RELACIONES INTERNACIONALES Y SEGURIDAD

ENSAYOS NUCLEARES: CUANDO EL FIN DEL MUNDO SE PUSO A PRUEBA

ENSAYOS NUCLEARES: CUANDO EL FIN DEL MUNDO SE PUSO A PRUEBA

Urko GorriñobeaskoaInvestigador predoctoral. Historia y Filosofía de la Ciencia, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

The Conversation, 28/08/2022

El 29 de agosto es el “Día Internacional contra los Ensayos Nucleares”. Desde 1945 a 1996 se realizaron más de 2.000 pruebas. Nunca hemos estado más cerca del fin del mundo.

En el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad fue testigo de uno de los avances más aterradores de la ciencia y la tecnología. El 6 y el 9 de agosto de 1945 se detonaron con éxito las primeras bombas nucleares dirigidas a las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki, en Japón.

Para muchos, este acontecimiento marcó el fin de la más cruenta guerra en la historia. También supuso el pistoletazo de salida de una carrera armamentística, tecnológica y nuclear internacional que se ha prolongado hasta nuestros días.

En ese sombrío intervalo de tiempo, entre 1945 y 1996, más de dos mil dispositivos nucleares fueron detonados por varios estados en todo el mundo.

El artista japonés Isao Hashimoto ha reunido en un mapa cronológico las 2.053 explosiones, comenzando con la detonación con nombre propio, Trinity, del Proyecto Manhattan de EE. UU. cerca de Los Álamos, y concluyendo con las pruebas nucleares de Pakistán en mayo de 1998.

El mapa deja fuera las dos supuestas pruebas nucleares de Corea del Norte en la última década (cuya legitimidad no está 100 % clara).

Se estima que el rendimiento total de todos los ensayos nucleares llevados a cabo entre 1945 y 1980 es de 510 megatones, lo que equivale a unas 29.000 bombas como la de Hiroshima. Las repercusiones de estos ensayos, realizados en su mayoría en un contexto de la Guerra Fría, pueden haber llegado hasta nuestros días.

La operación Plumbbob. La operación Plumbbob es una de las más controvertidas de la carrera nuclear estadounidense. Entre mayo y octubre de 1957, se realizaron 29 detonaciones nucleares en el sitio de pruebas de Nevada (EE. UU.).

El objetivo de estas pruebas no solo era la mejora de los dispositivos armamentísticos, también estudiar los efectos de una detonación nuclear, con la consecuente radiación, en los seres vivos.

En los cuatro meses y medio que duró la operación, se emplearon alrededor de 1.200 cerdos vivos en diversas pruebas, que consistieron principalmente en colocar a los animales a distintas distancias del epicentro de la explosión. Todos los cerdos murieron o bien al instante o bien poco después de las detonaciones debido a las quemaduras y al daño interno causado por la radiación.

Si el episodio del ganado porcino resulta ya aterrador, es igualmente impactante oír hablar acerca de los 18.000 soldados estadounidenses que participaron en las pruebas de la operación Plumbbob.

Con su participación, se buscaba estudiar los efectos físicos y psicológicos de una detonación nuclear en el campo de batalla.

Las pruebas que involucraron seres humanos no implicaron niveles de radiación tan altos como en las que participaron los cerdos. Sin embargo, nos dejaron imágenes tan controvertidas como la del vídeo que sigue a este párrafo, en las que cinco soldados y un operario de cámara observaron cómo un misil nuclear de dos kilotones explotaba tres kilómetros por encima de sus cabezas.

Los cinco soldados se ofrecieron voluntarios para la prueba. Solo el cámara, George Yoshitake, fue obligado a participar.

La operación Plumbbob formó parte del gran entramado propagandístico estadounidense en su pugna por situarse a la cabeza en la carrera armamentística contra los soviéticos.

Hoy, documentos desclasificados han revelado que las pruebas llevadas a cabo durante la operación liberaron niveles muy altos de yodo radiactivo (I-131) a la atmósfera.

Un estudio de 2016 determinó que los 3.000 soldados que asistieron a la detonación de la bomba Smoky mostraron altos ratios de cáncer de tiroides y leucemia en los años siguientes a la operación. El impacto de las emisiones radiactivas producidas durante la operación sobre la población civil de la época es, sin embargo, mucho más difícil de calcular.

Las tierras baldías de Semipalatinsk. EE. UU. no es el único país implicado en la polémica de los ensayos nucleares. El otro polo de la Guerra Fría, la Unión Soviética, también realizó una cantidad ingente de pruebas nucleares de dudosa ética.

Entre 1949 y 1989, los soviéticos detonaron 456 dispositivos nucleares en el sitio de pruebas de Semipalatinsk, una amplia región al noreste de la entonces República Socialista Soviética de Kazajistán.

Muchas de estas detonaciones fueron de una magnitud mucho mayor que las estadounidenses de la operación Plumbbob. Llegaron a alcanzar cientos de kilotones.

Semipalatinsk estaba en su mayoría deshabitada, pero la salud de sus escasos pobladores sufrió efectos devastadores en los años siguientes a las pruebas. Según un artículo de James Lerager, al menos 60.000 personas que vivían en un radio de 80 kilómetros murieron debido a diversos tipos de cáncer, inducidos por la radiación devenida de las pruebas.

Otros estudios indican que las personas afectadas por las emisiones radiactivas en la región entre 1949 y 1956 mostraron un 80 % más de mutaciones genéticas.

Se estima que al menos 200.000 personas vieron su salud afectada como consecuencia de las pruebas llevadas a cabo en Semipalatinsk.

Un nuevo amanecer sin dos soles. “The sun is in the eastEven though the day is done. Two suns in the sunsetcould be the human race is run”.

Con estas palabras describía Roger Waters, vocalista de Pink Floyd, el posible resultado de una guerra nuclear en plena Guerra Fría en su tema “Two suns in the sunset.”

Un amanecer con dos soles: uno de ellos, mortal. Casi cuatro décadas después, sin embargo, un solo sol ha seguido apareciendo cada mañana por el este.

Fue en el sitio de pruebas de Semipalatinsk donde, en septiembre de 2006, varios estados de la antigua Unión Soviética, entre ellos Kazajistán, firmaron el “Tratado de la Zona Libre de Armas Nucleares de Asia Central. Este es tan solo uno de los muchos tratados y acuerdos internacionales destinados a evitar la proliferación de armas y ensayos nucleares, que suponen una amenaza directa para la vida en la Tierra.

El Día Internacional contra los Ensayos nucleares recuerda la importancia de recalcar el impacto que estas pruebas tuvieron –y siguen teniendo– sobre la vida humana.

El fin del mundo se puso a prueba una vez. Sin una conciencia determinada y una ética aplicada a los avances científicos y tecnológicos, estaremos condenados a cometer los mismos errores que pusieron nuestra existencia en vilo durante la carrera nuclear de la Guerra Fría.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel.

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

Columna de Opinión

LAS 22.605 PROTESTAS CIUDADANAS QUE EN DOCE AÑOS IMPULSARON AL PAÍS A CAMBIAR LAS REGLAS DEL JUEGO

LAS 22.605 PROTESTAS CIUDADANAS QUE EN DOCE AÑOS IMPULSARON AL PAÍS A CAMBIAR LAS REGLAS DEL JUEGO

Silvia Peña Pinilla. El Mostrador, 26/08/2022

Amplitud geográfica, inclusión del sector rural, además de un carácter eminentemente pacífico y de preferencia regional, son las principales características de las protestas ambientales y socioterritoriales que investigó el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).

El estudio analizó 22.605 manifestaciones entre 2008 y 2020, a partir de notas de prensa, que reclamaban reivindicaciones de distintos tipos. De ellas, 1.737 eventos (7,68%) se consideraron “socioterritoriales” por sus focos ecologista-ambientalista y regionalistas-locales, mientras que un 92,32% fueron calificadas como “generales”, porque apuntaban a demandas educacionales, laborales, de pueblos originarios, feministas, minorías sexuales y políticas, entre otras.

Y si bien las protestas socioterritoriales comparten rasgos comunes con las movilizaciones generales, como el distanciamiento de los partidos políticos, presentan una serie de atributos propios, entre ellos, su distribución geográfica y la diversidad de targets o focos de protesta: concentrados principalmente en gobiernos regionales, locales y empresas.

Además, se les considera un componente central de la dinámica social presente en la década 2010-2020 y que marca a la nueva política, al nuevo ciudadano.

De hecho, en “Diez años de auditoría a la democracia: antes del estallido” (2020), del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se señala que en 2008 el 25% de la población participaba de alguna manera en política y en 2018 el porcentaje había alcanzado el 53%. A su vez, los llamados “fragmentados” (manifestantes activos) e involucrados pasaron de ser el 5% al 27% de los habitantes en el mismo lapso.

El grupo de Conflictos Territoriales del COES tuvo a su cargo esta área de investigación, cuyos eventos se concentraron mayormente en las regiones de Valparaíso, Aysén, Metropolitana y La Araucanía.

En el análisis de estos 12 años, claramente aparecen hitos que nos trajeron hasta hoy.

Uno de los primeros ocurrió el 2011, cuando se juntaron las protestas estudiantiles con HidroAysén, y los inicios de las movilizaciones en Calama por el “abandono estatal”, que se apaciguó con la creación del Fondo de Desarrollo para el Norte (Fondenor). El 2014 estuvo marcado por las movilizaciones en torno a la reforma laboral en el Gobierno de Bachelet.

De acuerdo a la investigación del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), las protestas son uno de los antecedentes que posibilitaron que temas medioambientales y territoriales, entre otras demandas, llegaran a plasmarse en la propuesta de nueva Constitución. Además, gracias a estos movimientos se generó un tejido político distinto y surgieron liderazgos fuera de los partidos políticos tradicionales que están configurando un nuevo país. Del universo de protestas realizadas desde el 2008 al 2022, 1.737 eventos (7,68%) se consideraron “socioterritoriales”, por sus focos ecologista-ambientalista y regionalistas-locales, mientras que un 92,32% fueron calificadas como “generales”, porque apuntaban a demandas educacionales, laborales, de pueblos originarios, feministas, minorías sexuales y políticas, entre otras. Si bien las protestas socioterritoriales comparten rasgos comunes con las movilizaciones generales, como el distanciamiento de los partidos políticos, presentan una serie de atributos propios, entre ellos, su distribución geográfica y la diversidad de targets o focos de protesta: concentrados principalmente en gobiernos regionales, locales y empresas. Además, se les considera un componente central de la dinámica social presente en la década 2010-2020 y que marca a la nueva política, al nuevo ciudadano.

Estos son movimientos visibles, pero también existen resistencias a pequeñas hidroeléctricas, a inversiones mineras, portuarias. “Hay una movilización usualmente articulada en torno a un proyecto presentado para evaluación ambiental que empieza a generar movilización local con liderazgos en torno a temáticas puntuales y de descentralización que crea redes y tejido político. Eso con el tiempo tiene un correlato con organismos más estables, como el caso de Modatima, que viene trabajando por el agua hace tiempo. Estas ‘miniprotestas’ a veces no obtienen grandes fallos, pero van generando politización al margen del clivaje izquierda-derecha”, explica el investigador posdoctoral de COES y del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la UC, Felipe Irarrázaval.

Ejemplos concretos de la articulación política de estos movimientos son el traspaso de sus líderes a la elección popular y al poder tradicional. En el caso de Calama, tenemos al entonces alcalde Esteban Velásquez, que luego fue electo diputado y hoy es senador. El actual gobernador de Antofagasta, Ricardo Díaz, surgió de la movilización por la contaminación por actividades industriales, y Rodrigo Mundaca, hoy gobernador de la Región de Valparaíso, era director y vocero de Modatima.

Por años el informe del PNUD señalaba que los chilenos no participaban en las elecciones, pero en paralelo aseguraba que había interés en la política. ¿Contradicción? Simplemente no estaban interesados en la política partidista. “Ese grupo sufrió un cambio entre 2010 y 2018, la gente pasó a tener causas, manifestarlas y, entre ellas, las campañas específicas como las ambientales (y las feministas en otro ámbito) fueron aumentando el volumen del tejido social. Hubo antecedentes en la Región de Los Ríos, y en el mayo de Chiloé en 2016. El fenómeno agarra fuerza, crecen los fragmentados y desemboca en el estallido social de 2019”, agrega Irarrázaval.

La nueva Constitución. Las consignas y causas presentes en el mayor ciclo de protestas iniciado el día 18 octubre de 2019, incluyeron la protección del medioambiente y la crítica al centralismo.

Las condiciones del proceso eleccionario para crear la Convención Constitucional, con una exigencia menor en el número de firmas y un sistema proporcional, posibilitó el ingreso de grupos ajenos a los partidos, entre estos, movimientos ambientales y territoriales. “Ese eje de movimientos, que ya venía articulado, llega bien posicionado, por las condiciones de acceso, y logran entrar en bloque, lo que les permitió transar en la negociación política a modo general. Y eso se va a ver no solo en la relación sociedad-naturaleza del capítulo de Medio Ambiente, sino también en lo que es Descentralización y Forma de Estado”, señala el investigador.

La pregunta del millón es: ¿qué pasa si no se aprueba el nuevo texto, se detiene esta dinámica?

Felipe Irarrázaval responde: “Parte de los temas medioambientales llegaron para quedarse, partiendo por el Tratado de Escazú que ratificó este Gobierno. Hay temáticas que, de rechazarse la propuesta constitucional, quizá no alcanzarían rango constitucional, pero sí deberían instalarse en la sociedad porque son tendencias que están en los informes de organismos internacionales. De hecho, la OCDE viene diciendo hace rato que la participación ciudadana estaba al debe, lo mismo la reforma del sistema de impacto ambiental en Chile. Son tendencias que deberían seguir avanzando. En temas de descentralización hay que ver qué pasará porque son materias que se mueven poco, debido a que los partidos a nivel nacional están muy cómodos en el sistema centralizado. Ellos manejan los nombres de quienes compiten y administran los fondos de desarrollo regional en función de cuoteos políticos, entonces no es muy atractivo pujar por la descentralización. Para que eso ocurra, debería darse una composición como la que llegó a la Convención. Si, al contrario, se aprueba la nueva Constitución y en la medida que se vaya operativizando en distintas leyes, la tendencia debiera ser a que estas protestas se institucionalicen”, puntualiza.

Y añade que, fuera de la Convención, el tema ambiental igual alcanza un buen posicionamiento, por cuanto la gente empatiza con dichas demandas. “Las críticas a la propuesta no están en los temas ambientales. Y eso tiene que ver con que se sabe que ahí Chile tenía que avanzar y había una deuda pendiente que no estaba siendo abordada por la elite tradicional”.

A futuro, Irarrázaval estima que los grupos regionalistas podrían ser más competitivos en elecciones regulares de consejeros, alcaldes y gobernadores, porque ya son conocidos y cuentan con un mayor tejido social. “El tema es si logran tener una coordinación política más amplia, que les permita ser competitivos, eventualmente, en elecciones parlamentarias nacionales o en la Cámara de las Regiones. Para ello, se necesita tener alianzas con otros grupos”, concluye.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional