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    PUNTA PEUCO Y EL TRIUNFO DE LA CLASE POLÍTICA. Por Fernando Thauby García 

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    Columna de Opinión, News
    FJDM-C
    Septiembre 6, 2023

    PUNTA PEUCO  Y EL TRIUNFO DE LA CLASE POLÍTICA.

    El proceso de término del Gobierno Militar se puso en marcha con un plebiscito en  el cual para la Clase Política “lo fundamental era la transferencia del gobierno (ya  que) el mero hecho de asumirlo ejerciendo la Presidencia de la República …  constituiría un cambio en la estructura de poder que desencadenaría un proceso  acumulativo que produciría sucesivas alteraciones en la correlación de fuerzas  políticas en favor de la … Concertación gobernante”.1 

    “En el marco de la estrategia de gobierno, una primera decisión fue no intentar la  derogación de la Ley de Amnistía de 1978 … y aceptar que no habría castigo por  condena penal respecto…” de los militares, lo que constituía un severo golpe a las  aspiraciones de la Concertación y de las organizaciones de Derechos Humanos”  la mayoría conformadas por el Partido Comunista2. 

    Por falta de fuerza política, el primer paso fueron las “leyes Cumplido” que según  su autor -Aylwin- apuntaban a “que se esclarezca la Verdad, se haga justicia en la  medida de lo posible y después venga la hora del perdón” para la cual se  conformó una Comisión de Verdad y Reconciliación cuyo límite de jurisdicción  excluía expresamente “funciones judiciales y enjuiciar el régimen pasado y a las  FFAA”. Como encontrara que la legislación vigente era muy vaga y draconiana,  envió al Congreso un paquete de leyes (las leyes Cumplido”) para que  configuraran una “legislación racional y equitativa, y que los casos pendientes se  trataran de acuerdo con esa nueva legislación”. 

    La Comisión Rettig fue complementada por “una intensa presión política y de los  juristas de la Concertación, que hizo suya el presidente, en el sentido que la Ley  de Amnistía no derogaba, ni impedía investigar los hechos hasta llegar a la  identificación de los culpables”. 

    Hasta aquí tenemos el dibujo de una maniobra político-judicial contra las FFAA,  que inocentemente seguían creyendo en la buena fe de sus contrapartes y que  nunca se organizaron para dar esta lucha política, creyendo que al entregar el  gobierno quedaban ubicadas fuera de ese ámbito; mientras tanto Aylwin avanzaba enviando una carta al Presidente de la Corte Suprema invocando esta tesis  jurídica, que fue acogida y “que con el tiempo ejerció considerable influencia sobre  los tribunales3”.  

    Con gracia, Boeninger explica que “el criterio judicial sobre la materia fue  oscilando , en alguna medida, en función de la evolución de las sensibilidades  políticas al respecto”. 

    Las FFAA resintieron estos cambios, pero como no las afectaban directamente  “nunca estuvieron en condiciones de oponerse porque Pinochet no se atrevió a  dictar una segunda ley de amnistía que abarcara el período 1978 – 1989… de  modo que las FFAA debieron someterse a las reglas del juego. Por ello, cuando se  sintieron amenazadas por las políticas de gobierno, su reacción se redujo a   intentos de presión, “sin salirse del marco legal” 4 que seguía siendo alterado, en  su perjuicio, por parte del Gobierno de Aylwin y sus socios. 

    Los esfuerzos del General Pinochet por su parte se enfocaron cada vez más en  proteger su imagen histórica, su familia y sus intereses y preocupaciones  personales, desapareciendo toda coordinación política, mando centralizado y  coordinación de los esfuerzos en las FFAA  

    Otro aspecto clave de esta período fue la publicación del Informe Rettig en base al  cual Aylwin declara, primero, que “ningún criterio sobre el particular borra el hecho  de que se cometieron las violaciones a los derechos humanos que describe el  Informe” y segundo, que se considera establecida “la verdad histórica y global  sobre lo ocurrido”, “que rechaza categóricamente la noción de que Chile hubiese  vivido una guerra interna” 

    Con esto Aylwin dictó la versión oficial de lo sucedido en Chile y como suele ser,  los en ese momento vencedores, la impusieron y con ello sancionaron la  absolución del terrorismo político y sus acciones militares conducentes al  establecimiento de una campaña militar en regla contra Chile, como lo confirma la  internación de miles de “combatientes entrenados” en el extranjero, las armas  ingresadas ilegalmente al país, como se comprobó en Carrizal Bajo y el intento de  asesinato del general Pinochet que daría comienzo al enfrentamiento armado.  Este informe desconoce realidades como la existencia y actividad terrorista del  MIR desde antes del 11 de septiembre de 1973 y la adopción por parte del PC de  la “estrategia de rebelión de masas para derrocar al régimen militar por las armas”  que derivó en la creación de las Milicias Rodriguistas y del Frente Manuel  Rodríguez, “conformando un proceso de masas, político, ideológico moral y  cultural, organizativo militar y paramilitar, que se engrana con toda la actividad del  pueblo”, Lagos dixit. 

    En este sentido, la finura legal del Informe Rettig sumada a la evidente  malquerencia de sus fuentes de información hacia las FFAA viene a engranar con  las conveniencia políticas declaradas de Aylwin y su Concertación, en perjuicio de  las Instituciones de la Defensa que por constituir un bocado demasiado grande de  masticar, se concentró en el castigo a individuos, autónomos, independientes, sin  defensa y sin apoyo, tratando de sobrevivir al embate de las organizaciones de  Derechos Humanos, de la Clase Política y del Gobierno de sus adversarios  políticos y sin el apoyo de las instituciones militares y del Estado que los enviaron,  apoyaron, patrocinaron y protegieron en las acciones requeridas para imponer la  paz y el control gubernamental. 

    A esta altura parece inevitable recordar a Tomás Moulian 5 respecto a la naturaleza  del gobierno de Allende: “El principio cardinal del cambio era la lucha de clases.  Los discursos de Allende no eran más que variaciones de ese artículo de fe: para  construir un orden más justo, en el que el pueblo viviera mejor, había que derrotar  a la burguesía, por medios legales si era posible, o por otros medios, si era  necesario. El programa de la UP era la aplicación del breviario marxista a las  condiciones de Chile. 

    Allende no tuvo conciencia del proceso que desató. Ignorándolo todo o casi todo  sobre el funcionamiento de la economía real, no vio los devastadores efectos  sociales que traería el fundamentalismo anticapitalista. Además, lo que se suponía  que era su capital –el conocimiento de las dinámicas políticas-, se demostró que  era un supuesto falso. Creyó que el futuro dependía de derrotar “completamente”  a la derecha, y parece haber imaginado que esta no se defendería. La UP dio la  impresión de querer ganarse el mayor número posible de enemigos, y lo  consiguió”. 

    “Está probada la intervención norteamericana en Chile en aquellos años. Lo que  se empieza a conocer recién ahora es lo que podríamos llamar “la intromisión  consentida” de Fidel Castro en nuestros asuntos. En los hechos, Allende le abrió la  puerta. 

    Entre los secretos compartidos por Allende y Castro, estaban el entrenamiento  militar de muchos chilenos en Cuba, el papel de Beatriz Allende y el grupo  castrista del PS, la formación de la guardia personal de Allende, las platas para el  MIR, etc.” 

    Respecto a la inexistencia de guerra civil en Chile en el período 1970 -1990 es  conveniente considerar la opinión de Moulian6: El MIR, “que nunca participó en la  Unidad Popular porque tenía otra postura estratégica, fue diezmado entre 1973 y  1980”, período en que intentó el re nucleamiento de sus cuadros pero fue  alcanzada en el plexo dos veces por los organismos de inteligencia de la  dictadura”. Entre 1973 y 1980 perdió por acción de los organismos represivos,  más de 250 militantes7, mientras miles fueron presos o torturados” estos combates  se dieron en el marco de una guerra irregular que ganó el Gobierno Militar. La aproximación legalista obsoleta del concepto de guerra, aplicado por la  Comisión Rettig hace imposible su comprensión, ya que no se trata de una guerra  clásica decimonónica entre estados que se comportan según un ritual pre  establecido e internacionalmente aceptado, sino que conforma una combinación  de actos políticos, propagandísticos, militares, terroristas, económicos, sociales y  otros, en una acción con fines últimos compartidos pero con ejecución  descentralizada y con gran autonomía. Este tipo de enfrentamiento solo puede ser  reducido mediante un tipo de defensa equivalente, que fue la estrategia del  Gobierno Militar. 

    Indudablemente esto no implica la suspensión de los Derechos Humanos, pero  tampoco desconoce la condición de ser una guerra, en que ambos bandos  incluyen el uso de las armas y de la violencia armada que como sabemos  comenzó antes del 11 de septiembre de 1973. 

    El fin del Gobierno Militar determinó el fin de las operaciones militares contra la  izquierda revolucionaria, sus miembros ahora eran parte del gobierno o muy  cercanos a él, como sucedió con el Partido Comunista. No todos se acomodaron a  la situación de paz y los gobiernos debieron crear organizaciones clandestinas e  ilegales para combatirlos8, la más célebre, sin duda, la Oficina. 

    Por su parte los “combatientes” del Gobierno Militar, quedaron huérfanos de  apoyo. Dado que ningún gobierno de la Concertación iría contra la regla de oro de  Aylwin de no agredir a las Instituciones de las FFAA, la Clase Política adoptó una  convención conveniente para ellas, para el gobierno y para los partidos de la  oposición política: Los violadores de DDHH actuaban por si y ante si, fuera de la  vista de las autoridades del Estado y de sus autoridades militares. Todos sabemos que esto es falso. Completamente falso. 

    Sabemos que en el Estado y más aún las Instituciones Militares la responsabilidad  de mando no se delega nunca, tampoco se extingue. Si los ejecutores actúan mal,  son culpables de mal desempeño, pero la responsabilidad final sigue siendo de  sus autoridades naturales9. Es decir, del Estado y de las Instituciones Militares. En  esto no hay otra interpretación. 

    Podemos ver que desde el comienzo de esta situación la intención final -y  conseguida – por los gobiernos y por la Clase Política fue la señalada por Aylwin  desde el comienzo: la normalización de las relaciones con las FFAA, la  consolidación del poder político en sus manos y el apaciguamiento del PC y PS.  “Para esto contaron con la fuerza del legalismo y la tradición profesional de las  FFAA que se tradujo en que la continuidad de un rol político militar ni estuvo nunca  entre los objetivos militares, con la quedó descartada la posibilidad de un nuevo  golpe de Estado”. Actitud que de meritoria pasó a ser un cuchillo contra ellas  mismas. 

    Cerremos este breve y amargo recuento con un breve análisis de la actuación de  los altos mando militares desde la salida de Pinochet del gobierno. No cabe duda  que salvo algunas personas instaladas en la burocracia estatal, para todos lo  militares este final fue muy satisfactorio. La Misión estaba cumplida, la democracia  repuesta en su sitial, la economía reconstruida, la sociedad pacificada, las FFAA  seguían contando con alto apoyo ciudadano, se habían manejado con éxito dos  graves amenazas de guerra externa y dos crisis económicas globales y  desprovisto al Comunismo del potencial para dominar el poder político. Tal vez los más felices deben haber sido los alto Mandos Militares, que volvían a lo  suyo. Pero había una deuda insoluta con los hombres y mujeres que fueron  enviados a combatir a los enemigos más odiosos y más determinados. Porque no  nos engañemos, en las FFAA y en el Estado los mandos les señalan a cada  persona y organización subalterna donde ir y qué hacer, y esa responsabilidad no  se delega ni se diluye, si hay malas prácticas o directamente delitos, los ejecutores  son culpables pero la responsabilidad sigue siendo indelegable. De la misma manera, una institución es una continuidad, con lo bueno y lo malo,  con lo brillante y lo opaco. No se puede elegir con que parte de la historia  quedarse. Nadie podría no asumir los problemas pendientes que vienen con el  cargo al momento de recibirlo. Tampoco en el Estado. Es parte del paquete. Así las cosas, esos presunto huérfanos de casos de DDHH pueden ser culpables,  pero la responsabilidad de sus dislates, si así hubiera ocurrido, reside en sus  mandos y se heredan, son la historia de una institución. 

     Esto es completamente aplicable al actual escándalo de los robos multi Millonarios mediante Fundaciones  que trasiegan ingentes recursos fiscales a organizaciones privadas asociadas a funcionarios estatales y de  Gobierno.

    No podríamos quedarnos con el Sargento Aldea que: “Valiente y leal hasta la  muerte, cumplió con su deber”, y dejar a los Sargentos Aldeas del 73 que  “Valientes y leales hasta la cárcel, también cumplieron con su deber” En este sentido, esta responsabilidad, no completamente asumida, puede ser el  cáncer que mate a nuestras FFAA cuando de nuevo sean sometidas a la prueba  definitiva: dar la vida por cumplir la misión. 

    Sería el triunfo definitivo de nuestros enemigos. 

    En estos días, la persona que preside el país, con deformaciones morales serias y  escasa capacidad intelectual, vuelve a lanzar al ruedo la suerte de nuestros  prisioneros, desconociendo una vez más los compromisos contraídos por la Clase  Política con las Instituciones de la Defensa. 

    Ya lo hicieron Aylwin, Bachelet y Piñera. 

    Basta. 

    Fernando Thauby García 

    5 de Septiembre de 2023.

    1 Boeninger, “Gobernabilidad”. 414 

    2 Id 1, 454 

    3 Después conocida como “doctrina Aylwin”.

    4 Boeninger Op.Cit. 

    5 Tomás Moulian; Chile Actual Anatomía de un Mito. 159

    6 Op Cit 5, 255. 

    7 El propio MIR los declaraba “combaMentes”. 

    8 Los “descolgados

    Un aporte de nuestro Pas presidente Humberto Julio Reyes

    Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

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