NO ENFRENTAR LA JUSTICIA
Por la boca muere el pez.
Humberto Julio Reyes
A raíz del reciente fallecimiento de quien ostentara por un largo período la presidencia del Partido Comunista, de pretendidas y discutibles credenciales democráticas, el presidente ha sido pródigo en homenajes y alabanzas para con su persona.
Nada sorprendente dirá usted paciente lector, toda vez que el Partido Comunista apoya disciplinadamente al gobierno, tal como sus miembros saben hacerlo, así que más allá que probablemente el presidente lo haya realmente admirado, parece natural y de elemental conveniencia política que deje constancia de todo aquello que le parezca digno de ser destacado.
Prudentemente en la oposición las expresiones han sido las que corresponden al fallecimiento de cualquier ser humano, lo que me parece correcto en todos los que no festejamos con champaña la muerte de alguien que hemos considerado nuestro enemigo o de quien en vida mereció nuestro repudio por sus actuaciones.
Así las reacciones en público han ido desde distintas formas de honrar al fallecido, hasta las políticamente correctas, las que lamentan su partida y enaltecen su dedicación a lograr que en Chile finalmente se alcance el sueño de Marx y Lenin, pasando por la indiferencia en privado, sin descartar de parte de quienes creen en la vida eterna, el deseo que posiblemente sea sometido a la justicia divina, toda vez que fue sobreseído por la justicia terrenal.
Sin embargo, debo sumarme a quienes ya han hecho ver ciertos excesos, al menos dos, porque agravian innecesariamente a personas que probablemente nada han hecho para merecerlo y. además, imprudentemente generan reacciones quizás contrarias al efecto buscado.
La imposición de un duelo nacional por dos días conlleva la obligación de que el pabellón patrio permanezca a media asta en las reparticiones públicas, incluyendo, naturalmente, a cuarteles de las Fuerzas Armadas y Carabineros, instituciones destinadas a desaparecer en el “levantamiento popular” que preparó el homenajeado y que sufrieron bajas en sus componentes por las resoluciones que él adoptó.
¿Era conveniente este agravio o fue una nueva oportunidad “en bandeja” de expresar lo que el presidente ha cantado festivamente y de lo cual no se le conoce arrepentimiento?
Pero la guinda de la torta ha sido la comparación, odiosa como toda comparación, pero esta vez doblemente odiosa, del fallecimiento del homenajeado con el suicidio de un general en situación de retiro que, a sus 87 años había sido condenado a una pena de 25 años de presidio.
¿No pensó en el dolor de familia, camaradas y amigos de quien tomó tan definitiva resolución enfrentado a terminar sus días en prisión como producto de un interminable proceso donde ninguna de las garantías a que tenían derecho los acusados fueron respetadas?
Al manifestar que su suicidio era producto de su cobardía para no enfrentar la justicia, olvidó o desconocía que la había enfrentado con entereza durante todo el largo proceso, pese a que seguramente preveía en qué terminaría.
Pero parece que también olvidó a otro homenajeado suicida, cuyo supuesto legado se siente llamado a destacar y proseguir.
Resumo: algo de mesura en los homenajes quizás hubiera evitado agravios innecesarios y ofensas de doble filo.
31 de ago. de 23
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en retiro de la Defensa Nacional