No pido impunidad, solo justicia: Morir en paz no debería ser
un privilegio
Escribe un General de Ejército en retiro. Fui subteniente cuando Chile se partía en dos. Serví en silencio, con honor, mientras los verdaderos responsables políticos del quiebre institucional optaban por la evasión. Hoy, más de 50 años después, en que no hemos aprendido nada, vuelvo a sentir el mismo dolor.
El “Nunca Más” que nació como un intento sincero de reconciliación fue convertido en consigna vacía y herramienta de venganza. Y el resultado es el país que vemos hoy: dividido, sin rumbo, con sus instituciones erosionadas y unas Fuerzas Armadas tratadas con sospecha y abandono.
Muchos de quienes sirvieron en momentos difíciles —por mandato legal y lealtad institucional— enfrentan hoy juicios sin garantías mínimas, con ficciones jurídicas, condenas sin pruebas concluyentes y un castigo que alcanza también a sus familias.
No están presos por crímenes demostrados, sino por haber cumplido con su deber. Y junto a ellos, sufren esposas, hijos y nietos, sometidos al desprecio silencioso de una sociedad que prefiere olvidar.
¿Con qué autoridad moral miramos hoy a los jóvenes que juran dar la vida por la patria, si sabemos que, llegado el momento, podrían quedar solos? ¿Qué sentido tiene ese juramento si el país abandona a quienes más lo necesitan?
Chile está cansado, pero no ha perdido del todo la esperanza. Esa esperanza, sin embargo, ya no puede seguir depositada en una clase dirigente que ha fallado una y otra vez.
Llamo a quienes aspiran a liderar el país a que despierten. A que recuerden lo esencial: La justicia que no considere como mínimo el principio de igualdad ante la ley, no es verdadera, es solo venganza inspirada en un ideologismo extremo carente de toda humanidad.
Ya es hora de dejar de hacer pagar a los mismos de siempre.
Álvaro Guzmán Valenzuela
Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional