UCRANIA, PUTIN Y PRIGOZHIN
El Mercurio, Editorial, 03/07/2023
Existe inquietud por el desarrollo de la guerra en Ucrania y por la crisis político-militar que se desencadenó en Rusia tras el motín de Yevgueni Prigozhin. La contraofensiva ucraniana ha sido hasta ahora limitada, y a pesar de que en Moscú el gobierno se ve debilitado, en el frente, sus tropas continúan luchando.
Volodimir Zelenski pide a sus comandantes fortalecer las defensas en el norte del territorio ucraniano, por temor a un eventual ataque de los mercenarios de Wagner desde Bielorrusia.
El oscuro acuerdo con el Kremlin permite a Prigozhin quedarse en ese país después de su incursión hasta las puertas de Moscú.
La contraofensiva ucraniana en el este y sur hasta ahora no ha cumplido las expectativas, porque el avance es “lento y doloroso”, y traspasar las líneas de defensa rusas es una tarea “dura y desafiante”.
Los analistas militares coinciden en que es una operación de largo plazo, nada similar a la ofensiva que el año pasado recuperó la región de Jersón.
No hay consenso sobre qué país tiene superioridad en el terreno. Rusia cuenta con una tropa numerosa, incluso sin los mercenarios de Wagner, que está mejor dispuesta que al inicio de la invasión y tiene municiones que alcanzan fácilmente ciudades ucranianas.
El ataque a un restaurante en el Donetsk muestra que los comandantes rusos no dudan en apuntar a civiles, aunque desmienten que ese haya sido el objetivo.
Ucrania tiene fuerzas más versátiles, equipadas con moderno armamento occidental y soldados entrenados especialmente para usarlo. Están actuando con una estrategia inteligente, que busca confundir al enemigo.
El frente de batalla abarca más de mil kilómetros y los rusos tuvieron tiempo, durante el invierno, de preparar el terreno para impedir que los ucranianos recuperen territorios ocupados desde la invasión, escenario de lucha desde 2015.
Trincheras antitanques, campos minados y barreras de bloques piramidales de concreto, en ciertos lugares con profundidad de hasta 10 kilómetros, obligan a las tropas de Kiev a actuar con cuidado.
Según Moscú, unos 260 tanques y 790 vehículos blindados ucranianos han sido destruidos, cifra no verificada, pero tampoco desmentida. Por su parte, voceros ucranianos señalan que hay combates a lo largo del frente de mil kilómetros, que han “liberado” 130 kilómetros cuadrados de territorio en el sur, que hay días en que se avanza un kilómetro, otros, dos, pero también se retrocede.
Ucrania insiste ante los países occidentales en que necesita seguir equipando a sus hombres, aunque, según analistas, todavía no ha desplegado todas las brigadas bien armadas, cuidándolas a la espera del momento oportuno.
La diplomacia de Kiev está muy activa, con apariciones permanentes de Zelenski en foros europeos y en los medios. Para Ucrania es fundamental que los líderes occidentales no pierdan la voluntad de continuar apoyándolos.
La semana pasada, el país fue muy explícito en pedir una señal de que podrán incorporarse a la OTAN. Jens Stoltenberg, el jefe de la Alianza Atlántica, dijo que “la puerta está abierta”, pero que lo más urgente es que “siga siendo una nación independiente”, porque si Rusia gana la guerra, “no hay discusión posible sobre su ingreso”.
Este tema y la guerra en general serán centrales en la discusión de la cumbre que se desarrollará este mes en Lituania.
Crisis en el Kremlin. Vladimir Putin no da señales de reconocer el debilitamiento de su autoridad. Sin embargo, es evidente que la rebelión de uno de sus hombres de confianza, como lo era Yevgueni Prigozhin hasta hace nueve días, golpeó su poder donde más lo necesita: en el control sobre el aparato militar y de seguridad del Estado, pero también en la opinión pública.
Según el empresario y expreso político Mijaíl Jodorkovsky, al quedar al descubierto la impotencia de Putin para manejar a su círculo más cercano, perdió liderazgo, basado en su capacidad de manipular las divisiones y rivalidades de sus subalternos, y con ello arriesga ser defenestrado por las fuerzas que él mismo desató (como fue Prigozhin, pero ahora pueden ser otros).
El disidente sostiene que es cuestión de tiempo un cambio de régimen, porque Putin perdió el dominio sobre sus tropas y la ciudadanía ya no cree en la necesidad de la guerra.
Pero advierte que sería una revolución violenta y no “de terciopelo”, porque hay muchos grupos dispuestos a pelear por el botín del poder en Rusia.
Quizás es aventurado adelantarse a un caída violenta de Putin, pero es indudable que fuerzas subterráneas se mueven bajo el Kremlin.
Todavía no se ha sabido de purgas en la cúpula militar (se duda de la lealtad de algunos oficiales) ni política, pero no sorprendería que Putin modificara su gabinete y la jerarquía castrense, en un intento por hacer sentir su mando y evitar un complot.
Se habla de que se arrestó al general Sergei Sirovikin, quien dirigió las tropas en Siria, pues habría conocido las intenciones de Prigozhin. Si se confirmara, sería la primera baja tras el motín, y habría que esperar nuevas y más importantes destituciones.
Seguirán las especulaciones sobre qué fue lo que pasó realmente entre Putin y Prigozhin para que el líder del Kremlin le permitiera una salida a Bielorrusia con las tropas que no aceptaran incorporarse al ejército ruso.
Lo que se sabe es que el jefe de Wagner tendrá un exilio dorado, sea en Minsk o en África, donde sus mercenarios cumplen tareas de seguridad para gobiernos como los de Mali y la República Centroafricana.
Ya obtuvo un triunfo escandaloso al conseguir que el Consejo de Seguridad de la ONU ordenara el retiro de sus cascos azules tras el pedido del gobierno de Mali.
Eso despeja el camino para que Prigozhin siga enriqueciéndose y evadiendo cualquier persecución internacional por crímenes de lesa humanidad cometidos durante sus incursiones en Ucrania.
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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