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CHILE – LOS MILITARES DEL 73 por José Antonio Vidal R. Estudiante de Ingeniería Comercial y de Filosofía. Universidad de los Andes.—- ¿QUE SE CELEBRA EL 19 DE SEPTIEMBRE? por Richard Kouyoumdjian. Vicepresidente AthenaLab

La Unión ha querido publicar este artículo enviado por nuestro Director Francisco Alomar, por la importancia y actualidad que este representa, más aún cuando camaradas privados de libertad se encuentran contagiados con el covid, incluso un número importante de ellos ha perdido la vida, sin que en la tierra hayan encontrado la justicia que se merecían.

Pretendo en esta columna, a riesgo herir sentimientos, enojar a algunos, o simplemente causar una risa burlona, defender a quienes ya nadie defiende; me refiero a los militares prisioneros políticos, quienes, despojados de toda dignidad y justicia, la mayoría de ellos ancianos y enfermos; se encuentran en nuestras cárceles pagando el “crimen” de haber salvado a Chile de una debacle social y política.

Esto, que ha pasado a ser una realidad incómoda para los chilenos de la cual nadie quiere hacerse cargo debido a los costos políticos que significa; ha llegado a un punto tan grande de indiferencia, que me “obliga” a escribir estas líneas.

Para partir, en Chile, los crímenes prescriben luego de 5 a 10 años (dependiendo del crimen) de cometidos los delitos, por lo tanto no deberían estar presos los militares. Frente a ello, hay quienes dicen que los crímenes en materia de DDHH no prescriben acorde a los distintos tratados internacionales que ha suscrito Chile en materia de DDHH. El error de quienes argumentan eso, es que estos tratados fueron suscritos por Chile mucho después de cometidos los supuestos delitos y, acorde a la retroactividad de la ley penal, no se puede aplicar nuevas leyes al imputado cuando ya se han cometido los delitos. Es como si una persona caminase con traje de baño por la calle y luego se creara una ley que prohíba eso y se condene a quien cometió la falta antes de creada la ley; ¡absurdo!

También, como nuestros inteligentísimos jueces sabían del error que estaban cometiendo al no cumplir la retroactividad de la ley penal, condenaron a los militares en base a una figura jurídica inexistente: el secuestro permanente, que implicaba que los militares seguían teniendo secuestradas a las víctimas hasta ahora para así saltarse de algún modo la prescripción de la pena; como si el anciano militar de 80 años tuviese a un mirista escondido en su casa el día de hoy; ¡absurdo!

Pero esto no acaba aquí, las injusticias suman y siguen: les dieron amnistía a todos los ex terroristas y absolutamente nada a los militares; pasándose a llevar otro principio básico del derecho: la igualdad ante la ley. La ley es ciega, por lo tanto, para todos por igual, sin importar si eres de izquierda o derecha, ciego o vidente, religioso o no religioso; en este caso militar o civil.

Pero, aún falta el tema más escandaloso de todo esto: las condenas sin pruebas. Mucho militares han sido condenados únicamente en base a “fundadas presunciones” sin prueba de nada e, incluso, muchas veces aun con pruebas no cometidos los delitos. Otro principio del derecho pasado a llevar: toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. En el caso de los militares; son culpables hasta que se demuestre su inocencia y, ni aun así serán libres.

Esto no es una realidad que vivió Chile hace más de 20 años; es una realidad que está viviendo ahora, en este preciso momento. ¿Con qué cara podremos después pedir reconciliación si la justicia ha llegado solo a un lado?

Luego de la Guerra Civil de 1891 que murieron entre 5 mil y 10 mil en solo un año (muchísimos más muertos que en los veinte años del gobierno militar), se dio amnistía para ambos bandos y se logró reconciliar el país a los pocos años de concluido el conflicto. La razón por la que Chile sigue estando, luego de 25 años de acabado el gobierno militar, dividido y no ha habido reconciliación; es porque no hay amnistía para ambos bandos y la justicia ha llegado sólo a un bando.

Fuente imagen: https://diario16.com/es-igual-legalidad-justicia-y-legitimidad/

 

El Mostrador, 19 de septiembre 2021

Este Ejército de Chile – siempre vencedor, jamás vencido – junto a las otras instituciones de la defensa, tienen niveles de aprobación muy superiores a las instituciones a las que pertenecen quienes los atacan y nuevamente hace sospechosa la naturaleza e intención de los ataques en los que persisten algunos, y que se aprovechan de que es una institución jerarquizada, obediente y no deliberante, pero que tiene claro a quien se debe, que no es más que Chile, los chilenos, sus héroes y sus glorias militares.

El 19 de septiembre se celebran las todas glorias del Ejército de Chile, una fecha que fue dispuesta por Ramón Barros Luco mediante un decreto supremo del año 1915, en que se declaró feriado ese día. Muchas veces se confunde con la primera ceremonia en la que participó el Ejército de Chile, la que se efectuó en la mañana del 19 de septiembre de 1810 en la Plaza de Armas de Santiago, con ocasión de la proclamación del acta de instalación de la Junta de Gobierno.

En ese sentido la celebración de las glorias del Ejército se ha mantenido excepto en solo dos oportunidades, el 1973 y el 2020, dos oportunidades excepcionales que no requieren de explicación, por lo que no se comprende los intentos de algunos de que se suspendiera nuevamente en el 2021, a sabiendas de que los indicadores sanitarios están mucho mejores y casi todo Chile está en fase 4.

Esta es la oportunidad en que el Ejército acompañado por las otras instituciones de la defensa nacional salen a la calle para estar juntos a los chilenos a los que se deben. Es una celebración cívico-militar en donde normalmente las tropas y la civilidad se encuentran para celebrar las glorias militares de Chile, las que nos dieron la libertad, la independencia, las que dieron la independencia al Perú, las que llevaron junto a la marina el pabellón chileno hasta el mismísimo palacio virreinal de Lima, y las que junto a los otros institutos armados no permitieron que Argentina en el 1978 usurpara territorios soberanos chilenos.

Es el Ejército compuesto de hombres y mujeres que han jurado dar su vida por Chile si así la patria se los requiriera, y que en cada catástrofe han estado al pie del cañón realizando labores de ayuda a la comunidad, en las circunstancias que sean y por periodos de tiempo muy extensos como lo demuestra la contingencia sanitaria en la cual aún nos encontramos.

Este Ejército de todos los chilenos necesita que Chile y los chilenos los apoyen cuando se les ataca, que a la vez les exijan ser mejores profesionales y personas, que les permitan realizar sus labores profesionales, y que no les estén pasando la cuenta por las acciones impropias de algunos mandos que actuaron incorrectamente en el pasado, acciones que son de responsabilidad personal y no de responsabilidad institucional. Que paguen los que tengan que pagar, pero que no pague el Ejército de Chile los pecados de unos pocos que no supieron estar a la altura de su juramento y de sus deberes profesionales.

Queda a veces la sensación de muchos de los ataques al Ejército corresponden a agendas personales de algunos políticos o de académicos que al parecer quieren ajustar cuentas y desarrollar proyectos políticos que requieren de la anuencia, del libre permiso o de un escenario en donde estén seguros de que nada o nadie los podrá parar en su búsqueda del poder o para hacer lo que quieran. Si ese es el caso, recuerden que el Ejército que es de todos nosotros, y esta para resguardar nuestra Republica, su independencia y soberanía.

Quizás corresponde recordar para terminar, que este Ejército de Chile – siempre vencedor, jamás vencido – junto a las otras instituciones de la defensa, tienen niveles de aprobación muy superiores a las instituciones a las que pertenecen quienes los atacan y nuevamente hace sospechosa la naturaleza e intención de los ataques en los que persisten algunos, y que se aprovechan de que es una institución jerarquizada, obediente y no deliberante, pero que tiene claro a quien se debe, que no es más que Chile, los chilenos, sus héroes y sus glorias militares.

Richard Kouyoumdjian. Vicepresidente AthenaLab

Columna de Opinión

¿DOS ÓRDENES JURÍDICOS PARALELOS? por Max Silva —- CHILE, UN RESULTADO MESTIZO por Gonzalo Rojas Sánchez

¿DOS ÓRDENES JURÍDICOS PARALELOS? por Max Silva —- CHILE, UN RESULTADO MESTIZO por Gonzalo Rojas Sánchez

Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

Lo que hoy está ocurriendo en el fondo, es que existen dos órdenes jurídicos paralelos que afectan a nuestros países, uno nacional, emanado supuestamente ….

Una cosa que resulta absolutamente clara en nuestros días es que el Derecho como fenómeno humano –y exclusivamente humano– no puede seguir siendo contemplado desde lo que podría llamarse una mirada “estatocéntrica”, esto es, como un orden jurídico emanado-prioritaria o fundamentalmente del Estado, con un contenido autónomo.

Muy por el contrario, en la actualidad existe un cúmulo de instancias internacionales que influyen cada vez más en nuestros ordenamientos jurídicos nacionales, ya sea instándolos a adoptar determinados contenidos, ya sea vedando normas internas, por no estar de acuerdo con su modo de ver y regular las cosas.

De esta manera, hoy constituye una quimera pensar que un país estaría lo suficientemente “protegido” de influencias internacionales, por ejemplo, por poseer un sólido escudo de derechos fundamentales establecidos en su constitución.

Ello, pues como se ha dicho, la permeabilidad de nuestros derechos nacionales va en aumento, pues existen cada vez más agentes internacionales de todo tipo –unos formales, otros no tanto–, que influyen en su contenido.

En ocasiones, a través de normas vinculantes para los Estados, pero las más de las veces, gracias a la emisión de todo tipo de observaciones y recomendaciones (comprendidas dentro del llamado “soft law” internacional, esto es, disposiciones no vinculantes), que de alguna u otra manera, influyen en nuestros ordenamientos domésticos.

En consecuencia, lo que hoy está ocurriendo en el fondo, es que existen dos órdenes jurídicos paralelos que afectan a nuestros países, uno nacional, emanado supuestamente del pueblo en caso de poseer un régimen democrático, y otro internacional, bastante difuso a decir verdad, surgido de un sinnúmero de organismos más o menos formales, compuesto de una infinidad de disposiciones tanto vinculantes como no vinculantes, y finalmente, carente de una unidad o coherencia material o de contenido entre unas disposiciones y otras, como pretende lograrse dentro de un ordenamiento jurídico nacional.

Sin embargo, uno de los principales problemas de este orden foráneo que influye cada vez más en los nacionales, es su total falta de fiscalización, pues la ciudadanía no controla en absoluto (y ni siquiera conoce) la composición de los miembros de estos muchos y múltiples organismos internacionales (la ONU y sus aliados, la OEA, múltiples organismos formales, comités y comisiones de todo tipo, tribunales internacionales, ONGs casi infinitas, etc.).

Además, estos organismos no son tampoco controlados por nadie en su labor (como en el Estado, en que en teoría unos poderes vigilan a otros), y finalmente, no responden por su tarea una vez concluida ésta.

No obstante, pese a toda esta flagrante falta de control, la influencia de estos organismos no hace sino crecer día a día, al punto que los Estados son paulatinamente menos libres para decidir sus propios asuntos y se encuentran cada vez más amarrados por compromisos internacionales que sin embargo, con el tiempo obligan a más y más cosas, siendo difícil que esta haya sido la intención original al darles vida.

En este sentido, casi daría la impresión de que nos encontráramos al servicio de estas entidades.

La gran pregunta que queda es sin embargo, si la ciudadanía ha dado su anuencia para terminar siendo tutelada prácticamente en todo por estos organismos que no la representan.

VivaChile.org, Historia, 17/09/2021

[1]

Nota del Editor: Este artículo fue publicado originalmente por diario El Sur de Concepción.

[2] Nota del Editor: El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.

CHILE, UN RESULTADO MESTIZO. Gonzalo Rojas Sánchez


¿Existía Chile antes de la llegada de los españoles?

No, por supuesto que no.

El territorio estaba disponible para que se configurara su unidad por encima de su riquísima diversidad, pero los variados pueblos que lo habitaban en pequeños números y de modo completamente disperso, no tenían entre sí vínculos que permitieran imaginar un futuro nacional.

Ni siquiera entre los muy diversos habitantes de Arauco había propósitos comunes.

¿Puede entonces afirmarse que fue la llegada de los españoles la que dio origen a una nueva realidad superadora de todas las anteriores?

Sí, por supuesto que sí.

Recorriendo el territorio de norte a sur, imprimiendo organización mediante el derecho y la fundación de ciudades y fuertes, incorporando a la fe católica a sus muy variados habitantes, y cruzando su sangre con las savias indígenas, los españoles -con sus méritos y sus vicios- comenzaron a forjar este auténtico ‘producto nuevo’, Chile. Una realidad mestiza, indiana, algo barroca, nueva, única.

Quien niegue a los españoles el carácter de pueblo originario de Chile tiene que explicar entonces el auténtico origen de Chile; y ciertamente, para hacerlo, no podrá apoyarse solo en las variadas etnias preexistentes, hoy además, en su inmensa mayoría, mestizas, chilenas.

¿Existía Chile antes del 18 de septiembre de 1810?

Sí, por supuesto que sí. Ya desde comienzos del siglo XVII los documentos permiten concluir que los nacidos en estos territorios -y también algunos peninsulares que fueron llegando progresivamente a afincarse en ellos- consideraban el Finis Terrae como algo distinto, específico y ¡propio!

Eso explica el inicio del proceso emancipatorio, eso fundamenta la necesidad del autogobierno y, a corto plazo, de la independencia. Chile es ya a comienzos del siglo XIX una realidad plenamente configurada en su mestizaje basal y en su autoconciencia de identidad propia.

Pero ¿es aquél el mismo Chile que vivimos hoy?

Sustancialmente sí, porque ya había sido engendrado por la fusión de sangres y culturas desde mediados del siglo XVI, ya tenía alma propia. Pero accidentalmente no, porque cada uno de los nuevos pueblos que han ido integrándose a la sociedad ya en marcha, fueron entregando de su propia sangre europea, americana, africana o asiática, los nuevos aportes que han matizado y enriquecido nuestro ser nacional.

Africanos, británicos, alemanes, croatas, palestinos, libaneses, italianos, nuevos flujos de españoles, judíos, argentinos, peruanos, colombianos, venezolanos y haitianos -y tantos otros, quizás en cantidades menores- han construido junto al mestizaje anterior nuevos vínculos que dan riqueza y grandeza a la patria.

¿Cómo podría no considerárseles a ellos pueblos originarios también? Qué tremenda injusticia sería excluirlos de las muy variadas vetas raciales que han configurado lo chileno.

Ya está bien de sofismas y de racismos.

Chile es el resultado, en plena mutación, de todos los que han puesto aquí su sangre y sus culturas. Ninguno de esos pueblos debe ser excluido del carácter originario de su aportación a este país que nos debe incluir a todos y abrirse siempre generosamente como asilo contra la opresión.

Reservar el título de pueblo originario sólo para quienes habitaban este territorio antes de que fuera Chile, es o velado racismo o simple ignorancia histórica.

VivaChile.org, Historia, 17/09/2021

Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas C.