Columna de Opinión, News

Cantidad no implica calidad. GDB. Humberto Julio Reyes

 

                                                       CANTIDAD NO IMPLICA CALIDAD

               Humberto Julio Reyes

         Por supuesto, dirá usted estimado y paciente lector.

         Es algo evidente, tratándose de términos que no son sinónimos y que incluso podrían estar inversamente relacionados, por algo el sabio dicho: de lo bueno, poco.

         Sin embargo, la reciente proliferación de candidatos al cargo de Presidente de la República, me ha llevado a expresar, como título de esta columna, algo que es de Perogrullo.

         Que sean muchos, más allá de poner en evidencia el deseo de servirnos desde ese alto cargo, no implica ni menos asegura que posean las competencias para ejercerlo con razonable solvencia.

         ¿Nos enfrentaremos los votantes, en el mes de noviembre, a una papeleta donde aparezcan 60 (¡sesenta!) nombres?

         Probablemente no, ya que más allá de las motivaciones para postular, algunas altruistas y otras no tanto, el choclo se irá desgranando por el camino.

         Primero, por la imposibilidad física, de parte de la mayoría, de obtener los 35.000 apoyos que requiere cualquier hijo de vecino que no representa a un partido político.

         Segundo, porque no todos los partidos inscribirían un candidato y las elecciones primarias debieran reducir el número de los que llegarían a primera vuelta.

         Pero, esa es la parte formal, Vayamos al fondo.

         ¿Es acaso un cargo cualquiera, para el cual no se requiere condición alguna?

         ¿Basta la aspiración de ejercerlo o “habitarlo” para sentirse apto?

         No cabe duda que, parece condición indispensable en un político, el tener una alta opinión de sí mismo, pero hay límites, como el evitar hacer el ridículo desde la partida o no correr el riesgo de ser elegido para algo que supera ampliamente las propias capacidades.

         Pero pareciera que estos numerosos postulantes, aficionados y profesionales de la política, parecieran pensar: si fulano(a) ha sido presidente, ¿por qué no yo?

         ¿No sería posible que los entrevistadores los sometieran a una suerte de cuestionario que incluyera los diez problemas que parecieran más difíciles de solucionar para que los votantes, en casa, advirtieran si han pensado siquiera en cómo solucionarlos?

         No estamos hablando de grandes temas que permiten evadirse de respuestas directas, como seguridad, crecimiento, salud, educación, etc., donde ya hemos escuchado por años generalizaciones como: un país más justo, más inclusivo, más seguro, más más.

         Sugiero una pregunta, para empezar, usted amable lector debe tener otras.

         ¿Cómo solucionaría la megatoma de San Antonio?

         ¿Cuántos de los 60 entusiastas participantes tienen siquiera alguna idea al respecto o esperan que se resuelva sólo por inercia?

         No estará de más recordarles que en este tema están comprometidas diversas instituciones fundamentales en un estado de derecho, como son el derecho de propiedad, el acatamiento de los fallos de los tribunales y la forma de acceder a subsidios para adquirir una vivienda.

         Su atropello ya lo conocimos los más viejos en los años setenta.

20 de mar. de 25

 

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

                                                                    

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