CONVENIOS, FUNDACIONES Y SUBSIDIARIEDAD.
El Mercurio, Editorial, 12/07/2023
Si el Estado invadiera todas las esferas, como lo proponen los críticos, sería aún más fácil quebrantar el buen uso de esos fondos.
Ha resultado sorprendente el ataque que han desplegado contra las iniciativas de la sociedad civil diversos grupos de izquierda, a raíz de los escandalosos traspasos de dinero que obtuvieron fundaciones de ese mismo sector político por parte del Estado.
Luego de que figuras vinculadas a partidos de esa tendencia aparecieran en torcidas maniobras por hacerse de recursos estatales, no han faltado los oportunistas que critican a todas las fundaciones que tengan fines sociales.
En sus críticas no se limitan a aquellas que reciben apoyos de los gobiernos, sino que hacen extensivas sus objeciones a todas las iniciativas de bien común que han hecho, y continúan haciendo, distinguidas personas e instituciones.
La lógica de sus planteamientos no es fácil de seguir, pues no pueden eludir que sus observaciones parten de los casos protagonizados por personas de sus mismas tendencias.
Si ellas se empeñan en conseguir fondos de maneras poco escrupulosas, entonces parecieran decir que no es posible que el Estado le entregue fondos a nadie y debe ser el mismo Estado el que realice todas las tareas.
El absurdo de este planteamiento no escapa al juicio de nadie.
Son muchísimas las funciones que realizan fundaciones y corporaciones que han surgido de la iniciativa privada y que cumplen labores que hoy la sociedad estima indispensables, tanto en el ámbito cultural, como social, educacional, de salud y en muchos otros campos.
Casi siempre se trata de áreas que han sido detectadas por personas talentosas mucho antes de que las autoridades públicas hubieran manifestado la más mínima inquietud por ellas.
Los Bomberos de Chile, por poner un ejemplo, surgieron de la necesidad de combatir incendios en Valparaíso, lo que dio origen a manifestaciones ciudadanas que crearon el primer cuerpo de Bomberos. En su trayectoria han logrado crear una mística de voluntarios que raramente se observa en los organismos estatales.
Lo mismo podría decirse de Coaniquem, que nace para la rehabilitación de los niños quemados y hoy, con cuatro centros, atiende a miles de estos niños con un fervor y entusiasmo desconocidos en muchos de los centros del Estado.
Para intentar darle visos de seriedad a su oportunismo, los críticos de las fundaciones han resuelto objetar la subsidiariedad, como si por ella se hubieran producido los fraudes en los convenios estatales, e intentan decir que la Constitución de Chile la proclama como guía, en contraposición con la solidaridad.
Con ello, solo demuestran la debilidad de sus planteamientos, pues ni la Constitución formula ese planteamiento ni la subsidiariedad tiene relación alguna con las presumibles estafas, además de no ser contradictoria con la solidaridad.
El principio solo procura que la autoridad resuelva los asuntos en la instancia más cercana a los interesados y, por tanto, no le corresponde al Estado dedicarse a aquellas actividades que ya son adecuadamente desarrolladas por particulares.
La ampliación del concepto “subsidiario” proviene de la doctrina social de la Iglesia Católica y ha sido útil para organizar a grandes colectividades, como la Unión Europea, que consagra los principios de subsidiariedad y proporcionalidad en sus tratados.
La solidaridad no es contraria en forma alguna con el principio, y quienes buscan contraponerlas solo revelan una intención manipulativa de estos conceptos.
Más bien, lo que ilustra lo sucedido con los convenios es la debilidad del Estado para custodiar sus recursos, pues pareciera que funcionarios del mismo partido al que pertenecen los recientes fundadores de ciertas organizaciones sociales se hubieran coludido para traspasarse los dineros.
Si el sector público invadiera todas las esferas, como lo proponen los críticos, sería aún más fácil quebrantar el buen uso de esos fondos. Un Estado que no ha desarrollado reglas suficientemente seguras para resguardar sus riquezas, no puede expandirse sin límite utilizando la solidaridad como mera excusa.
Sus deficiencias quedarían a la vista en la mala asignación y utilización de sus inmensos recursos, en especial si fueran las mismas personas que causaron la situación actual quienes actuaran a nombre de los poderes públicos.
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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