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¿DE QUÉ LADO CAYÓ EL MURO? No todos lo saben, al parecer. Humberto Julio Reyes

 

                                      ¿DE QUÉ LADO CAYÓ EL MURO?

                                        No todos lo saben, al parecer.

                                                                                              Humberto Julio Reyes

         Coincidiendo con un nuevo aniversario de la desaparición de ese oprobioso símbolo de la Guerra Fría que fue el Muro de Berlín, he terminado de leer un interesante libro, del mismo nombre, que me facilitara en préstamo un joven amigo y que ha llevado a hacer un mental “mea culpa” por cuanto los trascendentales acontecimientos que rodearon su caída, los observé desde la distancia, sin concederles mayor importancia.

         Vivíamos entonces en Punta Arenas, en razón de mi trabajo y, sólo la inminencia y realización del plebiscito de 1988, logró sacarnos de nuestra apacible vida provinciana que mucho añoramos.

         Excúseme el paciente lector esta digresión, vuelvo al libro.

         Su autor es un inglés que me parece poco conocido en Chile, Frederick Taylor, pero que ha sido favorablemente criticado en países más desarrollados, ofreciendo al lector un documentado pero ameno texto que cubre no sólo la construcción y posterior derrumbe de una obra llevada a cabo con férrea determinación para impedir que los propios ciudadanos escaparan de un paraíso estalinista, pero cínicamente presentada como una forma de protegerlos de los contagios de la democracia y el capitalismo así como para impedir que los descontentos con esos regímenes y los “indeseables” llegaran a corromper la República Democrática Alemana.

         El relato cubre mucho más en tiempo y amplitud, permitiéndole a quien se interese por el tema, remontarse a los orígenes de la ciudad hoy llamada Berlín, hasta llegar a lo que actualmente es la Alemania reunificada, ya que el texto está actualizado al 2019 y no se limita a describir hechos, sino que analiza tanto los aspectos positivos como negativos de la evolución posterior al término de la Guerra Fría.

         Al leer los detalles que describen cómo era la vida de los alemanes bajo la ocupación soviética y el gobierno comunista, ejercido primero por Walter Ulbricht y posteriormente por Erich Honecker, en ese estado policial tan bien retratado en el film “La vida de los otros”, vuelve a la memoria el cínico negacionismo de quienes, por supuesta gratitud y/o bloqueo ideológico, dicen nada haber visto o conocido que pudiera merecerles reproche.

         En esa línea de pensamiento resulta imposible omitir la visita de una persona que ejerció la primera magistratura en nuestro país, quien, al ser recibida por la canciller Angela Merkel, pareció no comprender de qué lado había caído el muro, como ironizó un columnista.

         Por sus declaraciones daba la impresión de creer que era objeto de un homenaje en su calidad de agradecida admiradora de un sistema que transformó en una gran cárcel su propio país, privando a sus súbditos de las más básicas libertades, entre ellas el derecho al libre tránsito, razón de construir ese muro que se extendió finalmente a toda la frontera de las dos Alemanias y que por más de 28 años fue el sector más infranqueable de la “cortina de hierro” que dividió Europa desde el término de la II Guerra Mundial.

         Las cifras de las víctimas varían entre 86 y 227, según la fuente y las circunstancias consideradas para incluirlas en esa condición, desde las asesinadas por los guardias que tenían órdenes de disparar a matar a quienes intentaban huir hacia el oeste, “gatillo fácil” diría la actual titular del Ministerio del Interior de muestro país, hasta los que fueron detenidos en el intento de cruzar y ejecutados en secreto.

         Naturalmente que esos crímenes a los derechos humanos y otras formas de reprimir los levantamientos populares, aquí llamados manifestaciones, nunca fueron condenados por nuestros comunistas quienes, al contrario, siguen impertérritos expresando su férreo apoyo a las tiranías hereditarias que aún subsisten, mientras pregonan la democracia y el supuesto derecho de una minoría a imponer sus términos, afán este último en que son acompañados por quienes se autocalifican de socialistas democráticos.

         Pareciera entonces que los mismos que aún no tienen claro de qué lado cayó el muro, tampoco entienden que su intento de refundar Chile ya fue rechazado justamente por una mayoría que no quiso pasarse a su lado del muro ideológico que nos mantiene divididos.

         ¿Y qué mejor ejemplo la reciente deserción de aquellos atletas cubanos que concurrieron a los recientes juegos panamericanos y que ha tratado de explicar el actual presidente del PC quien, fiel a su ortodoxia, nos desea a futuro algo parecido a sus admirados paraísos?

         Ojalá que algún día podamos volver a reunificarnos, siguiendo el ejemplo de Alemania, pero del lado que permite el desarrollo en paz y seguridad.

7 de nov. de 23

 

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