Una luz al final del túnel
Francisco Bartolucci Johnston. Abogado y profesor de Derecho
Durante cuatro años Chile ha transitado por un obscurecido “túnel” donde la
violencia, en casos demencial, los ánimos refundacionales de mentes mesiánicas y extremistas, los ensayos constitucionales fallidos y la constante e implacable confrontación entre los diversos sectores políticos han ensombrecido nuestra vida cívica al punto de no dejarnos ver al final una luz de salida.
El tránsito de este lúgubre corredor lo iniciamos en octubre y noviembre del año 2019 en que la violencia revolucionaria se apoderó de las calles, destruyó todo
a su paso, puso en jaque la institucionalidad y la democracia, demostró la incapacidad de la clase política para responder a la amenaza y nos obligó a iniciar un proceso para reemplazar nuestra Constitución, a la que se culpó de todos los
males reales y fictos.
El segundo paso en este transitar forzado fue la aprobación en plebiscito de un proceso constituyente que condujera a la dictación de un nuevo texto constitucional. Entonces, continuó el caminar a tientas de un país que contemplaba atónito como una sarta de personajes extraños “votando desde la ducha y disfrazados de dinosaurios y extraños personajes del folclor urbano” se refocilaban destruyendo el país. La sensatez del chileno medio detuvo, a la mitad del “túnel”, el intento de destruir y deconstruir Chile y aliviado intentó abandonarlo. Pero la dirigencia política no lo permitió.
El tercer paso fue insistir con un nuevo proceso constituyente, ahora con una serie de “resguardos” que impidieran las malas prácticas, errores y excesos del anterior. Y aquí estamos, de nuevo en el interior del “túnel”, conociendo lo que el ahora llamado Consejo Constituyente está acordando y desacordando.
Escuchamos, leemos y reflexionamos para saber si esta vez podremos abandonarlo. La salida dependerá de la impresión que al culminar deje el proceso, del contenido del texto que se proponga y del veredicto final de la ciudadanía.
Varias de las disposiciones ya aprobadas – definirnos como un Estado social, democrático y de derecho; establecer derechos sociales; consagrar el derecho de los ciudadanos para elegir en materias de educación, salud, previsión y emprendimiento; proteger la vida, la familia, la dignidad y la honra de las personas, entre varias otras – en cuanto recogen aspiraciones muy sentidas de la ciudadanía, hacen pensar que es posible avizorar “una luz al final del túnel”, y si los constituyentes esmeran sus esfuerzos por alcanzar consensos y abandonando los inútiles ideologismos y obsoletas doctrinas enraízan las futuras normas constitucionales en nuestra historia republicana, en el sentir común y en las necesidades reales de la gente, es posible que al finalizar el año podamos salir definitivamente y cerrar por varias décadas el difícil corredor que tan obligada e innecesariamente, por la fuerza y el temor, nos han hecho recorrer.
La aprobación de un nuevo texto constitucional será la acertada respuesta de un país que, sacudido de su inicial confusión y temor, cierra en las urnas uno de los
episodios más difíciles de su historia política. Colaboremos todos para que así sea.
Un aporte de nuestro Pas Presidente Humberto Julio Reyes
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