Sign In / Sign Up

  • Home
  • Quienes Somos
    • Historia
    • Estatutos
    • Presidentes de la UniĂłn
    • Directorio de la UniĂłn
  • Revistas
    • Publique con Nosotros
  • Actualidad
  • Cuadernos
  • Contacto
    • Agenda

LAS CRISIS GEOPOLÍTICAS 2022

  1. Homepage
  2. RELACIONES INTERNACIONALES Y SEGURIDAD
  3. LAS CRISIS GEOPOLÍTICAS 2022
RELACIONES INTERNACIONALES Y SEGURIDAD
FJDM-C
Enero 2, 2023

LAS CRISIS GEOPOLÍTICAS 2022

Jorge G. GuzmĂĄn

El Mostrador, 30/12/2022

La geopolĂ­tica del COVID-19. Durante los Ăşltimos tres aĂąos, la eficacia de la respuesta de cada paĂ­s frente a la emergencia del COVID-19 configurĂł una suerte de radiografĂ­a de las capacidades polĂ­ticas, logĂ­sticas y cientĂ­ficas de uno de ellos frente a una situaciĂłn de estrĂŠs de la magnitud de una pandemia global.

No solo en tĂŠrminos del nĂşmero de vĂ­ctimas, sino tambiĂŠn de cohesiĂłn interna y de agilidad de los sistemas hospitalarios (y otros servicios pĂşblicos y privados), pusieron al descubierto debilidades y fortalezas de cada actor del sistema internacional.

Atendidos los necesarios matices, resultó evidente que los países occidentales (entre ellos Chile) fueron más eficaces en la construcción de estados de situación para focalizar recursos y –luego que las primeras vacunas estuvieron disponibles– obtener cantidades suficientes de los productores para desplegarlas de manera que cada ciudadano fuera inoculado.

En la coyuntura fue también evidente que los países productores de vacunas privilegiaron a aliados y cercanos, postergando –no obstante la profundidad de la tragedia entonces en curso– a países antagónicos o, simplemente, periféricos en las respectivas esferas de influencia.

La pandemia ilustrĂł las divisiones geopolĂ­ticas estructurales del mundo, especialmente aquellas que dividen a Occidente de China y de Rusia. De diversas maneras, la vacuna elegida ilustrĂł el estado de las relaciones entre el paĂ­s receptor y el paĂ­s productor, contexto en el que Chile se mantuvo hĂĄbilmente equidistante de los tres principales productores, ergo, Estados Unidos y Europa (Occidente) y China (que, sintomĂĄticamente, nos privilegiĂł por sobre otros paĂ­ses).

En perspectiva, la geopolĂ­tica de la pandemia agregĂł sustrato al tejido del orden internacional resultante de los ataques de septiembre de 2001 sobre Nueva York y Washington que, con las subsecuentes invasiones de AfganistĂĄn e Iraq, en sus cimientos remecieron la globalizaciĂłn que siguiĂł al statu quo de la Guerra FrĂ­a.

Mås recientemente a ese orden internacional se agregaron, entre otras, las transformaciones derivadas de la Primavera Árabe que, con el derrocamiento del rÊgimen del coronel Gadafi (y posterior guerra civil en Libia), la tragedia de la guerra civil en Siria y el auge y caída del Estado Islåmico, habían radicado en el Norte de África y el Medio Oriente focos de conflicto que algunos analistas consideraban ilustrativos de la pugna valórica entre las civilizaciones occidental e islåmica.

Desde un punto de vista mĂĄs amplio, hasta la eclosiĂłn de la pandemia (fines de 2019), en lo principal el orden mundial se apalancaba sobre el enfrentamiento geopolĂ­tico y geoeconĂłmico entre Estados Unidos y China, contexto en el cual tambiĂŠn debĂ­a situarse la amenaza nuclear representada por el rĂŠgimen estalinista de Corea del Norte.

Sobre todo durante la segunda mitad de la administraciĂłn de Donald Trump (2019-2020), ese enfrentamiento (matizado con la pseudoamistad del presidente norteamericano con Kim Jong-un) habĂ­a trasladado a la Cuenca del PacĂ­fico el principal foco de conflicto polĂ­tico, geopolĂ­tico y geoeconĂłmico del mundo.

El nuevo orden surgido de los errores de Putin. En ese mismo escenario, los aliados europeos de Estados Unidos continuaban abocados a la contenciĂłn y a la cooperaciĂłn energĂŠtica con Rusia, a pesar de la gravedad de la invasiĂłn de Crimea y del secesionismo de la provincias orientales de Ucrania, que desde marzo de 2014 era orquestado por MoscĂş.

Incluso, ese estado de cosas no cambiĂł sustancialmente luego que, en julio del mismo aĂąo, un misil prorruso derribĂł un aviĂłn de Malaysia Airlines, causando la muerte de decenas de ciudadanos europeos.

Con la excepciĂłn del Reino Unido, los PaĂ­ses Bajos y Polonia, encabezados por el nĂşcleo duro franco-alemĂĄn, los europeos preferĂ­an una Realpolitik interesada, que asegurara el suministro de los hidrocarburos rusos requeridos por el consumo industrial y domiciliario.

Todo ello cambió rápidamente a partir del 24 de febrero pasado, una vez que Rusia inició su denominada “operación militar especial” en Ucrania.

Para entonces, sin embargo, el contexto polĂ­tico internacional era distinto al que prevalecĂ­a antes de la epidemia. A esa fecha, ni Donald Trump (que junto con una abierta admiraciĂłn por Putin habĂ­a impuesto ciertas diferencias al interior de la OTAN), ni Angela Merkel (cuya tolerancia a cambio de gas ruso era bien conocida) gobernaban Estados Unidos o Alemania, respectivamente.

Antes habĂ­an sido reemplazados por la administraciĂłn de Joe Biden (abiertamente hostil a Rusia por su rol en las elecciones norteamericanas de 2015) y el gobierno de Olaf Scholz, en el poder con una nueva generaciĂłn de polĂ­ticos alemanes no solo fastidiados con la polĂ­tica rusa de la era Merkel, sino decididos a aprovechar la invasiĂłn de Ucrania como pretexto para terminar de impulsar el cambio de la matriz energĂŠtica de su paĂ­s y, por extensiĂłn, de Europa (reemplazar los hidrocarburos por energĂ­as limpias y renovables).

Si a Putin se le reconocĂ­a conocimiento de la polĂ­tica alemana (antes habĂ­a sido oficial de la KGB en Dresde), la reacciĂłn de la nueva clase polĂ­tica germana dejĂł en evidencia que esa capacidad no ha sido actualizada.

En perspectiva puede decirse que, al igual que en 1941 la invasiĂłn de Yugoslavia retrasĂł el ataque de la Alemania nazi sobre la UniĂłn SoviĂŠtica, en su transcurso la pandemia del COVID-19 generĂł un nuevo escenario global, caracterizado por un gobierno estadounidense decidido a enfrentar econĂłmica y militarmente las pretensiones rusas en Europa del Este.

Transcurridos más de 10 meses desde el inicio de este –ampliamente anunciado– conflicto, la evidencia apunta a que los dados están echados para Rusia. Hoy ese país no solo tiene pocas posibilidades de ganar la guerra, sino que el costo político y económico de esta terminará reduciéndolo al estatus de potencia con esfera de influencia reducida a ciertas regiones del Asia Central. A todo lo largo de su frontera occidental, la capacidad de influencia de Rusia es cercana a cero.

Mientras todos los principales conflictos se concentran en el hemisferio norte, Chile y los demĂĄs paĂ­ses de AmĂŠrica del Sur parecen cĂłmodos observando a distancia. Si bien, con la excepciĂłn de Venezuela, todos han terminado condenando la invasiĂłn rusa de Ucrania, ninguno se ha aventurado a hacer actos de solidaridad con la poblaciĂłn civil agredida. Ni Chile, ni ninguno de los paĂ­ses sudamericanos (para los cuales el respeto de los derechos humanos es un pilar de sus respectivas polĂ­ticas exteriores), ha arriesgado ningĂşn gesto material de solidaridad. En el caso de la geopolĂ­tica de la RegiĂłn del PacĂ­fico, ese ĂĄnimo observador se repite, en parte fundamental porque China se ha convertido en el principal socio comercial y principal inversor extranjero en casi toda la regiĂłn.

El fracaso geopolĂ­tico ruso. Es mĂĄs, si el objetivo polĂ­tico consistĂ­a en desnazificar al gobierno de Kiev, la invasiĂłn consolidĂł el ethos nacional ucraniano, y elevĂł a VolodĂ­mir Zelenski al estatus de hombre del aĂąo.

Si el objetivo geopolĂ­tico era dividir a la OTAN, esta se consolidĂł y, vĂ­a la adhesiĂłn de Suecia y Finlandia, terminĂł rodeando a la Rusia Occidental desde el Mar de Barents al Mar BĂĄltico.

Hoy, Rusia limita con la OTAN desde el Ártico hasta el Mar Negro (en el cual Turquía controla el acceso desde y hacia el Mar Mediterråneo). Desde la frontera finlandesa, solo 150 kilómetros separan a los ejÊrcitos de la OTAN del centro de San Petersburgo.

Este es un hecho significativo, pues entre los efectos colaterales de la invasiĂłn de Ucrania se cuentan, primero, el decidido rearme alemĂĄn (impensable a fines de 2021) y la evidente voluntad de Polonia (38 millones de habitantes y 1,5 millĂłn de refugiados ucranianos) de recuperar su condiciĂłn de potencia regional en Europa del Este y el BĂĄltico (que, per se, importa una relaciĂłn frontalmente antagĂłnica con Rusia). En este hecho persiste un evidente peligro, pues Polonia es, quizĂĄs, el mĂĄs antirruso de esa regiĂłn.

Si en lo inmediato el objetivo material era lograr la secesiĂłn del DonbĂĄs y consolidar la anexiĂłn de Crimea, todo indica que, una vez terminado el invierno, con la ayuda financiera y mĂĄs y mejores armas occidentales, los ejĂŠrcitos ucranianos podrĂ­an desrusificar ambas regiones.

Es evidente que Estados Unidos y sus aliados ya decidieron que –cueste lo que cueste– Rusia no ganará la guerra en Ucrania. A esto se refiere la queja de Putin y su ministro Lavrov, cuando señalan que Occidente busca la ruina de Rusia.

Hasta ahora, el desempeĂąo militar (estratĂŠgico y tĂĄctico) ruso ha sido mĂĄs que deficiente. El tragicĂłmico blitzkrieg sobre Kiev, y las aparatosas retiradas en masa desde Izium, Lyman y JersĂłn asĂ­ lo evidencian. Salvo superioridad numĂŠrica, el esfuerzo de guerra ruso no ha demostrado la capacidad que se le suponĂ­a.

Por el contrario, ha hecho patente la obsolescencia de su arsenal convencional, ademĂĄs de innumerables carencias logĂ­sticas y un plan de batalla anticuado y a merced de la guerra en modo OTAN practicada por el ejĂŠrcito y las milicias ucranianas.

El indiscriminado uso de artillerĂ­a de saturaciĂłn sobre blancos civiles (similar a la artillerĂ­a soviĂŠtica de la Segunda Guerra Mundial), el empleo de miles de mercenarios y la desesperada conscripciĂłn de 300 mil soldados (incluidos cerca de 40 mil criminales reclutados en las cĂĄrceles rusas), asĂ­ lo comprueban.

Mientras tanto, el efecto de las sanciones econĂłmicas se acumula y se hace patente, por ejemplo, sobre la producciĂłn del llamado complejo militar-industrial, obligado a recurrir a drones iranĂ­es, a municiĂłn de Corea del Norte y a reutilizar componentes de electrodomĂŠsticos.

Ello, a la vez que Rusia se enfrenta a una situaciĂłn de grave aislamiento polĂ­tico y diplomĂĄtico (especialmente en la Asamblea General y la ComisiĂłn de Derechos Humanos), que ni siquiera la celebraciĂłn de las fiestas de fin de aĂąo en el Kremlin (con vino y salmĂłn chileno) puede omitir.

Se trata del aislamiento polĂ­tico de uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, cuya dirigencia comienza a mostrar preocupantes signos de frustraciĂłn y pĂĄnico.

Si en el relato oficial la invasiĂłn a Ucrania era una simple operaciĂłn especial, no una guerra, el reciente uso de dicho vocablo (prohibido por ley) por parte del mismo Putin, resulta sintomĂĄtico. TambiĂŠn lo son las renovadas amenazas nucleares del ministro Lavrov, indicativas de que la adversa situaciĂłn en Ucrania comienza a ser percibida como una amenaza existencial y personal.

En prospectiva, podrĂ­a decirse que no solo el curso de la guerra en Ucrania, sino la seguridad de Europa, estĂĄn ligadas a la evoluciĂłn de esa percepciĂłn.

Esto, no solo por las anotadas escasas posibilidades de victoria de las fuerzas militares rusas, sino porque es sabido que organismos de Naciones Unidas (y varios gobiernos) han comenzado a preparar un tribunal internacional para juzgar a los responsables de las masacres y otras atrocidades perpetradas a partir de febrero sobre la poblaciĂłn civil ucraniana. He aquĂ­ un aspecto a seguir durante 2023.

China y la geopolĂ­tica post COVID en el PacĂ­fico. Mientras el esfuerzo de guerra ruso hacĂ­a evidentes las limitaciones del poder de Vladimir Putin, pese a ciertas expresiones de comprensiĂłn, el gobierno chino de Xi Jinping simplemente evitĂł involucrarse en el conflicto de Ucrania.

Además de que para China se trata de una región lejana a su esfera de influencia, el debilitamiento del poder ruso es –especialmente en el Lejano Oriente– instrumental a los objetivos geopolíticos de Beijing.

La prioridad del régimen de Xi Jinping estuvo desde el inicio en la consolidación de su poder interno, logrado en octubre cuando el Comité Central del Partido Comunista lo confirmó –por tercera vez– presidente de la República, presidente de Comité Militar y secretario general del Partido. Poder absoluto.

Mientras eso ocurrĂ­a, la diplomacia china se anotĂł un triunfo logrando que su gobierno no afectara las relaciones con paĂ­ses europeos que, como Alemania, son importantes socios tecnolĂłgicos. Para Beijing, la decisiĂłn alemana de financiar un rĂĄpido rearme sorprendiĂł y preocupĂł. La responsabilidad de tal circunstancia (Alemania es aliado de Estados Unidos) debiĂł atribuirse a Rusia que, invadiendo Ucrania, habĂ­a generado una carrera armamentista que enseguida permitiĂł que JapĂłn justificara su propio rearme militar. Otro efecto colateral del mal cĂĄlculo de Putin.

Aunque no en el tono (casi vulgar) empleado durante la administraciĂłn Trump, a partir de enero de 2021 Estados Unidos continuĂł acaparando la preocupaciĂłn de Beijing, pues el propio Joe Biden sindicĂł a China como principal adversario estratĂŠgico de su paĂ­s (y, por extensiĂłn, de Occidente).

A la fecha, entre los aspectos menos conocidos de la nueva estrategia estadounidense hacia China, se cuentan una serie de sistemas de armas (resultado de millonarias inversiones) que entrarĂĄn en servicio en 2023, para impedir el despliegue chino mĂĄs allĂĄ de sus 200 millas nĂĄuticas. La importancia de esos sistemas es mucho mĂĄs que anecdĂłtica.

Y aunque el presidente Biden no modificarĂĄ la polĂ­tica de una sola China, de todas formas ha fortalecido su alianza polĂ­tica y militar con TaiwĂĄn. En contexto (y no obstante la reticencia del Departamento de Estado), la bullada visita de Nancy Pelosi a TaipĂŠi en agosto Ăşltimo debiĂł entenderse en ese sentido.

La convincente afirmación de que, cualquiera sea la circunstancia, Washington está dispuesto a defender la autonomía de Taiwán, por extensión ofreció la circunstancia para que el gobierno conservador japonés validará la ya mencionada política de rearme que, de manera solapada, ya tiene al menos una década. En este caso, Tokio comunicó su decisión de –igual que Alemania– duplicar su gasto militar (en 2023 más de USD 100 billones) que, de la manera más obvia, impactará el equilibrio geoestratégico en la región del Pacífico Occidental (mercado principal de las exportaciones chilenas).

Elementos de estrĂŠs adicional: JapĂłn y las dos Coreas, IrĂĄn e Israel. Realizados bajo la atenta tolerancia china, los numerosos ensayos de mĂ­siles de diverso alcance disparados por Corea del Norte no solo activaron las alarmas de JapĂłn, sino que justificaron tambiĂŠn el silencioso fortalecimiento de las ya muy importantes capacidades militares de Corea del Sur.

Entre otras cosas, este paĂ­s parece estar desempeĂąando un rol subsidiario en la guerra de Ucrania, pues su industria militar estĂĄ plenamente dedicada a reponer los stocks de municiones de diversos calibres que Estados Unidos y otros paĂ­ses han donado al gobierno de Kiev.

Es un hecho que, pese al recuerdo de las atrocidades cometidas por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, el irredentismo chino sobre TaiwĂĄn y el calculado (o mal calculado) rol desestabilizador de Corea del Norte han, bajo el auspicio norteamericano, impulsado a SeĂşl a solidificar su alianza estratĂŠgica con JapĂłn. Sumadas las capacidades de ambos paĂ­ses, se conforma un adversario formidable para China.

A esa cooperaciĂłn se agrega Australia, que a su vez ha iniciado un ambicioso plan de construcciones navales con Estados Unidos. Hoy las capacidades de esas tres grandes economĂ­as apuntan a enfrentar y a contener el avance chino en la RegiĂłn del PacĂ­fico. Un hecho de la causa.

En este peligroso estado cosas, el nuevo gobierno de Israel parece haber identificado una coyuntura para consolidar su dominio sobre los territorios ocupados, que la comunidad internacional reconoce bajo administraciĂłn palestina.

Esto luego que el debilitamiento de la presencia rusa en Siria restara urgencia a esa amenaza, y la situaciĂłn interna en IrĂĄn comenzara, al menos hipotĂŠticamente, a amenazar la viabilidad del rĂŠgimen de los ayatolas. InformaciĂłn disponible indica que el malestar social con el rĂŠgimen teocrĂĄtico de Ali Khamenei estĂĄ ampliamente extendido.

En el caso de los planes del nuevo gobierno de BenjamĂ­n Netanyahu para los territorios ocupados, el propio rey de Jordania ha hecho ver las graves repercusiones que estos podrĂ­an tener para la paz con Israel. Todo indica que el antiguo (y siempre renovado) conflicto de Oriente Medio promete ganar en gravedad en 2023.

Chile y AmĂŠrica del Sur. Mientras todos los principales conflictos se concentran en el hemisferio norte, Chile y los demĂĄs paĂ­ses de AmĂŠrica del Sur parecen cĂłmodos observando a distancia. Si bien, con la excepciĂłn de Venezuela, todos han terminado condenando la invasiĂłn rusa de Ucrania, ninguno se ha aventurado a hacer actos de solidaridad con la poblaciĂłn civil agredida.

Ni Chile, ni ninguno de los paĂ­ses sudamericanos (para los cuales el respeto de los derechos humanos es un pilar de sus respectivas polĂ­ticas exteriores), ha arriesgado ningĂşn gesto material de solidaridad.

En el caso de la geopolĂ­tica de la RegiĂłn del PacĂ­fico, ese ĂĄnimo observador se repite, en parte fundamental porque China se ha convertido en el principal socio comercial y principal inversor extranjero en casi toda la regiĂłn.

Queda por verse si los problemas estructurales que, se entiende, podrĂ­a enfrentar la economĂ­a china en los prĂłximos aĂąos, o los potenciales cambios sociales y/o polĂ­ticos que pudieran derivarse del fracaso de la polĂ­tica de cero Covid de Beijing, alterarĂĄn este estado de cosas.

Por lo pronto, el cierre de 2022 encuentra a China sometida a una nueva ola de COVID, tan grave como aquellas de comienzos de 2020. La diferencia es que ahora la dirigencia china no solo debe enfrentar una poblaciĂłn fastidiada con las restricciones, sino que a un amplio sector de la juventud que admira el modo de vida occidental y que no estĂĄ dispuesta a renunciar a los espacios de libertad y a los bienes materiales de la economĂ­a de mercado (comenzĂł por los smartphones y la internet).

Por ahora, Chile y AmĂŠrica del Sur permanecen calculadamente lejanos a todos estos conflictos, conscientes, sin embargo, del enorme potencial desestabilizador de todos ellos.

Esto deberĂ­a obligarnos a un permanente anĂĄlisis prospectivo siguiendo, por quĂŠ no, el ejemplo de los pueblos germĂĄnicos que practican el pesimismo sistemĂĄtico, preparĂĄndonos para nuevas eventualidades catastrĂłficas.

Si estas finalmente no ocurren, no habremos perdido nada. Si una o todas terminan gatillando nuevos escenarios de estrĂŠs, entonces no habremos comenzado de cero.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones consideradas en esta secciĂłn, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la UniĂłn de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

Leavecomments Cancel reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cĂłmo se procesan los datos de tus comentarios.

Es una corporaciĂłn de derecho privado fundada el 24 de octubre de 1963, con domicilio en la ciudad de Santiago, RegiĂłn Metropolitana, para reunir en una organizaciĂłn unitaria a todos los Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional, es decir EjĂŠrcito, Armada y Fuerza AĂŠrea.

MenĂş

  • Quienes Somos
  • Revistas
  • Actualidad
  • Cuadernos

ContĂĄctenos

Avenida Libertador Bernardo O'Higgins 1452

(56-9)82214400

uniondn1963@gmail.com

Noticias

  • Julio. Âż Que celebran los franceses? Fernando Thauby GarcĂ­a. CapitĂĄn de NavĂ­o InfanterĂ­a de Marina (r)
  • El papel y los oĂ­dos aguantan todo. GDB Fernando HormazĂĄbal Diaz
  • Turbulencia con pilotos no experimen-tados. Patricio Navia. El LĂ­bero

© Copyright Arma | Hosting y diseĂąo redlinks.cl