ECUADOR Y SU LUCHA
El Mercurio, Editorial, 23/01/2024
El crimen organizado tuvo años para extender sus tentáculos.
A quince días de la jornada de violencia que paralizó a Ecuador a manos del crimen organizado, los ecos de aquel día aún resuenan en ese país y en el resto de América Latina. Después de todo, nunca antes se había vivido una situación similar, en la que grupos delictuales desafiaran de manera tan abierta la autoridad del Estado.
El gobierno del Presidente Daniel Noboa debió enfrentar una crisis de orden público a nivel nacional, la que involucró la detonación de bombas, el incendio de vehículos, motines en diferentes cárceles, la toma de cerca de 200 rehenes (incluyendo personal carcelario) y el impactante asalto a un canal de televisión por un grupo armado.
Ante estos hechos, Noboa declaró estado de excepción con toque de queda nocturno y afirmó que Ecuador estaba en una situación de “guerra interna”.
El sábado, el viceministro de Gobierno, Esteban Torres, comentó en la red social X que en estos días el promedio diario de muertes violentas había bajado de 28 a 6, producto de las medidas adoptadas por el gobierno de Noboa.
Una cifra que no deja de impresionar, pero que sigue siendo preocupante en un país que en 2023 estuvo entre los más violentos del mundo, con 45 homicidios por cada 100.000 personas.
Basta recordar que la misma semana pasada fue asesinado a tiros César Suárez, uno de los fiscales que investigaban el asalto al canal de televisión TC, así como grandes casos de corrupción.
Las medidas establecidas por el Presidente Noboa parecen estar dando resultado, aunque celebrarlas resulte muy prematuro. Los ecuatorianos, al igual que muchos ciudadanos de la región —incluyendo a Chile—, siguen saliendo cada día a las calles con el justificado miedo a ser víctimas de alguna acción delictual.
Por cierto, esta realidad no apareció de la noche a la mañana. Los grupos del crimen organizado tuvieron años —si no décadas— para ir creciendo y extendiendo sus tentáculos por Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil y el resto de la región, aprovechando la autocomplacencia de gobiernos, la creciente corrupción y la falta de visión al no dimensionar que se estaba ante un fenómeno mucho más complejo que la delincuencia común.
Estas organizaciones son cuerpos jerarquizados que pueden llegar a contar con cientos y hasta miles de integrantes. Tienen acceso a armas de fuego que rivalizan con las de las policías y las Fuerzas Armadas, manejan tecnología de punta y tienen la capacidad de actuar cruzando las fronteras de América Latina.
¿Cómo se combate una amenaza de estas características? Desde luego, con voluntad. Y para ello se necesita unidad y apoyo de todas las fuerzas democráticas al enfrentar el fenómeno.
También, que las instituciones y fuerzas de orden tengan los recursos y las garantías necesarios para realizar su trabajo. Y tercero, sin perder de vista que esta es una batalla que, para lograr resultados duraderos, no puede ser perdida en ningún país, por lo que la cooperación transnacional es clave.
Cada vez que el crimen organizado campea por un vecindario o ciudad, el Estado desaparece de calles, plazas, colegios y hospitales, entre otros. Y eso no se puede permitir.
Por ello, las autoridades ecuatorianas necesitan el apoyo de todos los gobiernos que defienden la libertad y la democracia en la región.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.