EL PASEO A LIMA DEL REGIMIENTO ATACAMA. —- RINOCERONTES por Juan Manuel de Prada ((VivaChile.or. 22/01/2022)
Lo que yo he visto ». Diario de campaña al Perú y Bolivia 1879-1884. Diego Duble Almeida. Comandante del regimiento Atacama.
Fue ese un día de fiesta. Se sabia que el Atacama debía ir a Lima, y no solo el ejercito chileno allí y en sus alrededores acampando, se preparo para recibirnos, sino también los extranjeros residentes en Lima, y aun los peruanos, todos querían ver al legendario regimiento Atacama, cuyo valor y patriotismo eran tan conocidos en los territorios que habían conquistado.
EL PASEO A LIMA DEL REGIMIENTO ATACAMA.
En los últimos días de febrero recibí orden del general en jefe, de estar listo para regresar a Chile con el regimiento Atacama en el transporte Angamos que se hallaba en el Callao.
Me traslade a Lima con el objeto de solicitar del general Baquedano ordenara que a los pocos mas de 600 individuos a que había quedado reducido mi regimiento después de las dos ultimas batallas, se les diera por la intendencia del ejercito un uniforme nuevo, pues no era posible, ni propio, que volvieran a la patria cubiertos con harapos ( que no otra cosa eran las telas destrozadas que cubrían a los atacameños ), los soldados que tantas glorias habían dado a Chile. Conseguí que el general diera esa orden, pero tuve que luchar después con los empleados de la intendencia, comisarios, tesoreros y demás gente del comisariado, que me ponían muchos inconvenientes para darme este uniforme, pues decían que no era posible dar prendas nuevas de ropas a soldados que en pocos días mas debían dejar el servicio militar. Les prometí que cuando el regimiento se disolviese, yo devolvería a la intendencia el nuevo uniforme. Solo con esta condición pude conseguir que me dieran nuevos trajes.
Vestidos de uniforme nuevo mis atacameños ,solicite del general en jefe me permitiese llevarlos a Lima a lucirlos y despedirlos de la ciudad que tanto nos había costado conquistar, y de nuestros compañeros a lo que el general accedió gustoso. Fue ese un día de fiesta. Se sabia que el Atacama debía ir a Lima, y no solo el ejercito chileno allí y en sus alrededores acampando, se preparo para recibirnos, sino también los extranjeros residentes en Lima, y aun los peruanos, todos querían ver al legendario regimiento Atacama, cuyo valor y patriotismo eran tan conocidos en los territorios que habían conquistado.
El día designado para este paseo, a las 10 de la mañana entraba a Lima, el regimiento Atacama, vestido de gran parada, y marcho por todas las calles de la ciudad, al compas de los pasodobles que tocaba su esplendida banda de música. Las calles estaban llenas de chilenos ,de extranjeros y aun peruanos que nos veían desfilar, el aire marcial y la apostura de veteranos de los Atacameños llamaban la atención general, « y muy principalmente los 52 sobrevivientes de los 600 del primer batallón que habían salido de Copiapó, a principios de la campaña, que llevaban atada al brazo izquierdo una cinta roja en que con letra de oro esta escrita la palabra. « fundador ».. Estos se habían batido en todas partes durante dos años y habían sobrevivido, los otros 548, habían quedado en los distintos campos, habían sucumbido en el cumplimiento del deber.
En el Palacio de la Exposicion, donde tenia su residencia uno de nuestros regimientos de artillería, nos esperaban con un esplendido almuerzo que se nos había preparado.
A las 2 p.m. Después de otro paseo por la ciudad ,volvimos a nuestro campamento de Bellavista, a prepararnos para regresar a la patria.
Siendo el Atacama el primer regimiento que vuelve a Chile después de dos años de campaña.
Fuente: « Lo que yo he visto ».
Diario de campaña al Perú y Bolivia 1879-1884.
Diego Dublé Almeida.
Comandante del regimiento Atacama.
Foto: El Atacama ingreso a Lima el 18 de enero de 1881 con el grueso del ejercito chileno.
Un aporte del Presidente del CAC Gustavo Basso C.
[1]
Juan Manuel de Prada
VivaChile.org, 22/01/2022
Seguramente las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan estén familiarizadas con la figura de Eugène Ionesco, una de las más representativas y acaso perdurables de aquel ‘teatro del absurdo’ que triunfó hace más de medio siglo.
Entre las obras más divulgadas de Ionesco existe una titulada “El rinoceronte” que ha cobrado en nuestros días una vigencia estremecedora. Los ‘expertos’ suelen interpretar esta pieza de Ionesco como una crítica al súbito crecimiento del nazismo en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Pero si El Rinoceronte nos resulta hoy una obra extraordinariamente perspicaz e interpeladora no es porque se dedique a dar lanzadas a un moro muerto quince años antes de estrenarse, sino por proponernos una aguda sátira del conformismo ambiental que corrompe nuestras sociedades, cada vez más dispuestas a someterse incondicionalmente a las directrices sistémicas, por irracionales que sean.
A Ionesco le interesa profundizar en los mecanismos psicológicos empleados para el control y sumisión plena de las masas, de tal modo que las imposiciones más arbitrarias o injustas sean aceptadas gustosamente.
Y le interesa satirizar los procesos de masificación o cretinización que facilitan el desarrollo tecnológico y la concentración humana en las grandes urbes, hasta cuajar en un ‘hombre nuevo’ borreguil que se allana sin empacho ante la más rampante irracionalidad.
Que Ionesco, para escribir “El rinoceronte”, se inspirase en la Alemania de los años treinta resulta por completo indiferente; lo verdaderamente llamativo es que describe pasmosamente la situación presente.
Al comienzo de la obra se nos presentan dos tipos humanos perfectamente reconocibles. Juan es el hombre sistémico por excelencia, el tragacionista de todas las milongas: aplastantemente vacuo, pomposo y filisteo, se pretende sin embargo un tipo ‘moderno’.
Frente a él, aparece Berenger, un hombre modesto, extremadamente sencillo, que se muestra apocado ante los sabihondos (charlatanes, en realidad) que lo rodean, todos ellos infatuados de sus presuntos conocimientos, que no son sino regurgitaciones de papagayos empachados de pienso sistémico.
Entonces irrumpe en las calles de la población donde transcurre la obra un rinoceronte; pero todos los personajes de la obra reprimen la sorpresa que les ha causado, por cobardía o pereza mental, tal vez por miedo, y prefieren ignorar su inconcebible existencia, como hoy eludimos realidades incómodas ligadas a la plaga coronavírica que estamos padeciendo, temerosos de que su simple invocación vaya a tornarlos presentes en nuestras vidas.
De este modo, los personajes de la obra de Ionesco, en lugar de hablar del rinoceronte que acaban de ver, discuten sobre el número de cuernos que ostentan estos paquidermos, o sobre las distintas especies que integran la familia rinoceróntida, en un esfuerzo por soslayar la cruda realidad que empieza a imponerse.
Y esa cruda realidad nos revela que, poco a poco, comienza la metamorfosis de los hombres sistémicos en rinocerontes; pero, lejos de horrorizarse ante lo que les está sucediendo, estos hombres sistémicos aceptan el hecho como algo irremediable, como una necesaria adaptación a las circunstancias, incluso se esfuerzan por ‘normalizar’ los cambios aberrantes que se producen en su organismo, buscándoles grotescos antecedentes históricos o absurdas justificaciones científicas. “Siempre sucedieron fenómenos semejantes”, alegan; y también: “En otros sitios están peor”; o bien: “Tenemos suerte, pues nuestra transformación tiene cierta grandeza”.
Expresiones muy similares a las que emplea hoy el multivacunado que contrae la enfermedad, después de atender las explicaciones de los expertos de la tele, mientras se consuela con las desgracias todavía peores que sufren los réprobos que no han querido vacunarse.
Frente a esta aceptación resignada de la metamorfosis en rinoceronte sólo se alza Berenger, que aún no ha dimitido del sentido común y del juicio crítico, a diferencia de los hombres sistémicos, para entonces ya convertidos en rinocerontes. Pero este Berenger es un hombre humilde y bohemio que al principio de la obra nos parecía, incluso, un pobre infeliz, comparado con los sabihondos y charlatanes que lo rodeaban. Creo que si a este mundo invadido por una plaga de rinocerontes le queda alguna salvación vendrá de Berenger, de los pocos Berengers que para entonces todavía sobrevivan en la tierra.
Pues todo Berenger que ose rebelarse contra la metamorfosis será corneado, aplastado, despedazado por los rinocerontes conformes –¡qué digo conformes, encantadísimos! – de su paquidérmica felicidad e incapaces de soportar a ese tipejo que osa recordarles que en otro tiempo fueron humanos.
[1]
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por ABC XL Semanal, el 23/01/2022.
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas C.
Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional