EN EL PEDIR NO HAY ENGAÑO. Pero para todo hay un límite
Humberto Julio Reyes
Probablemente usted, estimado lector, se ha enterado de la demanda interpuesta por la viuda del fallecido presidente del PC, quien se explayó al respecto en reciente entrevista concedida a El Mercurio.
Tratándose de una persona que fue víctima de prisión política y tortura, nada cabría objetar al respecto, si no fuera por lo extemporáneo, toda vez que hubo suficiente tiempo y oportunidades para que el reclamante lo hiciera en vida. Curioso, ya que ahora ni se contaría con su testimonio para proceder a investigar su caso y acordar lo que procediere, salvo que se quiera obtener sin mayor análisis.
Lo que no queda en evidencia en la mencionada entrevista es el hecho que Guillermo Teillier fue procesado como autor intelectual del atentado al presidente Augusto Pinochet en que fallecieron cinco de sus escoltas y un número mayor fue herido, resultando algunos con secuelas de por vida.
Claro que no fue condenado ya que, en este caso, el ministro de fuero no tuvo empacho en aplicar la prescripción, figura jurídica que desde hace mucho dejó de aplicarse en los procesos por causas de derechos humanos, naturalmente que para un solo lado.
Siendo así, Teillier no fue absuelto como inocente del crimen cometido, simplemente operó el debido proceso dejando impunes a quienes participaron en él, cosa por demás reconocida y reivindicada en el mismo CV de quien fuera parlamentario y presidente vitalicio de su democrático partido.
¿No sería entonces como mucho, pedir ahora una forma de reparación a nombre de alguien que hizo mucho más que pensar distinto y se benefició, al parecer, de la falta de acuciosidad de sus captores, quienes terminaron dejándolo libre para que pudiera seguir actuando desde la clandestinidad con miras a promover ese enfrentamiento que sería decisivo para derrocar por las armas al gobierno militar?
Que la internación masiva de armas por Carrizal Bajo fuera descubierta, frustrando así otra fase del plan subversivo, no le resta “mérito” a quien tuvo destacada participación en él.
Difícil aventurar cuántas vidas se salvaron al fracasar tanto el asesinato del presidente Pinochet como la internación de armas, pero eso sí cabría quizás agradecérselo al fracasado revolucionario en lugar de premiar a sus herederos con una sustanciosa reparación.
Una cosa es que parezca que los fondos para reparar parezcan inagotables y que los tribunales no escatimen en el monto sin ceñirse a presupuesto alguno, pero me parece que sería como mucho agregar un nuevo beneficio al ya concedido al quedar libre de polvo y paja, ya que para toda cosa existe finalmente un límite impuesto, más que por la justicia, por el sentido común.
19 de oct. de 23
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