Seguridad y defensa, Unión al día

El compromiso permanente del Ejército de Chile

 

El compromiso permanente del Ejército de Chile 

Javier Iturriaga Del Campo 

General, Comandante en Jefe del Ejército 

Hoy, miles de jóvenes, hombres y mujeres integrantes del Ejército de Chile,  efectuarán su Juramento a la Bandera, un compromiso de honor que realizan  todos los militares con la Patria, el cual fue instaurado en 1818 por el Libertador  Bernardo O’Higgins en los albores de la República

Este juramento se lleva a cabo en todas las unidades a lo largo del país, en  homenaje a la acción heroica de los 77 jóvenes de la 41 Compañía del  Regimiento “Chacabuco”, quienes 140 años atrás defendieron nuestro pabellón  Patrio en el Combate de La Concepción, en la sierra peruana. Juramento que nos  identifica y une como chilenos desde Arica a la Antártica, hasta nuestros días.

Las figuras del capitán Ignacio Carrera Pinto, delos subtenientes Julio Montt  Salamanca, Arturo Pérez Canto, Luis Cruz Martínez del sargento Clodomiro Rosas, del cabo Gabriel Silva, de los soldados Rafael Otárola, Estanislao Jiménez,  Plácido Villarroel y Lindor González por mencionar algunos de estos valientes,  cobran un significado especial para los militares chilenos, quienes reconocen en  ellos no solamente su heroísmo, sino también su tremendo amor a Chile, al que  defendieron hasta entregar su propia vida

Estos héroes no pertenecen solamente al Ejército, son un patrimonio de todos  los chilenos. Es por ello que el Juramento a la Bandera funde en un acto  republicano nuestras tradiciones e historia patria con el compromiso de las  nuevas generaciones del país, proyectándolas hacia el futuro.

El Ejército recibe todos los años a parte de nuestra juventud, que proviene de  todos los rincones de la sociedad, sin importar clase social, género, creencia o  etnia. De manera voluntaria y consciente, es esta misma juventud, los  principales protagonistas de esta jornada, quienes emprenden la carrera militar  con un compromiso férreo con la Patria y los chilenos.

Como parte de la sociedad, nuestra fortaleza como institución no proviene de  los equipos militares ni de los sistemas de armas, sino de los miles de hombres  y mujeres que lo integran, profesionales que son formados intelectual moral y  físicamente para los desafíos actuales y futuros.

Este proceso refuerza la disciplina principios y valores para que todos puedan  desarrollarse como personas, se realicen profesionalmente y cumplan con  excelencia y rectitud las distintas misiones que les entrega el país, como es la  defensa de la soberanía, la participación en operaciones de paz, la Contribución  en emergencias y desastres naturales y el apoyo a la seguridad, entre otras.

Prueba de ello fue el despliegue realizado, durante más de 18 meses a lo largo  del país, en apoyo a la pandemia del Covid para resguardar a toda la ciudadanía. Lo anterior, con el pesar de haber perdido a dos de nuestros camaradas en el  cumplimiento de su deber, el cabo 1° Alejandro Celis (Q.E.P.D.) y el soldado  conscripto Hugo Muñoz (Q.E.P.D.), así como las graves lesiones que deberá  sufrir de por vida el cabo 2° Bryan Castillo.

Con la misma entrega de ellos, seguimos cumpliendo nuestras tareas en tiempos de normalidad y en Estados de Excepción Constitucional, Junto a las otras  instituciones do las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública,

Este juramento cobra vida todos los días, razón por la cual insto a todos quienes  lo realizarán hoy a ser fieles y consecuentes con el legado histórico dé quienes  nos han precedido, no solo de los héroes de La Concepción, sino que de todos  aquellos que han rendido su vida en defensa de nuestro territorio y sus  habitantes.

El objetivo fundamental del Ejército, que tengo el honor de comandar, es servir  a Chile. Misión para la cual la institución se nutre de jóvenes que provienen  desde nuestra sociedad, quienes aceptan el desafío de contribuir al país con  honor, disciplina, lealtad y patriotismo.

Los integrantes del Ejército renovamos nuestra vocación de servicio al recordar  el legado eterno de los 77 héroes de La Concepción y al observar, año a año, el  compromiso que adquieren las nuevas generaciones en esta ceremonia  republicana del Juramento a la Bandera.

e.

Columna de Opinión

Nuestro sitio

Inauguramos nuestro sitio Web

Estimados socios
Junto con saludarlos en una fecha tan especial, en que hemos cumplido un antiguo anhelo, hoy ponemos a disposición de ustedes nuestro sitio Web, el que nos permitirá una mayor interacción entre todos, nos ayudará a mantener un contacto con quienes se encuentran más lejos y también con aquellos que se encuentran privados de libertad.

Queremos entregarles todo tipo de información útil para satisfacer los objetivos de nuestra organización.

Es así que desde hoy podrán enviarnos sus opiniones para considerarlas en la “la columna de opinión”, si estas así lo ameritan.
De la misma manera les invitamos a ser autores de los artículos de nuestra revista.

Estaremos informando de lo que se esta haciendo, de las vistas programadas para llevar nuestro aliento y alegría a los camaradas que se encuentran viviendo momentos dificiles y muchas cosas más.

Creemos que este momento es trascendental para UNOFAR y buscamos estar más cerca de los socios con esta tecnología que estimamos será facil y amigable de usar y que hoy esta a disposición de todos.

Nos sentimos realizados al dar vida a este sitio y a través de estas líneas, queremos agradecer a todos quienes fueron los motores de esta iniciativa.

A ellos muchas gracias y a los socios de UNOFAR, “BIENVENIDOS AL SITIO OFICIAL DE LA UNION DE OFICIALES EN RETIRO DE LA DEFENSA NACIONAL”.

Columna de Opinión

Rescatando nuestras raíces

Con el montaje del campamento, transporte, ayuda logística y de abastecimiento, el Ejército, por medio de la V División, colaboró en la realización de la segunda expedición del Proyecto de Soberanía Cultural de Chile Ancestral, cuyo objetivo es la recuperación y revalorización del patrimonio cultural de Chile, por medio de la difusión de la cultura de los pueblos originarios de la Patagonia y Tierra del Fuego.

Específicamente, el Regimiento Reforzado Nº 11 “Caupolicán” de Porvenir colaboró a montar en el Lago Blanco, comuna de Timaukel, la infraestructura necesaria para la realización de las actividades en terreno, en las que también participaron activamente los efectivos militares, que se basaron en la cosmovisión de la etnia selk’nam, la que durante 12 mil años habitó la Isla Grande de Tierra del Fuego.

Entre las acciones realizadas destacan un taller de máscaras de la ceremonia selk’nam del “Hain”, una representación teatral de mitos y un reconocimiento del territorio y del medio ambiente del lugar.

En la ocasión, el director de Chile Ancestral, Óscar Galleguillos, hizo un público agradecimiento al Ejército, por haber hecho posible la realización de un evento cultural inédito en la región y en el país, como lo fue esta acción ilustrativa de rescate del patrimonio cultural intangible de la zona de Lago Blanco.

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Triunfo Deportivo

Finalizó la temporada de Triatlón 2008-2009 como circuito nacional

Finalizó la temporada de Triatlón 2008-2009 como circuito nacional, (desde noviembre 2008 al 22 de marzo 2009), realizado a base de competencias de larga y corta distancias. La primera, incluye el medio ironman, 1.900 metros de natación, 90 kilómetros de ciclismo y 21 kilómetros de trote. La segunda distancia, incluye 1.500 metros de natación, 40 kilómetros de ciclismo y 10 kilómetros de trote, siendo esta última una modalidad olímpica.

La prueba, que se desarrolló bajo la supervisión de la Federación de Triatlón de Chile, contó con la presencia de los mejores triatletas nacionales en damas y varones, quienes tuvieron que participar en las 8 fechas que tenía este circuito deportivo, siendo los resultados finales los siguientes:

Capitán Claudio Nieto Jiménez, Alumno de la Academia Politécnica Militar, Campeón Nacional en la categoría 30 – 34 años, en distancia Olímpica, logrando la clasificación para la copa del mundo de distancia medio ironman, a desarrollarse en Brasil el próximo 28 de agosto.
Capitán Javier Tisi Yavar, Alumno de la Academia Politécnica Militar, Cuarto lugar Nacional en la Categoría 30 – 34 años en distancia Olímpica.
Teniente Gonzalo Tisi Yavar, Alumno de la Academia Politécnica Militar, Campeón Nacional en la categoría 25 – 29 años, en distancia Olímpica, logrando la clasificación para la copa del mundo de distancia medio ironman, a desarrollarse en Brasil el próximo 28 de agosto.

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Adolfo Paúl Latorre. Empleo de las FF.AA.

Empleo de las FF.AA.
El general Eduardo Aldunate Herman manifestó —en una entrevista publicada el domingo 17 en El Mercurio de Santiago— que en La Araucanía estamos ante problemas profundos, que deben ser solucionados con instrumentos políticos y no con calibre 5.56. Al respecto, vengo en comentar lo siguiente: Las FF.AA. son instrumentos políticos. Cuando los militares actúan están cumpliendo una función política. La decisión de emplear a las FF.AA. para enfrentar un conflicto es una decisión política, no militar.
Aldunate dice: “Los militares no son sustitutos de la policía, y ellos actuarán cuando las policías a las cuales les corresponde esta función —la conservación del orden público— son sobrepasadas, lo cual no es el caso”. Los hechos demuestran lo contrario.
Se dice que en las regiones de La Araucanía existe “violencia rural”, en circunstancias que lo que existe es una “guerra de guerrillas”; una guerra irregular llevada a cabo por grupos de combatientes armados que ejecutan actos terroristas y otros de enorme violencia. Esta guerra irregular es una verdadera guerra y debe ser enfrentada como tal; no por organizaciones policiales —preparadas para investigar los delitos y restablecer el orden público— sino que por fuerzas militares que empleen todo su potencial; aplicando la estrategia y los procedimientos operativos de tiempo de guerra, sin las restricciones para el uso de la fuerza que rigen en tiempo de paz.
Esta guerra irregular es muy difícil de neutralizar, pues los guerrilleros tienen las ventajas de su gran movilidad; del conocimiento del terreno; actúan en pequeños grupos; no usan uniformes identificativos y se confunden entre la población civil, lo que les permite operar de manera oculta y sorpresiva, moverse con rapidez y reunirse y dispersarse sin dejar rastro. Por ello, para alcanzar el éxito en este tipo de guerra, es preciso que las fuerzas militares del Estado estén en una relación del orden de 10 a 1 con respecto a los guerrilleros.
Lo ideal es solucionar el denominado “conflicto mapuche” —cuyo origen inmediato reside en la promulgación de la “Ley Indígena” (19.253 de 1993) y en la ratificación del Convenio 169 de la OIT— pacíficamente, mediante grandes acuerdos nacionales, razonables y justos y que tiendan al bien común, pero el recurso al uso de la fuerza no debe ser descartado.

Adolfo Paúl Latorre

 

Las opiniones en esta sección son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

Columna de Opinión

CARTA ABIERTA A MARCO ENRÍQUEZ-OMINAMI SOBRE LAS DESVENTURAS DEL IDEALISMO por Mauricio Rojas, 30/10/2014

CARTA ABIERTA A MARCO ENRÍQUEZ-OMINAMI SOBRE LAS DESVENTURAS DEL IDEALISMO por Mauricio Rojas, 30/10/2014

LAS OPINIONES EMITIDAS EN ESTA COLUMNA DE OPINIÓN, ES DE RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE UNOFAR

La conclusión a la que llegué es que las propuestas revolucionarias en general y el marxismo en particular eran una secularización del pensamiento mesiánico que atraviesa –creando grandes tensiones y conflictos muchas veces sangrientos– toda la historia del cristianismo.

Estimado Marco:

He visto la reciente entrevista en CNN donde dijiste que habrías sido mirista y calificaste al MIR como “un movimiento intelectualmente preclaro, brillante”. No es la primera vez que te expresas de esa manera. Así, por ejemplo, en una entrevista de julio de 2013 decías: “Yo habría sido mirista cien veces, porque creo que era una forma de entender la política muy fascinante, de mucha lucidez”. No se trata, por lo tanto, de un desliz ni de una pose, sino de algo sobre lo que has reflexionado largamente cosa nada extraña siendo tu padre la figura sin duda más prominente de lo que fue el MIR.

Es por ello que te escribo, pero no solo por ser quien eres sino por todos aquellos jóvenes que te escuchan pronunciarte de esa forma acerca de un movimiento que fue uno de los grandes responsables de la entronización de la violencia política en Chile y la destrucción de aquella democracia que personas como tu padre tanto despreciaron y tanto hicieron por hundir. Me cuesta entender que se pueda considerar como intelectualmente preclara una propuesta política que propugnaba la así llamada dictadura del proletariado y la insurrección armada contra la democracia, como lo hizo el MIR desde su fundación a mediados de los años 60. O usar calificativos como brillante, lúcido y fascinante para referirse a un movimiento que se inspiraba en regímenes dictatoriales como el de Cuba, China, Vietnam o Corea del Norte y que tenía por ícono a Lenin.

Entiendo tu dilema personal. Es también el mío, pero en cierta medida aún más cercano ya que yo fui mirista e incluso llegué a conocer a tu padre, que estuvo un par de veces en nuestra casa de la calle Catedral. Además, mi madre fue socialista y estuvo detenida en Villa Grimaldi en 1975. Lo que te quiero comunicar no es por ello una reflexión distante sino un relato, que conoce algunas versiones anteriores, de mi intento por comprender tanto la atracción como la peligrosidad de ideas como aquellas en las que tanto tu padre como muchos otros creímos. Permíteme empezar con algunos recuerdos de mi abuelo en el Chile de los años 60.

Mi abuelo me hablaba siempre de la soberbia. Me miraba con cariño pero también con temor cuando yo le contaba, lleno de entusiasmo, de mis ideas revolucionarias, de cómo pronto cambiaríamos completamente el mundo y liberaríamos al ser humano de todo aquello que lo atribula, humilla y empequeñece. Él era profundamente religioso y no podía dejar de reconocer la veta mesiánica en su nieto. Conversábamos largamente bajo el parrón de nuestra casa en ese Santiago de comienzos de los años sesenta, que pronto vería llenarse sus calles de jóvenes como tu padre y como yo, deseosos de revolución. Mi abuelo insistía en la soberbia y yo lo miraba como una reliquia del pasado.

Todo lo que él quería decirme está plasmado en una frase de Jesús en los evangelios cuya profundidad no entendí sino mucho después: “Mi reino no es de este mundo”. Es una advertencia sabia, un llamado a la modestia acerca de lo que humanamente podemos alcanzar. Con mi abuelo hace ya mucho que no puedo conversar. Un ataque al corazón puso fin a su vida en 1968 y no alcanzó a ver como su Chile tan querido se hundía en una lucha fratricida que terminaría desquiciando a su pueblo y destruyendo su antigua democracia. Yo sí lo vi y, además, puse mi granito de arena en esa triste obra de destrucción. Ni cambiamos el mundo ni liberamos a nadie. Terminamos como mártires o como víctimas, y como tal nos acogieron generosamente por todas partes. Pero también podríamos haber terminado como verdugos, como lo han hecho todos aquellos que han llegado al poder inspirados por la idea de la transformación total del mundo y la creación del hombre nuevo.

A esta triste certidumbre llegué hace ya mucho tiempo, cuando luchaba contra mí mismo a comienzos de los años 80 en la biblioteca universitaria de aquella hermosa y apacible ciudad del sur de Suecia llamada Lund. Allí escribí mi tesis doctoral, Renovatio Mundi, que no es otra cosa que un arreglo filosófico de cuentas con aquellas ideas que en nombre de la redención de la humanidad nos invitan a lo que no es otra cosa que un genocidio, es decir, a la destrucción del ser humano tal y como es para poblar al mundo con una nueva especie, salida de nuestros sueños utópicos. Es precisamente ese sueño deslumbrante el que un día nos lleva, como dijo Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, a “purificar, purgar, expulsar, deportar y matar”. Es la soberbia en acción, la hybris del bien o la bondad extrema que nos lleva a su contrario. De ello me hablaba mi abuelo al final de su largo peregrinar, pero su nieto tuvo que recorrer un largo camino para entenderlo.

El camino que emprendí tuvo su punto de partida en lo que para mí era evidente por mi propia experiencia: que la fuerza de los movimientos que pretenden instaurar el paraíso en la Tierra –como lo hace el marxismo con su propuesta del comunismo– está dada por su capacidad de atraer a aquellos sin los cuáles esos movimientos no llegarían muy lejos, a saber, a los altruistas e idealistas o, para decirlo de otra manera, a aquellos que se van a entregar a la causa de la revolución con la devoción de un santo, poniendo de una manera ejemplar todas sus fuerzas e inteligencia al servicio de una causa que para ellos encarna la bondad plena. Justamente por ello los admiramos y se hace tan difícil entender que se trata de seres –como tu padre y mi madre– que se hacen revolucionarios para hacer el bien pero terminan –si tienen la oportunidad– haciendo un mal espantoso. Ese fue mi punto de partida, la dramática paradoja que necesitaba explicar.

La conclusión a la que llegué es que las propuestas revolucionarias en general y el marxismo en particular eran una secularización del pensamiento mesiánico que atraviesa –creando grandes tensiones y conflictos muchas veces sangrientos– toda la historia del cristianismo. Se trata de la idea del retorno inminente del Mesías y la instauración del Reino de Cristo en la Tierra de que habla el Apocalipsis, un reino de armonía y felicidad que duraría mil años –por ello se conoce a estos movimientos como milenaristas–, y que definitivamente superaría la condición precaria de la vida tal como la hemos conocido hasta ahora, recreando al mismo ser humano, que sería así convertido en un hombre nuevo para un mundo depurado del mal.

Propio del mesianismo –tanto medieval como moderno, religioso o ateo– es la creencia no solo en la cercanía de un paraíso terrenal sino en la intervención de un grupo iluminado que juega un papel protagónico en la gran conflagración que, según el arquetipo bíblico, precedería a la recreación del mundo y del hombre. Se trata de la “vanguardia revolucionaria” –para usar la jerga mirista tomada del leninismo– que con su accionar abre paso a la instauración de una sociedad sin clases ni egoísmos, donde impera la justicia, la armonía y la abundancia.

Todo ello modernizado en el caso del marxismo, usando un lenguaje seudocientífico, mediante el cual el plan redentor de la Divina Providencia se convierte en las “leyes de la historia”, impulsadas por el desarrollo incontenible de las fuerzas productivas y finalmente descubiertas por Marx y el “socialismo científico”. Así, la victoria del comunismo no es concebida como un acto antojadizo de voluntad –si bien requiere de ella en la forma de esa violencia revolucionaria que Marx y Engels llamaron “la partera de la historia”– sino como la conclusión necesaria e inevitable de la historia de la humanidad.

Este fue el marxismo que me “robó el alma” cuando yo era muy joven, esa fue nuestra fe, una religión atea deslumbrante que nos invitaba a jugar a ser dioses. Por ella nos convertimos en revolucionarios profesionales, en “bolches”, como decíamos en esos tiempos con tanto orgullo. Me dio –al menos así lo creía entonces– una comprensión total de la historia y un rol sublime en una gesta épica de proporciones grandiosas. ¿Cómo negarse entonces a tomar parte en ese capítulo extraordinario de la historia de la humanidad? ¿Cómo no entregarse de lleno a esa fiesta de liberación de nuestra especie de todos aquellos males que siempre la habían aquejado? ¿Cómo no ser santo, misionero y mártir de una causa tan bella por la cual, sin duda, valía la pena dar la vida propia y también la de muchos otros?

Pero es justamente allí, en esa entrega total y sublime, donde se enturbian definitivamente las aguas cristalinas de la utopía y Maquiavelo aparece, donde la bondad extrema del fin puede convertirse en la maldad extrema de los medios, donde la supuesta salvación de la humanidad puede hacerse al precio de sacrificar la vida de incontables seres humanos, donde se puede “amar” al género humano y despreciar a los hombres de carne y hueso. Che Guevara lo expresó con claridad en su célebre Mensaje a la Tricontinental: “qué importan los peligros o el sacrificio de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la humanidad”. Y por ello mismo nos instaba a transformarnos en una “fría máquina de matar” a fin de poder materializar el sueño revolucionario del hombre nuevo.

Es en ese intersticio de amoralidad absoluta –también llamada, como bien lo sabrás, “moral revolucionaria”–, donde todo lo que fomenta la causa de la revolución está permitido, que se ubica la alabanza a la violencia de la revolución comunista hecha ya por el joven Marx o el llamado de Lenin a usar “todos los procedimientos de lucha”, incluyendo explícitamente el terror, y a “no escatimar métodos dictatoriales” para instaurar la utopía comunista. Ya en 1901, en el cuarto número de su periódico clandestino (Iskra), escribió: “En principio nunca hemos rechazado, ni podemos rechazar, el terror”, y después del golpe de Estado que lo llevó al poder en 1917 hizo justamente del terror su arma fundamental de opresión (no olvides que la feroz policía política leninista, la Cheka, fue creada ya ese mismo año). Todo eso es importante recordarlo, ya que nosotros fuimos marxistas-leninistas en serio, es decir, dispuestos a morir y a matar por la revolución.

Los “campos de la muerte” de Pol Pot o el intento demencial de la revolución cultural de Mao y sus guardias rojos de borrar la herencia cultural de la humanidad para crear, desde cero, un nuevo tipo de ser humano, son hijos del mismo espíritu mesiánico, donde un fin que se propone como sublime justifica los medios más atroces. Por ello es que un día no solo podemos sino que debemos convertirnos, cuando las circunstancias así lo requieren, en dictadores, inquisidores y verdugos.

Esto fue lo que entendí un día, pero lo entendí no como un problema de otros o de una categoría especial de seres singularmente malos, sino como un problema mío y de los seres humanos en general. Vi todo ese potencial de hacer el mal que todos, de una manera u otra, llevamos dentro y vi como yo mismo podía transformarme en un ser absolutamente amoral y despiadado respecto del aquí y el ahora con el pretexto de un más allá y un mañana gloriosos.

Así pude reconocer en mí al criminal político perfecto del que tan certeramente nos habla Albert Camus en “El hombre rebelde”: aquel que mata sin el menor remordimiento y sin límites ya que cree hacerlo a nombre de la razón y el progreso. Y me di cuenta de que yo no era esencialmente distinto de los grandes verdugos del idealismo desbocado, de los Lenin, Stalin, Mao o Pol Pot, pero también, a su manera, de los Hitler y los redentores totalitarios de todos los tiempos. Y me asusté de mi mismo y me fui a refugiar en el pedestre liberalismo que nos invita a la libertad pero no a la liberación, que defiende los derechos del individuo contra la coacción de los colectivos, que no nos ofrece el paraíso en la tierra sino una tierra un poco mejor, que no nos libera de nuestra responsabilidad moral sino que nos la impone, cada día y en cada elección que hacemos.

Eso es lo que quería decirte. Espero que estas líneas te ayuden a comprender mejor a tu padre y a quienes nos dejamos llevar por la tentación de la bondad extrema. No es una excusa por lo que hicimos, pero sí un intento de explicarlo que, a mi juicio, le debemos a Chile. De otra manera seguiremos construyendo mitos nada inocentes y contando medias verdades.

Nota: Este “ex-mirista convertido” fue exiliado a los 25 años y vivió desde 1973 en Suecia. Conoció a la izquierda dura desde adentro y como tantos otros, maduró y se dio vuelta la chaqueta con todo, siendo ahora un gran crítico de su anterior militancia.