Sería soldado por siempre
Jorge Villarroel Carmona
Si tuviera la posibilidad de ser joven nuevamente, elegiría “ser soldado por siempre”, en retrospectiva, el 5 de abril de 1818 participaría en la batalla de Maipú, apuntaría mis cañones sobre los godos cobrando las bajas producidas en Cancha Rayada junto a Borgoño y Blanco Encalada, o bien integraría como infante el batallón Granaderos de Chile hoy conocido como Regimiento Buin, o también integraría unos de los escuadrones de Cazadores siguiendo a Bueras o a Freire, cruzando la hondonada por el eje envolvente, persiguiendo a Osorio, destruyendo sus zapas, sus huestes realistas y su gente.
Alcanzaría con mi batería o compañía o escuadrón más tarde, la explanada de lo Espejo y sería testigo del abrazo de San Martín y de O’Higgins retratado en un lienzo, hoy en los bajos del Templo.
Correría los años 1838 y 1839 e integraría una de las unidades que participaron en la segunda expedición en la Guerra contra la Confederación, a las órdenes de Bulnes en Portada de Guías, Matucana, callejón de Huaylas, Buin, Pan de azúcar y Yungay.
Con la participación de nuestro ejército haría temblar la sierra contra el enemigo tras cureñas y parapetos. Con mi caballo y mis jinetes “salvaría obstáculos, cruzaría charcos, subiría cerros, galoparía cuadras” y arengaría a cientos apoyaría los ataques de la infantería sobre valles y esteros.
Vestiría en 1879 -después del Asalto de Pisagua- la guerrera azul de paño y el pantalón de brea rojo, me verían en cualquier unidad de Infantería, Artillería, Caballería o Zapadores, dejando la huellas de nuestros caballos en Pampa Germania, las huellas de los calamorros en Dolores y Tarapacá y la marca de las cureñas artilleras en la que sus cañones aún humean en San Francisco, en esa sagrado lugar cuyos ecos huracanados de nuestras huestes levantaron la chusca y amplificaron el ruido. Haría huir a los jinetes del chaparé y del Sama y a los batallones enemigos por diferentes direcciones buscado aguadas.
Mi corazón señores de haber vivido esto y solo reflexionar imaginando la valentía ancestral me hace pulsar la sangre a borbotones, sentir mis sienes a mil y con mis piernas impulsaría la cadencia al galope, saltando piezas de metralla semi destruidas, escribiendo las páginas de glorias de nuestro Ejército “salpicadas de decisión, arrojo y valentía”.
No me perdería más tarde las Batallas en Tacna y de Chorrillos. Ahí sería camarada codo a codo con Calameños, Esmeraldinos, Chillanejos, o bien conduciendo mis carretas cureñas artilleras con la velocidad del rayo disparando salvas hasta el Intiorko, escuchando el chivateo araucano de los Cazadores y Granaderos, que blandiendo sus sables sobrepasaron las defensas y más tarde en Morro Solar en San Juan y Miraflores coronaron con lauros esos verdaderos gigantes de rostros curtidos, que llevando cuatro campañas, continuaron inmunes hasta lograr la victoria. Dejaría grabado en mi mente el recuerdo imborrable de las campañas de Lima y de la quinta y última exigente campaña de la Sierra, recordando a Carrera Pinto en La Concepción y un año después en esa batalla de Huamachuco ocupando las defensas iniciales en el cerro Coyulga bajo el mando de Gorostiaga, doblegando al denominado Brujo de los Andes el General Andrés Avelino Cáceres, terminando con la firma en el conocido tratado de Ancón.
Sería también integrante de cualquier Regimiento glorioso por cierto, de esos creados a sangre y fuego hace dos siglos cuyos integrantes tienen el peso sobre sus hombros de una historia viva que obliga a cualquier soldado actual, a resguardar las tradiciones y mantener la apostura marcial.
En las actuales guarniciones de Arica, Pozo Almonte, Antofagasta y Punta Arenas con esos medios blindados de las armas de Infantería y Caballería Blindada, juntos con la artillería autopropulsada, los ingenieros con sus lanza puentes y las telecomunicaciones tridimensionales, con la Intendencia, Material de Guerra, Transportes, Sanidad, Veterinaria y también nuestro servicio de Justicia, Religioso que son vitales y graníticas para la fuerza que disuade. ¿Cómo no sentirnos orgullosos de ver tanta operacionalizad?
Si volviéramos a nacer señores…… estoy seguro que ustedes también, saltaríamos de una época a otra en nuestra historia, pero siempre en unidades militares, desfilando a los compases de los clarines y de los timbales, instruyendo a millares de soldados, con quienes juntos y prestos hasta rendir la vida fiel al juramento y hasta el último respiro estaremos orgullosos de haber elegido ¡¡ ser soldado del Ejército de Chile por siempre !!
𝗝𝗢𝗥𝗚𝗘 𝗩𝗜𝗟𝗟𝗔𝗥𝗥𝗢𝗘𝗟 𝗖𝗔𝗥𝗠𝗢𝗡𝗔
Imagen. Fuente: dreanstime.com