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Elogio del terrorismo. Humberto Julio Reyes

                                                                                Elogio del Terrorismo

Humberto Julio Reyes

                Días atrás, en un programa de televisión de alta sintonía, uno de los panelistas que se identifica con el partido “Solidaridad para Chile”, informó a la audiencia respecto al homenaje que próximamente se rendiría al dirigente del MIR, Miguel Enríquez.

                Al referirse a este personaje con laudatorios conceptos, resultó evidente que de él sólo conocía una romántica versión, similar a la que pregonan los admiradores del Ché Guevara.

                Ello no debería extrañar, toda vez que, habitualmente las personas que no vivieron los 1000 días de la Unidad Popular, asumen, sin mayor análisis, que la democracia se quebró el 11 de septiembre de 1973 y, en este caso particular, Miguel Henríquez y sus seguidores salieron ese día a combatir para intentar recuperarla.

                Pido excusas a mis contemporáneos que lean estas líneas por lo que expresaré a continuación, pero, justamente me dirijo a quienes, por comprensible desconocimiento de lo sucedido a partir de 1966, pudieran pensar en que el anunciado homenaje era merecido.

                La carrera delictual del MIR, nacido en la universidad de Concepción, por obra de tres dirigentes, uno de ellos Miguel Henríquez, se inició durante un gobierno plenamente democrático, como lo fue el que encabezara el presidente Eduardo Frei Montalva.

                Su actividad se centró en asaltos y actos terroristas que causaron muchas víctimas y que llevó a que Henríquez fuera condenado y posteriormente indultado por el presidente Salvador Allende el 4 de enero de 1971.

                Dicho beneficio no fue óbice para que continuara actuando al margen de la ley y, en esa condición lo sorprendió el 11 de septiembre, fecha en que pasó a oponerse al gobierno militar desde la clandestinidad, perdiendo finalmente la vida en un enfrentamiento con fuerzas de seguridad.

                En esa oportunidad no estuvo solo ni indefenso, murió combatiendo como lo reconoció reiteradamente y con admiración el mencionado panelista, ello a pesar que un ministro de fuero terminara condenando a quienes se le enfrentaron, como si hubieran cometido el asesinato de un pacífico opositor político.

                Recordé como, en una ocasión, su hijo, conspicuo panelista y admirador de Francia, con su habitual y confusa verborrea lo comparó con los héroes de la resistencia francesa, quizás sin pensar que, con ello, rebajaba el mérito de quienes combatieron a un invasor y no se resignaron a una paz deshonrosa.

                Finalmente, el anunciado homenaje se realizó, apoyado y promovido por el Archivo Nacional, dependiente del Ministerio de las Culturas, llegando a saludar, como no podía faltar, el presidente Boric, quien habría comprado algunos libros sobre el homenajeado.

                La invitación destacaba que la exposición “recorre la vida y el legado (sic) de Miguel Enríquez”, señalando que se buscaba reflexionar “sobre cómo la estrategia política y la experiencia organizativa del MIR pueden iluminar las luchas populares contemporáneas enlazando pasado y presente para proyectar nuevas formas de resistencia”.

                ¿Si lo anterior no es un elogio, es acaso un llamado a rechazar la violencia o a repetirla con esta “iluminación”?

                Ambigüedad pura, en el mejor de los casos, tal como, recientemente, un senador del ala izquierda de la DC declaraba que la CAM no era un movimiento terrorista ya que “usó un método distinto al de la democracia porque dejó de creer en el Estado”.

                Así, un criminal que deja de creer en el derecho de propiedad y asalta y da muerte para apoderarse de lo ajeno, sería “una persona en situación de carencia de algo que no puede obtener por métodos pacíficos”.

                Todo relativismo, negativismo y justificación.

                En todo caso esta actividad partisana mereció, al menos, la crítica del senador Luciano Cruz Coke, exministro de las Culturas, así como una carta al director que dejaba constancia del desafortunado uso del lema de nuestra Armada nacional para promoverla: “Vencer o morir”.

                Concluyo con otra información que puede haber pasado desapercibida para el grueso público, pero que evidencia cómo, seguir victimizándose, puede redituar.

                La corte suprema ha concedido una nueva reparación, esta vez de $ 10.000.000, por daño moral al hijo, entonces en gestación, del extremista y jefe de fuerzas especiales del FPMR Roberto Nordenflycht, quien diera muerte al teniente Julio Roberto Zegers Reed el 20 de agosto de 1989.

                El demandante, tal como alegó el Consejo de Defensa del Estado ya era receptor de diversos beneficios por la misma causa, pero, esta vez, demandaba por $ 300.000.000, junto con pretender, contrariando la versión del propio FPMR, que su padre había sido asesinado.

                El historial de Nordenflycht, hijastro de Volodia Teitelboim, así como lo ocurrido al intentar un sabotaje en el Comando de Aviación del Ejército, acción donde perdió la vida después de cometer el asesinato del teniente Zegers, dan para otra extensa columna, pero es sólo otro ejemplo de cómo es posible seguir obteniendo beneficios al asumir el papel de víctimas o gloriosos combatientes, según convenga.

                Todo ayuda a reescribir la historia, pero, no todo es negativo en esta ocasión, ya que, al reconocer que Enríquez murió en combate, se reivindica la figura de quienes, cumpliendo su deber, lo enfrentaron. Me refiero al entonces teniente Miguel Krasnoff Martchenko y los miembros de su comando, todos ellos en injusta prisión.

9 de oct. de 24

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

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Guerras sangrientas y otra siniestra. Hernán Felipe Errázuriz – El Mercurio

 

                                                                         GUERRAS SANGRIENTAS Y OTRA SINIESTRA

Hernán Felipe Errázuriz – El Mercurio, Columnistas, 05/10/2024

Mientras los heroicos pueblos de Israel y Ucrania luchan por su existencia, con limitado apoyo internacional, respaldo que es menor en el caso de Israel, expuesto a ataques y falsas narrativas de sectores de prensa y varios gobiernos, incluyendo el nuestro, que le imputa genocidio en su defensa, otra guerra avanza sin sangre.

Es la guerra comercial que atenta contra el desarrollo de los pueblos y las libertades de emprender, crear, trabajar y comerciar.

Chile está expuesto a esta ofensiva destructiva en que coinciden autócratas y demócratas, marxistas y algunos sectores capitalistas, determinados países desarrollados y en desarrollo, que invocan la supremacía de exageradas interpretaciones geopolíticas y de la seguridad nacional para restringir libertades.

”La guerra comercial atenta contra el desarrollo de los pueblos y sus libertades”.

El gran salto de la economía que dio Chile a mediados de los setenta —consolidado por los gobiernos siguientes— ha sido la apertura y la inserción a la economía global. Hasta entonces, una maraña de derechos aduaneros, prohibiciones de importar y exportar, medidas paraarancelarias, cuotas y controles cambiarios impedían a los chilenos acceder a productos importados y a la innovación, limitando de paso la asignación correcta de los recursos y desaprovechando la capacidad exportadora nacional.

Estas políticas restrictivas fueron apoyadas por la burocracia internacional, por la Cepal, que promovía la sustitución de importaciones. Llegamos al absurdo de registrar más de 10 supuestas industrias automotrices para fortalecer Arica, empresas que no eran más que galpones para armadurías de partes y piezas importadas de unos pocos automóviles que se asignaban políticamente por una repartición pública, el estanco automotriz. Entonces, los demás chilenos estaban condenados de por vida a ser hombres de a pie.

Este último año el proteccionismo, ahora bajo la aberrante intersección de las políticas de seguridad nacional con las económicas, ha crecido con fatales proyecciones para transformarse en una tendencia.

Estados Unidos, antes líder del libre comercio, con Trump y Biden ha adherido a la doctrina cepaliana y con el argumento, sea del doble uso militar y civil de algunos productos, sea su competencia con China o, bien, sea por supuesta seguridad interna ante riesgos de interrupción de las cadenas de abastecimiento, impide o limita importaciones de productos extranjeros y subsidia los nacionales, como lo hace China.

Algo similar está ocurriendo en la Unión Europea para productos extracomunitarios. Peor, las limitaciones no solo se pretenden aplicar a manufacturas y tecnologías. Invocando la seguridad alimentaria, se busca extenderlas a la agricultura y a la industria de alimentos.

Parecería que nuestras autoridades, políticos, dirigentes gremiales y sindicales no están conscientes de los daños del nuevo proteccionismo para Chile y de los beneficios de las libertades económicas. Pocos o nadie dicen algo al respecto.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

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