Columna de Opinión, News

“Tuve que aceptar”. GDB René Norambuena Veliz

 

                                             “Tuve que aceptar”

Que fui militar y que mi tiempo ya pasó, demasiado rápido, pero llenó mi vida y fue parte de mis sueños.
De dos estrellas de Teniente, a dos estrellas de Teniente Coronel, son años que parecieran días .
Tuve que aceptar que ya retirado, no podía levantarme a una diana o acostarme después de una retreta rodeado de mis pares también actores de sueños y aventuras.
Mi uniforme ya colgado, mi cuerpo envejeciendo esperando que un día la retreta de la vida nos pase a buscar.
Los uniformados tenemos miles de recuerdos maravillosos, cursos,  marchas cantadas, bandas que eran la alegría de las ciudades, cantos hermosos, honores, campañas memorables, entrenamiento y preparación días y noches, historias en cada Guarnición pero hay que aceptar que en la vida todo es pasajero y transitorio.
Y tuve que aceptar que ingrese al Ejército con orgullo, para tratar de defender a mi país como ocurrió en los años 75 y 78, jurando muchas veces ante nuestra bandera, rendir nuestras vidas por nuestra gente, ciudades y mares ,dejando rastros positivos de nuestros pasos antes de partir.
Tuve que aceptar que mis destinaciones no durarían para siempre, que las guarniciones que conocí eran hermosas y que mis soldados poco a poco escogerían su camino y volverían a sus hogares ya con su deber cumplido y formados desfilando con emoción en su último día de cuartel.
Y tuve que aceptar que mis cuarteles, casinos, inventarios, tenidas y armamentos me fueron confiados en préstamo, que no me pertenecían y pese a que eran fugaces y para el uso de muchas generaciones, igual quedaron en mi corazón para siempre .
Y tuve que aceptar que lo que siempre llamábamos mi cuartel era solo un lugar y recinto temporal donde vivíamos Oficiales, Sub Oficiales y soldados y que esos medios empleados no eran propiedad mía o de nosotros por lo que me fui con ese fusil, esa radio, esa carta topográfica, ese patio, ese cerro y ese casino en mi mente como que fueran míos para siempre .
Y tuve que aceptar que mi apego de corazón a la vida militar, haría difícil mi despedida y mi partida.
Y tuve que aceptar que mis camaradas de armas y personal que conocí, mi viejo casino, mi banda, mi estandarte, mis soldados, mis jefes que recuerdo se alejaron, con otros destinos de la vida.
Y tuve que aceptar y pensar ya retirado que, mis éxitos, errores, mi vida en las FFAA eran parte de un pasado hermoso .
Y tuve que aceptar que la vida militar en mi Ejército continuaría sin mí  y cómo que el tiempo olvidaría mi paso por él.
Humildemente confieso que tuve que librar muchas batallas para aceptarlo.
Y tuve que aceptar que hay otras generaciones, otros equipos y otra realidad, pero nadie podrá borrar lo que llevo en mi corazón hasta el día de mi última retreta .
¡Tantas palabras escritas tanto reglamento que aprendimos para después instruir a nuestros subordinados en ese mundo lindo que nunca olvidaremos!
Pero me rendí y acepté lo que tenía que aceptar y así dejé de sufrir.
Deseché mi orgullo y y admití que, la naturaleza y la vida es para todos igual sin favoritismos.
Y tuve que abrir mis brazos para reconocer la vida civil y tratar de entenderla.
Reconocer que mi tiempo pasó, que mi recuerdo es parte de un pasado maravilloso, que todo es transitorio, estemos activos o retirados .
¡Eso me hizo reflexionar y aceptar, y así alcanzar la paz tan soñada!
Todo fue maravilloso pero hay un hecho que empaña nuestro presente ya que en la retreta de la vida el ver a tanto camarada que sintió lo mismo que yo y fue parte destacada de ese Ejército, hoy sea parte de un grupo de ancianos privados de libertad o en procesos tremendos, hacen que sea el único dolor y la única herida que nos llevamos en nuestro corazón.
Que esta reflexión llegue a lo más profundo del corazón militar y que se transforme en un escrito más, de un viejo soldado.

René Norambuena Veliz
General ( R)

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

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TODOS SON SOCIALISTAS. Axel Kaiser

                                                                             TODOS SON SOCIALISTAS

Axel Kaiser, Presidente Fundación para el Progreso

El Mercurio, Columnistas, 03/08/2024

En toda la discusión sobre la catástrofe venezolana se ha encontrado ausente la esencia del problema que aqueja a ese país y la razón principal por la que ha llegado a ser controlado por la dictadura criminal que lo somete hoy. Me refiero al conjunto de ideas que sentaron las bases de la transformación que emprendería Hugo Chávez hace ya 25 años y que son conocidas como socialismo.

El socialismo, no está de más recordarlo, es una ideología colectivista que niega los derechos individuales enfatizando derechos colectivos de tipo material –derechos sociales– que han de ser asegurados por el Estado, es decir, por quienes controlan el poder.

En su ensayo Sobre la cuestión judía, Marx rechazaría la idea de derechos humanos individuales en los siguientes términos: “Ninguno de los llamados derechos humanos va, por tanto, más allá del hombre egoísta, del hombre como miembro de la sociedad burguesa, es decir, del individuo replegado en sí mismo, en su interés privado y en su arbitrariedad privada, y disociado de la comunidad… El único nexo que los mantiene en cohesión es la necesidad natural, la necesidad y el interés privado, la conservación de su propiedad y de su persona egoísta”.

”Y es que, más allá de las palabras de buena crianza y el oportunismo político para desmarcarse de Maduro, son todos igual de socialistas”.

Como consecuencia, afirmó Max, estos derechos liberales, inventados por la burguesía, no tenían más propósito que sostener el capitalismo permitiendo la explotación de una clase sobre otra. El socialismo, en tanto doctrina que somete al individuo al colectivo, es, por lo tanto, incompatible con la idea de derechos individuales propiamente burguesa. De ahí se sigue que no puede existir una economía libre con respeto a la propiedad privada, pues, nuevamente, si ello se permite, se acepta el egoísmo que destruye el bien común.

Por eso Chávez diría que “el neoliberalismo es el camino al infierno” prometiendo acabar con el mediante “una revolución socialista pacífica, pero armada”.

Los resultados son conocidos. Desde que Chávez llegara al poder, Venezuela tiene casi ocho millones de refugiados económicos en el exilio –cerca de un 25 % de la población–, inflación acumulada de más de 2 millones por ciento, salario mínimo de 3,5 dólares mensuales, indigencia de 52 %, pobreza de 81,5 %, caída del PIB de 70 %, colapso en la producción petrolera de 80 %, reducción de 5 años en las expectativas de vida, 50 % menos de camas hospitalarias, baja de más de 15 % en cobertura escolar y 65 % de niños con problemas de desnutrición. Esta es una de las catástrofes humanitarias más dramáticas de las que haya registro en la historia regional.

Ahora bien, cualquier país en que se haya impuesto el socialismo en el mundo, independientemente de la región, cultura, historia, etnia, etcétera, muestra resultados similares.

Tampoco son excepcionales las más de diez mil ejecuciones extrajudiciales por razones políticas y los miles de torturados que se ven en Venezuela, pues en tanto doctrina totalitaria, el socialismo debe necesariamente recurrir a la violencia para imponer su plan a toda la sociedad eliminando todos aquellos elementos que puedan resistir. Además, por su propia naturaleza, debe retener el poder para siempre.

Las comparaciones entre la dictadura Maduro-Chávez con el régimen militar chileno son estúpidas por diversas razones, pero la principal es que ni Pinochet ni los demás militares chilenos tuvieron jamás una ideología totalitaria como el socialismo.

Su régimen, más allá de crímenes injustificables cometidos en el combate contra el terrorismo socialista, fue de tipo republicano, liberal en lo económico y siempre con miras a restablecer la democracia. Los militares llegaron al poder en Chile aclamados por la mayoría de la ciudadanía y la clase política precisamente para evitar en Chile un destino como el de Cuba o Venezuela, país en el que hoy la mayoría clama por que sus propios militares pongan fin al proyecto socialista de Maduro.

En términos simples, si Pinochet y los miembros de la junta hubieran sido socialistas como era Allende y su gente –y sigue siendo buena parte de la izquierda chilena–, jamás habrían establecido un itinerario para restaurar la democracia, no habrían entregado nunca el poder y menos aún habrían hecho de Chile el país más próspero de América Latina.

En cuanto a Boric, Bachelet y la izquierda que gobierna hoy, tenemos dos tipos de socialistas marxistas: los de buenos modales y los de malos modales.

Todos sabemos que Boric es un marxista de buenos modales mientras Carmona es de malos modales, pero en el fondo ambos creen en lo mismo: eliminar el capitalismo y establecer la dictadura socialista.

De ahí los elogios en el pasado de Boric a Maduro y Fidel y de ahí también su disposición a gobernar con los comunistas a pesar de ser cómplices explícitos de la dictadura de Maduro y plantear una amenaza para la seguridad nacional en Chile.

Lo mismo vale para Bachelet, admiradora incondicional de Fidel Castro, la Alemania comunista y amiga personal de Hugo Chávez, según ella misma dijo alguna vez.

Si ninguno de ellos estaría dispuesto a gobernar con un partido totalitario fascista, aunque electoralmente les conviniera, pero si lo están con uno totalitario comunista, se debe precisamente a que comparten su ideología.

Lo mismo vale para todos quienes comparten el Gobierno hoy con el PC: en el fondo, no tienen problemas de principios con el comunismo ni con lo que ocurre en Venezuela, y si los tienen, no son tan grandes como para sacarlos del Gobierno, lo que habla de que no creen realmente en la democracia liberal.

Y es que, más allá de las palabras de buena crianza y el oportunismo político para desmarcarse de Maduro, son todos igual de socialistas.

 

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

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“POR LA MORAL, POR LA MORAL, POR LA MORAL”. Gerardo Varela. El Mercurio

 

                                                                    “POR LA MORAL, POR LA MORAL, POR LA MORAL”

Gerardo Varela

El Mercurio, Columnistas, 03/08/2024

La Revolución de Octubre (1917), donde los comunistas tomaron el poder en Rusia, no fue contra el zar, fue contra la naciente democracia rusa a la que denostaron por burguesa. Lenin, financiado por los alemanes, (que además lo transportaron desde su exilio en Suiza a Rusia), traicionó a su patria, destruyó su democracia, tomó el poder, después se rindió a los alemanes y en el tratado de Brest Litovsk (1918) les pagó el favor y les cedió 1/6 de la superficie europea, incluyendo Ucrania.

Chávez intentó un golpe de Estado, cayó preso; una vez libre, salió elegido con la misma cantinela de corregir la corrupta democracia venezolana. Creó una asamblea constituyente, disolvió el Congreso, suspendió elecciones, se robó y expropió todo lo que se movía, capturó el poder judicial y el órgano electoral y se perpetuó con el poder. Todo eso con el apoyo de un sector amplio de la izquierda chilena.

“Ahora el Presidente Boric ha dicho que se siente obligado moralmente a exigir transparencia a Venezuela. Finalmente le “cayó la teja” y sitúa el problema donde está. En el terreno de la moral. No hay que esperar las actas, como dice Bachelet con total cinismo, para condenar a Maduro”.

El guion de cómo terminan las democracias está escrito y se ha ejecutado una y mil veces. Basta unir los puntos de lo que vivimos en Chile. Un grupo de jóvenes autodeclarados puros y moralmente superiores se alzó en contra de la “corrupta” democracia de los acuerdos.

Bajo el lema de No + AFP y no son 30 pesos, son 30 años, se organizó una insurrección que arrasó con todo a sangre y fuego. Cuando el gobierno trató de poner orden, lo acusaron de violaciones a los DD.HH., se querellaron criminalmente, lo acusaron constitucionalmente y le impusieron una asamblea constituyente, que produjo un guion bolivariano y que fracasó, gracias al voto obligatorio.

Y como siempre ocurre, la pureza terminó en codicia, los principios se resignaron a la ambición y la superioridad moral se rindió ante la naturaleza humana y fue arrollada por la corrupción y la desidia.

La verdad es que son los pueblos los que derrocan dictaduras, no los comunistas; ellos destruyen democracias. Ni en la revolución cubana contra Batista lo hicieron. La revolución la hizo el pueblo y Fidel, una vez en el poder, salió del clóset y se declaró comunista. Por eso que es tan peligroso aliarse con ellos.

Parafraseando a Sir Winston, este gobierno y su presidente hacen lo correcto después de haber intentado todo lo demás.

Ahí están los tratados de libre comercio, donde partieron rechazándolos, después tratando de cambiarlos y terminaron firmándolos. Lo mismo con la seguridad que partieron refundando Carabineros y ahora les falta hacer campaña en radiopatrullas.

Incluso con la famosa obligatoriedad del voto, sacaron todos los trucos del sombrero hasta que a regañadientes y tímidamente terminaron haciendo casi lo correcto.

Desde Bachelet II que la izquierda en Chile se dedica a transformar princesas en sapos. Lo hizo con el sistema electoral, la educación, la salud, los impuestos y ahora quiere hacerlo con las pensiones. Es hora de que la derecha aprenda y no ceda, porque que al final la izquierda razonable —una vez que ha intentado todo lo demás— atina.

Ahora el Presidente Boric ha dicho que se siente obligado moralmente a exigir transparencia a Venezuela. Finalmente le “cayó la teja” y sitúa el problema donde está. En el terreno de la moral.

No hay que esperar las actas, como dice Bachelet con total cinismo, para condenar a Maduro. Si esa elección se la robaron mucho antes, desde que capturaron políticamente el servicio electoral, hasta que le prohibieron competir a la candidata de la oposición (nota aparte merece Bachelet, que estuvo a cargo de la ONU mujer y no ha sido capaz de solidarizar con Corina Machado, ¿dónde quedó la sororidad?).

Pero la inmoralidad no empieza ni termina en la elección venezolana. Aliarse con el Partido Comunista era una inmoralidad, omitirse para que llegaran al Congreso era una inmoralidad, nombrarlos ministros era una inmoralidad, apoyar el texto constitucional de Rojas Vade era una inmoralidad, y hoy nominar como candidato a gobernador a un “soldado de Maduro” y mantenerse aliados con los que respaldan un fraude electoral es una inmoralidad.

Ahora que vienen las elecciones, vamos a ver qué es más fuerte si la moral o el poder. No en vano Fidel dijo en el Estadio Nacional (1971) “por la moral, por la moral, por la moral”.

 

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional