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UCH: ARGUMENTAR O DESALOJAR. José Joaquín Brunner

                                                    UCH: ARGUMENTAR O DESALOJAR

José Joaquín Brunner

El Mercurio, Columnistas, 23/06/2024

La UCH está al centro de un debate de múltiples aristas. En lo más inmediato, el motivo es el campamento instalado en la casa central de la Universidad, donde un pequeño grupo de estudiantes manifiesta su solidaridad con el pueblo palestino y denuncia la catástrofe humanitaria en Gaza. Además, por los mismos motivos y otros de orden local, hay protestas y tomas en varias facultades.

Nada nuevo bajo el sol, dirá usted. Entonces, ¿por qué tanto revuelo en los medios de comunicación y las redes sociales y en diversos círculos de la opinión pública?

En primer lugar, porque el campamento, las tomas y las protestas poseen resonancia mundial; forman parte de una reacción juvenil a nivel global. Hablan de encrucijadas morales, no de meras bagatelas ideológicas.

A su turno, las universidades, a lo largo de los últimos siglos, han sido una sede fundamental para abordar argumentativamente esas encrucijadas y las controversias que ellas producen.

Por fin, en nuestro país, tradicionalmente la UCH ha ocupado un lugar central en dicho espacio.

Segundo, justo por lo dicho anteriormente, se entiende que las universidades deben gozar de una esfera propia de autonomía, donde puedan autodeterminarse, gobernarse a sí mismas y ejercer al máximo las libertades de indagar, enseñar y aprender.

Solo así pueden cumplir el rol que les atribuye el filósofo Karl Jaspers: “La universidad es la sede en la cual la sociedad y el Estado permiten el florecimiento de la más clara conciencia de la época”.

Por lo mismo, su destino es estar en medio del debate público pues, tal como ocurre hoy con la UCH, allí se espera discurran los conflictos a la luz de la razón y el estudio de sus causas y consecuencias.

Tercero, la UCH ha estado particularmente expuesta en estos días. En efecto, diversos grupos en su interior y en su entorno reclaman de ella y sus autoridades que garanticen esa autonomía y las libertades académicas esenciales que estarían siendo interrumpidas y conculcadas por campamentos, tomas y protestas. En concreto, se reclama que desaloje a esos grupos; que los haga salir por la razón o la fuerza.

Particularmente, la prensa y personeros de oposición llaman la atención sobre el hecho de que prestigiosas universidades extranjeras —como la Universidad de Columbia, el London School of Economics o la Universidad Libre de Berlín— recurrieron a las fuerzas policiales para remover a los protestantes.

No mencionan, sin embargo, que frecuentemente esos desalojos, una vez ejecutados, de inmediato provocan unas reacciones perfectamente previsibles.

Las pequeñas minorías activas se transforman, al día siguiente, en movilizaciones masivas de estudiantes y profesores en defensa de la autonomía universitaria y del derecho de protesta de los estudiantes.

Cuarto, la UCH ha contado hasta ahora con una conducción rectoral que le ha permitido navegar entre estos dos peligros. El representado por las fuerzas que no temen desgarrar a la institución empujándola a actuar con mano dura y desalojar a los protestantes, por un lado. Por el otro, el planteado por quienes proponen trasladar la solución del conflicto a la decisión de asambleas triestamentales.

La rectora y su equipo han logrado, hasta ahora, sortear ambos peligros.

”Cabe preguntarse si acaso la gobernanza de la UCH está a la altura de los riesgos y dilemas que enfrenta y que seguramente proliferarán en el futuro. Mirada desde fuera, la Rectoría se aprecia relativamente aislada, sin un eficaz acompañamiento por parte de las demás estructuras de gobierno de la Universidad”.

Quinto, vinculado con lo anterior, cabe preguntarse si acaso la gobernanza de la UCH está a la altura de los riesgos y dilemas que enfrenta y que seguramente proliferarán en el futuro. Mirada desde fuera, la Rectoría se aprecia relativamente aislada, sin un eficaz acompañamiento por parte de las demás estructuras de gobierno de la Universidad.

En la coyuntura actual, ¿cómo se ha manifestado la autoridad del Senado académico, ente triestamental que detenta el poder de normar y proyectar la Universidad? Y su Consejo Universitario, ¿qué medidas generales ha dictado para el adecuado uso de la infraestructura universitaria, punto clave en relación con los campamentos, tomas y otras medidas similares?

En fin, los académicos de mayor jerarquía ¿se han manifestado consistente y públicamente en respaldo de la Rectoría y de la explícita doctrina que esta ha ido estableciendo frente a la crisis en estos días?

Sexto, en efecto, la rectora de la UCH, más allá de ciertas ambigüedades o traspiés, ha proclamado claras orientaciones: condena sin remilgos del “acampe” y de la violencia que implica la ocupación de los espacios universitarios; comprensión y solidaridad con la reacción frente al genocidio en curso en Gaza; reprobación tajante del terrorismo de Hamas y sus crímenes; defensa fundada y apasionada de la libertad académica y del pluralismo propio de las culturas universitarias, exigencia de restitución del orden al interior de la UCH en nombre de los valores de la autonomía y del carácter público de su misión, y una rigurosa defensa de la neutralidad institucional que impide a la Universidad convertirse en una institución militante, salvo en defensa de su propia autonomía y de los derechos de libre indagación, docencia y aprendizaje.

Séptimo, por último, cabe considerar los motivos de ese ánimo de reivindicación corporativa con que la UCH afirma su identidad y significado histórico frente a retos como los actuales. Se expresa como un sentimiento de universidad asediada, rodeada de enemigos y competidores que supuestamente desearían destruirla o desmembrarla. No es algo que pueda extrañar.

A fin de cuentas, hace no más de cincuenta años la UCH fue intervenida, cercenada, aplastada y tratada como un bastión contrario a los intereses de la sociedad y el Estado. Y se convirtió en el insigne ejemplar de una “universidad vigilada”. De este modo los traumas del pasado se confunden con los retos del presente.

Por cierto, no puede cohonestarse ni el campamento instalado dentro de la Casa Central de la UCH ni la violencia que significa esta ocupación. Tampoco las tomas que aquí y allá acompañan a estos disturbios. ¡Nada de eso!

Más bien, uno mi voz a la de aquellos que denuncian esa flagrante ruptura del espíritu académico; subrayan el valor político y cultural de la autonomía universitaria y defienden la libertad académica en favor de profesores y estudiantes contra toda forma de cancelación.

La Rectoría de la UCH, entiendo yo, busca encauzar la protesta por medio del intercambio de argumentos en espacios seguros y con sujeción al orden propio de la universidad; ambos son incompatibles con campamentos y tomas. Habrá que ver si por este camino logra restituir los principios institucionales, sin coartar la expresión del pensamiento crítico de sus comunidades ni admitir la cancelación del mismo por minorías contrarias al pluralismo de las ideas.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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