   La gente se “traga” todo lo que lee en los periódicos u observa en la televisión, sin advertir que parte de lo que se publica es falso y otro tanto son verdades a medias, lo que equivale a una mentira. Somos una sociedad “ávida de información pero carentes de formación”..
 Finalmente puede concluirse que la profanación al monumento y tumba de nuestros héroes del mar no es producto de una explosión conductual espontánea, sino consecuencia de una planificada estrategia de la izquierda chilena con apoyo internacional, orientada a un cambio cultural de nuestra sociedad respecto a sus valores tradicionales que hacen a su identidad y raíces nacionales.    Lo han logrado con creces, casi sin oposición, a causa de una mal entendida tolerancia que se utiliza como pretexto o justificación de la indolencia, la falta de coherencia y convicciones sólidas y también, lamentablemente, de oportunismo político.
El recto sentido de la tolerancia   consiste en el respeto a formas de pensar y prácticas pacíficas distintas de las propias, aunque nos parezcan aberrantes, en beneficio de una convivencia civilizada. Esto no significa aceptarlas y adoptarlas.    Lo verdadero y lo bueno no los establecen las mayorías, las modas o la presión de los fenómenos sociales, como tampoco nos excusan del deber de proclamarlos, practicarlos y trabajar por hacerlos prevalecer.
Fernando Navajas I.
   Vice Almirante
Columna de Opinión

Para fundamentar bien. Krassnoff, lecciones de nuestro pasado reciente. Por Gonzalo Rojas. Columna de opinión de Juan Carlos Toledo de la Maza, Ex Rector de la Universidad Marítima de Chile

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Y aunque le tome tiempo esa tarea, se habrá formado históricamente. Porque una de las cosas que más llama la atención en estas discusiones recientes es que la disciplina histórica sea cuestionada desde cualesquiera otras, como si para hablar del pasado bastara alguna intuición, cierta perspectiva moral o una legítima opción temporal.

En estos días de dura polémica sobre la violencia de las izquierdas   -tanto en el pasado de Chile como en sus actuaciones recientes, algunas a funa y bombazo limpio-   se percibe la ignorancia de tantos sobre los antecedentes que la exponen de 1965 en adelante.
Unos, simplemente no quieren leer; otros, no saben leer; un tercer grupo intuye por donde va la cosa, pero necesita leer más.
Por supuesto que en la discusión con algunos, toda fundamentación será irrelevante: nunca aceptarán que la historia de Chile comenzó antes del 11 de septiembre de 1973; pero con otros, de buena voluntad, existe la posibilidad de un diálogo racional.
Para eso, hay que estar bien preparados. Al respecto, es imprescindible la consulta de los 6 tomos de Víctor Farías, La Izquierda Chilena, 1969-1973 y de los 2 de Patricia Arancibia, Los orígenes de la violencia política en Chile, 1960-1973. Ahí está gran parte de la documentación original.
Como trabajos de interpretación, los más recientes y de lectura muy recomendada son Abrazado por la revolución. Ideología y totalitarismo en Chile 1960-1973, de Adolfo Ibáñez, y Salvador Allende, el fracaso de una ilusión, de Gonzalo Vial. Mi propio La agresión del Oso. Intervención soviética y cubana en Chile, 1958-1973, ayuda en la materia.
Esas obras documentales o interpretativas presentan un volumen de información de tal magnitud y gravedad, que requieren de equilibrio y serenidad en el lector, para que   -tenga la edad que tenga-   al terminarlas sólo cultive el perdón y la memoria, nunca el rencor.
Y aunque le tome tiempo esa tarea, se habrá formado históricamente. Porque una de las cosas que más llama la atención en estas discusiones recientes es que la disciplina histórica sea cuestionada desde cualesquiera otras, como si para hablar del pasado bastara alguna intuición, cierta perspectiva moral o una legítima opción temporal.
No. Hay que leer, hay que estudiar, con rigor. Y entonces, aparece la verdad.

Gonzalo Rojas Sánchez

Gonzalo Rojas
Miércoles 23 de Noviembre de 2011
Krassnoff, lecciones de nuestro pasado reciente
El caso Krassnoff vuelve a recordar la importancia de la historia reciente de Chile. Sépanlo, jóvenes: no podrán liberarse de las lecciones de nuestro pasado reciente. Recuérdenlo, adultos: fuimos los protagonistas y no podremos esquivar las consecuencias de nuestros actos.
Unos, vimos venir la marea revolucionaria; otros, por propia voluntad y convencidos de su legitimidad, la impulsaron.
¿Sabían éstos que iban a encontrar una fuerte oposición en gran parte de la sociedad chilena? Sí, pero no les importaba, porque su convicción ideológica era más fuerte que la realidad. Era el sí o sí de la enajenación revolucionaria.
¿Eran conscientes de que cuando quisieran imponer sus posturas violando toda la institucionalidad democrática iba a haber Fuerzas Armadas que se iban a resistir invocando el bien de Chile? Por supuesto: la resistencia de los blancos en Rusia, la de los nacionales en España, la de los coreanos y de los vietnamitas del sur, eran suficientes ejemplos de cómo los pueblos libres les piden a sus Fuerzas Armadas que los defiendan de la agresión totalitaria.
¿Comprendían que si perdían el primer combate tendrían que pasar a la clandestinidad y que en esa condición serían perseguidos sin tregua? Por supuesto, y estaban perfectamente preparados para esa circunstancia, sabiendo que por cada golpe terrorista recibirían un golpe represivo.
¿Conocían las técnicas para sobrevivir y golpear durante un período de férrea persecución? Así era, y eso posibilitó que mientras tenían numerosas bajas en su guerra subversiva, pudieran también asestar terribles golpes que costaron muchas vidas de civiles y uniformados.
¿Ignoraban la preparación de las Fuerzas Armadas para resistir a sus embates? De ninguna manera; sabían que en todo el continente eran miles los oficiales que rechazaban el marxismo y la guerrilla, y que se habían preparado para enfrentar esa amenaza. Quienes hoy son llamados “víctimas” conocían de sobra a su enemigo, al que querían victimizar. Y, por cierto, estaban dispuestos a morir matando.
¿Estaban seguros de poder ganar el combate que ya desde Chillán en 1967 habían planteado en términos de lucha armada? No, pero su voluntarismo era más fuerte que toda racionalidad. Tenían varios miles de hombres en armas -entre el PC, el PS, el MAPU y el MIR, casi 10 mil-, pero sólo los comunistas entendían que la correlación de fuerzas los llevaría a la derrota. De ahí su “No a la guerra civil”, o sea, no todavía, porque no podemos ganarla aún.
Pero -sin duda se plantea el lector- éstas eran posturas sólo defendidas e impulsadas por esos grupúsculos de paramilitares que llevaron el proceso a sus extremos, mientras que los civiles militantes de los partidos de izquierda eran buenas gentes que sólo promovían un idealismo socialista democrático.
No. Todos estaban en la misma.
Unos desde dentro del aparato del Estado, intentando instrumentalizarlo para convertirlo en todopoderoso; otros, desde fuera, pero protegidos por él hasta que la Ley de Control de Armas los comenzó a arrinconar; y algunos, entrando y saliendo del Estado: en Investigaciones, y en el GAP, y en Indap, y en la Cora…
El caso Krassnoff le hace bien a Chile; impide que se imponga esa verdad orwelliana que incluso ya parece haberse instalado en La Moneda después de 20 años, sin que haya un mínimo de conciencia histórica, ni siquiera en ministros que trabajaron en comisiones legislativas para construir un nuevo país.
¿Hubo injusticias y abusos en Chile desde 1965 en adelante? Que contesten primero, respondiendo por sus propias acciones, quienes impulsaron una revolución a sangre y fuego que terminó abrasándolos.

 

SANTIAGO, 01 de Diciembre de 2011 14:02
COLUMNA DE OPINION DE JUAN CARLOS TOLEDO DE LA MAZA, EX RECTOR DE LA UNIVERSIDAD MARITIMA DE CHILE
¿P0R QUÉ ME PEGAS?

 

“Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?” Juan 18:23

Acudimos con mi esposa al homenaje a Miguel Krassnoff. Hace 27 años lo conocí a él y a su linda familia, he seguido de cerca los avatares de su dura existencia y no tengo adjetivos para manifestar mi admiración y respeto hacia su persona y la Saga increíble que están viviendo, quizás con la fuerza de una admirable herencia que puede resumirse en la expresión de Solzhenitzyn en conferencia a los universitarios norteamericanos: ¨En el Occidente no he conocido a nadie que tenga siquiera la mitad del carácter de un ruso¨.

Y él lo tiene.

Hace siete años me escribió una carta en que, entre otros aspectos, me señalaba: ¨Soy un convencido que los caminos de Dios están plenos de misterios en cada una de las vueltas que tienen dichos caminos. Él nos depara sorpresas inesperadas, pero siempre gratas, aunque en sus inicios ellas parezcan un poco aciagas, como es el caso de esta experiencia rarísima que hoy vivimos y cuyas razones aún no las entendemos pues, para su conocimiento, no existe ningún cargo concreto ni mucho menos comprobado que inculpe, judicial o moralmente, como responsable de algún ilícito al Teniente de ejército de hace 32 años atrás llamado Miguel Krassnoff Martchenko o a alguno de sus subalternos de la época. Francamente incomprensible. Pero el odio marxista y su paciente espera para lograr resarcirse de sus derrotas y aplicar la venganza no tiene plazos ni escatima esfuerzos para el logro de sus objetivos, cuya oportunidad de concretarse se ha dado ahora que son poseedores del poder político de nuestra Patria…¨

Profética predicción, que se está cumpliendo, paradojalmente, mientras impera en Chile un gobierno de derecha.

Habiéndonos retrasado por dejar a un pariente, llegamos cuando las puertas se habían cerrado y la batalla campal estaba armada, Observamos a la masa vociferante y agresiva, que había ya golpeado a ancianos y mujeres y ahora arrancaba postes y ornamentaciones, en su afán por entrar. Comprobamos cómo increpaban groseramente a un carabinero, tan joven como ellos, de guardia en la puerta del club de Providencia. Ni el policía ni ellos habían nacido cuando ocurrían los hechos que criticaban, ni tampoco supieron que debían su vida a muchos de aquellos a quienes atacaban con rabia insana

Como testigo de las cobardes barbaridades ocurridas esa tarde, puedo confirmar que los actos realizados se rigieron por la más efectiva experiencia estalinista en el uso del insulto, la piedra y el palo. La organizada conducción de la llamada ¨funa ¨, a través de celulares y la movilización a pie y en bicicleta, más moderna por cierto, permitieron el fácil desplazamiento inicial, mientras las fuerzas policiales quedaron atrapadas por la congestión. La Prensa, mostrando ángulos convenientes, hizo el resto.

En los programas de Tv de los días posteriores, la ciudadanía pudo escuchar la batería de argumentos que buscaban impactar, con el uso insistente de vocablos paralizantes según Gramsci, tales como ¨represión¨, ¨dictadura¨ o¨genocidio¨, destinados a crear una sensación de existencia de un peligro inminente, pese a tratarse de militares que no pueden defenderse y que han sufrido parodias de procesos que se arrastran por años, para complacer un compadrazgo de odioso revanchismo.

La izquierda tiene temor, como lo reconoció una periodista. Temor a la verdad que tímidamente aflora en la figura de este paladín que molesta, porque su caso es similar al de Dreyfuss en Francia, porque su verbo es impecable y porque apela a un juicio justo. Y ocurre que los intelectuales de Gramsci temen tanto a la palabra, que chillan para acallar al que las usa, como el inusitado emplazamiento, muy poco académico por cierto, al Profesor Gonzalo Rojas, por el autodenominado grupo ¨ Académicos UC¨.

Cómodos, blandengues, oportunistas y cobardes, uniformados o no, con raras excepciones, los chilenos han observado a distancia el comportamiento de la masa marxista que, con cínicos gritos de ¨asesinos¨ atacó nuevamente el Palacio de Invierno, esta vez el Club de Providencia, en un ataque fulminante a la libertad de expresión, que a muchos resultó insólito en el Chile de hoy.

¨! Pobre hombre. Tengo lástima por él!¨ me dijo hoy un funcionario de gobierno, medio de soslayo.

Nada más equivocado,- le diré mañana a mis nietos.- En este militar está ahora representado lo mejor de Chile y haría falta mucho más que esto para ahogar su exigencia de justicia. Defendiéndolo a él obtendremos juicios justos para nuestros presos políticos, salvaremos la posibilidad de reunirnos, dónde y cuándo queramos y haciéndole un homenaje agradeceremos a aquellos cuyo sacrificio, hace 38 años, nos rescató de la guerra civil, iniciando el gobierno de mayor bienestar de nuestra historia contemporánea.