Presentación de la 5ª edición de la Bitácora del Almte. Merino.
(Miguel A. Vergara Villalobos, Caleuche de Stgo., 11 jun 2024)
Es un honor para mí, presentar ante tan distinguida concurrencia esta 5ª edición de la “Bitácora de un Almirante”, las memorias del almirante don José Toribio Merino Castro”, a la cual el autor introdujo sus últimas actualizaciones en julio de 1996, pocas semanas antes de fallecer. El libro está estructurado en dos partes. En la primera, la más larga, se muestra el contexto que llevó a la intervención de las FF. AA; en la segunda parte se explica la obra del Gobierno Militar. Y en una breve sección intermedia el Almirante reseña su biografía y su visión marítima.
El autor de este libro fue un gran marino, muy respetado y querido en la Armada por su elevada preparación profesional, su don de mando, su honestidad y coherencia de vida con sus principios y valores cristianos. El Almirante fue un hombre de fe, una fe que sin duda contribuyó a forjar su potente fortaleza espiritual. Su talante aguerrido lo mostró a lo largo de toda su prolongada carrera naval de casi 60 años desde su ingreso a la Escuela Naval.
No obstante, lo que definitivamente lo hizo pasar a la historia patria fue su liderazgo en la compleja situación política, social y económica que vivió nuestro país a principios de la década de los setenta del siglo pasado. Por eso, aún a riesgo de soslayar ciertas facetas de su rica personalidad, me centraré principalmente en algunos aspectos del Libro Primero de esta Bitácora, que dice relación con el gobierno de la Unidad Popular (UP), período que, además, nos ofrece algunas lecciones para el Chile de hoy.
Aquella convulsionada época fue el resultado de un paulatino proceso de degradación de nuestra convivencia que, según dice el autor en su Testamento Político, se inició el año “1964 con la elección del Señor Frei como Presidente de la República” y culminó en la crisis institucional que obligó a la intervención militar, el 11 de septiembre de 1973.
En su primera Proclama de ese mismo día el almirante Merino señaló: “Esto no es un golpe de Estado, pues es un tipo de esquema que no calza con nuestro modo de ser y repugna a nuestra conciencia legalista y profunda convicción cívica”.
En efecto, con toda propiedad podemos decir que se trató de un “Pronunciamiento Militar”, porque no fue una intentona golpista para derrocar a un ejemplar gobierno democrático, como algunos intentan hacernos creer, sino la respuesta al clamor de la inmensa mayoría del país, agobiada por los mil días de gobierno de la Unidad Popular.
En este proceso el almirante Merino jugó un papel decisivo, en el que cabe destacar su histórica breve nota, escrita de puño y letra –copia de la cual está en el libro que comentamos—en la que le decía a sus pares de la Fuerza Aérea y del Ejército: “Gustavo y Augusto: Bajo mi palabra de honor el día ‘D’ será el 11 de septiembre y la hora ‘H’ las 06:00”. Al reverso agregó: “Gustavo: es la última oportunidad; Augusto: Si no pones toda la fuerza de Santiago desde el primer momento, no viviremos para ver el futuro”.
Antecedentes que se prefiere olvidar.
Hoy en día, cuando muchos procuran falsificar el proceso que llevó al “Pronunciamiento Militar”, este libro viene a establecer una maciza verdad histórica. Allí está el Acuerdo de la Cámara de Diputados del 22 de agosto de 1973 que, entre otras cosas, “representaba al Presidente de la República y a los señores ministros de Estado, miembros de las Fuerzas Armadas y Carabineros, el grave quebrantamiento del orden institucional y legal de la República”; y denunciaba, además, la conformación de grupos armados destinados a enfrentarse con las FF.AA.
Está también la extensa carta del expresidente Eduardo Frei Montalva a Mariano Rumor, presidente de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana, del 8 de noviembre de 1973, en que denunciaba la existencia de un verdadero ejército paralelo, integrado por guerrilleros que habían arribado a Chile desde Uruguay, Brasil, Bolivia, Venezuela y otros países. Asimismo, revelaba la internación ilegal de armas destinadas a realizar acciones subversivas.
A mayor abundamiento, están las declaraciones de la Corte Suprema de Justicia, denunciando el reiterado incumplimiento de los fallos judiciales; y las insistentes advertencias de la Contraloría General de la República ante el abuso de los resquicios legales y los decretos de insistencia.
Si a esto se suma la arbitraria confiscación de industrias, la masiva expropiación de predios agrícolas y la fijación de precios, el resultado obvio fue la escasez de bienes básicos, el surgimiento del mercado negro y una inflación galopante que superaba el 600% anual. La escasez era de tal magnitud que el presidente Allende, poco antes de ser destituido, había informado al país que quedaba harina solo para dos día de pan. A este sombrío panorama se agregaban las reiteradas y prolongadas huelgas de muchos gremios, que llevaron prácticamente a paralizar el país.
Todo esto bajo el encandilamiento que provocaba de Revolución Cubana, encabezada por Fidel Castro, quien sorprendentemente se paseó por Chile en una visita oficial de casi un mes, realizada en noviembre de 1971. Más allá, en lontananza, estaba el acuerdo del Partido Socialista, en su congreso realizado en Chillán, en 1967, que a la letra decía: “La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Solo destruyendo el aparato burocrático y militar del Estado burgués puede consolidarse la revolución socialista”.
En fin, sería largo enumerar el calvario que sufrimos a manos del gobierno de la Unidad Popular. Lo concreto es que el 11 de septiembre de 1973 ya no existía democracia en Chile. Es una burda falacia decir que las FF. AA terminaron con una democracia ejemplar; lo que hicieron fue ponerle la lápida ante el ensordecedor clamor popular.
El rol del almirante Merino
Este es, muy apretadamente, el contexto histórico que debió enfrentar el almirante Merino y los otros miembros de la Junta Militar de Gobierno.
Al Almirante le correspondió presidir la Primera de las cuatro Comisiones en que se organizó el poder legislativo y, en la práctica, fue la cara visible de ese Poder. Este liderazgo comunicacional se explica en uno de los anexos de esta Bitácora, que contiene una entrevista de la Revista Caras, donde se indica el origen de los “martes de Merino”, famosos por las ingeniosas, divertidas o atrevidas repuestas del Almirante. Un opositor llegó a decir que lo único que echaría de menos al regreso de la democracia serían los “martes de Merino”. Casualmente, hoy es martes y 11, el Almirante debe estar sonriendo en el cielo por esta coincidencia.
En cuestiones más formales, al Almirante le cupo un importante papel en la adopción de un esquema de libre mercado, asociado a la apertura al comercio internacional, la rebaja de aranceles, la aplicación del principio de subsidiaridad, la independencia del Banco Central, y muchos etcéteras. Todas estas medidas, que contribuyeron a que el país diera un salto cualitativo y cuantitativo en su desarrollo, no fueron inicialmente fáciles de digerir; incluso dentro del mismo gobierno había posiciones encontradas. Verdaderamente, Chile le debe mucho a la tenacidad e inteligencia del Almirante que, como expresamente lo indica en su Bitácora, tenía la íntima convicción de que “sin una economía sana y activa, no hay posibilidades de una conducción política estable”.
Fuera de esta revolución económica que llevó a Chile a un lugar de liderazgo en Latinoamérica, el Gobierno Militar tiene el inmenso mérito –nunca debidamente reconocido– de haber disuadido con éxito dos amenazas bélicas. Primero contra Perú en 1975 y después contra Argentina en 1978. Más tarde, en 1982, surgió otra tensión con nuestros vecinos del Este, con ocasión de la guerra de las Falklands/Malvinas. Todo esto bajo un panorama internacional sumamente adverso, incluyendo las restricciones de la Enmienda Kennedy. Además, debió sortear, entre otras, la crisis del petróleo de 1974, el terremoto de 1985 y la crisis con EE. UU., por el caso de las uvas envenenadas, en 1989.
Tampoco podríamos dejar de mencionar que en 1980 se aprobó una nueva Constitución Política, donde se fijó el cronograma para el término del Gobierno Militar, lo que se cumplió rigurosamente. Esta Constitución, aunque a algunos les moleste, es la que en sus líneas gruesas aún nos rige, por supuesto con las modificaciones incorporadas posteriormente, principalmente las del año 2005 bajo el mandato de don Ricardo Lagos Escobar, quien puso su firma en la nueva Carta.
En resumen, el gobierno de las FF. AA fue muchísimo más que las violaciones a los derechos humanos, como se empeña en difundirlo cierta izquierda. Por lo mismo, este tema, que el almirante Merino no alcanzó a conocer en toda su virulencia, merece un comentario aparte. Permítanme una digresión.
El sensible tema de los DD.HH.
Sin duda, nadie podría justificar la violación a los derechos humanos (DD. HH), no solo por restricciones legales sino, sobre todo por un imperativo ético. Lamentablemente, la realidad muestra que, a la hora de aplicar estos principios, su universalidad y transversalidad pierde fuerza según sea el color político de los violadores. Es decir, estos derechos han sido instrumentalizados ideológicamente; y nuestro país no ha sido ajeno a esta distorsión.
Desde ya, fuera de las acusaciones contra Carabineros, no se ha escuchado ni una palabra por las violaciones a los DD. HH que significaron la quema de Iglesias y de colegios, o los saqueos y destrucción de nuestro patrimonio, que sufrimos durante el denominado “octubrismo”. Tampoco por los atentados a las personas y bienes públicos y privados que aún persisten en la Macrozona Sur.
Abrigo la esperanza de que esta sensación de inseguridad que estamos viviendo, nos permita examinar con mayor perspectiva las violaciones a los DD. HH. No para “empatar”, ni justificar tan condenables hechos, sino para comprender lo arduo que resulta neutralizar las amenazas de organizaciones apertrechadas con armas de fuego, que no respetan Dios ni ley. Peor todavía, cuando cuentan con el respaldo tácito o explícito de ciertas corrientes políticas, medios de comunicación y variadas ONG´s.
Hasta ahora las pasiones y el “ni perdón, ni olvido” han impedido avanzar en un análisis sereno y objetivo del tema de los DD. HH durante el Gobierno Militar. Nuestra sociedad ha sido permeada por una lógica maniquea, que presenta los hechos como una confrontación entre pacíficos idealistas que luchaban por la democracia y despiadados militares que defendían espurios intereses de clase.
Lo peor es que pareciera que un “cierto activismo judicial” ha acogido esta caricatura, induciendo a muchos magistrados a etiquetar a priori a los acusados por violaciones de los DD. HH como “criminales de lesa humanidad”, exigiéndoles tácitamente probar su inocencia. Así, se juzga a los militares implacablemente, sin ponderar debidamente el grado jerárquico que tenían, las funciones que cumplían y las circunstancias en que ocurrieron los hechos. Tampoco importa que sean octogenarios o tengan serias discapacidades mentales o físicas. Ni hablar de las rebuscadas argucias legales para eludir la aplicación del beneficio pro-reo.
En definitiva, para los militares no ha habido clemencia alguna; incluso se han estrenado condenas post mortem. Las amnistías han favorecido únicamente a los terroristas, a veces hasta con pensiones de gracia. Me parece que ha llegado el momento de corregir esta situación, no en pos de la “impunidad” como reza el eslogan, sino en pos de la “verdadera justicia”.
Si queremos sinceramente que “nunca más” se violen los DD. HH en Chile, deberíamos partir por un “nunca más” al empleo de la violencia como instrumento de la política; más todavía, ni siquiera deberíamos tolerar la amenaza del uso de la violencia para lograr fines políticos. Y, por supuesto, perseguir y condenar a todos los violadores de esos derechos, no única y exclusivamente a los agentes del Estado, es decir, Carabineros y FF. AA.
Estructura del libro
Retomando las Memorias que hoy nos convocan, como dijimos, están organizadas en dos libros. El primero, titulado: “La historia previa”, a su vez, está compuesto de tres partes, cada una con varios capítulos. La primera, el “Recuento histórico”, describe resumidamente el escenario previo a la Unidad Popular, desde comienzos del siglo XIX hasta los gobiernos de Alessandri y Frei, que conforman lo que el Almirante llama las “causas remotas del 11 de septiembre”. La segunda parte, la más extensa y de mayor interés para el Chile de hoy, se denomina “El preámbulo de la catástrofe”; allí se relata la situación desde la elección del presidente Allende hasta la crisis terminal de la Unidad Popular. La tercera y última parte se llama la “Intervención de las FF. AA”, en la que se narran sucintamente los preparativos para el 11 de septiembre, de acuerdo con el Plan “Cochayuyo”, hasta la conformación de la Junta Militar de Gobierno.
El segundo libro, titulado “La obra del gobierno militar”, contiene abundantes antecedentes económicos y jurídico-legales. En su primera parte: “La magnitud de la tragedia”, se detalla la caótica situación de la Hacienda Pública con que se encontró el Gobierno Militar; asimismo, se explican las medidas que se tomaron para superar esta crisis. La segunda parte, “El proyecto restaurador”, da cuenta de la estructura económica que se implementó en Chile a partir del documento conocido coloquialmente como “El ladrillo”, que el almirante Merino conoció y empezó a estudiar meses antes del 11 de septiembre. La tercera parte y final, titulada “La reconstrucción”, entre otros asuntos, expone las medias adoptadas para recuperar el quebrado sistema financiero; el proceso que se siguió para elaborar la Constitución Política de 1980; la creación de un nuevo Sistema Previsional; y el nuevo Código de Minería.
Cierra esta Bitácora un apartado titulado “Palabras finales”, que contiene dos textos especialmente seleccionados por el autor. Primero su carta de despedida de la Armada, del 24 de febrero de 1990, en que, al momento de su retiro voluntario, esboza el legado que deja a su querida Institución. Segundo, su “Testamento político”, del 02 de febrero de 1996, que es una declaración formal ante el Notario Púbico don Julio Lavín, donde el Almirante relata muy brevemente a su querida esposa Margarita –el amor de su vida–, a sus hijas, nietos y yermos, sus vivencias y recomendaciones, para cuando él ya no esté.
Se agregan varios anexos, tales como, la “Declaración de principios de la Junta de Gobierno” del 11 de marzo de 1974; algunas entrevistas que muestran un perfil más personal del Almirante, incluyendo la de la Revista Caras, que ya comentamos. Además, está el homenaje que el Senado rindió a la memoria de almirante Merino, poco después de su fallecimiento, por boca de los senadores Ronald Mc-Intyre y Sergio Diez, en presencia de sus familiares directos y representantes de la Armada en servicio activo y en retiro.
El preámbulo de la catástrofe
Del cúmulo de documentos y antecedentes que nos ofrecen estas Memorias, quisiera relatar algunos aspectos del capítulo N°8, de la segunda parte del libro primero, muy ilustrativamente denominado “La crisis terminal de la UP. Julio a septiembre de 1973”. Allí se grafica el camino al despeñadero; veamos algunos hitos.
El 27 de junio de 1973 ocurrió el incidente conocido como “la lengua de la señora”, en que una dama santiaguina que iba manejando su auto por la Costanera le sacó la lengua al general Carlos Prats, lo que originó un bochornoso incidente que terminó con la renuncia del citado general a su cargo de Comandante en Jefe del Ejército. Esto obligó a un cambio de gabinete, ya que el general Prats se desempeñaba, además, como ministro del Interior. El 5 de julio juró un nuevo gabinete integrado solo por civiles, sin ningún uniformado, que era lo que hacía tiempo estaban demandando las FF. AA.
El 29 de junio, se produjo una inconducente sublevación militar conocida como el “tancazo”, encabezado por el teniente coronel Roberto Souper que, si bien no tuvo mayores efectos, dice el Almirante que “permitió apreciar que había coincidencia de ideas entre todos los oficiales de la Defensa Nacional y Carabineros”.
El 7 de agosto se detectó un intento de infiltración comunista en los buques de la Escuadra instigado, entre otros, por el senador Carlos Altamirano.
El 5 de septiembre, un centenar de oficiales subalternos de la Armada le hizo llegar al almirante Merino una carta en que le manifestaban su inquietud por lo que consideraban una excesiva pasividad del Alto Mando Naval ante la crítica situación que se vivía.
Una reunión y un almuerzo lúdico
Por lo dramático y lúdico también quisiera presentar algunas de las reuniones entre el presidente Allende y el almirante Merino, descritas en el mismo capítulo ocho.
Se vivía la primera semana de septiembre de 1973 y cundía en la Marina una fuerte presión para que el almirante Raúl Montero Cornejo renunciara a su cargo de Comandante en Jefe de la Armada, a lo que el presidente Allende se negaba tenazmente. En ese contexto, el Presidente invitó a una reunión en su residencia de Tomás Moro a un grupo de almirantes encabezados por Merino, a las 23:00 hrs; tal vez creía poder manejar la situación con su afamada “muñeca política”, pero la reunión se le escapó de las manos. Relata el Almirante que, en cierto momento, “el señor Allende me dijo: ‘Entonces quiere decir que estoy en guerra con la marina”, a lo que él contestó: “Sí, señor, estamos en guerra con usted. La Marina está en guerra, porque no es comunista y no será nunca comunista (…)”. La reunión se prolongó hasta las dos de la madrugada, sin resultados concretos. Acota el Almirante: “nosotros felices de haber salido vivos, ya que nos podían haber disparado en cualquier momento, pero (afortunadamente) no pasó nada”.
Si esto parece una película de ficción, la comedia prosigue. Pocos días después, el viernes 7 de septiembre, el almirante Merino fue invitado a almorzar a la Moneda, en principio sin otra compañía, aunque después se incorporó el ministro de Defensa, don Orlando Letelier. Pero ocurrió que el mismo día del almuerzo, el diario de oposición “La Tribuna” publicó parte de lo que el Almirante le había dicho a Allende en la reunión nocturna en Tomás Moro, que acabamos de relatar.
Cuenta el Almirante que el Presidente entró al salón con el diario en la mano, gritando enfurecido por esta filtración a la prensa; ante esto él se levantó y bruscamente le arrebató el diario, diciéndole: ‘Sépalo señor (Presidente), que nosotros los marinos somos hombres de honor y el honor es sagrado, no se juega con él así no más; si alguien ha dado alguna información ha sido su gente, a quienes no les importa estas cosas’. Di media vuelta, y con el diario en la mano me dirigí hacia la puerta para retirarme”. No obstante, tanto el ministro como el Presidente le pidieron que se quedara.
Superado este incidente los tres comensales, Allende, Letelier y Merino, pasaron a almorzar al comedor privado, en el que había guardias armados con metralletas. Cito textual al Almirante: “Consideré que era un alto honor que se me hacía poner cuatro guardias armados en este lugar tan pequeño, defendiendo al señor Presidente o al señor Letelier, para el caso de que yo me enojara. Se sentaron Allende y Letelier; yo, aún de pie, saqué mi pistola que traía en el bolsillo izquierdo del dormán, y le dije al Presidente: ‘A usted no le molestará, supongo, que la deje encima de la mesa’. Él me quedó mirando y después me dijo: ‘Ese juguete no tiene importancia’. Me senté con la pistola al alcance de la mano. Era una pistola frente a cuatro metralletas”. Este incidente retrata de cuerpo entero el genio y figura del almirante Merino. Con todo, la reunión continuó.
A la hora de los postres, el Presidente le pidió a Letelier que se retirara y quedó solo con el Almirante. La conversación derivó en la necesidad de cambiar los mandos medios para dar tranquilidad política al país. Después de un rato sin obtener respuesta alguna, narra el Almirante, “Allende me toma del brazo y me dice: ‘Mira, si quieres cambiar a alguien, mandos medios, lo que tú dices, u otros, anda a hablar con Teitelboim, o con el ‘patas cortas’ (Corvalán) o Altamirano. Ellos son los que manejan, yo no mando nada’ (…)”. De esto opina el Almirante:
“¡Era la anarquía total! Era evidente que él (Allende) no dirigía los destinos de la Nación, era solo un títere que figuraba en el estrado oficial desempeñando el papel que le habían asignado otros personajes que, sin ser vistos, querían llevarnos a la destrucción orgánica, moral y jurídica, para luego tomar ellos las riendas del poder, que no podían obtener de ninguna manera si se presentaban a una elección”.
Palabras finales
Finalizo esta presentación, felicitando a la Corporación Cultural “Arturo Prat Chacón” por la feliz iniciativa de haber lanzado una 5ª edición de esta “Bitácora del Almirante Merino”, que nos permite rescatar una realidad histórica, frecuentemente distorsionada, y sacar algunas lecciones para el Chile de hoy, tan propenso a los voluntaristas “nunca más” descontextualizados de los hechos.
Estas Memorias constituyen un valioso aporte para cualquier lector que quiera formarse un juicio certero sobre la compleja realidad que se vivió antes, durante y después del 11 de septiembre de 1973. En este libro encontrarán valiosos documentos que exponen el proceso de descomposición política que gradualmente fue configurando un inevitable desenlace final. Esta Bitácora cumple a cabalidad con el objetivo que tenía en vista el Almirante: que “las futuras generaciones conozcan la tragedia que significa la destrucción moral de una nación”.
Sean mis últimas palabras para reiterar que me siento honrado por haber tenido la oportunidad de recordar a un Marino valiente y decidido que en un momento de crisis se jugó por entero por salvar a su Patria de la tiranía marxista. Desdichadamente hoy, consecuentes con el tradicional “pago de Chile”, los tribunales de justicia, sin que el Almirante jamás haya sido acusado en vida, han acogido post mortem un recurso de protección y, en un sorprendente fallo, han dispuesto que sea retirada su estatua y descolgados sus retratos. Sin embargo, jamás nadie podrá impedir que por siempre el gran almirante José Toribio Merino Castro permanezca vivo en el recuerdo de todos los marinos y chilenos de corazón bien puesto.
¡He dicho! Muchas gracias.
Santiago, 11 de junio de 2024
Miguel A. Vergara Villalobos
Almirante ®
Excomandante en Jefe de la Armada
Doctor en Filosofía (U. de Navarra
Un aporte UNOFAR V Región
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