LAS OPINIONES DE ESTA COLUMNA DE OPINIÓN SON DE RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE UNOFAR
Como es característico de las democracias populares, en una de las cuales se convertirá Chile, estas reformas nos harán a todos los chilenos más pobres, con excepción del más rico entre nosotros, el Estado, que se hará todavía más rico, naturalmente que a expensas de los demás.////////Acabo de ver la declaración de impuestos que preparó mi contador, cuyo nombre guardaré en reserva, porque con la reforma tributaria su actividad y la mía se transformarán en una actividad sospechosa. Pasaremos a ser un “gasto rechazado”.
La primera etapa de la revolución socialista chilena en curso es la Reforma Tributaria. La segunda consistirá en la Reforma Educacional y la tercera en la Reforma Constitucional. Tal como lo pidió “la calle” en 2011, cuyos postulados eran exactamente esos, aunque se voceaban con un fraseo ligeramente diferente: educación pública gratuita, financiada con mayores impuestos y asamblea constituyente.
El mandatario de la época dijo que se trataba de un movimiento “noble, grande, hermoso”, pero yo le aclaré en este blog que era un alzamiento revolucionario en su contra. Sin embargo, parece que no lo leyó.
Afortunadamente, los revolucionarios no tuvieron necesidad de emplear la fuerza para hacerse del poder, porque a poco andar quedó claro que la candidata de la rebelión de la izquierda tenía la elección presidencial de 2013 asegurada, de modo que podían revolucionar a la sociedad chilena desde sus cimientos desde el propio gobierno. Y es lo que están haciendo.
Como es característico de las democracias populares, en una de las cuales se convertirá Chile, estas reformas nos harán a todos los chilenos más pobres, con excepción del más rico entre nosotros, el Estado, que se hará todavía más rico, naturalmente que a expensas de los demás.
Los propietarios chilenos serán más pobres porque el precio de sus inmuebles será menor, debido a que, al venderlos, deberán pagar un 35% de impuesto sobre la plusvalía que se haya generado desde que adquirieron su propiedad, urbana o rural. Sólo quienes tengan nada más que una vivienda y vivan en ella, quedarán exentos del nuevo impuesto por las primeras UF8.000 de plusvalía, si la venden.
Los trabajadores que cotizan en AFPs serán más pobres, porque sus fondos, invertidos en acciones chilenas, valdrán menos debido a que el alza de impuestos disminuirá las ganancias de las sociedades anónimas y, por tanto, su valor como empresas. Se ha calculado que las futuras pensiones de los trabajadores serán un 6% más bajas a raíz de los mayores impuestos.
Por lo mismo, todos los accionistas de sociedades anónimas resultarán empobrecidos en razón de que recibirán dividendos reducidos por esos mayores impuestos.
Y los que hayan constituido sociedades de inversión para no ser gravados con la tasa máxima actual del 40%, y pagaban 20% sobre utilidades, ahora deberán pagar 35%, a raíz del término del Fondo de Utilidades Tributables que les permite reinvertir en la empresa esa diferencia de 15%. Todas esas sociedades valen ahora menos y sus socios son, por eso, más pobres.
Otros empresarios que se acogían a franquicias tributarias también serán más pobres en la medida en que tales franquicias sean derogadas.
El único que realmente ganará con esta Reforma será el más rico de todos, el Estado, que es dueño de innumerables empresas y de 17 mil bienes raíces a lo largo del territorio. En lo sucesivo, en cifras redondas, verá aumentadas sus rentas en 15% de lo que hoy ganan todas las empresas chilenas.
Y, además, cuando se reemplace la Constitución, la principal reforma a que aspiran los revolucionarios del Gobierno es la de reducir el quórum de dos tercios que garantiza el derecho de propiedad, y rebajarlo a la simple mayoría de los parlamentarios. Y como ellos ya tienen esa mayoría, podrán expropiar cualquier cosa. De modo que, también por ese capítulo, los bienes de los chilenos valdrán menos, porque la propiedad sobre los mismos se tornará más precaria.
Son suficientes razones para que el más rico de todos se sienta más rico y los demás nos volvamos más pobres
POR LA FUT OTRA VEZ EL FARAÓN
Acabo de ver la declaración de impuestos que preparó mi contador, cuyo nombre guardaré en reserva, porque con la reforma tributaria su actividad y la mía se transformarán en una actividad sospechosa. Pasaremos a ser un “gasto rechazado”.
Viendo lo que debo pagar el próximo 30 de abril y a propósito de la discusión tributaria me enteré, con júbilo, que yo era uno de los 28.000 chilenos que pagaban el 40% de impuestos. El primer registro que se tiene del pago de impuestos está en el Génesis (Cap. 47, versículo 24). La Biblia nos cuenta que, en ese modelo de participación social que era el Egipto de las pirámides, el faraón cobraba 1/5 de sus cosechas a los súbditos. Nuestro Estado sin embargo cobra el doble.
Pero no solo eso, además el Estado cobra otro quinto en IVA. Como si los 3/5 fueran poco, cobra contribuciones de bienes raíces, patente de auto y peajes, y cuando me muera cobra impuesto de herencia por lo que queda. Además me cobra patente municipal para ejercer mi profesión, que ahora condena por “elusiva”.
El faraónico Estado chileno recibiendo 3 veces más que el Faraón original y con un gasto público anual mayor que el PIB uruguayo no es capaz de darme servicios básicos de calidad y por eso además pago AFP, isapre, colegios, universidades y seguridad privada, con lo cual tengo que gastarme otro quinto más. No vamos a mencionar gastos “superfluos” como vivienda, luz, agua, gas, mesadas, etc.
Entonces, para las buenas cosas de la vida, como comer, vacacionar y pololear con mi señora, me queda algo menos de un quinto de lo que produzco. De ese quinto sin embargo ahorro para mi vejez en una sociedad familiar. Ese ahorro se llama FUT, y hasta ese recóndito lugar de mi vida privada, ahora llega el Faraón. Él contribuía a mi ahorro cobrándome “solo” un bíblico 20% de impuestos si no me gastaba esa plata. Ahora me dice que no es suficiente y que me lo va a subir al 35%.
El Faraón me dice que es injusto que haya tantos chilenos que tengan que pagar por su universidad, mientras yo ahorro para la vejez con mi señora. De hecho, no sé si a esas alturas, ya transformado en un egipcio pobre y esquilmado, me siga aguantando. Tal vez me quiera cambiar por un miembro de la corte del Faraón donde terminará nuestro FUT.
Un abogado como yo paga un 40% de impuestos sobre lo que gasta y un 20% de impuesto sobre lo que ahorra. Eso se llama FUT. La diferencia del otro quinto la pagaremos con mi señora cuando retiremos ese ahorro de nuestra sociedad. Ese ahorro lo canaliza el mercado de capitales hacia proyectos de inversión que crean empleo y crecimiento. Cambiar ese ahorro de muchos chilenos por gasto fiscal es un disparate. Lo más probable es que ese FUT termine en una pirámide tipo Transantiago o en algún museo o centro cultural faraónico.
Algún ayudante del Faraón cree que los egipcios somos lesos y que los problemas de Chile se arreglan si a algunos vivos se les prohíbe pedir factura en el Jumbo cuando en realidad el SII ya castiga eso con un 35% de impuesto. ¿Alguien creerá que ese es el problema tributario chileno?
La verdad es que el Faraón nos está tratando de echar arenas en los ojos. Nos dice que otros países tienen más carga tributaria, lo que es obvio si pagan pensiones que él no hace; nos dice que somos los más desiguales del mundo, lo que es falso si se calcula honestamente; nos dice que solo afecta a los ricos, cuando los impuestos son un costo transitorio para ellos y permanente para la clase media y los pobres. Chile tiene un déficit de ahorro, no de gasto fiscal, y esta reforma profundiza el problema. Chile tiene un problema de gestión estatal y esta reforma solo posterga enfrentarlo.
Por eso, al igual que Tutankamón, que derramó su maldición contra todos los que interrumpieron su descanso, yo condeno a los amanuenses del Faraón a escribir, por toda la eternidad, “mientras no use bien las pirámides que tengo, no usaré el FUT para construir otra”, y los condeno además a tener hijos abogados y contadores que se dediquen a eludir impuestos.
La probabilidad de perder en la lucha no debe disuadirnos
de apoyar una causa que creemos que es justa.
Abraham Lincoln