“Tuve que aceptar”
Que fui militar y que mi tiempo ya pasó, demasiado rápido, pero llenó mi vida y fue parte de mis sueños.
De dos estrellas de Teniente, a dos estrellas de Teniente Coronel, son años que parecieran días .
Tuve que aceptar que ya retirado, no podía levantarme a una diana o acostarme después de una retreta rodeado de mis pares también actores de sueños y aventuras.
Mi uniforme ya colgado, mi cuerpo envejeciendo esperando que un día la retreta de la vida nos pase a buscar.
Los uniformados tenemos miles de recuerdos maravillosos, cursos, marchas cantadas, bandas que eran la alegría de las ciudades, cantos hermosos, honores, campañas memorables, entrenamiento y preparación días y noches, historias en cada Guarnición pero hay que aceptar que en la vida todo es pasajero y transitorio.
Y tuve que aceptar que ingrese al Ejército con orgullo, para tratar de defender a mi país como ocurrió en los años 75 y 78, jurando muchas veces ante nuestra bandera, rendir nuestras vidas por nuestra gente, ciudades y mares ,dejando rastros positivos de nuestros pasos antes de partir.
Tuve que aceptar que mis destinaciones no durarían para siempre, que las guarniciones que conocí eran hermosas y que mis soldados poco a poco escogerían su camino y volverían a sus hogares ya con su deber cumplido y formados desfilando con emoción en su último día de cuartel.
Y tuve que aceptar que mis cuarteles, casinos, inventarios, tenidas y armamentos me fueron confiados en préstamo, que no me pertenecían y pese a que eran fugaces y para el uso de muchas generaciones, igual quedaron en mi corazón para siempre .
Y tuve que aceptar que lo que siempre llamábamos mi cuartel era solo un lugar y recinto temporal donde vivíamos Oficiales, Sub Oficiales y soldados y que esos medios empleados no eran propiedad mía o de nosotros por lo que me fui con ese fusil, esa radio, esa carta topográfica, ese patio, ese cerro y ese casino en mi mente como que fueran míos para siempre .
Y tuve que aceptar que mi apego de corazón a la vida militar, haría difícil mi despedida y mi partida.
Y tuve que aceptar que mis camaradas de armas y personal que conocí, mi viejo casino, mi banda, mi estandarte, mis soldados, mis jefes que recuerdo se alejaron, con otros destinos de la vida.
Y tuve que aceptar y pensar ya retirado que, mis éxitos, errores, mi vida en las FFAA eran parte de un pasado hermoso .
Y tuve que aceptar que la vida militar en mi Ejército continuaría sin mí y cómo que el tiempo olvidaría mi paso por él.
Humildemente confieso que tuve que librar muchas batallas para aceptarlo.
Y tuve que aceptar que hay otras generaciones, otros equipos y otra realidad, pero nadie podrá borrar lo que llevo en mi corazón hasta el día de mi última retreta .
¡Tantas palabras escritas tanto reglamento que aprendimos para después instruir a nuestros subordinados en ese mundo lindo que nunca olvidaremos!
Pero me rendí y acepté lo que tenía que aceptar y así dejé de sufrir.
Deseché mi orgullo y y admití que, la naturaleza y la vida es para todos igual sin favoritismos.
Y tuve que abrir mis brazos para reconocer la vida civil y tratar de entenderla.
Reconocer que mi tiempo pasó, que mi recuerdo es parte de un pasado maravilloso, que todo es transitorio, estemos activos o retirados .
¡Eso me hizo reflexionar y aceptar, y así alcanzar la paz tan soñada!
Todo fue maravilloso pero hay un hecho que empaña nuestro presente ya que en la retreta de la vida el ver a tanto camarada que sintió lo mismo que yo y fue parte destacada de ese Ejército, hoy sea parte de un grupo de ancianos privados de libertad o en procesos tremendos, hacen que sea el único dolor y la única herida que nos llevamos en nuestro corazón.
Que esta reflexión llegue a lo más profundo del corazón militar y que se transforme en un escrito más, de un viejo soldado.
René Norambuena Veliz
General ( R)