Perdón para los de Punta Peuco.
Pablo Fontaine ss.cc.
LAS OPINIONES EMITIDAS EN ESTA COLUMNA DE OPINIÓN, ES DE RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE UNOFAR
No veo que se justifique mantener a enfermos y ancianos en prisión indefinidamente como victimarios en el tiempo de la dictadura.
No veo que se justifique mantener a enfermos y ancianos en prisión indefinidamente como victimarios en el tiempo de la dictadura.
Estoy de acuerdo en que dichas personas cometieron delitos gravísimos contra los derechos humanos. Sintiéndolo así escribí en contra de tales hechos y participé, en otro tiempo, en marchas y otros actos de protesta en favor de los desaparecidos. Por eso, en aquella época, fui varias veces detenido.
Pero me parece que una sociedad madura que busca un mundo más humano y fraternal tiene el derecho y el deber de no ensañarse con estos reos, como varios de ellos lo hicieron con sus víctimas.
Conceder un indulto a los culpables no equivale a decir que no ha habido delito o que no fue para tanto. Lo grande de ese perdón es que reconociendo el mal realizado se entiende que se quiere dar a los reos la posibilidad de pasar su último tiempo en paz y mayor bienestar, simplemente porque son humanos, instándolos a meditar lo vivido y a calibrar el mal inferido a otros seres que eran sus hermanos.
Alguien podría pensar que así se favorece la impunidad para el futuro facilitando nuevos crímenes. No me parece. ¿Quién puede imaginar que una persona dé muerte o torture, confiado en que, cuando ya no sea capaz de trabajar ni tener mando alguno, en plena enfermedad o vejez, va a estar libre?
Los familiares de las víctimas ya han comprobado el castigo que han recibido los culpables. Pensarán que no equivale ni de lejos a los sufrimientos que ellos y las víctimas han sufrido. Tienen razón. Pero la verdad es que nada puede equivaler o compensar la muerte de un ser querido o el dolor de saber que ha sido torturado bárbaramente. Aunque se llevara a los culpables a la muerte en el patíbulo, los familiares no recogerían ninguna verdadera alegría o satisfacción.
Hay en cambio la satisfacción de haber sido magnánimo con los que hicieron daño a sus familiares y no buscar más odiosidad ni dolor, sino la grandeza de alma, que llegará a ser la mejor herencia para sus hijos. Mayor que la venganza.
Hay que agregar que es el camino que nos mostró Jesús con su palabra con la que fue consecuente hasta el extremo.