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Con motivo de conmemorarse hoy el aniversario del Combate Naval de Iquique y la gloriosa muerte de Arturo Prat Chacón, cuya figura fulgura en nuestra historia, acompaño un estudio acerca de su desconocida faceta de abogado, que portaba nuestro héroe naval máximo. Asimismo, rindo un tributo de admiración a Miguel Grau, cuya hidalguía fulguró en ese épico combate.
ARTURO PRAT, EL JURISTA. por Mario Barrientos Ossa.
Me parece necesario recordar que Prat fue abogado, que se sintió llamado por el mundo del Derecho, y que con grandes sacrificios pudo conciliar su labor como oficial de la Armada con las aulas universitarias, hasta lograr su meta.
Considero un agrado reproducir en estas líneas una reseña de esta poco conocida etapa en la vida de Prat, que nos hace sentir el orgullo de proclamar que nuestro héroe es el abogado de muerte más gloriosa en nuestra historia.
La autoridad universitaria extendió el siguiente informe, con fecha 23 de julio de 1876: “Señor Rector: Don Arturo Prat Chacón ha rendido examen de Código de Minas y Práctica Forense y en ambos salió aprobado unánimemente. Puede ser admitido a las pruebas finales. Enrique Tocornal”.
El 26 de julio se informa que rindió su examen de grado, ante los profesores Ocampo, Cerda, Vergara Albano, Lira y Tocornal, y fue aprobado unánimemente. Enseguida leyó una memoria sobre la Ley de Elecciones y fue igualmente aprobado. Firma el mismo Enrique Tocornal.
El 31 de julio rindió su examen ante la Corte Suprema y fue aprobado. Cabe recordar que en esos años, la Excma. Corte examinaba a cada uno de los postulantes al diploma, y esa es la explicación que hasta hoy, el título no lo otorga la Universidad, sino la Excma. Corte, aunque se haya perdido la razón de ser que le dio origen, puesto que tales exámenes ya no se llevan a cabo.
A título de anécdota, cabe recordar lo que publicó el decano de nuestra prensa nacional, “El Mercurio” de Valparaíso, con fecha 2 de agosto de 1876, con el siguiente tenor: “Ayer rindió examen de abogado ante la Corte Suprema de Justicia, el capitán de corbeta, segundo comandante de la Esmeralda, don Arturo Prat. El señor Prat solo ha concurrido a las aulas del Instituto Nacional, para rendir siempre las más brillantes pruebas de competencia en los diversos ramos del Derecho. Nuestro foro ha hecho, con el ingreso del señor Prat, una valiosa adquisición. A su talento distinguido para apreciar con rapidez las más intrincadas cuestiones de Derecho, une un carácter investigador y un espíritu analítico que le permite profundizar y resolverlas con el acierto de un viejo jurisconsulto. Es un abogado en la más estricta acepción de la palabra y de ello tenemos pruebas evidentes en algunos escritos que la prensa ha registrado sobre cuestiones de jurisprudencia y en los cuales campean la observación certera y el lógico razonamiento. Lo mismo nos prueban algunas defensas que el señor Prat ha hecho con brillo en consejos de guerra y que también se han publicado. Nuestra Armada, cuenta desde hoy, con un abogado, que es el primero salido de su seno. Lo felicitamos por ello y felicitamos también al joven jefe cuyo amor a la ciencia no podía menos que servir de poderoso estímulo a sus alumnos de la Escuela Naval”.
Nótese que Prat no fue un alumno del montón, y que su aventura de titularse de abogado mereció elogiosos comentarios en la prensa, lo que revela que era conocido por sus condiciones intelectuales y morales.
El 27 de julio de 1876, su esposa Carmela Carvajal le había escrito, refiriéndose a la aprobación de su examen de grado: “Mi Arturo adorado: En la mañana de hoy recibí juntas tus cartas del 25 y 26 portadoras de tan buenas nuevas, que me hicieron derramar lágrimas de felicidad. Recibe, mi bien, mil y mil felicitaciones de toda la familia y en particular de tu Carmela que da gracias al Todopoderoso que ha premiado tus nobles esfuerzos. Lo único que siento es que me voy poniendo orgullosa pero esto no te dé cuidado, porque yo sé serlo a mi modo, tal vez el solo que lo sufrirá eres tú, porque te tendré más regalón…” En ese matrimonio reinaba el amor.
Casi tres años después de estos hechos, el héroe de la paz pasaba a la inmortalidad como el gran héroe de la guerra.
En ambas conductas, el código moral fue uno solo: terminar lo empezado, cumplir la palabra, aunque cueste la vida.
¡Cuán olvidado y envejecido yace ese mismo código, si observamos la realidad actual!