Fernando Thauby García – 20/12/2024
Tengo un gran aprecio por la Argentina que conozco: la de Cuyo, la relacionada por familia y la que viene a vacaciones a Chile.
Gente alegre, generosa, amistosa, “familiera”.
También he estado relacionado con otra Argentina, de argentinos de cualquier parte del país, que vienen por razones laborales, negocios, educacionales, trabajadores, esforzados, creativos. Y también con inmigrantes: emprendedores, trabajadores, generalmente honrados.
También conozco a otra clase de argentinos, generalmente los menos dotados intelectual y socialmente, que se comportan en forma agresiva, prepotente y chocante, generalmente cuando están intoxicados por un partido de futbol, por una carrera de autos, por la performance de un artista: por algo competitivo.
Que caen temporalmente en estado de éxtasis violento transitando luego hacia una prepotencia desagradable o hacia una humildad también incómoda, según sus representantes, hayan ganado o perdido la competencia.
Hasta ahí, entendible para cualquier chileno, en general apático, más bien taimado, buena persona, algo quisquilloso pero que se rinde fácil a la amistad y la simpatía de la contraparte.
Hay otra clase de argentinos que nos parecen insoportables, son los belicosos, expansivos, historiadores distorsivos, ajenos a la verdad y poseídos por fantasías militares, científicas o culturales exuberantes. Son estados latentes que pueden estallar súbitamente y durar meses o años.
Desde aquí los miramos con resignación y en silencio, mientras nuestra temperatura interna va subiendo lenta pero sostenidamente.
Nuestros vecinos, en un cambió súbito, cambian de objetivo y su atención va en otra dirección. El problema surge cuando ellos ya van de bajada, nosotros aun vamos de subida. En que el vaso de nuestra paciencia y tolerancia se llenará a descompás y mostraremos una reacción que a nuestros vecinos les parecerá “desmedida”, “exagerada”, “chovinista” y “violenta”. Nos acusará de rencorosos, violentos, odiosos, acomplejados y los chilenos nos enojaremos aún más.
El gobierno de Milei inició un movimiento de dignificación y restauración de sus FF. AA., destrozadas por el Kirchnerismo ideológico y su ambición de controlar el poder total. Muchos no solo entendimos y aplaudimos esta justa reivindicación.
En esos años en que las FF. AA. de argentina estaban sumergidas, desmoralizadas y golpeadas, fuimos muy delicados en no presumir con lo que nuestra relativa mejor situación económica nos permitía adquirir y hacer.
Y todo fue bien, parecía que esta vez éramos realmente países hermanos bien avenidos.
Llegó Milei e inició la reconstrucción del país y de sus FF. AA., comenzando desde el nivel de ruina en que fue dejado por los gobiernos ideológicos. La gran mayoría de los chilenos nos alegramos de la oportunidad que se le abría a Argentina para recuperar y sobrepasar sus antigua glorias y motivos de orgullo nacional.
En estos días nubes negras y amenazantes sobrevuelan la cordillera, Argentina está recibiendo un lote de aviones modernos, necesarios y merecidos por su Fuerza Aérea, el Ejército está recibiendo parte del material blindado que alguna vez tuvo y que tras ser sometido a reparaciones y modernización, comienza a regresar a la fila, todo bien, la desgracia es que paralelamente, surgen coros guerreristas que recitan sus reclamos por las Malvinas, que destacan y magnifican cualquier queja de Chile por excesos y abusos de confianza en el Estrecho de Magallanes o activa sus actividades antárticas en vista a la aproximación del vencimiento de status quo vigente al respecto.
La prensa nos trae noticias exultantes y creativas de la firma de documentos de intención de adquisición de muchos más aviones modernos y espectaculares, submarinos próximos al del doctor Nemo y tanques de las Guerra de las Galaxias, destacando sus atributos para vencer a Chile, cuyas FF. AA. no están es la misma onda. Mal, todo mal.
Es de esperar que no volvamos a Galtieri azuzando a su muchedumbre enloquecida gritando “Tero, Tero, Tero, ahora a los ingleses después a los chilenos”.
Si es lo que de veras piensan hacer, no lo canten; si tienen la intención de transformarse en una Alemania nazi o en un Israel expansionista, no lo digan, solo inténtelo.