CÓMPLICES ACTIVOS por Cristián Valenzuela La Tercera, 20/10/2021 —-LA VIOLENCIA ¿PARA QUÉ? por Gonzalo Rojas Sánchez El Mercurio, Columnistas, 20/10/2021—El Contractualismo en la propuesta de la Nueva Constitución Política. La Seguridad como un Deber
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión
De nuevo la violencia aguda, de nuevo la fuerza destructora de tantos bienes materiales y, más importante aún, de la convivencia racional. ¿Para qué?
Los chilenos eligieron un camino para resolver su crisis social e institucional. Ese es el rol que cumple la Convención Constituyente que, más allá de los plazos y procedimientos que algunos pretenden cambiar, deberá evacuar sus resultados finales en algunos meses. Pero claramente esa definición no va a resolver el grave problema de violencia pública que se ha instalado en nuestro país…
Destruir, saquear, quemar y robar. Esos son los mínimos comunes de cualquier conmemoración del 18 de octubre en Chile y a lo que los chilenos se han tenido que acostumbrar. El lunes recién pasado, miles de personas tuvieron permiso para retirarse más temprano de sus trabajos y la televisión, gradualmente, nos fue mostrando el vaciamiento de las calles y las imágenes de la barbarie.
¿Quiénes son los responsables? Es la pregunta que intentó contestar el subsecretario Galli al emplazar a candidatos presidenciales, constituyentes y otros actores. Indignados, algunos de ellos le contestaron que la responsabilidad es del gobierno y que la indignación que muestra Galli, más que una función de Estado corresponde a una intervención electoral. Curioso sería que el subsecretario Galli terminara sumariado en Contraloría por condenar los desórdenes públicos y los delincuentes indultados por concesión graciosa del Congreso Nacional.
Pero antes que buscar a los responsables, creo yo, lo primero es reconocer que tenemos un grave problema. Porque al parecer, a muchos actores estos hechos no les parecen lo suficientemente reprobables. Por lo pronto, a los líderes del Partido Comunista que asisten felices a conmemorar esta fecha junto al perro “Matapacos” en Plaza In-dignidad. De la misma forma, los diputados y senadores que patrocinan impulsan y votan a favor de un proyecto que asegura la impunidad de delincuentes, vándalos y asesinos en potencia.
¿Es normal que un grupo de personas tenga derecho a destruir, saquear, quemar y robar? Esa es la pregunta sobre la cual debemos trazar una línea roja. Durante más de un año, previo al estallido, nos acostumbramos a ver a jóvenes encapuchados sobre el Instituto Nacional lanzando molotovs a diestra y siniestra. Muchos callaron y fueron cómplices pasivos de esa violencia. Lo mismo ocurre ahora, con los que intentan esconder los graves atentados de violencia y pillaje debajo de un aparente manto de legitimidad que darían las manifestaciones y movilizaciones sociales.
Los chilenos eligieron un camino para resolver su crisis social e institucional. Ese es el rol que cumple la Convención Constituyente que, más allá de los plazos y procedimientos que algunos pretenden cambiar, deberá evacuar sus resultados finales en algunos meses. Pero, claramente, esa definición no va a resolver el grave problema de violencia pública que se ha instalado en nuestro país en los últimos años y que tiene a varios actores públicos como cómplices, pasivos y activos, de esa violencia.
Durante más de 30 años, Chile se ha destacado en el contexto latinoamericano por la seriedad y estabilidad de sus instituciones y el respeto profundo al Estado de Derecho por parte de autoridades y la ciudadanía en general. Durante el último lustro, esas virtudes se han ido deteriorando sistemáticamente. A fines de noviembre, por las diferencias expresadas, Chile no solo elige al próximo Presidente, sino también se define entre dos modelos de sociedad y su fórmula para enfrentar la violencia extrema. Por una parte, dos candidatos que son cómplices activos del vandalismo y la delincuencia; por otra, dos candidatos que son activos opositores a que esa violencia permanezca. En el Chile de hoy, esa no es una insignificante diferencia.
LA VIOLENCIA ¿PARA QUÉ?
Gonzalo Rojas Sánchez
El Mercurio, Columnistas, 20/10/2021
Nuevos ataques en La Araucanía e incidentes graves en varias ciudades.
De nuevo la violencia aguda, de nuevo la fuerza destructora de tantos bienes materiales y, más importante aún, de la convivencia racional.
¿Para qué?
Solo si hay buenas respuestas para esta pregunta, habrá posibilidades de enfrentar y de derrotar a la violencia. Buenas respuestas, en plural, porque sería muy torpe pensar que con el fuego, con las bombas y con las piedras se busca un único fin, que es una sola la meta que se persigue. Incluso, ese reduccionismo podría ocultar que existen en el despliegue de la violencia objetivos contrapuestos e incompatibles entre sí.
Hay quienes atacan, insultan y destruyen sin un propósito definido. Su violencia es consecuencia directa de un odio desesperanzado, de una rebeldía inconducente.
Sus actos concretos se expresan en niveles altísimos de furia, pero detrás de esa agresividad no hay ni sentido ni proyecto. Son los más peligrosos en apariencia, pero, a la corta, son los más inocuos.
A lo más, babean de felicidad frente al carabinero herido o a la iglesia quemada. Su deleite por el mal causado se agota rápido y la contemplación del daño inferido solo los mueve a la próxima acción. Y así, en un runrún sinfín.
Un segundo grupo es de mucho más cuidado. Son los que usan la violencia para provocar el enfrentamiento. Instigadores o provocadores —en realidad, ejecutores— que lo que buscan es la reacción del agredido. Como en muchos casos la violencia se desata sobre la fuerza pública, lo que se pretende es calificar su reacción como represión.
El agresor se disfraza así de víctima, la violencia se presenta entonces como epopeya, las instituciones que nos defienden a todos son calificadas como ilegítimas.
Pero cuando esa tarea está ya muy avanzada —y en Chile es así desde hace dos años— entonces se provoca a otro “enemigo”, a simples ciudadanos a quienes se agrede para revivir la manida lucha de clases.
La violencia es el medio previsto para destruir —sí, físicamente— a quienes se opongan. Esta etapa está recién incubándose —La Araucanía es ciertamente todo un laboratorio— y no sabemos aún hasta qué extremos inverosímiles puede llegar.
El tercer segmento es el más peligroso, es el que realmente puede destruirlo todo. Está integrado por quienes tienen como objetivo único la anulación de aquellos a los que consideran sus enemigos.
No se trata de conseguir que se organicen, que reaccionen y que se defiendan sino, todo lo contrario, que caigan en un estado de completo desánimo y pasividad, que huyan de sus espacios e instituciones y, finalmente, que abandonen Chile. “Por qué no se vaaaaan, no se van del paíiiis”.
“Solo si hay buenas respuestas para esta pregunta, habrá posibilidades de enfrentarla y de derrotarla”. |
La violencia opera en este caso como terror dosificado. A veces es tan estridente como grotesca, aunque en otros momentos es simplemente amenaza sutil, funa selectiva. Pero en todos estos casos, el objetivo es el mismo: impedir la reacción del agredido, despejar el campo para avanzar sin oposición hacia el objetivo final, la conquista del poder total.
Lenin se preguntó con absoluto cinismo: “La libertad, ¿para qué?”. Y aquella interrogante, que parece tan lejana, en realidad se vincula directamente con la violencia actual en Chile.
Así es, obviamente, porque cuando la libertad no tiene más contenido que el que le otorgan los comunistas a favor de su proyecto totalitario, entonces la violencia asume uno o todos los sentidos antes descritos. Pretende ser un sustituto de la libertad, aunque haciéndose pasar por ella. Es lo que viene sucediendo en Chile.
Por eso, mezclados y potenciándose entre sí, esos distintos objetivos volvieron a hacerse presentes, una vez más, en este triste lunes 18 de octubre.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas C,
El Contractualismo en la propuesta de la Nueva Constitución Política. La Seguridad como un Deber del Pacto Social. Cuaderno de trabajo ANEPE N° 05/2021
Entre los temas que la Convención Constituyente debiese reflexionar e incluir en su propuesta de nueva Constitución Política, la seguridad es uno de estos.
Este texto aborda dicho asunto desde la teoría política, en consideración que la acción constituyente y la idea de seguridad son planteadas por los autores contractualistas.
De este modo “El Leviatán”, “Dos ensayos sobre el gobierno civil” y “El contrato social” conforman dicha perspectiva, y en base a estas fuentes primarias y secundarias afines, se expone la lógica contractualista de pactar para proveer seguridad.
Las conclusiones señalan similitudes y diferencias entre los autores, rescatando como idea base común el que el “pacto social” surge para proveer seguridad y que la conformación de una comunidad conlleva seguridad.
Los invitamos a ver este trabajo en: