LA SEMANA POLÍTICA: DEMASIADOS ERRORES. El Mercurio, Editorial, 10/04/2022
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión.
Los exabruptos de la ministra Siches son especialmente un problema político para el Gobierno, toda vez que contribuyen a su desprestigio, lo distraen de su agenda y lo hacen perder ascendiente para encarar los desafíos de su programa.
Es bien sabido que las responsabilidades que tiene a su cargo el Ministerio del Interior son diversas y de la más alta importancia.
Al liderazgo político del gabinete se suman tareas que están en el centro de los mayores problemas que enfrenta el país y que, naturalmente, preocupan a la ciudadanía: la seguridad pública (incluyendo la dirección y reforma de las policías); la política frente al desborde migratorio, y el conflicto en la zona de La Araucanía, el que desde hace años tiene innegables características terroristas y aristas vinculadas al crimen organizado, que se manifiestan en el robo de madera y de autos, y en el tráfico de drogas.
Todas estas materias están en la base de la convivencia democrática y son decisivas para darle gobernabilidad al país. De ahí que debiera ser de interés de todos los sectores el que este ministerio tenga éxito: es imposible desplegar adecuadamente una política pública, cualquiera esta sea, si se fracasa en el cumplimiento de estas tareas.
Por ello, el último desaguisado de la ministra del Interior, Izkia Siches, esta vez en la comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados, resulta lamentable. No solo empaña una presentación en que la acompañaban los subsecretarios del Interior y de Prevención del Delito —y que todos los diputados abordaron desde un punto de vista constructivo—, sino que da cuenta de improvisación; de tratar de sacar pequeñas ventajas para descalificar al anterior gobierno, recurriendo incluso a la ironía; de un desprecio por la libertad de expresión, denostando injustificadamente a medios de comunicación, y, sobre todo, abre serias dudas sobre su idoneidad para encabezar esta cartera.
Los exabruptos de la ministra Siches son especialmente un problema político para el Gobierno, toda vez que contribuyen a su desprestigio, lo distraen de su agenda y lo hacen perder ascendiente para encarar los desafíos de su programa. |
El episodio ocurrido con posterioridad, una vez reconocido el error, de adelantarse a atribuir responsabilidades a una destacada funcionaria de carrera mediante un comunicado del Servicio de Migraciones, en vez de ayudar a cerrar este capítulo lo mantendrá abierto.
Además del legítimo debate sobre la procedencia de una acusación constitucional —los antecedentes conocidos hasta ahora parecen no constituir una causal para ello—, los exabruptos de la ministra Siches son especialmente un problema político para el Gobierno, toda vez que contribuyen a su desprestigio, lo distraen de su agenda y lo hacen perder ascendiente para encarar los desafíos de su programa.
En cuanto al fondo de las propuestas para enfrentar los problemas de seguridad y de migración, inquietan especialmente las decisiones en torno al conflicto de La Araucanía.
Al hecho de inhibirse de utilizar todas las herramientas que les confiere el Estado de Derecho para defenderse del terrorismo, se agrega una serie de desafortunadas declaraciones, como las de la delegada presidencial en el Biobío, que sostuvo que “no tenemos ninguna manera de controlar lo que está ocurriendo” Con ello se da una señal equívoca en orden a asumir una derrota anticipada en su tarea de garantizar el orden público.
Más allá de una mirada meramente utilitarista —existen buenos argumentos, por ejemplo, para haber mantenido el estado de excepción en la zona sur, apoyado abrumadoramente por sus habitantes—, la obligación de perseguir y sancionar con toda la fuerza legítima disponible el terrorismo en el sur se justifica por sí misma.
El Estado no puede ceder ante la violencia, aunque en algunos momentos parezca perder terreno. De ello depende finalmente su propia existencia. El hecho de que se haya incrementado en los últimos años no es una razón para bajar la intensidad en esta tarea, sino, por el contrario, un llamado a redoblar los esfuerzos. El necesario diálogo no puede ser entendido jamás como una señal de debilidad.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas C.