LA SILLA QUE FALTA EN LA CUMBRE DE LA OTAN SOBRE UCRANIA por Andrés Oppenheimer. El Mercurio —- ENFOQUES INTERNACIONALES. El Mercurio
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión
“Presidente Biden. Usted ha hecho una excelente labor recomponiendo la alianza atlántica. ¡Ahora ponga otro asiento en la mesa e invite al dictador ruso!”
El viaje del Presidente Joe Biden a Europa para conversar cara a cara con los líderes europeos sobre la invasión rusa de Ucrania en una cumbre extraordinaria de la OTAN el 24 de marzo es una buenísima idea. Pero, para lograr un resultado significativo, se debería invitar a un huésped adicional: Vladimir Putin.
La cumbre, que se llevará a cabo en la sede de la OTAN en Bruselas, contará con la presencia de líderes de los 30 países que conforman la alianza occidental.
Pero ¿por qué no invitar a Putin, el dictador ruso que lanzó la invasión injustificada a Ucrania, y tratar de convertir esta cumbre en un intento de alcanzar un alto el fuego? ¿Por qué no enviarle una tarjeta de invitación a Putin, ponerlo en el centro del escenario de la cumbre y ofrecerle una salida que le permita salvar la cara en su país después de haber iniciado esta guerra desastrosa que le está saliendo mal, y que está arruinando la economía rusa?
“Presidente Biden. Usted ha hecho una excelente labor recomponiendo la alianza atlántica. ¡Ahora ponga otro asiento en la mesa e invite al dictador ruso!” |
Óscar Arias, el premio Nobel de la Paz y expresidente de Costa Rica que negoció el fin de las guerras de Centroamérica en la década de 1980, está convencido de que solo una cumbre que incluya a Putin puede lograr un cese al fuego y una solución negociada en Ucrania.
Arias me dijo en una entrevista que, en base a su experiencia como mediador en las guerras centroamericanas, las actuales conversaciones entre funcionarios ucranianos y rusos en la frontera con Bielorrusia son “una pérdida de tiempo”. Incluso las reuniones de los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia y Ucrania son inútiles, agregó.
“Eso es poco serio. Así no se va a alcanzar nunca nada”, porque estos mediadores tienen que interrumpir las negociaciones constantemente para pedir instrucciones a sus jefes, me dijo Arias. “Los únicos que no le tienen que pedir permiso a nadie y que tienen toda la autoridad para comprometerse a silenciar las armas y buscar una salida son los jefes de Estado”, agregó.
Cuando le pregunté cómo se imaginaba una cumbre entre Estados Unidos, los 27 países de la Unión Europea, Gran Bretaña y Rusia, Arias señaló una fórmula que, según dijo, era utilizada por el presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt.
Arias dice que, mientras mediaba en las guerras centroamericanas, había leído que Roosevelt solía resolver las disputas dentro de su gabinete ordenando a sus ministros que se encerraran en un cuarto y que no salieran de allí hasta llegar a un acuerdo.
Arias usó ese método con los jefes de Estado centroamericanos durante las guerras de la región y funcionó, señaló.
“No sería descabellado hacer lo mismo ahora en Ucrania”, me dijo Arias, agregando que Ucrania debería ser invitada a la mesa a pesar de no ser miembro de la OTAN. “Debería haber una reunión de los jefes de Estado de Ucrania, Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido”.
Estoy de acuerdo. A Putin se le debe dar una salida para convencerlo de que detenga su agresión injustificada a un país soberano. Es difícil pensar en una mejor manera de hacerlo que invitarlo a la cumbre de Bruselas y permitirle convertirse, al menos por un día, en el centro de la atención mundial.
En la cumbre, Putin escucharía directamente del Presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, que Ucrania no buscará la membresía en la OTAN en el corto plazo, algo que el propio Zelenski ya ha sugerido en días recientes.
Y se podría persuadir a Putin y a Zelenski de que posterguen la resolución de la disputa sobre los territorios ocupados por Rusia de Crimea, Donetsk y Lugansk durante varios años, a cambio de una retirada total rusa del resto de Ucrania y una promesa de no invadir nuevamente a ese o ningún otro país vecino.
Luego, Putin podría regresar a Moscú y aducir que logró su objetivo: frenar la potencial adhesión de Ucrania a la OTAN. Sería un pequeño precio a pagar para aplacar el ego del dictador ruso, lograr un alto al fuego en Ucrania y evitar una escalada de un conflicto militar que tiene al mundo en vilo.
Todavía hay tiempo para hacerlo, Presidente Biden. Usted ha hecho una excelente labor recomponiendo la alianza atlántica. ¡Ahora ponga otro asiento en la mesa e invite al dictador ruso!
Fuente: LA SILLA QUE FALTA EN LA CUMBRE DE LA OTAN SOBRE UCRANIA por Andrés Oppenheimer El Mercurio, Editorial, 21/03/2022.
ENFOQUES INTERNACIONALES
El Mercurio, Editorial, 21/03/2022
Conexión rusa. Para países latinoamericanos que buscan distanciarse de la hegemonía de Estados Unidos, Rusia y China han aparecido como opciones atractivas.
Brasil, con aspiraciones no solo de potencia regional sino global y ambiciones de cambiar la estructura de las relaciones internacionales, comenzó el desalineamiento hace años, y se expresó en la formación del grupo BRICS, junto a Rusia, India, China y Sudáfrica.
Brasil tiene un gran intercambio comercial, tecnológico y militar con Rusia; no debe sorprender, entonces, que Bolsonaro, un líder de derecha extrema no tenga remilgos para hacer negocios con el Kremlin.
Este país es el socio número uno de Rusia en la región, representando un tercio de todo el intercambio de Moscú con América Latina.
Hay decenas de empresas rusas en Brasil, que, como dijo Putin, con alta tecnología “modernizan la industria hidroeléctrica”, y las áreas minera y militar. Hay un acuerdo para construir un reactor nuclear, y abastecer de combustible a las plantas existentes y de radioisótopos para uso médico.
Los dos países cooperan en el ámbito farmacéutico y en la producción de fertilizantes: solo en 2021, Brasil le compró a Rusia 3.500 millones de dólares en fertilizantes elaborados o materia prima para producirlos.
En el área militar, la colaboración se inició en 1997. Hay un acuerdo espacial de 2014 para instalar estaciones satelitales del sistema Glonass, equivalente al GPS, de las cuales ya hay cuatro operativas.
Pero quizás lo más significativo es el uso de armamento ruso en las fuerzas armadas brasileñas. Es de alto interés para Brasil, al comprar armas y equipos militares (y en otras áreas), definir la obligación de transferencia tecnológica, y los rusos han estado abiertos a dar el paso.
Ya en 2008 hubo cooperación para fabricar aviones caza y, en 2012, helicópteros. Brasil compró después vehículos blindados, sistemas de misiles antiaéreos fijos y portátiles.
En ese contexto, Bolsonaro ha debido adoptar “neutralidad” en el conflicto ucraniano, emitiendo declaraciones de crítica a la intervención, pero sin condenar la acción militar rusa. No se sumó a la declaración de la OEA, pero sí apoyó la resolución condenatoria en el Consejo de Seguridad de la ONU (vetada por Rusia).
Ambigüedades argentinas. En el caso de Argentina, los gobiernos kirchneristas buscaron alejarse de EE. UU. tras las “relaciones carnales” durante los años de Carlos Menem. Razones ideológicas, dificultades económicas, los impagos de la deuda y las condiciones impuestas por el FMI impulsaron el giro.
En Moscú, a inicios de febrero, Alberto Fernández ofreció a Vladimir Putin hacer de Argentina “una puerta a América Latina” para que Rusia “entre de manera decidida”, porque está “empecinado en que Argentina tiene que dejar de tener esa dependencia tan grande del FMI y de EE. UU.”, y que ahí “Rusia tiene un lugar muy importante”.
Los intereses comerciales argentinos en Rusia no tienen la relevancia de los brasileños (Rusia representa apenas el uno por ciento de su comercio), pero hay interés en cooperar en las áreas tecnológicas y de hidrocarburos.
Pocos días después de su viaje, la invasión obligó a Fernández a dar explicaciones. Como Brasil, se amparó en la neutralidad: “el único alineamiento es con el interés de las argentinas y argentinos, aquí no hay bandos que elegir”.
Aun así, recibió críticas de sectores kirchneristas que hubieran querido un apoyo más firme a Putin.
El Presidente argentino se manifiesta en favor de la paz y de una solución diplomática, pero no condenó la guerra ni aplicó sanciones, y se abstuvo en la OEA, al igual que México, pero votó en la Asamblea General de la ONU a favor de un pronto retiro de las tropas rusas.
Si Brasil y Argentina están en un área gris respecto de Moscú, Venezuela, Nicaragua y Cuba no tienen objeciones a las operaciones de Putin y lo defienden a como dé lugar. Todos ellos dependen en parte de la economía rusa.
Nicolás Maduro condenó “la actividad desestabilizadora de EE. UU. y la OTAN”, y le dio “un fuerte apoyo” a Rusia, porque “tratan de rodearla… para en algún momento atacar”.
Algo similar hicieron Miguel Díaz Canel, de Cuba, y Daniel Ortega, de Nicaragua (que también aloja una base de Glonass, emplazada justo frente a la embajada de EE.UU.). Repitieron las consignas del Kremlin, convencidos de que así pueden torcer la realidad.
Perú, Castillo y Fujimori. La polarización en Perú se manifiesta hoy en las diferencias de apreciaciones sobre el indulto humanitario a Alberto Fujimori, y ante el proceso de vacancia que enfrentará el Presidente Pedro Castillo, el 28 de marzo, en el Congreso.
Por tercera vez en cinco años, los congresistas ponen en jaque a un Presidente y le darán un remezón al frágil sistema político. Los argumentos no son de “incapacidad moral”, mal definida en la Constitución, sino de presuntos delitos cometidos por el gobierno.
El semipresidencialismo peruano, con un Congreso fragmentado, es una receta de inestabilidad. El resultado de esta votación definirá el futuro inmediato del gobierno, que se victimiza, acusando “racismo” contra Castillo.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas C.