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A TRAVÉS DE LA NOCHE DE PIEDRA. Ascanio Cavallo. La Tercera

 

                                     A TRAVÉS DE LA NOCHE DE PIEDRA

Ascanio Cavallo

La Tercera, Opinión, 04/08/2024

Lo dicho, ya varias veces: Nicolás Maduro es el problemazo de la izquierda latinoamericana. Su modelo es el de una izquierda que trabaja para ganar elecciones por vías democráticas y, una vez que lo logra, trabaja para erosionar la democracia y no entregar nunca el poder; y además, no se considera una izquierda, sino la única izquierda, la de veras, la auténtica.

En el lenguaje de leninismo degradado con que se expresan, se les termina por presentar lo que llaman “el problema del poder”.

¿Cómo no va a ser un problemazo que te metan en ese saco?

Cuando se habla de Maduro no se habla sólo de una persona, sino de un grupo que ha copado todas las posiciones principales del aparato del estado y que, además de gozar de los privilegios de los elegidos, determina qué es bueno o malo para Venezuela. Para este grupo, es frecuente que el pueblo esté equivocado y que su voluntad esté alienada por intereses foráneos. En esos casos, no hay que escucharlo.

Dado que esta es la única izquierda, las otras, la de mentira, son disfraces del imperialismo. Pero hay casos, como Chile y Brasil, donde esas “otras izquierdas” gobiernan en conjunto con personas que defienden la inconducta de Maduro, con lo que dan la razón a quienes piensan que ellas, sus socios y sus aliados son un peligro para la democracia.

El caso paradigmático es el Partido Comunista chileno, que tiene una trayectoria histórica bien asentada en estas materias: nunca, ni en sus momentos más lúcidos, levantó la voz contra Stalin, Brezhnev, Mao, Honecker, Fidel Castro et al, y jamás defendió la libertad en Hungría, Checoslovaquia, Polonia o Afganistán.

No se puede esperar que, con sus actuales dirigentes, cambie esa conducta. Aunque tenga la diferencia de un abismo con otros miembros de su coalición -incluido el presidente-, no saldrá de ella ni renunciará a las posiciones de poder que ha alcanzado en el gobierno.

Sus presuntas grietas internas han de considerarse como una fantasía de sus adversarios, por lo menos hasta que se demuestre lo contrario. Y cuando Juan Andrés Lagos dice que el actual Congreso interno analiza la política de alianzas -como si fuese una advertencia- no puede entenderse de ningún modo que quiere dejar la que hoy tiene.

En cambio, las “otras izquierdas”, como el Frente Amplio, que vieron con entusiasmo el “socialismo del siglo XXI” y la “revolución bolivariana”, chocan de frente con el monstruo que ha salido de esas entrañas. (No hay que confundir esto con el español Podemos, que se apuró en felicitar a Maduro: en su caso, lo que prevalece es la nostalgia, porque la Venezuela de Chávez los financió generosamente durante varios años, incluyendo el grotesco proyecto de la moneda única latinoamericana).

Para más inri, Maduro ha concluido una elección que nunca deseó -que fue el producto de los Acuerdos de Barbados del 2023- con un fraude de manual, carente de toda vergüenza, con interrupción del conteo, horas de silencio, aritmética defectuosa, porcentajes truculentos, expulsión de embajadores, en fin, todo el repertorio de un latrocinio vulgar como el que sólo puede cometer una dictadura derrotada.

Nunca un fraude electoral de América Latina había tenido tan amplia difusión; hasta los niños hablan de eso.

La comunidad internacional ha pedido lo mínimo: que muestre las actas electorales. Brasil le puso un plazo “prudente”. Ese plazo ya pasó. Las actas no aparecerán. Y si llega a haberlas, en meses más, ocurrirá sólo si es que los funcionarios de Maduro consiguen falsificarlas. Es más probable lo primero: no habrá actas.

De modo que el “socialismo del siglo XXI” y la “revolución bolivariana” se han transmutado ostentosamente en lo que intentaban disimular: un estalinismo latinoamericano, con su Gulag para disidentes, su policía política y su justicia subalterna. El madurismo sabe que, aunque en la región tiene menos aliados que en otros tiempos, tampoco hay instancias capaces de cambiar su decisión.

El factor de influencia que podría ser Brasil difícilmente lo será: Lula no es un líder regional y Maduro ya aprendió a encajar su retórica. (Aunque hay rumores de que la diplomacia brasileña negocia una restauración del diálogo político en Venezuela: dudoso). En Colombia hay un gobierno que presenta más de un síntoma de simpatía con el modelo madurista. De México, ni hablar: el partido de AMLO no hace más que imitar la camaleónica política exterior del PRI.

En este cuadro poco alentador, la diplomacia chilena ha tenido un comportamiento impecable desde el punto de vista del estándar democrático, pero carece de fuerza conceptual y de liderazgo para enfrentar a Maduro, que ha ejercido en su contra una forma amatonada cuyo mensaje es: no nos importan ni un pepino.

Ante su problema interno, el presidente Boric ha dicho que reconoce la diferencia con el PC, pero que es él quien conduce las relaciones internacionales. Es, otra vez, una manera de apaciguar la bronca comunista, que no resuelve el problema de fondo: ¿cómo se confía en una izquierda así?

Los venezolanos no están solos en su lucha electoral; el mundo los mira con asombro. Pero la verdad cruda es que sí están solos en su confrontación con un régimen demasiado descarado, demasiado decidido, demasiado comprometido.

Maduro le ha subido el precio a su permanencia en el poder y al mismo tiempo ha depreciado toda influencia externa, incluso la de los políticos frívolos que ansiarían un punto menos de cinismo. Desde el domingo, ha convertido a Venezuela en el territorio de una confrontación en la que ya no sirven el voto ni la presión externa. El drama venezolano es más desolador de lo que parece.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

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CEGUERA SELECTIVA. Josefina Araos, investigadora IES

 

                          CEGUERA SELECTIVA

Josefina Araos, investigadora IES

La Tercera, Opinión, 04/08/2024

Apenas tres semanas antes de la elección en Venezuela, Michelle Bachelet publicó una columna en un importante medio donde manifestaba la preocupación que hace un tiempo sabemos la embarga, a ella y a buena parte de la izquierda: el avance de la ultraderecha.

Su argumento sigue un derrotero conocido, en que la constatación del éxito de figuras como Javier Milei o Marine Le Pen, es seguida por la denuncia de los verdaderos motivos que los inspirarían.

Se trata de los denominados “retrocesos civilizatorios”, iniciativas que buscarían revertir los derechos alcanzados por las minorías y grupos excluidos, mientras socavan por dentro las instituciones democráticas para perpetuarse en el poder.

Los problemas de este enfoque ya han sido señalados: caracterizaciones abstractas que agrupan a figuras muy distintas entre sí y que, preocupadas por construir cercos sanitarios para contenerlas, no terminan de explicar por qué esos líderes logran tal adhesión ciudadana.

Sin embargo, los trágicos hechos ocurridos desde el domingo pasado en Venezuela, luego del escandaloso fraude electoral que solo viene a refrendar –y no apenas a iniciar, como parecen decir algunos con su sorpresa– la configuración de un régimen dictatorial en ese país, hacen aún más evidentes los puntos ciegos de esta mirada.

Desde hace más de un año que Bachelet –también el Presidente Boric, y distintos miembros de la izquierda local– manifiestan su inquietud por la amenaza latente de la ultraderecha, mientras en el vecindario los riesgos objetivos están también, y hace un buen tiempo, del otro lado del espectro (además de Venezuela, en Nicaragua y Cuba). No se trata de negar los problemas evidentes de la derecha radical, sino de subrayar la desconexión absoluta de las preocupaciones de aquellos que la cuestionan.

Lo grave de todo esto es que sugiere que el compromiso con la democracia es ambiguo, pues ella solo merece defensa robusta cuando la amenaza proviene del adversario. Así, advertencias como las de Bachelet pierden credibilidad y persuasión: sus análisis críticos son generalizaciones que no dan cuenta de las circunstancias particulares, ni buscan identificar todos y cada uno de los peligros.

Pasan así con total facilidad del escándalo al silencio cómplice, pues mientras las elecciones del parlamento europeo despiertan sofisticadas reflexiones sobre el riesgo de la ultraderecha, los hechos ocurridos en Venezuela no merecen por días mención alguna. Y cuando al fin llega el momento de referirse a ellos, es de una tibieza que raya en lo inaceptable.

El problema en Venezuela no es la falta de transparencia en las elecciones del domingo ni tampoco el fraude electoral, sino la perpetuación en el poder de un dictador dispuesto a todo.

El Presidente Boric, que a todas luces ha sido más enfático y duro con lo que pasa en ese país, permanece en la misma tibieza, o al menos en la ingenuidad: a casi una semana de la elección sigue esperando un conteo justo, cuando esa alternativa desapareció hace un buen rato del horizonte. Si acaso alguna vez fue posible esperarlo.

Necesitamos líderes políticos con juicios consistentes respecto de los acontecimientos en curso, que manifiesten un compromiso real con la democracia. Con esto no se está pidiendo una suerte de empate que dirija condenas fáciles a un lado y otro, reproduciendo así los análisis infructuosos.

El desafío es ofrecer interpretaciones críticas y libres frente a las circunstancias que toca atestiguar, y no en cambio reflexiones interesadas. Eso exige cuidar la democracia (distinto a defender el propio proyecto).

En caso contrario, la ciudadanía ya desapegada advierte tales estrategias, y si constata en sus líderes un compromiso instrumental, nada impide que ella misma profundice su distancia con el sistema. Ese es, en último término, el principal peligro.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

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MADURO, EL VECINO INCÓMODO: LAS CONSECUENCIAS DE UN RÉGIMEN AUTORITARIO EN LA ESTABILIDAD DE LA REGIÓN José Ignacio Araya La Tercera

 

                                                                            MADURO, EL VECINO INCÓMODO: LAS CONSECUENCIAS

                                                                            DE UN RÉGIMEN AUTORITARIO EN LA ESTABILIDAD DE

                                                       LA REGIÓN

José Ignacio Araya

La Tercera, 04/08/2024

Las recientes elecciones presidenciales en Venezuela dejaron una estela de preguntas y relaciones trizadas a su paso. Que si son reales los datos entregados por las autoridades, que si se puede confiar en la administración de Nicolás Maduro o si habrá paz tanto al interior del país como en la relación con sus vecinos regionales.

Y de confirmarse un nuevo gobierno chavista, una nueva interrogante emerge: ¿Generará este una mayor inestabilidad en América?

Tener un vecino problemático, en términos democráticos, podría remecer a la región entera. Ya sea mediante una posible nueva ola migratoria -datos citados por analistas hablan incluso de dos millones más, que se suman a los ocho que ya salieron- o dificultando el logro de acuerdos en instancias bilaterales o multilaterales, expertos consultados por La Tercera señalan algunos de los efectos que se deben considerar de cara a una nueva era venezolana.

Ya sea debido a los efectos migratorios o a los de sana convivencia regional, el tener como vecino a un país bajo un régimen autoritario tiene efectos para toda la comunidad que le rodea y, en algunos casos, mucho más allá, según señalan expertos consultados por La Tercera.

Así, temas locales, como lo son las elecciones estadounidenses, se entremezclan con otros regionales, donde la migración puede llegar a marcar la carrera presidencial prevista para noviembre de este año. Y, al mismo tiempo, la ya compleja integración de Venezuela a eventos regionales se hace cada vez más improbable.

Víctor Aguilar, responsable para América Latina y el Caribe de Crisis Group, aseguró a este periódico que el problema que las dictaduras o los regímenes autocráticos conllevan para la región en la que ocurren es que, al carecer de legitimidad, “suelen exacerbar las tensiones y los conflictos políticos”.

Al no tener “mecanismos e instituciones para resolverlos por medios pacíficos”, su desarrollo suele traducirse “en patrones migratorios extendidos que pueden afectar a los países vecinos, interrupciones en los flujos comerciales y de personas, la generación de tensiones en torno a las zonas fronterizas y el impedimento de las relaciones diplomáticas regulares”.

Una postura distinta propone Brian Winter, redactor jefe de Americas Quarterly y experimentado analista de la política latinoamericana, quien divide la situación venezolana en efectos evidentemente negativos, pero también uno positivo: el ejemplo para otros países sobre los extremismos.

“Los efectos más evidentes de tener cerca una dictadura son los que tenemos ante nuestros ojos: El aumento del hambre, los ocho millones de emigrantes, la mayoría de los cuales han emigrado a otros países latinoamericanos, incluido Chile. La expansión del crimen organizado, que tiene sus raíces en la duplicación de la producción de cocaína en América Latina en los últimos 10 años, pero que se ha visto agravada por el desplazamiento de bandas venezolanas como el Tren de Aragua a Estados Unidos, Chile y otros lugares”.

Sin embargo, añade que también “está la parte positiva”. Para el analista, Venezuela “ha servido de advertencia para la generación actual sobre los peligros que plantea la izquierda autoritaria. La prueba de que este modelo, a pesar de sus promesas igualitarias, solo conduce al sufrimiento, a la represión de las libertades y a la pobreza”.

En sus viajes por Chile, Brasil y Argentina, “el miedo a convertirse en ‘otra Venezuela’ está en todas partes. A veces es exagerado y explotado, pero la preocupación subyacente es válida”, dice. Y añade: “Me gustaría creer que también ha desacreditado a la derecha autoritaria. Es terrible que los venezolanos hayan sufrido para que otros aprendan una lección”.

María Gabriela Trompetero, docente e investigadora venezolana de la Universidad de Bielefeld, en Alemania, conversó con La Tercera sobre la situación de su país natal. En su opinión, “la existencia de regímenes autocráticos en la región, como el venezolano, crea condiciones amenazantes para la democracia”.

“La consolidación de un régimen autoritario genera la falsa impresión de que los canales institucionales no funcionan y, por lo tanto, la aparición de Estados autoritarios, sea cual sea su ideología, se hacen necesarios para responder a las necesidades de la población o para oponerse al enemigo ideológico autoritario de la otra orilla”.

¿Una nueva salida masiva? Días antes de las elecciones del pasado domingo, donde el chavismo coronó como su presidente una vez más a Nicolás Maduro, en medio de cuestionamientos a la veracidad y transparencia de los comicios, no eran pocos los que se preguntaban sobre su futuro en el país.

El 51 % de votos que el mandatario había obtenido, según cifras del Consejo Nacional Electoral (CNE), le otorgan la presidencia por sobre Edmundo González, delfín de María Corina Machado, quien fue inhabilitada por el chavismo previo a los comicios.

El resultado desfavorable para la oposición hizo a varios de los países vecinos, especialmente a los que ya han experimentado de primera mano la diáspora venezolana, sobre los efectos en sus fronteras.

Datos de la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU señalaban que, para julio de 2022, cerca de 6,1 millones de venezolanos habían dejado el país. Dos años después, en junio de 2024, la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) cifraba en 7,7 millones los que salieron del país.

En Chile, por ejemplo, las autoridades ya advirtieron lo que podría ocurrir en los próximos meses. “Tomamos contacto con el Presidente, que nos ha pedido lo siguiente: que hagamos y sigamos haciendo todos los esfuerzos de la coordinación a nivel de los países de la región precisamente para enfrentar la situación, eventualmente que se podría producir por un flujo migratorio mayor”, dijo en la semana la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Gloria de la Fuente, tras una reunión con el Presidente Boric; la ministra del Interior, Carolina Tohá; el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, y la ministra de Defensa, Maya Fernández.

Algunos ya se habían hecho la pregunta incluso antes de las elecciones. Una encuesta publicada en abril de este año señalaba que el 40 % de los venezolanos consideraba irse del país si Maduro era declarado ganador de la contienda electoral. El sondeo, realizado por Meganálisis, también mostró que solo el 16 % de los consultados de seguro se quedaría en Venezuela, independiente del resultado del 28 de julio.

“Si Maduro sigue en el poder, es probable que la migración continúe o incluso aumente, al menos durante algún tiempo”, dijo Víctor Aguilar, de Crisis Group. Sin embargo, tomó distancia de los sondeos.

“El número real de personas que decidan emigrar dependerá de cómo se afronte la situación política y de cómo evolucionen las circunstancias. Algunos podrían marcharse por motivos políticos, mientras que otros lo harían por la crisis económica. Venezuela se enfrenta a una emergencia humanitaria compleja, y mientras no se restablezcan las capacidades económicas e institucionales, es probable que continúe la emigración”, aseveró a este periódico.

Chris Blattman, economista y politólogo de la Universidad de Chicago, señaló en X que el apoyo de países como Rusia a la postura de Maduro tienen tintes geopolíticos, pero también migratorios. “Rusia y sus aliados parecen tener todos los incentivos para avivar las llamas de la represión. ¿Otros dos millones de refugiados fluyendo a través de Centroamérica hacia la frontera estadounidense 60 días antes de las elecciones, en un tema en el que los demócratas suelen ser miopes? Un regalo”, escribió.

“Si (la oposición) es derrotada, o no ven ningún camino hacia la victoria, espero que demos una oportunidad a los dos millones que vengan. La necesitarán. Si tenemos suerte, la Casa Blanca y Seguridad Nacional se están preparando para que la inundación sea ordenada”, añadió.

Para Trompetero, “si Maduro continúa en el poder, aumentará considerablemente el éxodo venezolano”, concluyó. “El éxodo que generaría que en Venezuela no se produzca un cambio político provocaría nuevas presiones en los sistemas de servicios de los países de destino, donde ya hay complejas tensiones sociales entre migrantes y comunidades de acogida. Lamentablemente, algunos países de la región, como Chile, Perú o Ecuador han girado hacia políticas de cierre contra la migración, lo que genera más retos para ambas partes, pues estas no conducen a la integración de los migrantes que, de igual forma, seguirán migrando a pesar de las barreras”, advirtió.

Navegando aguas turbulentas. El migratorio no es el único de los temas que afectan a una región que convive con un régimen autoritario.

La relación política, bilateral y multilateral también se ve seriamente trastocada. Basta mirar a 2025, fecha en que está programada la próxima Cumbre UE-Celac, en Colombia. Y un escenario de relaciones rotas, como el que se puede entrever con la expulsión de las representaciones diplomáticas de siete países latinoamericanos, incluido Chile, hacen difícil una completa integración.

Para María Gabriela Trompetero, “la existencia de estos regímenes antidemocráticos socava la legitimidad de los organismos multilaterales. De allí que estos Estados se vuelvan aún más fuertes en contra de sus ciudadanos, dejándolos sin instancias superiores vinculantes que puedan dar vuelta a decisiones judiciales injustas”. “Es necesario que los Estados vecinos se ajusten a los acuerdos de los organismos multilaterales antes firmados y no acomodarlos a la coyuntura política del momento”, dijo la experta.

En concreto, son solo Bolivia, Nicaragua y Cuba quienes han reconocido abiertamente a Maduro como presidente electo, sumados a China y Rusia. En cambio, el resto de los países de la región espera a que se transparenten las actas, pese a que este viernes el CNE ratificó la victoria chavista sin mostrar el detalle de la votación.

“Es el momento de presentar cargos de imputación y orden de captura por parte de la Corte Penal Internacional contra los principales responsables, incluido Maduro”, dijo el miércoles el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro.

Hasta ahora, EE.UU., Perú, Ecuador, Costa Rica, Argentina, Uruguay y Panamá han rechazado la proclamación de Maduro y han reconocido a González como el mandatario electo. Muchos ojos, sin embargo, se posan en el primero. El papel de EE. UU. en las sanciones económicas al chavismo y sus funcionarios, así como los papeles que la libre determinación y el intervencionismo tienen, vuelven a resonar.

“Se trata de un debate que se está produciendo ahora mismo desde Brasilia a Washington, pasando por Santiago. En Washington, pienso que los responsables políticos, tanto en círculos republicanos como demócratas, están tratando de averiguar cuáles son los límites del poder estadounidense en nuestra era, tras las fallidas guerras de Afganistán e Irak”, explicó a este periódico Brian Winter.

Ligado a migración y políticas internacionales, el redactor jefe de Americas Quarterly cree que “no hay nada que Washington tema más en estos momentos que un nuevo aumento de la inmigración. Si se produjera antes de noviembre, supondría un desastre para la candidatura de Kamala Harris, sobre todo porque está asociada a la política de inmigración del gobierno actual. Las encuestas muestran rutinariamente que la inmigración está entre las mayores preocupaciones de los votantes estadounidenses y, según algunas mediciones, el nivel de inmigración en este país se ha triplicado desde la administración Trump”.

“La triste verdad, en mi opinión, es que cuando un gobierno como el de Maduro decide seguir un camino autoritario, y es indiferente tanto a la opinión internacional como al sufrimiento de su pueblo, no hay mucho que la comunidad regional pueda hacer”, añadió.

Respecto de las medidas que la actual administración podría tomar, el analista señala que no espera que el país “intente una nueva ronda de sanciones al sector petrolero de Venezuela, u otras medidas que podrían agravar aún más la crisis. Tienen miedo de que los efectos lleguen literalmente a su frontera”.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional