Considerado uno de los principales impulsores de la independencia nacional, Bernardo O´Higgins Riquelme es una figura polémica de nuestra historia. Para algunos un dictador, para otros libertador; sin embargo, su aporte fue innegable para la consolidación de la nueva nación.
A pesar de esta situación y de la lejanía de su padre, este veló todo el tiempo por cada detalle de su crianza. Para ello, instruyó al comerciante portugués Juan Albano Pereira para que lo cuidara, llevándolo hasta su hogar en Talca, donde permaneció hasta los diez años. Luego, volvió al hogar materno en Chillán, donde recibió su primera instrucción en el Colegio de Naturales de los padres franciscanos, en la sección de españoles nobles.
Ya a los doce años, cuando su padre ostentaba en Chile el cargo de gobernador, fue enviado hasta Lima para cursar sus estudios.
En 1795 fue enviado a Europa para perfeccionarse en la Academia Católica de Richmond, donde conoció importantes personajes, como Francisco de Miranda, quien le inculcó la necesidad vital de una patria independiente.
De regreso al país, en 1802, se enteró que su padre había muerto un año antes y que le dejaba algunos de los bienes que poseía en el territorio: una casa en Santiago y la hacienda de San José de las Canteras, ubicada a algunos kilómetros de la ciudad de Los Ángeles.
Inicios en política
A pesar de que durante los primeros años de su estadía en el país, Bernardo O’Higgins se preocupó casi exclusivamente del manejo de la hacienda que le legó su padre, el interés por los asuntos políticos no disminuyó y la necesidad de difundir los ideales de independencia hizo que reuniera diferentes grupos de jóvenes para traspasarles sus conocimientos.
Una vez que se constituyó la primera junta de gobierno, el 18 de septiembre de 1810, Bernardo O’Higgins fue electo diputado para el próximo Congreso, representando a la ciudad de Los Ángeles.
Sin embargo, como las organizaciones aún eran deficientes y el control del país no tenía un rumbo definido, tras la llegada de José Miguel Carrera al poder (por golpe de Estado), O’Higgins volvió a las labores que le demandaba la mantención de su hacienda en Las Canteras.
En 1813 fue nuevamente tentado por las fuerzas libertadoras para unirse en la lucha por la independencia del país. Se incorporó al Ejército y participó en varias acciones militares, que, finalmente, le valieron, en 1815, el mando del ejército patriota.
Reparación en Argentina
Tras el desastre de Rancagua, O’Higgins emprendió la retirada hacia el otro lado de los Andes. Allí prepararía la ofensiva patriota para derrocar a las autoridades realistas que se habían establecido en el país. Junto al argentino José de San Martín comenzó a preparar a las tropas chilenas, que más tarde formarían el Ejército de los Andes o Libertador.
Ya en 1817, el Ejército Libertador comenzó su marcha y cruzó los Andes, enfrentándose a las tropas realistas en la batalla de Chacabuco. Fue proclamado el 17 de febrero de 1817 director supremo de la nación, asegurando la emancipación nacional en la batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818.
Luego de su polémico gobierno, que muchas veces fue considerado excesivamente autoritario, y luego de intentar reformar el reglamento constitucional que él mismo había impulsado para permanecer por más tiempo en el poder, abdicó, en 1823. Continuó su vida en el Perú, país hasta donde se trasladó con su madre, su hermana Rosa y su hijo. Allí vivió en la hacienda de Montalbán, encargado de las labores agrícolas; sin embargo, nunca desatendió la emancipación del continente.
Cuando en 1842 le otorgaron la posibilidad de retornar al país, comenzó los preparativos de su viaje. Sin embargo, murió antes de salir, el 24 de octubre de 1842. Sus restos fueron repatriados en 1869 y hoy descansan en el Altar de la Patria, ubicado frente al palacio de La Moneda.