RÉPLICA A UNA FUERZA NAVAL CONSISTENTE II.
Ignacio Mardones Costa Jefe de Desarrollo y Estrategia de AthenaLab
El Mostrador, Opinión, 12/07/2023
Cada país tiene necesidades específicas en cuanto a defensa. Una mirada rápida al mapa nos alertará que la seguridad marítima de Chile no es comparable con la de países más mediterráneos que el nuestro. Es de decir, la geografía importa; los estados que no comprenden su entorno estratégico están condenados a competir en desventaja. Es por esto que, un simple cómputo de potenciales, como propone Eduardo Santos, en sólo un ingrediente de la profundidad del análisis que se debe realizar al momento de decidir la renovación de la fuerza marítima.
Me he tomado unos días para responder la nueva columna de Eduardo Santos publicada en este medio y titulada “Una fuerza naval consistente II”.
En primer lugar, quiero agradecerle por invitarnos a debatir un tema que me parece relevante: el desarrollo integral de una Armada que, por la magnitud de sus recursos e importancia en la seguridad de un país marítimo que depende de su comercio exterior y de la zona económica exclusiva, debiese ser un tema que le preocupe a todos los chilenos.
La seguridad del país, en todas sus dimensiones, y en particular la protección de los intereses nacionales donde sea que estén ubicados, es un deber primario del Estado.
Sin seguridad, no hay libertad, como tampoco estabilidad ni prosperidad.
Es por esto por lo que los proyectos de defensa son tratados tanto en Chile como en el extranjero como planes de Estado, donde no solo se involucra a la institución, en este caso la Armada, sino que son evaluados minuciosamente en el ministerio respectivo, debatido en el Congreso y finalmente aprobado por presidencia.
Este proceso es iterativo, y tarda años, justamente porque busca obtener un producto que, a un precio razonable, sea capaz de brindar la seguridad necesaria al país.
Cada país tiene necesidades específicas en cuanto a defensa. Una mirada rápida al mapa nos alertará que la seguridad marítima de Chile no es comparable con la de países más mediterráneos que el nuestro.
Es de decir, la geografía importa; los estados que no comprenden su entorno estratégico están condenados a competir en desventaja.
Es por esto que, un simple cómputo de potenciales, como propone Santos, en sólo un ingrediente de la profundidad del análisis que se debe realizar al momento de decidir la renovación de la fuerza marítima.
Sólo como ejemplo: él argumenta necesario reducir el tonelaje de las fragatas propuesto por la Universidad Católica. Esto tiene dos aristas, una financiera y otra operacional.
Respecto a la primera, el precio de un buque, más que por su desplazamiento, está dado por el tipo de equipamiento que recibe. No es lo mismo una fragata con sistemas sofisticados de radares para detectar aviones o misiles, a otra que tenga solo radares de primera generación.
Para entenderlo de otra forma, al igual que en la industria automotriz, cada modelo tiene un “desde” y un “hasta”.
En segundo lugar, cualquier marino, independiente de su nacionalidad, le dirá que no es lo mismo navegar en el trópico, que en los mares del sur. (¡Lo famoso del Cabo de Hornos, no va precisamente por lo lindo de sus paisajes, sino por la violencia de sus aguas!).
Para operar un buque en forma efectiva en el sur de nuestro país, el tonelaje importa.
En segundo lugar, el cálculo que Santos propone, aunque interesante, no aparece en ninguno de los estudios especializados en defensa, y se basa en múltiples supuestos.
Por ejemplo, el primero y más importante, es que algún país debe estar dispuesto a vender buques de segunda mano, con alguna capacidad remanente.
Si bien eso fue posible hace quince años, hoy ya no, básicamente porque el entorno de seguridad ha cambiado tanto, que aquellos países a los que tradicionalmente le comprábamos buques, como el Reino Unido y Holanda, hoy están dando de baja sus buques al término de su vida útil.
Concordaremos que en algo tan importante como en la defensa, no es posible depender de que tengamos la suerte de encontrar algo en el mercado.
Es ahí justamente cuando el informe de la Universidad Católica ilumina en cuanto a las posibilidades más costo/efectivas para país.
Respecto a los escenarios estratégicos a los que alude Santos, sería interesante que los mencione, porque desde hace más de una década, la gran mayoría de los think tanks especializados en defensa vienen advirtiendo el deterioro del entorno estratégico mundial y regional.
Los países cada vez se están armando más, otra razón más por la que nadie vende sus buques usados. El Cono Sur tampoco ha estado exento de problemas.
Recordemos, por ejemplo, lo contenido en la Directiva de Política de Defensa Nacional de Argentina, publicada el 2021, donde menciona el control compartido del Estrecho de Magallanes y lo que ellos denominan el “Mar de Hoces”, que provocó una reacción de nuestra Cancillería, aun sin respuesta.
Finalmente, creo que la Armada hace bien en definir cuáles son sus requerimientos para mantener las capacidades de la fuerza actualizadas. Y también lo hace involucrando a entes externos, como universidades de prestigio.
La opinión de esta institución no solo es relevante, sino que necesaria; los escenarios que identifica, su experiencia con las operaciones que realiza, la comprensión del entorno en que opera, a mi juicio, no generan una “lista de supermercado” como nos señala Santos, sino que una opinión profesional y fundada, la que debe ser sopesada por los tomadores de decisiones.
El debate en torno a la necesidad de renovar la flota es vital y debe ser abordado en forma institucional.
La seguridad del país no puede basarse en cálculos escritos sobre servilletas.
Un aporte del Director de la revista Unofar, Antonio Varas Clavel
Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional