Un aporte a la verdad histórica
Miguel Ángel Vergara Villalobos*
Hace unas semanas causaron revuelo las declaraciones de la candidata Evelyn Matthei, en cuanto a la inevitabilidad del golpe militar de 1973 y de las muertes ocurridas durante los primeros años. No es mi intención reavivar la polémica, sino aportar a la verdad histórica.
Todos compartimos el anhelo de que ojalá nunca fuese interrumpido un legítimo proceso democrático. La pregunta es si el gobierno de la Unidad Popular respetó la democracia. Recordemos que su principal partido había validado el uso de la fuerza como un método legítimo de acción política; la Corte Suprema había representado en reiteradas ocasiones el incumplimiento de los fallos judiciales; la Contraloría había insistido en la improcedencia de los requisitos legales; la Cámara de Diputados, en una declaración formal, descalificó al gobierno de la UP y le llamaba a la intervención militar.
Los expresidentes Gabriel González Videla y Eduardo Frei Montalva, el presidente del PDC, Patricio Aylwin, reiteradamente manifestaron que el gobierno de la UP se había apartado de la legalidad institucional, y que su permanencia ponía en riesgo la democracia.
Si bien esos antecedentes no bastan para justificar su violenta solución, es pertinente analizar el contexto en que ocurrieron los hechos, no para avalarlos ni para “empatar”, sino para comprender sus causas y evitar su repetición. No es inocuo el clima de odio y violencia que se había generado, exacerbado por la presencia de agrupaciones armadas, chilenas y extranjeras, taxativamente denunciadas tanto por el expresidente Frei Montalva en carta a Mariano Rumor, del 8 de noviembre de 1973, como en el Acuerdo de la Cámara de Diputados del 22 de agosto de 1973.
Ahí está el germen de la subversión, en cuya neutralización lamentablemente se cometieron excesos, respecto de los cuales no puede sino manifestarse un juicio de total condena.
No obstante, dichos sucesos son sólo una parte de la historia nacional, y no puede entenderse lo sucedido hace más de 15 años sin respetar el debido contexto; desde ya, una mirada que no integra, se forma la “convicción” y condena.
En fin, creo que nuestra democracia no terminará objetivamente de consolidarse si no somos capaces de analizar objetivamente las causas de los hechos que la afectaron. Cual Pilatos, no es posible que pretendamos “lavarnos las manos” y responsabilizar exclusivamente a las Fuerzas Armadas y de Orden, eludiendo nuestra propia responsabilidad. Solo así podremos contribuir a que lo vivido no se repita. Comprender no es justificar. Es un deber de conciencia que exige equidad. Sin verdad, no hay justicia ni perdón. Sin perdón no es posible una auténtica reconciliación. Sin reconciliación, no es posible construir una patria más humana, más fraterna, en la que todos podamos vivir en paz, en libertad y con dignidad. Eso es, en definitiva, el único sentido de una justicia sin odio y sin venganza, pero también sin amnesia ni impunidad. Es un don de gracia.
❖ Miguel Ángel Vergara Villalobos. Ex C.J. Armada de Chile. Doctor en Filosofía, U. de Navarra.
Edición del sitio Web de Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas”
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