MARINOS DE HOY, AYER Y MAÑANA. En adjunto Boletín Instituto O’higginiano de Chile
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El progreso que tuvo el país a partir de las transformaciones que generó el Gobierno Militar, representado en las figuras – y el Almirante es uno de ellos – de militares estadistas. Esto último es lo real. No se puede hacer un monumento “al progreso y desarrollo del país”
MARINOS DE HOY, AYER Y MAÑANA.
“Si estamos juntos no hay nada imposible. Si estamos separados todo fallará”. Winston Churchill.
En países de Europa y América, la historia recuerda a militares que gracias a su amplia visión, ejecutaron trascendentales transformaciones en sus respectivos países permitiendo a estos alcanzar en el mundo posiciones de privilegio.
En Chile, el Almirante José Toribio Merino Castro como gestor primero y más tarde legislador, pertenece por derecho propio a ese grupo tan escaso y especial de militares – estadistas pues, al ser impulsor de cambios fundamentales en su Patria, fijo la senda para que Chile tomara decididamente el camino hacia el desarrollo y el progreso, cosa que el estamento político de la época no pudo o no supo hacer. Esto último es imperdonable pues dejó en evidencia la cortedad de miras de los diferentes gobernantes de la época y representa el fracaso como líderes y conductores de un amplio y numeroso grupo de políticos. Es la razón por la cual tanto molesta el nombre, recuerdo o presencia del Almirante. Constituye un espejo en el cual al mirarse, la dura verdad emerge desnuda y a muchos les enrostra su incapacidad y limitación.
La explicación más profunda se puede encontrar en el conflicto que mantiene todo ser humano entre lo que le gustaría hacer y lo que puede hacer. Lo que quiere hacer es instintivo, animal, y lo que puede hacer se enmarca en la cultura, es decir, en las normas que los seres pensantes se imponen como sociedad. Simbólicamente, es la fuerza contra la razón.
En el año 1973, los líderes políticos llevaron al país a los límites de los marcos que establecía la cultura. La violencia e irracionalidad se hizo presente en la vida cotidiana y para volver el devenir del país al marco de la cultura, se debió emplear la fuerza. A nadie le gusta que prime la fuerza por sobre la razón y, en general, el ser humano lo repudia. El conflicto de fondo es ese. La fuerza se debió emplear para que el país volviera a la razón. Es el “corrector” que se impuso para que se volviera a hacer lo que se debía y no lo que se quería hacer.
Por otro lado, se levantan monumentos a los líderes y personas que llevaron el país al desastre político, social y económico. Eso es simbólico. Es la forma de intentar lavar una imagen que jamás podrá ser borrada ya que se enfrenta a una realidad indesmentible: el progreso que tuvo el país a partir de las transformaciones que generó el Gobierno Militar, representado en las figuras – y el Almirante es uno de ellos – de militares estadistas. Esto último es lo real. No se puede hacer un monumento “al progreso y desarrollo del país” y para muchos del estamento político no es aceptable reconocer que “militares y policías” fueron quienes dieron la partida y condujeron al pueblo chileno a alcanzar el bienestar y el camino al pleno desarrollo. Ese es el símbolo del Gobierno Militar, que subyace en la mente de todo chileno capaz de razonar, pero algunos de ellos son incapaces de aceptar esa realidad indesmentible.
El pretendido retiro de la estatua del Almirante Merino es parte de ese deseo de borrar una realidad que no puede ser borrada, y esa realidad se sostiene sola en la historia. Nadie la podrá cambiar, jamás.
Septiembre de 1973: Fue, es y será el mes fundacional del Chile del Siglo XXI.
DEPARTAMENTO DE COMUNICACIONES DE MULTIGREMIAL FACIR.
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