BORIC, EL PC Y LA DEMOCRACIA
Carlos Peña
El Mercurio, Columnistas, 31/07/2024
El Presidente Boric ha declarado, desde Dubái, que las diferencias con el PC no lesionan la alianza gubernamental, puesto que se trataría solo de diferencias en cuestiones de política internacional:
“Yo con el PC —dijo— tengo una excelente relación en lo cotidiano (…) y en el punto de política internacional respecto de Venezuela, tenemos una diferencia, pero lo bueno respecto a eso es que tanto ellos como todos los demás entienden que la política en materia internacional la dirijo yo como Presidente de la República”.
¿Será verdad que las diferencias respecto del caso de Venezuela no son sino de política internacional?
“No sería cierto entonces que la diferencia entre el Presidente Boric y el PC sea de política internacional. Sería una diferencia mucho más profunda, una diferencia acerca de la dimensión moral de la democracia”. |
A primera vista, sí. Después de todo, el problema estaría reducido a si se reconoce o no al gobierno de Maduro y la forma en que se debe reaccionar frente a su conducta. Y eso, no parece caber duda, es de competencia exclusiva del Presidente. De esa forma, mientras se respete la competencia presidencial, no habría nada de malo en sostener opiniones opuestas a las del Presidente.
Pero es obvio —salvo que echemos tierra a los ojos— que el problema con el PC, a propósito del caso de Venezuela, no es de política internacional, sino que es relativo al valor de la democracia.
El Partido Comunista, se sabe de sobra, posee un concepto meramente instrumental de la democracia. Para él, la democracia no tiene un valor intrínseco, puesto que sería una manifestación periférica de la vida social, una mera superestructura que expresa diferencias más profundas a nivel de la estructura social y de clases.
Los intereses de clase —tal como el partido los define, desde luego— tienen la última palabra y no la voluntad de la mayoría. La fidelidad a los intereses de clase o del pueblo —tal como el partido lo entiende— es lo más relevante, y frente a ella, cualquier otra lealtad cede.
De ahí entonces que para el PC no exista propiamente un fraude en el caso de Venezuela. Incluso frente a pruebas flagrantes el partido no cambiaría de opinión si la trampa va en beneficio de lo que él entiende son los intereses del pueblo.
¿Acaso —suelen decir los miembros del PC— no es la democracia una mera farsa y un simple disfraz de la explotación de una clase por otra, de la dominación por parte de unos pocos? Y si el problema es la dominación social, ¿qué de malo podría tener desoír la democracia en favor de los intereses de los dominados y en contra de los dominadores?
El Presidente Gabriel Boric parece no compartir esa visión. Y entonces sus diferencias con el PC no serían, es de esperar, de política internacional.
En efecto, el Presidente Boric parece haber dado muestras de no creer en el valor puramente instrumental de la democracia. Para él, se puede colegir de su conducta y de su actitud, la democracia tendría un valor en sí misma.
La democracia valdría porque ella es la única forma de gobierno que realiza la imagen de los hombres y de las mujeres como libres e iguales. La democracia no valdría por los resultados que con ella se alcanzan, puesto que siempre podrá haber un dictador benevolente que alcance buenos resultados: la democracia valdría en sí misma, porque realizaría la imagen moral que las personas poseen en una sociedad abierta y decente en la que, a pesar de sus diferencias de clases y de ingreso, se reconocen como iguales y se liberan así de la coacción injustificada.
No sería cierto entonces que la diferencia entre el Presidente Boric y el PC sea de política internacional. Sería una diferencia mucho más profunda, una diferencia acerca de la dimensión moral de la democracia.
Pero si lo anterior es así —si la diferencia que media entre el Presidente Boric y Maduro, por decirlo de esta forma— es relativo al valor de la democracia, y si el Presidente Boric cree de veras que la democracia realiza nuestra concepción de que somos libres e iguales, entonces, tiene buenas razones no solo para rechazar u oponerse a Maduro, sino también para rechazar el régimen cubano que, al igual que el de Maduro, al despreciar la democracia o manipularla, desprecia y manipula la dignidad de los ciudadanos.
Salvo, claro, que todo el análisis precedente esté equivocado y en realidad el Presidente Boric rechace al régimen de Maduro no por la concepción de la democracia que lo anima, sino por razones de política internacional como él mismo dijo.
Pero ello sería decepcionante y, entonces, no habría motivo alguno para aplaudirlo.
Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel