LAS OPINIONES DE ESTA COLUMNA DE OPINIÓN SON DE RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE UNOFAR
Porque los tribunales modernos no pueden pretender que son algo así como el Consejo de Ancianos. Están conformados (o deberían estarlo) por individuos competentes en lo que se refiere al conocimiento y a la aplicación de la ley y no por hombres que en atención a su excelsa sabiduría, están facultados para pronunciarse ex cathedra sobre cualquier cosa, como tampoco para resolver todos los males de la humanidad.
Los jueces iluminados
La convicción de algunos magistrados es que su propia sensibilidad respecto de los asuntos que debe discernir les permite dictar sentencia al margen de la norma.
“No tiene argumentos legales y, en consecuencia, no tiene destino”. Lo dijo Piñera a propósito de la última controversia limítrofe con el vecindario y lo dijeron quienes le antecedieron en la historia. El hecho es que se equivoca, como se equivocaron también los demás al suponer que son criterios jurídicos los que priman en los jueces al momento de fallar.
Porque la verdad es que más allá de la ideología personal del juez de turno (que evidentemente siempre incide en las decisiones que toma), es un hecho que en la actualidad la convicción de algunos magistrados es que su propia sensibilidad respecto de los asuntos que debe discernir les permite dictar sentencia al margen de la norma.
La ideología predominante, y la verdaderamente peligrosa, es precisamente esa, porque induce al juez a pensar que su ardiente deseo de hacer justicia legítima que sus fallos sigan los dictados de su conciencia, incluso cuando ella los conduce por caminos opuestos a los de la ley.
Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando un juez toma decisiones en cuestiones medioambientales y se pronuncia sobre aspectos técnicos que no le competen (y lo que es peor, que desconoce). Y lo que ocurre también cuando asume a priori la causa de los trabajadores, como si en la relación con el empleador este último no pudiera tener nunca la razón. Es lo que determina, en definitiva, que fallos de tribunales internacionales hagan referencia explícita a criterios de equidad cuya aplicación se realiza a veces en desmedro de lo jurídico.
Y aunque para algunos esta coherencia de los jueces consigo mismo sea digna de alabanza, la verdad es que en la práctica es fuente de profundas injusticias.
Porque los tribunales modernos no pueden pretender que son algo así como el Consejo de Ancianos. Están conformados (o deberían estarlo) por individuos competentes en lo que se refiere al conocimiento y a la aplicación de la ley y no por hombres que en atención a su excelsa sabiduría, están facultados para pronunciarse ex cathedra sobre cualquier cosa, como tampoco para resolver todos los males de la humanidad.
De otra forma se contraviene un principio básico de justicia, cual es que los ciudadanos estén sometidos a reglas objetivas (previamente establecidas, conocidas y por tanto aceptadas) y no al arbitrio de “alguien” en particular. El principio de igualdad ante la ley es impracticable cuando no es en virtud de ella que se juzga, sino en virtud de una supuesta y autoconferida superioridad moral de un ciudadano respecto de otro; superioridad que, por lo demás, es inadmisible en un régimen democrático.
Cuando un juez estima, por tanto, que puede dirimir por un carril paralelo al de la ley, supone en el fondo que su jurisdicción no tiene límites. Su obligación de resolver una cuestión puntual se transforma así en una oportunidad, en una mera excusa, para cumplir con una función que en realidad no tiene. la de hacer justicia universal. Y esa concepción mesiánica de sí mismo y de la propia tarea suele ser el origen de injusticias y arbitrariedades mayores que las que se pretenden resolver.
“No tiene argumentos legales y, en consecuencia, no tiene destino”. Es de esperar que la evidencia de los hechos recientes y pasados le permitan a Chile no seguir apostando tanto a la verdad de esa sentencia, no al menos mientras haya tanto juez con complejo de iluminado.
John Creyó que Chile Era un País Libre
John es norteamericano y de derecha, pero, como casi todos los norteamericanos, es ingenuo y sostiene que éste es un país libre. Tanto lo cree, que ha formado un movimiento para que sus compatriotas dejen los Estados Unidos, porque estima que ése si es un país cada vez más socialista, y les aconseja venirse a vivir acá. Su movimiento se llama “Leave America Now”. Y John ha escrito libros y folletos promoviendo a Chile y alentando a sus compatriotas a radicarse acá. Muchos le han hecho caso, en su mayoría gente adinerada y todos con buenas capacidades para ganarse la vida. De hecho, yo contribuí a que un ingeniero aeronáutico fuera contratado para hacer clases en una universidad privada chilena.
Pero John y yo tenemos una discrepancia fundamental: desde un principio yo le he dicho que Chile es un país básicamente socialista y que la Junta Militar de Gobierno lo transformó en una sociedad transitoriamente libre, pero que la mayoría de los chilenos va a terminar convirtiéndolo de nuevo en una nación socialista. Le he dicho que lo que algunos llaman “el milagro chileno” no consiste en lo que el país ha logrado gracias al régimen de libertades que le heredó la Junta a la civilidad, sino en que los socialistas de diferente signo que han estado en el poder entre 1990 y 2014 no hayan desmantelado por completo la sociedad libre estructurada bajo la Junta. Ése ha sido el milagro.
Y le he dicho a John que justamente ahora los chilenos se han puesto firmes para terminar con la sociedad libre y han elegido a Michelle Bachelet, que va a instaurar el “Otro Modelo”, que obviamente es el socialista. Le he añadido que él debería formar un movimiento que se llamara “Leave Chile Now” y facilitarles a los chilenos, cuando todavía es tiempo, irse a vivir a algún país verdaderamente libre, si es que queda alguno.
Pues yo estoy convencido de que en América Latina las mayorías son básicamente adversas a vivir en libertad y lo que realmente quieren es un Estado grande que les dé las cosas gratis y que, en lo posible, persiga a los particulares que las producen y les estatice las empresas para que sean manejadas por el Gobierno y en ellas se contrate a muchos miles de personas más de las que se necesita, con altos sueldos. En resumen, quieren todo lo más posible trabajando lo menos posible y teniendo ”buenas pegas” en las empresas estatales. Es el ideal que se conoce como socialismo.
Obviamente, eso no funciona, como lo estamos viendo en Venezuela y en Argentina y lo estamos comenzando a ver en Brasil. Pero eso no significa que no puede permanecer y eternizarse, como en Cuba. De hecho, mi pronóstico es el siguiente: Brasil es la próxima Argentina; Argentina es la próxima Venezuela; y Venezuela es la próxima Cuba. Bueno, yo pienso que Chile es el próximo Brasil, pero lo que está claro es que todos vamos para allá. “Leave Latin America Now”, sería el “motto” más racional de un movimiento con visión de futuro. Advierto que esto no es original mío, sino parte de lo anterior lo dijo un inversionista extranjero y se lo oí citar en una conferencia a Hernán Büchi.
Bueno, mi amigo John no sólo ha cometido el error de no hacerme caso, sino que ha cometido tres errores más, lo que revela lo ingenuos que pueden ser los norteamericanos: el primero es que se ha nacionalizado chileno, cuando lo que más quiere el 90% de los chilenos (pregúnteles usted a todos los que conozca) es tener un pasaporte norteamericano. Incluso los marxistas, por supuesto. El segundo error de John consistió en escribir cartas a los diarios defendiendo la sociedad libre cada vez que veía surgir alguna idea socialista. Lo peor de todo es que muchos diarios del país se las han publicado y ya han surgido los marxistas de siempre (basta ver los comentarios al pie de este blog para saber que están en todas partes repartiendo odio) para vituperarlo, y hasta el mismísimo Douglas Tompkins, un gran adalid para impedir que los chilenos seamos libres de crear y producir, lo ha atacado públicamente, a raíz de que John lo criticara a él por conspirar contra las libertades de los demás.
Bueno, como dije y tal como si fuera un chileno común y corriente, John no me ha hecho caso y ha actuado como si Chile no fuera socialista: utilizando su libre iniciativa, ha organizado una empresa para facilitar a los norteamericanos instalarse acá y, naturalmente, como no es socialista, lo hace “con fines de lucro” y le ha ido muy bien.
Los socialistas locales (es decir, casi todos) han encontrado que esto es el colmo: ser norteamericano, traer a más norteamericanos, cobrar por sus servicios y ganar dinero; y más encima atacar al socialismo y predicar la bondad de un clima de libertades ya fue como mucho. Y John se ha encontrado ahora con que la PDI anda tras sus pasos y lo tiene sometido a investigación. Él no sabe por qué y me lo pregunta a mí, y yo le contesto que porque: 1) Chile no es un país libre; aquí el Estado se mete en todo; 2) Eres norteamericano y eso constituye presunción de culpa; 3) Quieres hacer negocios en Chile y eso es casi por sí solo constitutivo de delito y todos te van a querer perseguir; 4) Crees que acá hay “debido proceso” y que no te pueden investigar sin notificarte; y creer que nadie puede ser acusado de un delito si no hay una ley que lo haya establecido antes (“principio de legalidad”) o creer que se te presume inocencia (“presunción de inocencia”) es como para decirte “¿en qué país vives, John?”. Y entonces le recomienzo leer el libro “Procesos Sobre Violación de Derechos Humanos: inconstitucionalidades, arbitrariedades, ilegalidades”, donde está la mejor prueba de que Chile no es un Estado de Derecho, porque si no eres socialista ni subversivo acá no tienes ninguna protección y careces de derechos y te pueden tomar preso sin motivo y condenarte y después trasladarte a un penal peor nada más que para conseguir mayores aplausos.
Entonces, la PDI se encuentra persiguiendo a John, John me llama a mí y yo le contesto que se lo advertí desde un principio. Gasta plata en abogados para defenderse de no sabe qué y yo le digo que la PDI acá te puede perseguir sin necesidad de decirte por qué y que el recurso de protección establecido por el Gobierno Militar sólo les sirve a los izquierdistas, porque los Tribunales tienen mayoría de jueces de izquierda y si eres norteamericano, derechista autoproclamado y empresario tienes las tres condiciones necesarias y suficientes como para que te rechacen el recurso de protección (lo que no te excusará de pagar los honorarios de tu abogado) y que por qué no me hiciste caso desde un principio.
Un señor europeo que conocí durante la UP y cuando temíamos que el socialismo se hiciera de todo el poder en Chile por las armas me dijo un día: “Yo quiero vivir en un país en que, cuando suene el timbre en la mañana, yo sepa que es el diario o la leche, y no un agente de Investigaciones”. Bueno, John, ahora Investigaciones te está persiguiendo sin siquiera tocar el timbre.
Te lo advertí desde un principio.