CONMEMORAR EL 18 DE OCTUBRE. El Mercurio, Editorial, 17/10/2021
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales de la Defensa Nacional
Es, en definitiva, una exaltación de la violencia como método de acción política.
La instalación de efemérides a partir de hechos recientes es una antigua táctica de acción política utilizada por partidos y agrupaciones de muy distinto signo, desde el fascismo y el estalinismo hasta los movimientos de derechos civiles.
Las efemérides aglutinan en torno a un liderazgo o una consigna y en contra de un enemigo. Los esfuerzos de quienes se consideran gananciosos a partir de los sucesos de octubre de 2019, y de quienes aspiran a serlo, por establecer como efemérides el día 18 de ese mes, se inscriben precisamente en esta lógica de calificación de los adversarios políticos como enemigos.
Esta calificación es la que justifica el uso de la violencia.
Solo en la noche del 18 al 19 de octubre, turbas incendiaron y dañaron 41 estaciones del Metro de Santiago, hubo numerosos eventos de alteración del orden público, personas lesionadas, buses del sistema público de transporte quemados, decenas de inmuebles públicos y privados quemados o con daños severos, entre ellos edificios y locales de Correos de Chile, farmacias, instituciones bancarias, bombas de bencina, tiendas, supermercados, la Municipalidad de San Bernardo y diversas comisarías.
La secuela de los días y semanas siguientes traería aún más violencia y destrucción. Según un documentado informe de Atisba de diciembre de ese año, un tercio de los 1.461 edificios sobre el eje Providencia-Alameda presentaba daños: 231 por vandalismo, 181 por vandalismo de alto impacto que obligó a cerrar los locales y 18 casos de destrucción total. Además fueron severamente dañados 9 monumentos históricos, uno fue destruido y 34 inmuebles de conservación histórica fueron vandalizados, varios de ellos al punto de quedar inutilizados.
Al mes de diciembre se habían destruido o vandalizado seriamente 239 mil metros cuadrados de aceras, pavimentos y áreas verdes, sin contar la destrucción de dos cafés literarios y de monumentos instalados en parques públicos.
Y aunque sobre las cifras de lesionados hay menor claridad, a un año del 18 de octubre el Ministerio del Interior informaba de 4.817 carabineros lesionados, 82 de ellos por quemaduras y 126 por arma de fuego. En el mismo período fueron atacados 544 cuarteles y 1.198 vehículos policiales resultaron dañados o destruidos.
Es, en definitiva, una exaltación de la violencia como método de acción política. |
A todo ello hay que sumar los saqueos de supermercados, farmacias y otras tiendas de retail, que se prolongaron durante meses, y los destrozos causados en las capitales regionales y en otras ciudades.
Tras cada una de estas acciones violentistas hay víctimas concretas y sufrientes. Personas lesionadas, que no pudieron llegar a su destino, que tuvieron que suspender sus tratamientos médicos, que perdieron los esfuerzos de toda una vida a manos de las turbas.
Sin esta ola de destrucción, la pandemia habría sido menos hostil con muchos compatriotas.
Desde el punto de vista político, las demandas de renuncia dirigidas al Presidente de la República por los sectores más radicalizados y la imposición por la fuerza de un itinerario político distinto del que había obtenido una clara mayoría en las últimas elecciones, daban cuenta de la dolorosa precariedad de las instituciones democráticas.
La exaltación del 18 de octubre y de los días que le siguieron es una exaltación de la violencia como método de acción política.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas C.