Columna de Opinión

La Dictadura de la Justicia de Izquierda. Por HPA.Informe del abogado español Jaime Alonso en adjunto.

Las opiniones vertidas en esta columna de opinión son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Lo peor es que uno de los oficiales (r) de la Armada condenados sin pruebas ¡ni siquiera “estuvo ahí”! Él había sido trasladado de la unidad donde dicen que fue llevado “el vietnamita” en enero de 1974, antes de esa fecha, al buque-escuela “Esmeralda”: y dejó de ir la unidad en diciembre de 1973. Pero los libros donde constaba la fecha de su traslado fueron incinerados (lo son cada cinco años). Justamente por razones como ésa existe la prescripción en todos los estados de derecho, pues las pruebas y los testigos desaparecen. Pero en Chile no vivimos bajo un estado de derecho, en lo que al extremismo y los encargados de combatirlo se trata.

Tocqueville decía que la dictadura de la justicia era la peor de todas, por ser la única que no tiene remedio.En Chile la estamos viviendo. Tanto la del antiguo procedimiento penal como del nuevo. Este último acaba de dejar libres a todos los imputados por el “caso bombas”. El pronunciamiento oficial del Estado chileno, entonces, es que el centenar de bombas terroristas de los últimos tiempos no lo preparó ni colocó ni detonó ninguno de los únicos sospechosos de hacerlo. Y el tribunal oral, tras haber desechado miles de pruebas aportadas por las policías y la fiscalía ¡se dispone ahora a enjuiciar a fiscales y policías por supuestos delitos cometidos en la investigación!

Pues este tribunal oral de la nueva justicia asevera que “haber estado” en la casa okupa “Sacco y Vanzetti” (nombres de anarquistas históricos) no constituye presunción de culpabilidad, aunque otros autores de atentados hayan vivido en esa casa. El delito de “estar ahí” no puede ser imputado a extremistas de izquierda, dice el tribunal.

Pero la antigua justicia, a su turno, que también es de izquierda, sí castiga el delito de “haber estado ahí” y en este momento tres oficiales (r) de la Armada, uno de Carabineros y otro de Investigaciones entran a cumplir cinco años y un día de presidio efectivo por “haber estado” en una repartición de la Armada en enero de 1974, cuando se determinó que había sido llevado ahí un extremista apodado “el vietnamita”, que después desapareció, sin que se haya probado la participación de los condenados en este desenlace. Con los criterios que la nueva justicia aplica a los imputados de colocar bombas, jamás podría haberse condenado a los uniformados (r) y el ex policía, cosa que, además, se hace pasando por sobre la amnistía y la prescripción. Pero es que, en este otro caso, los que “estuvieron ahí” son “del otro lado”, del que combate a  los extremistas. En Chile hay, pues, una ley para éstos (no cometen el delito de “haber estado ahí”) y otra para quienes los combaten (sí incurren en ese delito).

Lo peor es que uno de los oficiales (r) de la Armada condenados sin pruebas ¡ni siquiera “estuvo ahí”! Él había sido trasladado de la unidad donde dicen que fue llevado “el vietnamita” en enero de 1974, antes de esa fecha, al buque-escuela “Esmeralda”: y dejó de ir la unidad en diciembre de 1973. Pero los libros donde constaba la fecha de su traslado fueron incinerados (lo son cada cinco años). Justamente por razones como ésa existe la prescripción en todos los estados de derecho, pues las pruebas y los testigos desaparecen. Pero en Chile no vivimos bajo un estado de derecho, en lo que al extremismo y los encargados de combatirlo se trata.

Por supuesto, el Ministerio del Interior juega también un doble papel  en el actual “estado de antijuridicidad”: fue activo agente, a través de su legión de abogados de izquierda, para llegar hasta la Corte Suprema y lograr la condena más severa de los ex uniformados (pues los jueces de primera instancia y de apelaciones los habían condenado sólo a 541 días de pena remitida, es decir, que se cumple en libertad). Interior exigió que se aumentara a cinco años y un día de presidio efectivo la sanción por “haber estado ahí”. Pero ahora el ministro critica acerbamente a la nueva justicia oral de izquierda por haber liberado a los extremistas de la casa okupa en razón de que “haber estado ahí” no es delito.

Un mismo hecho puede o no ser delito, según lo cometa un extremista de izquierda o un agente del Estado. Determinarlo queda al arbitrio de la peor de las dictaduras, la de la justicia de izquierda, en cuyas manos estamos los chilenos de hoy.

Por supuesto, no voy a recordar la promesa del candidato Sebastián Piñera a los uniformados en retiro, en el sentido de que velaría por el respeto al debido proceso y la prescripción en los juicios a sus camaradas procesados y presos, porque un exceso de risa repentino podría afectar la normalidad de la digestión de mis lectores.

Pero olvidaba algo importante sobre la dictadura de la justicia de izquierda: la Corte Suprema finalmente ha dejado sin efecto las últimas expulsiones de alumnos de liceos de Providencia que el año pasado los usurparon por la fuerza y los dañaron. Ha sido así, finalmente, desautorizado el único funcionario público del país, el alcalde Labbé, que intentó hacer valer la legalidad frente a la asonada comunista estudiantil que soportamos el año pasado.

Las opiniones vertidas en esta columna de opinión son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Lo peor es que uno de los oficiales (r) de la Armada condenados sin pruebas ¡ni siquiera “estuvo ahí”! Él había sido trasladado de la unidad donde dicen que fue llevado “el vietnamita” en enero de 1974, antes de esa fecha, al buque-escuela “Esmeralda”: y dejó de ir la unidad en diciembre de 1973. Pero los libros donde constaba la fecha de su traslado fueron incinerados (lo son cada cinco años). Justamente por razones como ésa existe la prescripción en todos los estados de derecho, pues las pruebas y los testigos desaparecen. Pero en Chile no vivimos bajo un estado de derecho, en lo que al extremismo y los encargados de combatirlo se trata.

Tocqueville decía que la dictadura de la justicia era la peor de todas, por ser la única que no tiene remedio.En Chile la estamos viviendo. Tanto la del antiguo procedimiento penal como del nuevo. Este último acaba de dejar libres a todos los imputados por el “caso bombas”. El pronunciamiento oficial del Estado chileno, entonces, es que el centenar de bombas terroristas de los últimos tiempos no lo preparó ni colocó ni detonó ninguno de los únicos sospechosos de hacerlo. Y el tribunal oral, tras haber desechado miles de pruebas aportadas por las policías y la fiscalía ¡se dispone ahora a enjuiciar a fiscales y policías por supuestos delitos cometidos en la investigación!

Pues este tribunal oral de la nueva justicia asevera que “haber estado” en la casa okupa “Sacco y Vanzetti” (nombres de anarquistas históricos) no constituye presunción de culpabilidad, aunque otros autores de atentados hayan vivido en esa casa. El delito de “estar ahí” no puede ser imputado a extremistas de izquierda, dice el tribunal.

Pero la antigua justicia, a su turno, que también es de izquierda, sí castiga el delito de “haber estado ahí” y en este momento tres oficiales (r) de la Armada, uno de Carabineros y otro de Investigaciones entran a cumplir cinco años y un día de presidio efectivo por “haber estado” en una repartición de la Armada en enero de 1974, cuando se determinó que había sido llevado ahí un extremista apodado “el vietnamita”, que después desapareció, sin que se haya probado la participación de los condenados en este desenlace. Con los criterios que la nueva justicia aplica a los imputados de colocar bombas, jamás podría haberse condenado a los uniformados (r) y el ex policía, cosa que, además, se hace pasando por sobre la amnistía y la prescripción. Pero es que, en este otro caso, los que “estuvieron ahí” son “del otro lado”, del que combate a  los extremistas. En Chile hay, pues, una ley para éstos (no cometen el delito de “haber estado ahí”) y otra para quienes los combaten (sí incurren en ese delito).

Lo peor es que uno de los oficiales (r) de la Armada condenados sin pruebas ¡ni siquiera “estuvo ahí”! Él había sido trasladado de la unidad donde dicen que fue llevado “el vietnamita” en enero de 1974, antes de esa fecha, al buque-escuela “Esmeralda”: y dejó de ir la unidad en diciembre de 1973. Pero los libros donde constaba la fecha de su traslado fueron incinerados (lo son cada cinco años). Justamente por razones como ésa existe la prescripción en todos los estados de derecho, pues las pruebas y los testigos desaparecen. Pero en Chile no vivimos bajo un estado de derecho, en lo que al extremismo y los encargados de combatirlo se trata.

Por supuesto, el Ministerio del Interior juega también un doble papel  en el actual “estado de antijuridicidad”: fue activo agente, a través de su legión de abogados de izquierda, para llegar hasta la Corte Suprema y lograr la condena más severa de los ex uniformados (pues los jueces de primera instancia y de apelaciones los habían condenado sólo a 541 días de pena remitida, es decir, que se cumple en libertad). Interior exigió que se aumentara a cinco años y un día de presidio efectivo la sanción por “haber estado ahí”. Pero ahora el ministro critica acerbamente a la nueva justicia oral de izquierda por haber liberado a los extremistas de la casa okupa en razón de que “haber estado ahí” no es delito.

Un mismo hecho puede o no ser delito, según lo cometa un extremista de izquierda o un agente del Estado. Determinarlo queda al arbitrio de la peor de las dictaduras, la de la justicia de izquierda, en cuyas manos estamos los chilenos de hoy.

Por supuesto, no voy a recordar la promesa del candidato Sebastián Piñera a los uniformados en retiro, en el sentido de que velaría por el respeto al debido proceso y la prescripción en los juicios a sus camaradas procesados y presos, porque un exceso de risa repentino podría afectar la normalidad de la digestión de mis lectores.

Pero olvidaba algo importante sobre la dictadura de la justicia de izquierda: la Corte Suprema finalmente ha dejado sin efecto las últimas expulsiones de alumnos de liceos de Providencia que el año pasado los usurparon por la fuerza y los dañaron. Ha sido así, finalmente, desautorizado el único funcionario público del país, el alcalde Labbé, que intentó hacer valer la legalidad frente a la asonada comunista estudiantil que soportamos el año pasado.

 

U al dia

Una Perfecta Fotografía del Chile Actual.Hermógenes Pérez de Arce Ibieta. Ver en adjunto nuevas coberturas en Fondo de salud e información importante de CAPREDENA

Por eso es posible que, a 38 años de los hechos, una verdad pública y ampliamente conocida resulte desvirtuada por una triple coincidencia de trasgresión de los cánones de la medicina legal, de la legislación penal y del recto ejercicio del Poder Ejecutivo, a cargo de un gobernante elegido en aras de la promesa -formulada a los militares en retiro y reiteradamente incumplida– de velar por la legalidad de los juicios.

 

Alguien se preguntará cómo es posible que la justicia haya demorado 38 años en comprobar que el general Bachelet falleció a causa de torturas recibidas en marzo de 1974.
 
Es que nunca se habían dado las condiciones para esta “tormenta perfecta” un gobernante como Sebastián Piñera, que designa y mantiene como Director del Servicio Médico Legal a un mirista activo (quien declaró paladinamente serlo ante la televisión, oportunidad en la cual incluyó, dicho sea de paso, una acusación falsa en mi contra); y un juez de izquierda dispuesto –como todos los de su clase– a pasar por sobre las normas legales que le vedan conocer de hechos prescritos.
 
Entonces se da a conocer ahora, con amplia publicidad, que, fundado en un informe del Instituto Médico Legal, el juez da por acreditado que el general Bachelet falleció debido a las torturas recibidas en la Academia de Guerra, en marzo de 1974.
 
Pero he aquí lo que declaró al respecto un ex senador socialista, Eric Schnake, que estaba preso junto al general Bachelet cuando éste falleció: “Yo estaba con él cuando murió.
 
Estuve detenido con el general Bachelet en la Academia de Guerra y después en la cárcel pública. Recuerdo que estábamos jugando un partido de básquetbol en la calle Los Aviadores (en la cárcel), cuando se sintió un poquito mal. Paramos el partido y Bachelet cayó al suelo.
Entonces se lo llevaron a su celda y lo examinó rápidamente el doctor Yáñez, un viejo compañero mío del Liceo Manuel de Salas y médico de la FACH. Él pidió una ambulancia, porque pensó que se trataba de un infarto”. (Entrevista en revista “Qué Pasa” de 26 de noviembre de 2006).
 
Bachelet tenía una condición cardíaca. Probablemente era congénita, porque un hijo suyo murió posteriormente, siendo muy joven y por la misma causa. La verdad médica y testimonios objetivos hicieron imposible durante 38 años que la izquierda, sus abogados y la justicia de esa tendencia lograran el propósito de fabricar una “muerte por torturas” que no fue tal.
 
Hasta que se dio la triple coincidencia actual, la “tormenta  perfecta”: un Presidente que pone a la cabeza del Instituto Médico Legal a un abierto y confeso militante del MIR y un juez de izquierda dispuesto a transgredir los fundamentos básicos de la legislación penal.
 
La combinación perfecta de circunstancias para que la verdad histórica y judicial resulten derrotadas una vez más en Chile.
 
Por eso es posible que, a 38 años de los hechos, una verdad pública y ampliamente conocida resulte desvirtuada por una triple coincidencia de trasgresión de los cánones de la medicina legal, de la legislación penal y del recto ejercicio del Poder Ejecutivo, a cargo de un gobernante elegido en aras de la promesa -formulada a los militares en retiro y reiteradamente incumplida– de velar por la legalidad de los juicios.
 
 Una perfecta fotografía del Chile actual.