LAS OPINIONES DE ESTA COLUMNA DE OPINIÓN SON DE RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE UNOFAR
o tengo buenos recuerdos de La Haya, porque un indonesio al volante de un mini casi me atropelló allá en 1990 y después, cuando fui a un café a tomarme algún bebestible reparador del susto, un mozo, presunto exiliado chileno, se negó a tomar mi pedido, y tuve que ir a reclamarle a su jefe, que reparó la desatención pero no logró tranquilizarme de que lo que me sirvieron no hubiera sufrido alguna alteración fitosanitaria.
¿Qué perspectivas tienen ahora las relaciones internacionales de Chile después del fallo de La Haya?
Lo más importante es empezar a conformar una mirada estratégica de las relaciones de nuestro país, de la que hoy carecemos, lo que se demuestra no sólo en estos elementos de política exterior, sino también en la incapacidad de abordar como país elementos de seguridad nacional, tales como la situación de las zonas extremas, el hecho que la población apenas se esté reproduciendo, la previsible escasez de energía, una obsoleta estructura centralista en perjuicio de las Regiones y los gobiernos locales, sólo por mencionar algunos.
Una visión estratégica también incluye la necesidad de un proceso de toma de decisiones que reduzca la excesiva separación que ha existido históricamente entre la parte uniformada y la civil del Estado.
Hay que enfrentar el hecho de que las diferencias con nuestros vecinos no son primordial ni exclusivamente de tipo jurídico, sino de fuerte raíz histórica, lo que incluye una visión educacional de memoria selectiva que pone acento en las guerras, y no en el esfuerzo de la naciente república chilena para conformar la Expedición Libertadora, como tampoco el apoyo posterior a Perú en su conflicto con España, que terminó en ataque a un indefenso Valparaíso.
Por lo tanto, hay mucho que avanzar en la forma cómo se educa a las nuevas generaciones, como también en entender que las relaciones entre los países no son sólo ni exclusivamente económicas, sino que están fuertemente influenciadas por una variedad de elementos, ya que buenos negocios se han hecho también entre ambos países en periodos donde no ha existido un hecho tan inamistoso como esta demanda.
Chile debe actuar en forma más proactiva y no sólo reactiva, como lo ha estado haciendo por demasiado tiempo. Ello pasa por una acción más abierta en lo político, donde sin complejos se exponga nuestra posición ante el mundo, incluyendo organismos internacionales. Por lo demás, es lo que hacen nuestros vecinos, lo que no me merece crítica alguna sino sana envidia, ya que sólo defienden sus intereses. Lo mismo se puede decir de la forma cómo Perú se preocupa de su sur en comparación a lo que hacemos con nuestro norte, y, en el otro extremo geográfico, tenemos a Argentina y su eficaz inversión patagónica en comparación a nuestro descuido.
Chile necesita plantearse una urgente reforma y modernización de ese instrumento que es el Ministerio de Relaciones Exteriores (en la década del 90 me tocó organizar desde la Universidad una comisión que entregó una propuesta donde distintos actores identificaban 14 puntos, sin que se conociera respuesta).
Chile no ha expresado con claridad cuáles son los intereses no negociables, las líneas rojas que no se deben cruzar; en qué condiciones está disponible para comprometer tropas para acciones de la comunidad internacional y en cuáles no está. En el fondo, Chile debe actuar siempre en la forma más conveniente a sus intereses, como lo hacen tantos países en el mundo y en la región, lo que debe trasladarse a una total coherencia en nuestras votaciones en los organismos internacionales cuando el tema que se discute tiene que ver con elementos similares, es decir, fronteras, territorios y paz. También, pasa por la decisión de país de buscar ser más respetado, aunque ello a veces signifique no ser igualmente querido.
Si algo hay que aprender de la forma como Perú nos llevó a La Haya, es en relación a Bolivia, ya que por mucho que nos parezca sin base jurídica la pretensión altiplánica, Perú nos demostró que con constancia se puede construir un caso artificial. Por lo tanto, la lección es no subestimar de manera alguna lo que está haciendo Bolivia, que crece además en el tribunal de la opinión pública internacional que condiciona actitudes de gobiernos, y lo que se supera únicamente con mucha actividad por parte de Chile, ya que implica tratados totalmente firmados, y es de imaginar lo imposible que habría sido la Unión Europea si se hubiese seguido por el camino del Presidente Morales. Pero ello pasa por nuestra actitud de explicar lo que no necesariamente otros tienen la obligación de saber o entender, y también usar en forma distinta a nuestros recursos diplomáticos.
Las lecciones no son sólo para el Estado sino también para la sociedad chilena, ya que es notoria la diferencia con nuestros vecinos, quienes tienen una mucho más acabada comprensión de su versión que nosotros de la nuestra. Contribuye un excesivo secretismo y la falta de debate público en temas internacionales, y donde la contribución de partidos políticos, medios de comunicación y universidades es escasa.
Especial responsabilidad existe en la televisión, ya que no deja de llamar la atención que mientas más viajan y comercian los chilenos, menor presencia existe de temas internacionales en la programación y en los noticieros. De hecho, los comentarios especializados han prácticamente desaparecido también en las radios. Aún más, no sólo poca gente participa en la definición de la política exterior sino casi no ha figurado en los últimos debates presidenciales. De hecho, tengo mi propio testimonio, ya que como candidato el tema sólo me fue preguntado como algo importante en Arica, no teniendo mayor respuesta comunicacional el esfuerzo de intentar poner este y otros temas internacionales en el debate. Aún más, en los propios foros de ANATEL, en días seguidos, distinguidos periodistas me preguntaron por el caso puntual de un mismo diputado, no apareciendo La Haya en parte alguna. Esto también contribuye a la falta de debate e interés público.
Perú posee claridad en sus definiciones estratégicas y, por lo tanto, Chile debiera pedir dos declaraciones, no a los medios de comunicación, sino definiciones que deben ser hechas con la solemnidad que exige el Derecho Internacional. La primera es que este fallo de La Haya es la última reclamación del país del norte, no existiendo por lo tanto ninguna pendiente. La segunda declaración necesaria es la que proporcione seguridad de que Perú no va a interferir en ningún acuerdo o negociación bilateral con Bolivia, ya que en el pasado esto no ha ocurrido.
FUENTE: voxpress, enero 29, 2014
Por Ricardo Israel, Universidad Autónoma, ex precandidato presidencial.
La Columna de Hermógenes Pérez de Arce
Como en este mundo todas las cosas suceden por algo, supuse entonces que la Corte de la misma ciudad, con certeza enterada del pronóstico acerca de su fallo contenido en un reciente blog mío, lo iba a desatender. Y así sucedió, lo cual es una lástima.
Yo sostenía que, ante la evidencia de que Chile tenía toda la razón, salvo en un punto menor, la Corte le iba a conceder a Perú este punto menor, los peruanos celebrarían y quedarían felices, nosotros bastante conformes y así ambos países podrían continuar existiendo como vecinos eternamente separados por rencores históricos imposibles de superar y que comenzaron en el mismo momento en que financiamos y realizamos la expedición libertadora del Perú y ellos no nos compensaron en nada por el gasto ni el esfuerzo. Veinte años después los libramos del Mariscal Santa Cruz y tampoco dieron las gracias. Y cuarenta años más tarde de eso se aliaron con Bolivia en un tratado secreto en nuestra contra y nos obligaron a ir a la guerra, una muy mala idea tratándose de los chilenos del siglo XIX, que, no hace falta decirlo, eran mucho mejores en todo sentido y, desde luego, más valientes y patriotas que los de los siglos XX y XXI.
Pues el Perú tiene razón en una sola cosa: que el punto Concordia es el comienzo de la frontera, según el Tratado de 1929, y si el Hito Uno se construyó donde está, a unos doscientos noventa metros al noreste del Punto Concordia, fue porque la línea de la frontera subía hasta ahí y por la simple razón de que Concordia está a la orilla del mar y si se levantaba el Hito Uno ahí el oleaje se lo iba a volver a llevar, pues más de una vez lo hizo.
Entonces, si la Corte hubiera reconocido eso, le hubiera dado al Perú las cuatro hectáreas del triángulo y hubiera dicho que el paralelo de la frontera marítima partía del Punto Concordia, los peruanos habrían quedado felices y para Chile eso no habría significado casi nada, porque la frontera marítima sólo habría estado unos centenares de metros más abajo y habrían alcanzado hasta las 200 millas.
Pero los jueces de La Haya se tomaron años para discurrir una fórmula llena de agujeros lógicos, que de manera inexplicable pretende conciliar lo inconciliable, como lo es fijar la frontera en el paralelo y la línea de equidistancia al mismo tiempo, y dejando un cabo suelto que va a ser motivo de indefinidas discrepancias entre Chile y Perú, país este último que no necesita ningún pretexto para desavenirse con Chile y que ahora lo va a seguir haciendo teniendo uno bueno: que el triángulo formado por la línea del paralelo, la costa y la unión del Punto Concordia con el Hito Uno, con una superficie de cuatro hectáreas, es territorio peruano.
El desconocimiento de La Haya a la validez del Punto Concordia es insostenible: ¿cómo se explica que la frontera marítima empiece en un Hito Uno que está lejos de la costa y al norte del punto acordado por ambos países en el Tratado de 1929 como inicio de la frontera terrestre? Hace años leí las actas pertinentes al Tratado y comprobé los reconocimientos chilenos al hecho de que ahí comienza el límite terrestre y, por tanto y por lógica elemental, también cualquier límite marítimo que hubiere.
¿Cuántos peruanos están dispuestos a morir por ese triángulo de cuatro hectáreas? No sé, pero es seguro que son más que los chilenos dispuestos a morir por eso, si es que hay alguno, porque acá, en este país degradado, en que las únicas vidas que están disponibles para ser ofrendadas son las de los que están por nacer, porque no pueden defenderse, lanzar bombas molotov ni “tomarse” ningún recinto, los verdaderos ideales patrióticos han muerto y, al contrario, hay una conspiración ilegal y generalizada para meter presos a quienes alguna vez se jugaron el pellejo por defenderlos.
¿Dónde estamos hoy, entonces, con Perú? A fojas uno, con 22 mil kilómetros cuadrados menos de mar, sin haber superado una impenitente disputa vecinal y listos para explicar por qué vamos a tener, tarde o temprano, “otro pedacito menos”.
Publicado por Hermógenes Pérez de Arce