EL SINO DEL GOBIERNO
El Mercurio, Editorial, 10/03/2024
”¿Habrá aquilatado el Presidente Gabriel Boric las consecuencias para su credibilidad y para el futuro de la coalición de gobierno si se llegara a acreditar la participación del régimen chavista en este crimen?”.
Próximos a cumplirse dos años desde que Gabriel Boric asumiera como Presidente, son múltiples las aristas y sucesos que permitirían hacer un juicio crítico sobre el Gobierno.
A un deficiente desempeño económico, se suma un déficit de gestión en las áreas más relevantes, como salud, educación y vivienda, todo ello sin olvidar las constantes contradicciones políticas, confusiones entre lo que consiste ser un jefe de Gobierno y uno de Estado, precipitación y gustitos ideológicos que, si bien no tienen la fuerza refundacional de sus primeros meses, siguen apareciendo una y otra vez en los proyectos y decisiones que se adoptan.
Dos episodios recientes sirven para ilustrar lo que ya parece ser el sino de este gobierno, que como tal difícilmente puede esperarse que cambie en el período que le resta.
El secuestro y posterior asesinato del refugiado venezolano Ronald Ojeda es probablemente el crimen de mayor gravedad cometido en el país en décadas. Y no solo por lo que significa la pérdida de una vida humana en esas condiciones terribles y el consiguiente sufrimiento de su familia, sino también por la señal de inseguridad y descontrol que se envía al resto de la población, la que siente el justificado temor de que puede verse expuesta a hechos de esa naturaleza.
El grado de profesionalismo y determinación demostrado por la criminalidad organizada contrasta con la debilidad y desorientación que evidencian muchas veces las autoridades, policías y demás instituciones que deben combatirlo en todos los frentes.
La posible implicancia del régimen venezolano en ese crimen —la que con los días, lejos de desaparecer, cobra más fuerza con la información que se va conociendo— agrega un ángulo adicional por la serie de consecuencias para la seguridad exterior e interior del país que trae consigo.
Pues bien, ante estos hechos, el Presidente Boric, que suele ser locuaz para los más diversos temas, guardó inexplicable silencio por 17 días. Su única intervención que podría considerarse vinculada al caso insólitamente fue para defender a sus socios del Partido Comunista por las críticas sobre su apoyo y cercanía al régimen de Maduro.
“El anticomunismo visceral de algunos sectores políticos y sus medios afines en nuestro país es demasiado evidente. No conozco otro partido que reciba tantos ataques ad hominem y mentiras”, escribió el mandatario. Luego agregó: “Yo al menos, no tengo ninguna duda del compromiso democrático y social del PC chileno”.
Finalmente, solo esta semana se refirió escuetamente al caso, con una frialdad que contrasta cuando se trata de otras víctimas, sosteniendo que “como Presidente de la República, yo también hablo a través de mis ministros” y que el Gobierno, a través de la ministra del Interior, se había comunicado con la familia de la víctima para expresarle sus condolencias.
Mientras tanto los comunistas, sintiéndose respaldados por el Presidente, en un acto partidario ovacionan al embajador de Venezuela en Chile y luego su máximo dirigente, Lautaro Carmona, descarta “a mucha honra” calificar a la administración de Nicolás Maduro como una dictadura.
Luego de todo ello, ¿habrá aquilatado el Presidente Boric las consecuencias para su credibilidad y para el futuro de la coalición de gobierno si se llegara a acreditar la participación del régimen chavista en este crimen?
Es cierto que el mandatario, incluso antes de asumir, ha mantenido una postura crítica respecto del gobierno de Maduro y ha condenado la violación a los derechos humanos.
Sin embargo, hace tiempo ya que no lo cuestiona con dureza —recientemente se refirió eufemísticamente a una “deriva autoritaria” del régimen venezolano— y nada ha dicho sobre la dictadura cubana que, además, es el principal soporte político e ideológico de Venezuela. Es decir, un ejemplo inmejorable de las contradicciones y gustitos ideológicos.
Personalismo en política exterior. La decisión del Gobierno, esta semana, de cancelar la participación de la industria israelí en Fidae 2024 —la principal exhibición aeroespacial, de Defensa y seguridad de América Latina— es otra muestra de lo mismo. A las repercusiones negativas en las relaciones con Israel, se agregan los previsibles daños para los intereses nacionales y para la política exterior e imagen internacional de Chile.
Es correcto, como le gusta decir al Presidente, que “la voz y la política internacional del Gobierno la decido yo”, pero ello no puede derivar en personalismos que terminen por dinamitar el prestigio profesional de nuestra Cancillería, comprometida con una política de Estado que ha sido cimentada durante gobiernos del más variado signo.
Como se ha señalado reiteradamente, la gravísima situación de los derechos humanos en la zona de Gaza, el terrorismo de Hamas y el derecho de legítima defensa de Israel perfectamente se pueden incorporar con prudencia en una relación con ese Estado, incluso denunciando transgresiones a derechos fundamentales y dando señales inteligentes de rechazo que no dañen los intereses nacionales, mediante un trato no discriminatorio, coherente con el que se practica con otros gobiernos que se considera que son transgresores de principios y valores permanentes en nuestra política exterior.
Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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