MEDIO ORIENTE, EN TENSIÓN EXTREMA
El Mercurio, Editorial, 05/08/2024
Desde el alevoso ataque de octubre pasado, en el que murieron 1.200 israelíes y fueron secuestrados más de 200, Israel está empeñado en acabar con Hamas, el grupo que controlaba Gaza, desde donde lanzó la mortal ofensiva a su territorio.
El gobierno israelí ha dicho que no se conforma sino con la victoria total y la eliminación de los líderes de la milicia apoyada, financiada y entrenada por Irán, la cual ha resistido estos meses la ofensiva de las fuerzas judías a costa de dejar a la población de Gaza padeciendo los rigores de la guerra, desplazada de sus hogares, con las edificaciones destruidas y viviendo de la caridad internacional ante la escasez de alimentos, medicinas y servicios.
Casi 40 mil gazatíes han fallecido, según el Ministerio de Salud de Hamas.
Son varios los líderes del grupo islámico que han sucumbido a ataques israelíes con anterioridad al asesinato de Mohamed Deif, en Gaza, y de Ismail Haniyeh, en Teherán, pero estos últimos tienen más relevancia para el curso de la guerra.
Deif era el jefe militar de Hamas en Gaza y Haniyeh, el líder político y principal negociador de lo que se espera sea un acuerdo de cese el fuego, en el que se liberen los rehenes israelíes si se retoman las conversaciones. Deif, probablemente sea reemplazado por otro comandante en terreno, que siga al mando de Yahya Sinwar, el líder del ala militar de la milicia y cerebro de los ataques de octubre.
La serie de muertes de líderes de movimientos islámicos enemigos de Israel puede ser una chispa que encienda un conflicto regional, que vaya más allá de Gaza y Líbano, para abarcar Siria, Irak y Yemen, donde también están presentes milicias apoyadas y armadas por Irán. Tanto el gobierno israelí como Teherán deben calibrar sus próximos pasos, si quieren evitar una guerra extendida. |
Quién será el sucesor de Haniyeh es incierto y abre interrogantes sobre el cauce de las negociaciones para buscar una tregua que tan difíciles han sido. Hay varios aspirantes que podrían enfrascarse en una lucha por el cargo, si bien muchos apuestan a que sea Sinwar, a pesar de que el sector menos violento de Hamas lo considera responsable de la guerra que ha destruido Gaza.
Haniyeh, que vivía exiliado en Qatar, era visto como un “pragmático” dentro del grupo, que estaba en desacuerdo con la línea radical y violenta de Sinwar, y por lo mismo, habría perdido influencia dentro de la milicia, pero era un buen rostro, más diplomático, ideal para representar al grupo islámico en los diálogos y actuar como mensajero del liderazgo.
Las negociaciones entre Israel y Hamas se llevan a cabo en forma indirecta, con la participación de Qatar, Egipto y Estados Unidos, habiendo sido Haniyeh el interlocutor del jefe de los servicios secretos de Egipto.
Se decía que antes del asesinato había una alta probabilidad de llegar rápido a un acuerdo, pero que las condiciones puestas por ambos lados seguían obstaculizando una salida. Ninguna de las partes ha mostrado real voluntad de hacer concesiones, y mientras Hamas no devuelva los rehenes es iluso pensar que Israel acepte algo más que una pausa humanitaria en los ataques.
El factor iraní. El asesinato de Haniyeh en Teherán, después de las ceremonias de asunción al cargo del nuevo Presidente iraní, Masoud Pezeshkian, atribuido pero no reconocido por Israel, archienemigo de los ayatolás, fue una dura humillación para Irán y demostró las debilidades de sus fuerzas de seguridad, incapaces de proteger a un invitado y aliado en su territorio.
Esta muerte se suma a la de Fuad Shukr, asesor del líder de Hezbolá, otra milicia proiraní, hace una semana, en un ataque aéreo en el Líbano.
La presencia de Hezbolá en este último país, con sus enormes arsenales de misiles y cohetes, y miles de combatientes, ha sido un desafío permanente para Israel en su frontera norte. Desde Líbano, se lanzan constantes ataques contra localidades israelíes, los que se intensificaron desde las operaciones en Gaza, en solidaridad con los palestinos.
En esta situación, en ambos lados se ha evacuado a decenas de miles de habitantes hacia zonas más seguras. El asesinato de Shukr fue en represalia por la muerte de 12 niños drusos israelíes en las Alturas del Golán, en un ataque que Hezbolá trató de desmentir cuando se supo la identidad de los menores: en el Líbano, los drusos son aliados suyos.
Para Irán, el apoyo a los palestinos y otros grupos militantes que luchan contra Israel es parte de la política que los ayatolás implementan desde la revolución islámica de 1979, y se enmarca en su posición de no reconocimiento del derecho de Israel a existir como Estado. Para Teherán, Israel es un poder imperial asentado en el Medio Oriente, una avanzada militar de Estados Unidos que ha ocupado territorio que no le pertenece, por lo que es lícito buscar su eliminación.
El apoyo irrestricto de Washington a la defensa de Israel hace difícil que este objetivo sea logrado, pero la enemistad entre los dos países es lo que mantiene tan inestable la región, creando condiciones para que se produzca un conflicto de mayor alcance y se expanda a las naciones vecinas.
El líder supremo iraní, ayatolá Alí Jamenei, ya habría ordenado una represalia contra Israel, la que debe ser muy bien calculada por el gobierno de Pezeshkian, si quiere evitar que escale en una guerra regional. Quizás la respuesta sea similar a la de abril, cuando —tras el ataque que cobró la vida de varios oficiales iraníes en Damasco— Irán lanzó una masiva, si bien poco efectiva, ofensiva con misiles y drones contra territorio israelí.
Si ahora fuera más contundente, las probabilidades de escalamiento serían altas y las esperanzas de una pronta solución a la guerra de Gaza se esfumarían.
Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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