¿Muerte digna o muerte
indigna?
Señor Director:
La iniciativa del gobierno de apurar el trámite del proyecto de ley que, bajo el nombre de eutanasia o “muerte digna”, legaliza el acto por el cual se da muerte a una persona invocando determinados motivos de salud y edad, ha provocado de nuevo un debate acerca del valor de la vida humana. Por ejemplo, en reciente carta a la prensa, doña María José Cumplido argumenta en favor de este proyecto: “la eutanasia no busca instaurar un derecho absoluto a decidir sobre la propia vida bajo cualquier circunstancia, sino a establecer un marco legal acotado, ético y profundamente humano para casos extremos: enfermedad terminal o dolor físico insoportable, tal como lo contempla el proyecto actualmente en discusión”. Pero, de hecho, puede suceder que a una persona la vida se le haga insoportable, aunque no medie dolor físico alguno. ¿Por qué en ese caso no se le va a autorizar la eutanasia? Si la sociedad se atribuye el poder de decidir cuándo es posible pedir la muerte y cuándo, no. ¿Por qué requisitos para unos y no para otros? La vida queda entregada al arbitrio humano. Y si de una vida se puede disponer así, el siguiente paso es el de preguntarse, ¿por qué no de la vida del otro? Poner a la vida en situación de disponibilidad, aunque sea mínima, abre la puerta a las peores consecuencias. Asumamos entonces nuestra responsabilidad y, al derecho a la vida, respondamos con el deber de cuidarla, tanto la propia como la ajena.
Tampoco se puede olvidar cómo, lo que comienza con un aura de piedad y misericordia, puede terminar en la más absoluta falta de piedad. Autorizada la eutanasia, las personas afectadas por un dolor, por una enfermedad o simplemente por longevidad, comienzan inevitablemente a ser objeto de una presión para que pidan la muerte: “viejito acuérdate que tienes derecho a una muerte digna. . . no te demores”. En el fondo, la eutanasia, como el aborto, se convierten en medios aparentemente nobles para que el Estado pueda dejar de cumplir sus deberes tanto para los niños por nacer como para las personas enfermas o mayores. Más fácil que cuidarlos y atenderlos en sus necesidades, es abrirles la puerta para una rápida muerte. Desaparecen ellos y desaparece el problema. Muerte indigna.
Gonzalo Ibáñez S.M.
Un aporte de nuestro Director Luis cabezón
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