Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión
Pero aún si el joven primer mandatario así lo creyere, esos generales tenían al menos licencia secundaria y el ejercicio de una larga profesión como respaldo a sus ideas, lo que no ocurre con los convencionales que hoy redactan “la casa de todos”.
Pienso que cuando uno debe asumir una importante responsabilidad y prepara sus primeras palabras, seguramente ellas reflejarán en gran medida y explícita o implícitamente las propias convicciones.
Por ello vuelvo a referirme parcialmente al primer discurso que pronunciara el presidente Boric desde un balcón del Palacio de La Moneda y a la frase expresada “no hagamos caricaturas” en el sentido de evitar descalificar por esta vía aquello con lo que no se concuerda.
Sin embargo y al referirse a que cualquiera que fuera el texto de nueva constitución que propusiera la Convención Constitucional, expresó que siempre sería mejor que la escrita por cuatro generales.
El paciente lector pensará que llego tarde con mi comentario ya que más de alguien posteriormente aclaró que el texto que nos rige no es el que se aprobó en 1980 sino que el vigente a partir de 2005, después de sumar 257 reformas y que, por lo demás, fueron diversas instancias integradas por destacadas personalidades las que propusieron aquello que fue plebiscitado y no lo que pudieran haber redactado “cuatro generales”.
Pero aún si el joven primer mandatario así lo creyere, esos generales tenían al menos licencia secundaria y el ejercicio de una larga profesión como respaldo a sus ideas, lo que no ocurre con los convencionales que hoy redactan “la casa de todos”.
En todo caso yo no lo imagino tan ignorante al respecto y asumo que habló “para la galería”, justamente haciendo una caricatura o practicando la desinformación metafórica, como la llama graciosamente Ascanio Cavallo en su columna del día de hoy (Tiempo y trampa).
Pasados unos días es la flamante Ministro del Interior la que recurre a la caricatura para demostrar la desigualdad ante la ley en nuestro país, a los rubios de Las Condes nadie se los lleva preso. Mala noticia sería para los que no somos rubios ni vivimos en Las Condes pero imagino que basta con no andar en malos pasos para no correr el riesgo de ser detenido.
No me cabe duda que habrá más adelante nuevas caricaturas y que, justamente para llamar a aprobar aquello que algunos ya presumen justificadamente que será un imbunche o invunche el texto que se someterá al plebiscito de salida, se nos dirá que votar rechazo equivaldrá a mantener vigente la constitución de los cuatro generales o de la dictadura (antes se decía de Jaime Guzmán pero parece que no conviene recordar su asesinato).
Así que como conclusión yo traduzco:
Donde dice “no hagamos caricaturas” debe leerse “no las hagan”.
Humberto Julio Reyes ( Dijo no hagamos caricaturas o no las hagan?)
3 de abr. de 22
NATALICIO DE DON ARTURO PRAT CHACÓN (Armada de Chile)
Agustín Arturo Prat Chacón nació el 03 de abril de 1848 en la casa patronal de la hacienda de San Agustín de Puñual, ubicada en las cercanías del pueblo de Ninhue, departamento de Itata, provincia del Ñuble, región del Bio – Bio.
Fueron sus padres don Pedro Agustín Prat Barril, de antiguos ancestros en la villa de Santa Coloma de Farnés, corregimiento de Gerona, en la región de Cataluña, España, y doña María Luz Rosario Chacón y Barrios, hija de don Pedro Chacón y Morales, y de doña Concepción Barrios.
A consecuencia de un incendio que destruyó el negocio que su padre poseía en Santiago, que le causó la ruina, la naciente familia debió trasladarse a la hacienda San Agustín de Puñual, donde fueron acogidos por don Andrés Chacón, hermano de su madre, propietario de la hacienda. En este lugar la pareja Prat Chacón tuvo tres hijos que murieron a los pocos meses de vida, siendo Arturo el número cuatro. De salud delicada y contextura muy frágil, su madre confió el fortalecimiento de su salud a la hidroterapia del método Priessnitz.
Durante la llamada “Fiebre del Oro de California”, su tío Andrés Chacón, realizó negocios en los Estados Unidos, con desastrosos resultados, que le costaron la ruina económica, por lo que se vio en la obligación de vender la hacienda. Como resultado, la familia Prat Chacón debió regresar a Santiago. En el invierno de 1849, abordaron un velero del recorrido Talcahuano – Valparaíso. Ningún día dejó doña Rosario de aplicar a su hijo, que contaba en ese entonces con unos quince meses de edad, el sistema Priessnitz, utilizando las gélidas aguas del mar.
En la capital, la familia se radicó en una chacra situada en la actual comuna de Providencia, de propiedad de su abuelo, don Pedro Chacón, en ese entonces cercana a la ciudad. En este ambiente campestre se fue desarrollando físicamente, dejando atrás su “complexión raquítica y endeble… expresión melancólica… aire distraído y apariencia triste y enfermiza”, de acuerdo a lo que recordaba de él su tío Jacinto Chacón, como resultado de su afición por los ejercicios físicos. Ejercicios que no excluían el pugilato con otros niños de su edad. En una ocasión, mientras disputaba una pelea con otro niño fue atropellado por un coche, sin tener que lamentar mayores consecuencias.
En 1854, se vendió la chacra y la familia se trasladó a una modesta casa en la calle Nueva de San Diego, llamada hoy día Arturo Prat. Dos años después, ingresó a una escuelita inaugurada ese año en la misma calle, que tenía una torre con una campana para llamar a clases y por ello se le conocía como la “Escuela de la Campana”. Era dirigida por el visitador General don Bernardo Suárez y el Subdirector, el normalista don Eliseo Otaíza.
Durante sus años escolares demostró ser un alumno de buena conducta, a excepción de pleitos y travesuras propias de la niñez, tenía problemas con las matemáticas, específicamente con la aritmética, que superó posteriormente, tanto así, que en 1856 obtuvo distinción en esta materia, además de lectura, geografía y religión.
Su madre recordaba de este periodo de su vida: “Tenía una tendencia muy marcada al aislamiento y la reserva”; y que “regresaba de la escuela haciendo mil travesuras por el medio de la calle, pero siempre solo”. Usaba la fuerza cuando sentía atropellado en sus derechos. Un compañero se refería a una pelea con él por haberse comido una empanada frita en exceso de las que le tocaban, dejándolo sin ella. En otra oportunidad, alumnos algo mayores lo amenazaron armados de palos. Al día siguiente, se consiguió con un almacenero vecino un cuchillo o machete, con el que enfrentó a sus rivales, quienes lo acusaron al Director Suárez. “Fue sólo para intimidarlos”, se defendía. El profesor castigó la cobardía de los asaltantes y el arrojo del asaltado.
El 25 de agosto de 1858 dejó la escuela y el 28 de ese mes, con solo 10 años ingresó a la Escuela Naval.
Como despedida de la escuela de su alumno el profesor Suárez anotó en sus registros: “Aplicación, excelente; capacidad, buena; asistencia, constante; carácter, inmejorable”.
Su ingreso a la Escuela Naval se debió a las becas creadas por el Presidente de la República Don Manuel Montt Torres. Eran dos por provincia: Una, de Arauco tocó a él, la otra, a su amigo Luis Uribe Orrego. Ambos tenían como apoderado a Jacinto Chacón, su tío y padrastro de Uribe.
Entonces dirigía la Escuela el Marino francés Juan Julio Feillet, secundado por su compatriota Anatolio Desmadryl. Los jóvenes Prat y Uribe formaron parte del llamado “Curso de los Héroes”, integrado, entre otros, por Constantino Bannen Pradel, Carlos Condell de la Haza, Wenceslao Frías Urrutia, Miguel Gaona Yáñez, Juan José Latorre Benavente, Francisco Javier Molinas Gacitúa, Carlos Moraga Suzarte, Jorge Montt Álvarez, Guillermo Peña Urizar, Emilio Valverde Prieto, por nombrar los más importantes, todos ellos personajes destacados en la Guerra del Pacífico.
Su primer año fue irregular en los estudios, distraído, continuaron sus dificultades con las matemáticas. Sin embargo, al igual que en la escuela, se sobrepuso y logró una medalla de plata por sus logros.
En 1859, su segundo año como cadete, debió iniciar el aprendizaje náutico. Su primer viaje de instrucción lo realizó en el vapor “Independencia”, con maniobras de vela y aparejo, para seguir después con las prácticas de marinería y artillería. Más o menos en diciembre de 1859 zarpó a Caldera y de regreso siguió viaje al sur llevando víveres para el vapor “Maipú”, de estación en la costa de Arauco. En estos primeros quehaceres náuticos visitó los principales puertos del litoral de la república.
En enero de 1860, abordó por primera vez la casi nueva “Esmeralda”. Embarques y desembarques, simulacros de combate y otros. Permaneció allí hasta marzo de ese año, regresando luego a la Escuela. A mediados de ese año, volvió a embarcarse en la “Esmeralda”, que en unión de los vapores “Independencia”, “Maipú” y “Maule” se dirigieron a Quintero a las órdenes del Contralmirante Roberto Simpson a ejercicios de tiro y maniobras varias.
En el libro de clases de ese año encontramos las siguientes anotaciones: “Condell al encierro, por pegarle a Prat” y “Prat peleó con Condell. Cuatro horas de arresto”.
Por esos días, presenta un marcado desarrollo físico, antes tan débil y enfermizo, fortalecido por la práctica constante de ejercicio gimnástico. Su tío Jacinto, recordaba que podía levantar pesadas barras de hierro y soportarlas por largos minutos con los brazos extendidos.
En julio de 1861, en sus pruebas finales de teoría, obtuvo el primer lugar entre sus compañeros.
Dos semanas después se embarcó nuevamente en la corbeta “Esmeralda”, la que zarpó rumbo a Talcahuano para luego seguir viaje a Lota a abastecerse de carbón. El buque estaba al mando del Capitán de Fragata Manuel Escala. Posteriormente, realizó varios viajes llevando tropas al sur.
Hallándose en Valparaíso el 01 de octubre de 1861, a mediodía apareció una negra y gruesa humareda en el pontón francés “Infernal”, fondeado en la bahía. En este transporte de la armada francesa, que se mantenía como almacén flotante había carbón, artículos navales, explosivos y municiones. Inmediatamente todos los botes de la “Esmeralda” y del “Maipú” se enviaron tripulados con el mayor número de elementos para extinguir el fuego. En la embarcación de la “Esmeralda” iba una bomba de achique y en la lancha a vapor, un cañón y municiones. Ésta iba al mando del teniente 2° Enrique Simpson y uno de los botes lo dirigía el guardiamarina Prat. Acudieron también botes y lanchas del navío francés “Douguay Trouin” y otros buques surtos en la bahía, llevando varias bombas de achique, que no tardaron en ponerse en acción.
La cubierta de la nave fue invadida por oficiales y marinería que no cesaban de echar agua en abundancia por las escotillas y cubierta del buque. Entre ellos él, tiznado por el hollín y el humo y sofocado por el calor reinante. Después de más de dos horas de duro batallar y cuando las llamas hicieron imposible la permanencia a bordo, se tuvo que abandonar la nave.
Perdidas las esperanzas de salvar el buque, la lancha a vapor de la “Esmeralda” comenzó a dispararle algunos cañonazos, pero sin conseguir echarlo a pique. Tanto el “Maipú” como la “Esmeralda” calentaron máquinas para alejarse del pontón, transformado en un brulote de fuego, que podría estallar de un momento a otro.
Todos los buques de guerra, incluso el “Douguay Trouin”, cañonearon al pontón, pero éste no se hundía. Los esfuerzos resultaron inútiles y como a las cinco y media de la tarde, ante unos 10.000 espectadores de tierra, sobrevino una tremenda explosión en la santabárbara del barco.
Prat, tranquilo, permaneció de pie e incluso ayudó a levantarse a algunos, mientras sobre ellos llovían trozos de metal y madera. Después de esta explosión, el pontón se hundió lentamente. En esta ocasión, el joven Guardiamarina demostró su temple y su impasibilidad ante el peligro.
La “Esmeralda” continuó haciendo viajes al sur y en uno de ellos fue al archipiélago de Juan Fernández.
También se envió a la corbeta en busca del vapor inglés “Lima”, que se había varado y naufragado en el bajo “Lagartos”, frente a la península de Mejillones, salvándose todos sus pasajeros, que fueron llevados a Cobija por un clipper norteamericano.
Posteriormente regresó a Valparaíso, para seguir viaje a Talcahuano, Valdivia y Caldera.
Poco después la “Esmeralda” cambió de comandante, quedando al mando del Capitán de Corbeta Galvarino Riveros Cárdenas, dirigiéndose, en julio de 1863, a Chiloé a carenarse en la isla Tenglo, debido al mal estado que presentaba. Reparada la nave regresó a Valparaíso, donde tomó su mando el Capitán de Corbeta Juan Williams Rebolledo, quien hizo un viaje hasta Mejillones a defender los intereses de los chilenos vejados por las autoridades bolivianas de Cobija, donde regresó al poco tiempo, para evitar la extracción de guano que realizaba un ciudadano brasileño autorizado por el gobierno de Bolivia, en territorio perteneciente a Chile.
El 21 de julio de 1864, rindió los exámenes teóricos y prácticos para obtener los despachos de Guardiamarina Examinado, los que aprobó destacadamente.
Ese mismo año se produjeron incidentes internacionales que desembocaron en la Guerra contra España, debido a la política neo colonialista de la corona española, al enviar una poderosa Escuadra a las costas del Pacífico de América del sur y apoderarse de las islas peruanas Chincha.
Al estallar la guerra, el Guardiamarina Examinado Prat se encontraba embarcado en la corbeta “Esmeralda”, al mando del Capitán de Fragata Juan Williams Rebolledo. El 26 de noviembre de 1865 tuvo lugar el Combate Naval de Papudo, ocasión en que la nave chilena capturó a la goleta cañonera española “Virgen de Covadonga”. La captura de la nave española fue premiada por el gobierno con el ascenso en un grado para todos los marinos que participaron en el hecho de armas, siendo Prat ascendido, el 29 de noviembre, al grado de Teniente Segundo. Además, recibió como recompensa el valor de la presa que le correspondía según el reglamento respectivo, el que alcanzó a mil setecientos pesos, de los cuales la mayor parte envió a su madre.
Inmediatamente después de su captura en el Combate de Papudo, la “Covadonga” fue incorporada a la fuerza naval chilena, al mando del Capitán de Corbeta Manuel Thomson Porto Mariño, siendo Prat trasbordado a ésta. La primera misión de la nave fue conducir a Papudo a los prisioneros españoles, para posteriormente dirigirse a Los Vilos a reparar sus averías y luego zarpar a carbonear a Lota, puerto desde donde siguió viaje a Chiloé.
El 24 de diciembre la “Covadonga” zarpó de Abtao hacia Magallanes con el propósito de apresar al vapor español “San Quintín”, que se presumía venía a relevar al “Marqués de la Victoria” o a traer pertrechos de guerra para la escuadra española. Luego de carbonear en Ancud, la nave tomó la ruta de los canales más frecuentada para llegar al Estrecho de Magallanes, donde reconoció varias naves extranjeras. El 07 de enero de 1866 llegó a Punta Arenas, siendo informado su comandante por el Gobernador de ese territorio, que ningún buque hispano había cruzado el Estrecho después del “Marqués de la Victoria”. En ese puerto, una cañonera rusa le informó al Comandante Thomson que a su paso por Montevideo no había ningún buque español en ese puerto, ni tampoco noticias de que llegara alguno.
El 09 avistó un vapor que venía del Atlántico y salió a reconocerlo. Era otra cañonera rusa, por ella se tuvo noticias que en Montevideo había un pequeño vapor español y un bergantín que no había reconocido. En la imposibilidad de obtener noticias más recientes, regresó al norte, fondeando en Playa Parda, donde halló varada a la cañonera rusa “Sobel” que había zarpado horas antes de Punta Arenas. La sacó a flote a remolque por lo que permaneció allí dos días. En esta maniobra de reflotamiento, el teniente Prat tuvo una destacada participación.
Después de soportar tiempos desfavorables en su navegación al norte, en busca de naves enemigas, la “Covadonga” llegó a Abtao el 03 de febrero. Su llegada ocurrió cuatro días antes que se presentaran frente al apostadero las fragatas españolas “Blanca” y “Villa de Madrid”.
La derrota de Papudo, llevó a la escuadra española a buscar rápidamente el enfrentamiento con las naves aliadas, chileno–peruanas, unidas en esta guerra. Así, el 07 de febrero de 1866, en las cercanías de Chiloé, se desarrolló el Combate Naval de Abtao, que no pasó de un intercambio de disparos de artillería entre la “Covadonga” y las fragatas hispanas “Villa de Madrid” y “Blanca”, ya que las otras naves aliadas no participaron por la falta de carbón o por la poca profundidad de las aguas del lugar donde se libró el combate. Prat, como se mencionó anteriormente, se encontraba en la “Covadonga”, nave que resistió con fortuna los tiros de las naves españolas. Los aliados no tuvieron que lamentar bajas, mientras que los españoles tuvieron dos muertos. Al momento del Combate Naval de Abtao, las naves aliadas estaban al mando del Capitán de Navío de la Armada peruana Manuel Villar en reemplazo del Comandante chileno Juan Williams Rebolledo, quien había zarpado con la “Esmeralda” el 05 de febrero a Ancud, en busca de carbón y víveres para las naves peruanas “Unión” y “América”, que habían arribado el día anterior a los canales de Abtao luego de una larga travesía desde Perú.
Después de esto, el buque fue al apostadero de Huito que se fortificó concienzudamente, al extremo que cuando llegaron las fragatas españolas “Numancia” y “Blanca”, desistieron de atacar y regresaron al norte.
Poco antes de llegar la Escuadra a Valparaíso y cuando la flota española había abandonado las aguas del Pacífico, el 30 de septiembre, estalló un motín en la corbeta peruana “Unión”. Para restaurar el orden, el Comandante en Jefe de la Escuadra aliada, Vicealmirante Manuel Blanco Encalada, comisionó al Comandante de la “Covadonga” Manuel Thomson para que dominase el motín. Para ello se desprendieron botes de la “Esmeralda” y “Covadonga”, al mando, respectivamente, de los Tenientes Latorre y Prat. Bastó esto para que el cabecilla se ocultara cuando los botes llegaron al costado de la “Unión” y luego huyera a tierra. Los cómplices fueron inmediatamente apresados, terminando así la intención de sublevar un buque peruano, que formaba parte de una Escuadra mandada por un chileno y en un puerto chileno.
Mientras la Escuadra estuvo en Valparaíso y aún cuando la flota española había dejado el Pacífico Sur, se mantuvo estrecha vigilancia sobre los transportes peninsulares rezagados que pudieran llegar a nuestras costas. Así fue como se produjo la capturada de la barca inglesa “Thalaba”, que traía víveres y pertrechos para los buques hispanos. Esto se hizo con un bote tripulado por el Teniente Prat. La barca fue declarada buena presa por los Tribunales y pasó a desempeñarse como pontón de la Armada. Prat por su parte, permaneció muy corto tiempo en esta nave, para retornar posteriormente a la “Covadonga”.
El 06 de diciembre de 1866, participó en la misión de auxilio del barco británico “Uruguay”, que viajaba de Valparaíso a Le Havre, cargado de trigo y que fue afectado por un violento temporal. Se rebuscó intensamente sin encontrarse resto alguno de la nave, regresando la “Covadonga” a puerto. Poco después se confirmó su naufragio.
A comienzos de 1867, después de efectuar reparaciones y cambio de su armamento, la “Covadonga” realizó en marzo una exploración hidrográfica en la costa norte hasta Carrizal Bajo, continuando en ejercicios hasta el archipiélago de Juan Fernández, viaje que se repite a fines de año.
En julio de 1868, trasbordó a la corbeta “O’Higgins”, nave comandada por el Capitán de Fragata Ramón Cabieses. Estando a su bordo llegó la noticia del terremoto y maremoto del 13 de agosto de 1868 que afectó la costa sur del Perú, que destruyó completamente las ciudades de Arica y Arequipa.
Chile mandó en el acto alistar el vapor “Maipú”, mandado por el Capitán de Corbeta Julio Lynch Zaldívar, para que llevara socorros a los habitantes de los lugares afectados por la catástrofe natural. Prat fue uno de los oficiales que integraron la dotación de esta nave en su humanitaria misión. Terminada su labor, volvió a la “O’Higgins”.
En este buque, el 09 de diciembre zarpó nuevamente al Perú en unión de las corbetas “Esmeralda” y “Chacabuco”, para repatriar a Chile los restos del padre de la patria, General Bernardo O’Higgins Riquelme, sepultado en Lima. El mando de la Escuadra lo tomó el Almirante Manuel Blanco Encalada, quien izó su insignia en la corbeta “O’Higgins”.
El 26 de enero de 1869, realizó un viaje al archipiélago de Juan Fernández, llevando cadetes navales en instrucción. De regreso fue transbordado al vapor “Ancud” en calidad de oficial del detall. Su comandante era Julio A. Lynch Zaldívar. Este transporte llevaba víveres a la colonia de Magallanes.
A mediados del año, volvió al pontón “Thalaba” por un corto tiempo y luego trasbordó al “Ancud”, realizando viajes a Arauco, Valdivia y el Estrecho de Magallanes.
El 09 de septiembre de 1869 obtuvo su ascenso al grado de Teniente 1° y en enero de 1870 volvió a la “O’Higgins”, como Oficial Detall, a las órdenes del Comandante, Capitán de Fragata José Anacleto Goñi.
Pese al intenso trabajo propio del cargo de Oficial del Detall, o Segundo Comandante, se daba el tiempo para dedicarse al estudio de las matemáticas, especialmente cosmografía y trigonometría esférica, por las cuales tenía predilección. También estudiaba otros ramos que le eran necesarios para obtener su licencia en Humanidades y poder así ingresar a la Universidad, con el propósito de estudiar derecho.
El 08 de enero de 1870, la “O’Higgins” se dirige a Isla de Pascua, llevando cadetes de la Escuela Naval y aprendices de marineros, en viaje de instrucción, con el propósito de levantar planos de las costas que visitaran. La comisión fue cumplida íntegramente. Se hizo un plano general de la isla, dirigido por el Director de la Escuela de Aprendices de Marineros, Teniente Ignacio Gana, al que cooperaron los oficiales del buque y los cadetes de la Escuela Naval.
En el ínterin Prat, con gran preocupación, terminaba la reparación completa de la arboladura del buque y se esmeraba en que imperara a bordo una estricta disciplina y una buena vigilancia y limpieza.
Antes de dejar la Isla de Pascua, se discutió a bordo sobre la conveniencia de embarcar en el buque algunos de los nativos que solicitaron incorporarse a la dotación del buque, pues virtualmente no pertenecían a nadie y no tenían otra nacionalidad que la de pascuenses. Prat obtuvo del Comandante Goñi que seis de ellos se embarcaran como grumetes y otros tantos como camareros de oficiales, como una obra de caridad por el desamparo total en que se hallaban éstos. De Pascua el buque siguió a Mejillones y Coquimbo, tocando en Juan Fernández, para fondear en Valparaíso el 06 de marzo de 1870.
Con el objetivo de poder rendir los exámenes que le faltaban para poder ingresar a la universidad, elevó una solicitud al Consejo Universitario pidiendo se le concediera el derecho a rendir estas pruebas, en la fecha en que creía estaría de regreso de una comisión que debía cumplir su buque en Mejillones.
Al llegar a Valparaíso el 30 de octubre, solicitó licencia por asuntos particulares, la que le fue concedida, para rendir sus exámenes pendientes en el Liceo de Valparaíso y en el Instituto Nacional de Santiago. En ambos tuvo éxito, quedando en posesión del grado de Bachiller en Humanidades, lo que le permitía estudiar derecho en la universidad.
Todo esto lo logró en una época en que no sólo necesitaba dividir su tiempo, sino que además se veía seriamente entorpecido para presentarse en el momento oportuno a rendir sus pruebas de competencia, debido a sus funciones a bordo.
El 01 de abril de 1871 asumió el cargo de Segundo Comandante del vapor “Arauco”, que bajo las órdenes del Capitán de Corbeta Santiago Hudson, realizó un viaje a Mejillones, para regresar a Valparaíso después de carbonear en Lota, el 12 de mayo, en un día de neblina cerrada, el buque se estrelló en la costa de Viña del Mar, varándose en la playa. El Comandante Hudson lo envió a Valparaíso en procura de los auxilios necesarios para salvar al menos los pertrechos y el aparejo.
Del malogrado “Arauco” pasó al vapor “Valdivia”, buque transformado en pontón, donde funcionaba la Escuela Naval, cuyo director era el Capitán de Corbeta Luis Alfredo Lynch, mientras el Comandante del buque era el Capitán de Corbeta Ignacio Gana. Prat pasó a integrar el cuerpo docente de la Escuela Naval junto al Capitán de Corbeta Ramón Vidal Gormaz, quien era el Subdirector y los Tenientes Miguel Gaona, Ignacio Serrano y Federico Chaigneau.
El 26 de abril de 1871 la Escuela Naval se trasladó a la corbeta “Esmeralda”, tomando su mando el Capitán de Corbeta Luis Alfredo Lynch. El buque, sin perjuicio de servir de escuela, tuvo que desempeñar también algunas misiones requeridas por el gobierno, especialmente en Mejillones, donde la actividad de políticos bolivianos ponía en peligro los intereses económicos y comerciales de ciudadanos chilenos avecindados en ella y que era necesario hacer respetar. Asimismo, la “Esmeralda” tuvo que desarrollar ejercicios para mantener el adiestramiento, especialmente en la artillería. A fines de 1871 la corbeta zarpó a Mejillones, permaneciendo allí de estación hasta febrero de 1872, pasando al regreso por Juan Fernández.
Durante su permanencia en Mejillones, desempeñó funciones de profesor de Ordenanza Naval, obligándose con ello a estudiar detenidamente el texto, compuesto de cláusulas de los cánones españoles monárquicos de Carlos III, en la cual se contrariaban obvios principios de libertad. Es por ello que comenzó a dictar a sus alumnos las teorías de derecho público y administrativo que pudiesen servir de guía para clarificar las atribuciones que la señalada Ordenanza fijaba en una sola persona. Estos estudios de la Ordenanza lo convirtieron en un experto en ella y le sirvieron para sus futuros estudios de leyes.
A partir de marzo de 1872, tomó las cátedras de Táctica Naval y Maniobras Marineras. Al mes siguiente, el Capitán de Corbeta Ramón Vidal Gormaz cambió destinación, al ser designado Comandante de la “Covadonga”, quedando desde esa fecha como Subdirector, Profesor y Oficial del Detall de la “Esmeralda”. Ese mes, por enfermedad del Director, quedó como Comandante accidental hasta junio, en que el Comandante Luis Lynch volvió a tomar el mando del buque y la dirección de la Escuela Naval.
A fines de agosto y hasta comienzos de diciembre su buque fue comisionado nuevamente a Mejillones. Allí se enfermó el comandante Lynch, por lo que tuvo que regresar a Valparaíso, reemplazándolo a contar del 21 de noviembre en el cargo de Comandante y Director accidental de la “Esmeralda” y Escuela Naval, respectivamente. El 28 de ese mes, su nave fue relevada por la corbeta “Abtao”, zarpando a Valparaíso al día siguiente.
El 12 de febrero de 1873 ascendió a Capitán de Corbeta.
El 05 de mayo de 1873 desposó a Carmela Carvajal Briones, con quien tuvo tres hijos: Carmela de la Concepción, Blanca Estela y Arturo Héctor.
Permaneció en el mando accidental de la corbeta hasta junio de 1873, fecha en que la entregó al titular, Capitán de Fragata Luis Lynch, quedando siempre como su Segundo Comandante.
El 24 de mayo de 1875, hallándose la “Esmeralda” en la bahía de Valparaíso, se desató un violento temporal. La nave se encontraba amarrada con cadenas a su boya. Como el tiempo se había presentado bonancible y nada hacía esperar un cambio meteorológico de magnitud en pocas horas, sus dos jefes estaban en tierra. Lynch había bajado como cualquier día y él se encontraba con licencia por una ligera enfermedad.
En la noche del 23 al 24 de mayo el ligero viento del norte fue arreciando rápidamente y se transformó en un desatado temporal. Al amanecer en la bahía inmensas olas barrían las cubiertas de las naves y sus tripulantes a duras penas podían caminar contra el fuerte viento. El vapor “Valdivia” fue arrojado contra la “Esmeralda” cortándole las cadenas, rompiéndole el bauprés y echándole abajo el palo trinquete, quedando la corbeta al garete, para luego embestir al vapor “Maipú”.
En esta angustiosa situación llegó a bordo el Comandante Lynch, quien tuvo que subir por un cabo lanzado desde cubierta al bote fletero en el cual se trasladó desde tierra. Poco después lo hacía el Segundo Comandante, Capitán de Corbeta Arturo Prat, quien pese a encontrase enfermo en su domicilio, se fue a bordo en una embarcación fletera que pagó a precio de oro. Los más animosos remeros habían rehusado llevar al personal a bordo y ni aún pagándoles precios exorbitantes, pero ante las exigencias de Lynch, por un lado y de él, por el otro, cada bote accedió, a su turno, a dejarlos a bordo. Bogó junto a los remeros y todos se afanaron para llegar a la corbeta, subiendo y bajando sobre las crestas espumosas de las olas, exponiendo la vida, tanto a la ida, como a su regreso a tierra.
A pocos metros del costado de la corbeta, al no poder atracar el bote que lo conducía, ya que se podía dar vuelta, se lanzó al agua y se acercó al buque a nado. Fueron sólo algunos pocos metros y desde a bordo le arrojaron un cabo por él que subió a cubierta, desde donde se encargó de dirigir la maniobra que le permitiera a la corbeta capear el temporal. La tarea la realizó con el extremo de un cabo amarrado a la cintura y el otro a un mástil, de modo de tener la suficiente libertad de movimiento y a la vez con la seguridad de no caer al agua por las grandes escoras del buque. Igual procedimiento había adoptado Lynch en la toldilla. Después del agotador trabajo y porfiada lucha, el Comandante Lynch consiguió varar al buque de proa, ya de noche, frente a la actual estación de ferrocarriles, en el sector de El Barón, en la desembocadura del estero de Jaime, actual Avenida Francia.
Allí, como se pudo, se pasaron cabos a tierra. Se despojó del cabo que lo ataba y procedió a dirigir la maniobra de pasar espías, tanto para afirmar el buque como para poder abandonarlo, pues ya no podía hacerse otra cosa a bordo, sino que esperar en tierra que pasase la tormenta. Los oficiales de marina y la tripulación que se hallaba en tierra procedieron al salvamento de la gente, lográndose hacerlo sin ningún percance a las tres y media de la mañana, gracias a la brillante labor que había desplegado desde a bordo. El último que dejó la nave fue el Comandante Lynch.
Pasado el temporal y vuelta la tranquilidad, se logró salvar a la “Esmeralda” gracias a las atinadas medidas tomadas por el Mayor General del Departamento de Marina, Capitán de Navío Juan Williams Rebolledo y sus colaboradores, con ayuda del vapor “Ancud” y el remolcador “Adela,” que pudieron zafarla y remolcarla lejos de la playa para ser llevada al dique.
En muchas ocasiones reemplazó a Lynch como Director accidental de la Escuela Naval y allí su labor fue brillante, de una preocupación permanente, como exigía la importancia de su cargo, con espíritu de responsabilidad y siempre teniendo en mente la equidad, rectitud e imparcialidad en los problemas disciplinarios internos.
Sus notas a la Comandancia General de Marina fueron siempre juiciosas y al pedir los elementos indispensables para la Escuela Naval revelaron su honestidad funcionaria, incorruptible, pero humana.
El año 1870 inició sus estudios para convertirse en abogado. Éstos los inició con su egreso como alumno libre de Humanidades en el Liceo de Valparaíso y el Instituto Nacional. En 1871, obtuvo el diploma del Bachillerato en Filosofía y Humanidades, requisito exigido para iniciar sus estudios de derecho, encontrándose entre sus examinadores el destacado historiador y hombre público Diego Barros Arana.
En 1872, comenzó los estudios de derecho en propiedad, adscrito a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, estudiando a bordo de la “Esmeralda”, ese año en Mejillones. De regreso en Valparaíso, luego de cumplir su misión, solicitó ser examinado en ésta ciudad, aprobando los ramos requeridos. En 1875, inició la práctica de la abogacía, requisito anterior al título, en un estudio jurídico porteño.
Es del caso destacar que sus estudios de leyes los realizó sin descuidar su labor como Subdirector y frecuentemente, de Director de la Escuela Naval.
En julio de 1876, aprobó sus últimos cursos. Listo para licenciarse, debió sortear una cédula entre diversos ramos y dar examen sobre ella. Su cédula fue derecho romano, que aprobó entre los días 24 y 26 de julio, junto con la aprobación de su Memoria de Prueba para optar al grado de Licenciado, titulada “Observaciones a la Lei Electoral Vijente”, escrita en el marco de la promulgación de la nueva ley electoral, durante el gobierno del Presidente de la República Federico Errázuriz. Prat analizó la ley, planteando que con ella era posible avanzar en la libertad electoral, encontrándole contradicciones y a veces un texto poco claro, sin embargo, recalcó que era una ley “eminentemente liberal”, para terminar opinando “Buena en el fondo, tiene la necesidad de serias e importantes reformas en materia de reglamentación, si ha de alcanzar el alto objetivo que está a ser destinada: ser garantía eficaz de que el resultado de las urnas sea feliz expresión de la voluntad nacional”.
Posteriormente, debía rendir el examen final ante los Ministros de la Corte Suprema de Justicia el 31 de julio del mismo año. Sin embargo, se enteró que el Tribunal había resuelto no oír exámenes ese día. Lo anterior lo molestó, planteando su reclamo al Primer Oficial de la Secretaría de la Corte, quien le aconsejó pidiera audiencia para hablar con el Presidente del Tribunal, don Manuel Montt Torres. Sin dilación alguna, consiguió la audiencia solicitada y expuso a Montt la urgencia de volver a su buque y le rogó se sirviera tomarle el examen correspondiente. El señor Montt consultó el caso con sus colegas y sin vacilaciones, su petición fue aceptada por unanimidad y el portero recibió la orden de hacer entrar a la sala a aquel oficial de Marina tan justamente molesto.
La historia consigna lo sucedido ese memorable día en la vida del héroe. Vestido de impecable uniforme de parada, con su espada al cinto, llegó a las dependencias de la Corte Suprema. Llamó la atención y causó curiosidad en el recinto de los Tribunales el ver por primera vez a un oficial de Marina en trámites para obtener el título profesional de abogado; hombre sencillo y sin vanidad, quiso en esa ocasión, para él solemne y de imperecedero recuerdo, presentarse con lo mejor que tenía. Al entrar, fue detenido por el portero, quien le manifestó que al Tribunal no era permitido llegar ni con bastón ni mucho menos con espada y que tuviera a bien quitársela. Por primera y única vez en un acto oficial, entregó su espada en manos ajenas, sólo ante la majestad de la ley, en la portería del primer Tribunal de la República. Así, entró en la sala despojado de su espada y como licenciado en leyes, vistiendo su levita de Capitán de Corbeta.
Luego de rendir un excelente examen, fue aprobado unánimemente. Terminada la audiencia fue felicitado por el Secretario, señor Infante, en nombre de la comisión que lo examinó, por la extraordinaria competencia demostrada en el examen.
Antes de obtener su título, ya se había desempeñado como abogado al defender al ingeniero Ricardo Owen, acusado de desobediencia y después a su amigo y compañero de curso de la Escuela Naval, Luis Uribe, acusado del delito de desobediencia y desacato a sus superiores.
En una defensa notable por su precisión y habilidad magistral, dejó de manifiesto la actitud arbitraria del Almirante José Anacleto Goñi y el mal proceder del Ministro Plenipotenciario de Chile en Europa, Sr. Alberto Blest Gana, obteniendo un gran triunfo, ya que el Consejo de Guerra absolvió al acusado, dándole por cumplido el tiempo de seis meses en que Uribe estuvo arrestado y le concedió todas las indemnizaciones a que tenía derecho.
A la muerte del Vicealmirante Manuel Blanco Encalada, ocurrida el 05 de septiembre de 1876, entre otros oradores, hizo oír su voz en sus funerales en Santiago, leyendo un discurso que reveló su erudición.
El año 1876 la Escuela Naval cerró, pasando a desempeñarse como ayudante en la Gobernación Marítima de Valparaíso y fijó su estudio de abogado en la Plaza de la Justicia, en los altos del Banco Consolidado de Chile. Esto le permitía atender sin inconvenientes, en horas de franco, a su clientela, y en horas de servicio los deberes de su cargo.
Cuando se presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de Ley de Navegación, EL 14 de diciembre de 1876, algunos de sus autores tomaron contacto con él, para que la revisara y emitiera un juicio y si era el caso, insinuara las modificaciones que estimara conveniente.
Después de algunos meses de trabajos, presentó una gran cantidad de comentarios y observaciones a los autores del proyecto, fundamentados en 152 artículos. Muchas de sus propuestas fueron aceptadas y la ley fue aprobada el 24 de julio de 1878, la que permaneció vigente durante cien años.
Ascendió a Capitán de Fragata el 25 de Septiembre de 1877.
Al año siguiente, se presentaron delicados problemas limítrofes con Argentina, debido principalmente a las intenciones de ese país en hacer soberanía en territorios de la Patagonia, que pertenecían históricamente a Chile, especialmente en el río Santa Cruz, al extremo de que ambos países se alistaron para la guerra.
Lo anterior, llevó al Presidente de la República, Aníbal Pinto, a solicitar a la Comandancia General de Marina un oficial de Marina de absoluta discreción y confianza para mandarlo como agente especial confidencial a Uruguay, con instrucciones de trasladarse a Buenos Aires para obtener informaciones del apresto armamentista argentino. El elegido fue él. De acuerdo a sus propias palabras, al referirse a la reunión privada que tuvo con el Presidente de la República, al encomendarle tan delicada y especial misión fue: “El objeto de su viaje es saber si está dispuesto a trasladarse a Montevideo para saber lo que se haga en la República Argentina, en orden a armamentos, movimientos militares y toda clase de aprestos que revelen un carácter hostil a Chile, pues se está recibiendo continuamente telegramas alarmantes, quizás sin fundamento real y lo que se desea es saber lo que haya de positivo”.
En cumplimiento de su misión, se dirigió a la ciudad de Montevideo, donde arribó el 18 de noviembre de 1878, presentándose como abogado y escritor, alojándose en el hotel de la Paz. Visitó dos veces Buenos Aires en diciembre del mismo año, logrando establecer algunos contactos y encontrándose brevemente con el Presidente de ese país, don Nicolás Avellaneda.
La labor desarrollada fue descollante. Con su informe el gobierno chileno se formó una imagen clarísima de los preparativos argentinos, sin embargo, la misión no era de su agrado, por lo que solicitó su retorno al país tras completar lo esencial de ésta. El 28 de enero de 1879 recibió autorización para volver a Chile, arribando a Valparaíso a mediados de febrero, rindiendo cuentas de los gastos realizados en el desempeño de su misión, incluso, devolvió al gobierno el dinero sobrante que ascendía a la suma de noventa y siete pesos.
Un par de meses antes de viajar a Montevideo, el 07 de junio de 1878, escribe una carta al Presidente de la Sociedad Benjamín Franklin, en la cual agradecía haber sido aceptado para hacer clases gratuitas en la Escuela Nocturna para adultos Benjamín Franklin, que funcionaba en Valparaíso, para dictar las clases de Moral y Lecciones de la Naturaleza.
“Tengo el agrado de acusar recibo de su estimable nota de 4 de junio último, en la que, a nombre del directorio que usted preside, me comunica haber sido aceptada, con agradecimiento, la oferta que, por medio de su secretario, le hice, para llevar algunas clases en la Escuela Nocturna para adultos Benjamín Franklin, que se trata de establecer.
Habéis emprendido una obra de humilde apariencia, pero de vastos resultados en el porvenir.
Estimo un deber ayudaros en su realización, como creo un honor alistarse bajo la bandera de la instrucción del pueblo, que habéis levantado.
No extrañéis, pues, que en vez de recibir las gracias que me dáis por el ofrecimiento que os hice, juzgue deber dároslas por su aceptación.
Desempeñaré con placer y, a medida de mis fuerzas, las clases de Moral y Lecciones de la Naturaleza, que habéis tenido a bien señalarme.
Con sentimientos de la más distinguida consideración y aprecio, quedo de usted A.S.S.
Arturo Prat
Al Presidente de la Sociedad Benjamín Franklin”
Su regreso al país coincidió con el zarpe de la Escuadra al norte, con destino a Antofagasta, donde arribó el 14 de febrero, ciudad que fue tomada por las tropas chilenas, con el objetivo de salvaguardar los intereses de los connacionales residentes, pasados a llevar por las medidas tomadas por el gobierno de Bolivia, causa inmediata y directa de la Guerra del Pacífico.
Al estallar el conflicto bélico, como se mencionó anteriormente, venía llegando de su misión en Montevideo, razón por la cual no se le dio un puesto a flote en la Escuadra, pues todos los cargos ya estaban ocupados durante su ausencia en el extranjero, por lo que fue nombrado ayudante de la Comandancia General de Marina. Su trabajo no le agradaba, se consideraba postergado ante la suerte de sus compañeros embarcados, quienes tendrían la oportunidad de luchar por la patria. Por ello, usaba lo menos posible el uniforme, permaneciendo gran parte del tiempo en su estudio de abogado.
Pero esta situación no duro mucho tiempo. Cuando don Rafael Sotomayor debió viajar a Antofagasta llevando el plan del gobierno para la Escuadra, solicitó a la Comandancia General de Marina un ayudante que le sirviera de secretario y asesor en asuntos navales, siendo designado para estas funciones él. Ambos se embarcaron en un vapor de la carrera el 29 de marzo, llegando el 02 de abril, después de hacer escala en Coquimbo y Caldera. Aquí abordaron el buque insignia de la Escuadra, blindado “Blanco Encalada”, siguiendo en él hasta Iquique, donde recibió la orden de notificar el bloqueo de Iquique a las autoridades peruanas. Bajó a tierra el 05 de abril, ya en guerra declarada y con la espada envainada en la mano izquierda y en la derecha un pliego cerrado, pasó entre el gentío curioso y preguntó por la casa del Prefecto de la ciudad, Sr. Dávila. Conocida la dirección, siguió su camino, siempre rodeado de gente que se abría paso ante su presencia, hasta llegar a su destino. El Prefecto lo recibió cortésmente, pero con evidente nerviosismo, al punto que no pudo abrir el despacho, lo que tuvo que hacer el propio Prat. Enterado que el puerto sería bloqueado, el funcionario peruano se limitó a hacer presente una protesta que como contestación entregó a Prat, quien a su vez, le solicitó autorización para dejar una nota similar al Decano del Cuerpo Consular, en la que se manifestaba que la actitud hostil del Perú hacia Chile, en el conflicto con Bolivia, había llevado a nuestro país a bloquear el puerto de Iquique y le indicaba a los extranjeros residentes que podrían embarcarse en los vapores al ancla en la bahía con el pasaporte del respectivo Cónsul.
Antes de retirarse, el Prefecto le ofreció una escolta, en previsión de cualquier acción hostil de la muchedumbre, contestando: “No la necesito, señor”. Luego de esto, le dio las gracias, lo saludó atentamente y se retiró. El regreso a bordo lo realizó sin problemas, no recibió insultos ni vejaciones.
Estando en Antofagasta, se le asignó el mando de la goleta “Covadonga”, que se encontraba en reparaciones en Valparaíso, la que debía llevar a Iquique. Aprovechando esta situación el Almirante Williams Rebolledo y el Ministro de Guerra en Campaña, Rafael Sotomayor, lo enviaron con la comisión de pedir personalmente al gobierno la compra urgente del vapor “Amazonas”.
Terminada su misión en Santiago tomó el mando de la “Covadonga”, cuyas reparaciones estuvieron listas a principios de mayo. El día 03, la corbeta “Abtao”, al mando del Capitán de Corbeta Carlos Condell y la goleta “Covadonga”, bajo su mando, zarparon de Valparaíso, recalando en Iquique el 10. Al llegar a su destino, encontraron a la Escuadra haciendo preparativos para una incursión por sorpresa al Callao, con el objetivo de atacar a la escuadra peruana en ese puerto. Para esto, el Almirante Williams Rebolledo hizo cambios en los mandos de las unidades. Designó Comandante de la “Abtao” al Capitán de Fragata Manuel Thomson, que comandaba en ese momento la corbeta “Esmeralda”, siendo reemplazado por Prat y dejó de Comandante de la “Covadonga” al Capitán de Corbeta Carlos Condell.
El 16 de mayo, la Escuadra zarpó rumbo a El Callao con el plan de sorprender a los buques peruanos. La casualidad o el destino quiso que el mismo día zarpaban desde ese puerto el blindado “Huáscar”, la fragata blindada “Independencia” y los transportes “Oroya” y “Chalaco”, con destino a Arica, con el objeto de llevar tropas, armamento, municiones y vituallas, cruzándose ambas escuadras sin avistarse.
En Arica, el Jefe de la División Naval Peruana, Capitán de Navío Miguel Grau Seminario, fue informado que en Iquique habían quedado bloqueando el puerto solo dos buques chilenos, cuya inferioridad combativa en comparación al “Huáscar” e “Independencia” era inmensa y que un convoy con 2.500 soldados chilenos había zarpado de Valparaíso con destino a Antofagasta. Rápidamente ideó un plan que consistía en hundir las naves chilenas para levantar el bloqueo de Iquique y atacar el convoy para apoderarse de los buques, tropa, armamento, víveres y pertrechos en general. Como acción secundaria, destruiría la máquina resacadora de agua de Antofagasta para evitar el suministro de este vital elemento a las tropas del Ejército que se encontraban allí acantonadas.
El miércoles 21 de mayo de 1879, a las 6:30 de la mañana, al despejarse la neblina, el vigía de la “Covadonga” dio aviso de la presencia de dos naves con el grito “¡Humos al norte!”. En un principio se pensó que había regresado la Escuadra chilena, sin embargo, a las 6:45 horas, un marinero de la “Covadonga” logró identificar con claridad las arboladuras de los buques y reconocerlos como los peruanos “Huáscar” e “Independencia”. Ante esa información, el Comandante Condell ordenó dar un tiro de aviso a la “Esmeralda” al ancla en el puerto.
No se narrará en esta biografía los combates navales de Iquique y Punta Gruesa, solo se señalarán algunos hechos relevantes que explican el motivo por el cual la figura del Capitán de Fragata Agustín Arturo Prat Chacón es para los chilenos una de las más importantes de toda su historia.
Aunque la diferencia de fuerzas existentes entre las naves chilenas y peruanas era abrumadora, el Comandante Prat optó por enfrentar el desigual combate hasta las últimas consecuencias. Cumplir con su deber y no rendir jamás el pabellón nacional de su nave.
Su heroica muerte sobre la cubierta del “Huáscar” fue el ejemplo a seguir por todos los chilenos, que hasta ese momento no comprendían el por qué de la guerra. La Nación se cohesionó en torno a su figura y la de sus compañeros de gloria, los que hasta el momento se mostraban impávidos frente a la guerra, ahora se enrolaban tanto en el Ejército como en la Armada.
El 21 de mayo de 1879, marcó un antes y un después en la guerra, sin temor podemos afirmar que ese día en Iquique, la balanza de la victoria se inclinó hacia Chile, gracias a la valentía y heroísmo de Prat y sus camaradas de armas de la “Esmeralda” y de la “Covadonga”.
Fuente: Armada de Chile