Se puede discutir si el poder hegemónico mundial de los EEUU se encuentre en decadencia terminal o no. Es un proceso que tendrá altos y bajos hasta llegar a su nuevo estado, pero es evidente que está siendo cuestionado como nunca. Sus competidores, China y Rusia, juntos y con sus respectivos estados asociados, aun no consiguen el poder militar de los EE.UU. pero si han podido disputar su supremacía financiera, económica, comercial y tecnológica.
La sorprendente gestión del presidente Trump ha destruido la credibilidad de su país, deteriorando -tal vez en forma irremediable-, su red de alianzas y demolida su anterior política de construir “una economía global basada en reglas”. Ha sumido la economía mundial en una guerra cuyo epílogo es desconocido.
Esta situación global, por completo fuera de nuestro control o influencia, se irá resolviendo hasta alcanzar un equilibrio en una nueva distribución de poder, con una guerra convencional regulada entre ambas alianzas o mediante una guerra nuclear, por elección o accidente.
En este escenario, Sudamérica o el “hemisferio occidental” no podrá liberarse -salvo parcialmente y por lapsos discretos- de la tutela norteamericana.
Recientemente y actuando dentro de la ahora extinta “economía global basada en reglas” algunos países de la región construyeron y mantiene activas relaciones comerciales con China, convenientes para ambas partes. Tanto Chile como Brasil y Perú mantienen un intenso intercambio con China que importa materias primas y exporta manufacturas y tecnología. Esta relación, gracias principalmente a la política decidida e intensa de China, ya a logrado crear dependencias difíciles de romper.
En este escenario, “nuestro mundo regional” se debatirá entre intentos de asociarse a los EEUU; tratar de moverse hacia la alianza chino – rusa; incorporarse a alguna de las asociaciones que ellos encabecen, como los BRICS o asociarse con países más o menos independientes como India y Japón.
Teniendo presente la influencia constante y determinante de los EEUU, en Sudamérica hay dos países que de alguna manera pueden intentar condicionar el comportamiento regional o buscar nuestro apoyo para sus propios objetivos -sea encabezando una agrupación autónoma o para apoderarse de la representación regional en las
estructuras internacionales que vayan surgiendo-. Ellos son Brasil y Argentina.
Ambos son estados que pueden sufrir cambios de orientación política sorpresivos y dramáticos. Ello es parte de su historia y cultura política.
Actualmente Argentina está viajando del izquierdismo corrupto de los Kirchner a la revolución del libre mercado de Milei y Brasil desde la derecha semi militar de Bolsonaro a la revolución corrupta del Lulismo.
Ambos países se columpian en un estado de equilibrio inestable que puede retrotraer la situación a las condiciones previas a sus actuales gobiernos y con ello, alterar profundamente sus relaciones con EEUU.
Ambos intentarían actuar regionalmente como “delegados de EEUU” o como miembro de un grupo internacional antinorteamericano como los BRICS o de la alianza Ruso – China según fuera el caso.
En ambas situaciones, sus respectivos gobiernos intentarán hacer valer su peso económico, territorial y demográfico en su beneficio y tratar de condicionar el comportamiento de Chile a su conveniencia.
De coincidir ambos en cobijarse bajo las alas norteamericanas, Brasil será, probablemente, el favorecido y no sería del todo sorprendente que Argentina, en un giro hacia China, reviviera los lazos que forjó la Sra. Kirchner con ese país o que iniciara su incorporación a los Brics u otra organización similar.
Perú, va a seguir siendo objeto de la antigua presión brasileña por salir al Pacífico y de los EEUU, para que se aleje de China y tendrá que intentar equilibrar esta difícil disyuntiva. Su asociación con China para la construcción y explotación del Ferrocarril Trans Sudamericano de Chanchay a Santos es un presente griego que deberá pagar caro, ha quedado prisionero de la pugna China / Brasil con un EEUU que no renunciará sin luchar a su control de Sudamérica, menos aún a que Brasil se convierta en peón de China en la región.
¿Y Chile?. La política exterior tradicional de Chile es una combinación de “principismo” con “pragmatismo”. Respeto y apego a los principios mientras sea posible y, llegados a la crisis, negociación en vista a lograr acuerdos estables y de largo plazo.
No me cabe duda que una asociación sólida y estable con Argentina, próxima a los EEUU, sería la mejor combinación. Esta alternativa no es muy probable dada la volatilidad política de Argentina.
Me parece que, en esta etapa de desarrollo de los eventos, es de nuestra conveniencia seguir dando amplias facilidades a Argentina para acceder al Océano Pacífico por el Puerto de San Antonio y construir un Ferrocarril Trans Andino que sirva a su Interland en su comercio en el Pacifico.
Mantener una relación leal y transparente con China, Rusia y EEUU y potenciar la relación con dos potencias Europeas, Gran Bretaña y Alemania.
En lo que respecta a Brasil, mantenernos a distancia, dado que en cualquiera de las alternativas identificadas intentará alinearnos con sus intereses.
No debemos olvidar que somos miembros de la Comunidad del Pacífico y que países como EEUU, Japón, Corea, Australia, Nueva Zelanda, Indonesia y Filipinas son nuestros vecinos y que ahí están nuestros intereses vitales.
Por muchos años esperamos que el eje del planeta girara hacia el Pacífico. Ya lo hizo.
La política cambia pero la geografía es eterna. Es nuestro momento, no nos confundamos.
Capitán de Navío, Infantería de Marina, (r)
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